María Elena Collazo trata de hacer hasta lo imposible por libararse de las garras de su suegra y de su alcohólico esposo. ¿Hasta qué punto podrá soportar ese infierno? Esta historia es totalmente ficticia. Todos los personajes y vivencias fueron creados por la mente de su servidora. Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.
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"Por si las dudas"
Moisés, borracho como estaba tenía mucho miedo de pensar que su madre había matado a Elena con tanto latigazo.
Pero Aranza fue más inteligente que él y le dijo:
Tranquilo, hijo, nadie va a saber lo que acabas de hacer. Yo te cuidaré. Sé que actuaste sin quererlo y con tu borrachera se te pasó la mano con esta mujer.
Pero ¿qué dices, madre? Tú fuiste la que la mató no yo.
Dejas de decir esas cosas, ¿o acaso no te acuerdas que yo te quité el látigo de las manos?
Madre, no me hagas esto fue al revés yo fui el que te quitó el látigo a ti.
Lo dicho, tu borrachera te hace ver cosas que no son y ahora vámonos si no quieres que la policía te encuentre y te lleve la cárcel por asesino.
¡Yo no soy un asesino, yo no la maté, yo no la maté!, fuiste tú, madre, reacciona.
A ver cállate ya. ¿A quién crees que le van a creer, a ti, un alcohólico o a mí que soy muy tierna y tranquila madre cuidando a su hijo por borracho?
Moisés se calló no podía creer lo que su madre estaba intentando hacer.
Luego de unos segundos dijo: madre ¿por qué quieres echarme la culpa a mí, por qué quieres desgraciarme mi vida?
Pero Aranza no le hizo caso y se subió al coche, Moisés la alcanzó y también se subió.
En el trayecto a casa iban muy callados los dos, completamente en silencio.
Mientras que Elena se quedó abandonada en ese terreno baldío que no pasaba ni una mosca por ahí.
Quiso el cielo que un coche pasara por ahí, al parecer estaba perdido y no hallaba el rumbo de regreso a la ciudad.
Fue Angelito, el niño que iba en ese coche quien descubrió el cuerpo en la manta, aún no sabía que era un cuerpo.
Papá, ¿qué es eso que se ve allá?
No lo sé hijo, pero vamos a ver, le dijo después de estacionar el auto.
Su esposa también bajó del auto.
¡Dios mío!, parece un... no mires, Angelito, dijo la señora.
Mamá, ya no soy un bebé. Quiero ver que hay ahí.
Está bien, pero tranquilo, ¿eh?
Sí mamá, no te preocupes.
El hombre fue y poco a poco desenredó la manta quedaron asombrados los tres de ver a una mujer.
¿E...stá muerta?, preguntó Silvia muy asustada.
Cosme la auscultó, aún respira llamemos a la ambulancia y a la policía.
Poco rato después, el lugar estaba lleno de policías y llegó una ambulancia los paramédicos le dieron los primeros auxilios y partieron de ahí con la mujer.
Los policías entrevistaron a los dos esposos y estos dijeron que no sabían nada que solamente pasaban por ahí porque estaban perdidos y vieron a la mujer tirada.
Gracias por todo, nosotros investigaremos el caso.
La mujer fue ingresada al hospital como no nombre porque no llevaba ninguna identificación encima.
¿Alguien la conoce?, preguntaron los doctores a todos los enfermeros y al equipo médico.
Todos negaron con la cabeza no habían visto a esa mujer por esos lugares.
No sabían quién era esa mujer, pero aún así los doctores la atendieron cuidadosamente estaba muy maltratada, al parecer, había sido golpeada brutalmente, pero no sabían con qué.
.
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Mientras tanto, Moisés estaba muy nervioso y no dejaba de llorar.
Está bien, vamos por ella de inmediato y la enterraremos, así nadie la volverá a ver.
Eso está mejor, mamá.
Pero cuando llegaron al lugar donde habían dejado a Elena, esta no estaba.
¿Qué habrá pasado aquí?, lo mejor será que nos retiremos no vaya a estar la policía.
Mamá, ¿estás segura que fue aquí donde la dejamos?, igual y la dejamos en otro lado.
Claro que no, hijo, no estoy idiota fue aquí donde la dejamos, pero alguien se la ha llevado.
¿Y para qué iba alguien a querer un cadáver, madre?
Pues qué sé yo, ¿para darle cristiana sepultura tal vez? Aquí ya no hay nada que hacer, vámonos.
Tenemos que buscarla no quiero que la policía la encuentre y nos vaya a acusar de asesinos.
¿Nos vaya a acusar de asesinos?, tú la mataste, ¿acaso ya no te acuerdas?, claro por tus malditas borracheras nunca recuerdas nada de lo que haces.
Y sin decir más, subió al coche de nuevo para ir a su casa.
Moisés, además de borracho iba muy nervioso, casi rayando en la histeria.
Pero Aranza no le hacía caso.
Cuando llegaron a su casa, No te preocupes, hijito, yo te protegeré. Jamás nadie sabrá que has matado a tu esposa.
Y se fue a su cuarto dejándolo todo nervioso y lloriqueando.
¡Yo no fui!, decía casi al borde de la locura.
Así permaneció un largo rato hasta que por fin se quedó dormido.
"Estúpido hijo mío, pero de mi cuenta corre que nadie sepa lo que hicimos y de ser así mi hijo es el que pagará por los platos rotos", decía Aranza para sí misma.
El nuevo día anunciaba una nueva esperanza, el sol se elevaba por todo lo alto.
Moisés se despertó muy adolorido de la cabeza no recordaba nada del día anterior.
Al voltear al lado de su cama se dio cuenta de que Elena no estaba a su lado y se le vino todo de golpe a la mente.
Cosme y Silvia en un acto de humanidad visitaron a Elena.
¿Cómo se encuentra la mujer, doctor?
Aún no reacciona esta mujer está muy mal y temo que pase lo peor. ¿Quién habrá sido capaz de golpearla tan brutalmente?, son unas bestias.
Cosme dio en el clavo. ¿Tal vez un esposo alcohólico?
El doctor chasqueó los dedos. Habrá que avisar a la policía y decirle lo que hemos descubierto.
Rato después...
Tienen razón, un marido alcohólico y celoso le pudo haber propinado tal golpiza. Tal vez por celos, qué sé yo.
Tendremos que investigar a todos los borrachos que encontremos por ahí.
La policía se dispuso a investigar uno a uno todos los bares de la ciudad, lejanos y cerca, pero nadie sabía nada.
Qué raro está todo esto, ¿por qué la gente nunca se da cuenta de nada?, ¿Por qué encubrir a alguien violento capaz de golpear a una mujer?
Sí, porque esos golpes debieron haber sido por un hombre, son muy profundos, dijo otro policía.
El doctor que la atendió dijo que había sido golpeada con algo parecido a una cuerda, un cable o... un látigo.
Ahí está la clave, busquemos personas que usen látigos.
La búsqueda fue incesante, pero por desgracia sin resultados positivos.
No había nadie con esas señas.
Aranza había escondido bien el látigo, borrando sus huellas y estampando las de Moisés, "por si las dudas".