Belén trabaja en una guardería, ya que ama a los niños. Todo parece ir bien en su vida hasta que es llamada por su padre, un hombre que nunca se hizo cargo de ella y no la ama. Este se casó con su amante y abandonó a su madre cuando ella era muy pequeña. Sin embargo, el magnate ahora le pide un favor.
¿Cómo un casamiento por obligación puede terminar uniéndote con tu alma gemela?
—Nacería mil veces más por ella, si solo una vez pudiera mirarme cómo yo la veo—
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Capítulo doce - Más alla de sus ojos
Al día siguiente Belén estaba lavándose los dientes cuando David entró al baño. Ella vio sus ojos y se sonrojó.
—Disculpa, necesito mi desodorante —dijo él con la mirada perdida.
La noche anterior ella le pidió que abriera los ojos y él le dio el gusto. Verlo hizo que ella se sintiera extraña, agitó más su corazón. Tenía que dejar de ser tan cercana con él o terminaría enamorada.
—Mañana voy a ir en taxi al trabajo. Así evito a los paparazzis —dijo Belén mientras ponía el desodorante en la mano de David.
—Está bien, compré un coche más acorde a la situación, no se ve lujoso. Tal vez Emiliano pueda pasarte a buscar para que regresemos juntos a casa —dijo David sin hacer ningún gesto con su rostro de porcelana.
—No quiero ser una molestia para ustedes —aseguró ella.
—Y no lo eres —le indicó él y le devolvió el desodorante.
—David —dijo Belén antes de que él saliera del baño.
—¿Qué ocurre? —preguntó su esposo.
—Estaba pensando. ¿Te molesta que fuera yo la que se casó contigo? Tal vez habrías preferido a alguna otra chica —Belén quería estar segura de que nada pasaría entre ambos. Si él le decía que estaba enamorado de otra le dolería y haría más fácil que dejara de imaginar cosas.
—Para nada, me agrada que fueras tú. No lo desearía de otra manera —dijo él haciendo que ella se pusiera más nerviosa—. ¿A ti te molesta que fuera yo?
—No, me alegra. Es decir, tú eres una buena persona. Por lo que eso es bueno, creo —dijo ella enredándose con las palabras.
—Sí, supongo que fue el destino —dijo él y salió del baño, ya que, aunque no pudiera verla debido a sus lentillas, se imaginaba lo que llevaba puesto y eso era demasiado.
Ese día ambos se encargaron de limpiar lo que la gatita había desordenado. Belén guardó sus cosas en el enorme vestidor de David y se dio cuenta de que tenía muy poca ropa. Después de estar libre se puso a limpiar un poco la casa e intentó cocinar. Algo que no le salió como esperaba, pero era comestible. Por lo que fue al estudio de David y le preguntó si quería almorzar con ella. Este con los ojos cerrados estaba en su computadora con unos auriculares puestos, por lo que no la escuchó. Ella se acercó y vio que la pantalla estaba apagada. Después de desenchufarle los auriculares se encendió y se empezó a dictar lo que al parecer David había escrito. Eran códigos que ella no compendía.
—La cena está lista. ¿Quieres venir a comer conmigo? —preguntó belén y este por inercia la miró.
Cuando sus ojos se cruzaron ella sintió que su cuerpo ardía, como si sus venas llevaran lava y no sangre. David cerró los ojos y se quitó los auriculares, los cuales volvió a enchufar.
—¿Cocinaste? —preguntó él avergonzado. Era la segunda vez que la miraba sin darse cuenta.
—Si —dijo ella mientras su cuerpo volvía a la normalidad. ¿Qué había sido esa sensación?
Aunque trató de olvidarla, no pudo. Al otro día en el trabajo seguía pensando porque se sintió tan familiarizada con él cuando la vio a los ojos.
—¿Te enteraste? —dos de sus compañeras hablaban.
—Sí. ¿Cómo puede ser? Se iba a casar conmigo —dijo una haciendo un chiste.
—Claro que no, es muy inteligente para nosotras, ni Belén podría. ¿Qué crees bella durmiente? —preguntó la compañera y Belén la miró—. ¿Con quién se habrá casado el chico más interesante del momento?
Su compañera le mostró la misma revista que le había dado Emiliano para que supiera quien era el talentoso David Dufort.
—¿Qué opinas que su esposa no aparece en ninguna de las revistas? —preguntó su compañera mientras Belén veía el artículo que hablaba de las grandes ideas que su esposo había tenido durante los últimos dos años.
—Está claro que la chica se avergüenza de ser su esposa. Al parecer él quedó ciego —dijo su compañera.
—¿De qué hablan? —preguntó belén tratando de prestarles atención.
—Dicen que él tuvo un accidente y perdió la vista. No solo se lo tachaba de frío y malvado, ahora también está ciego. ¿Te imaginas casarte con alguien así? —preguntó su compañera entre risas y Belén se molestó.
—¿Y qué si no ve? Todos tenemos cosas que nos hacen distintos —dijo ella sin poder evitar defender a David.
—Sí, una cosa es ser distinto y otra es estar discapacitado por el resto de tu vida —rió su compañera.
—No seas mala, Sara, si fuera por eso. ¿Belén que título llevaría? —preguntó su otra compañera. Ahora se burlaban de ella.
—Entiendo, no sé cocinar y soy despistada y por eso soy inferior a ustedes. Chicas con sus cinco sentidos. Es interesante porque el viernes a mí me llamaron la atención y era tu alumna la que casi come maní, Sara —dijo Belén más molesta que antes.
—Cálmate Belén, ni siquiera conoces a ese tipo —dijo su otra compañera.
—¿Y por eso debemos burlarnos de las personas? Ustedes son las que dan lástima —dijo y se fue de la cocina.
—¿Qué le pasa? —preguntó su compañera por lo bajo.
Ese día Emiliano fue por Belén al trabajo. Esta seguía molesta por lo que habían dicho sus compañeras de David, no se merecía que la gente hablara así de él.
—¿Pasaremos a buscar a David al trabajo? —preguntó Belén. Tenía ganas de verle.
—El señor tiene una reunión familiar, dijo que puede esperarlo en el departamento —indicó Emiliano.
—Pero, ¿no se supone que debo asistir con él? —preguntó Belén confundida.
—Sí, pero es en público y el señor Dufort me dijo que usted no quería que la vieran con él todavía —dijo Emiliano y la hizo sonar como sus compañeras. Ella solo estaba preocupada por como reaccionaría su madre. Nunca había querido lastimar los sentimientos de David.
—Emiliano, ¿el señor Dufort estará bien en esa reunión solo? —preguntó Belén, más preocupada.
—No sabría decirle, hace solo dos años que acompaño al señor y no me ha dejado asistir. Suele salir agotado y sin ganas de hablar. Por lo que escuché de otros empleados, sus primos suelen tretarlo mal, y ahora que está así. Supongo que será un poco más difícil para él, pero es un hombre fuerte. No se sienta culpable, él comprende lo que a usted le ocurre —dijo Emiliano haciendo que Belén se preguntara cuál debía ser su postura en esta situación.
Autora: Osaku