Cuando sabemos que la vida nos tiene deparado un futuro, pero somos nosotros mismos quienes creamos los caminos que nos llevan ya sea a la toma de buenas o malas decisiones, todas las que he tomado de ninguna me arrepiento me han hecho el hombre que soy y llegar a ser lo que soy y nada ni nadie me hará cambiar de parecer eso era lo que creía hasta que supe que jamás tendría una oportunidad en su vida
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La sonrisa de ella era de gratitud, lo sabía. Pero también era un recordatorio de que nuestras vidas habían coincidido por algo mucho más grande que un simple proyecto. Sin embargo, debía mantenerme firme. Esto no era una reunión social, era una competencia feroz, y aunque no pudiera ignorar lo que habíamos vivido, debía centrarme en lo que venía ahora. El destino, caprichoso como siempre, había decidido que nuestros caminos se cruzaran nuevamente, pero esta vez en lados opuestos de la mesa.
Tomé una respiración profunda y aparté la mirada, mientras me preparaba mentalmente para lo que estaba por venir. La reunión estaba por comenzar y pronto sabría hasta dónde estaba dispuesto a llegar este empresario para ganar. Sabía que no sería fácil, pero mi mente volvía una y otra vez a su sonrisa, y eso me hacía cuestionar si acaso el destino tenía otros planes para mí.
La atmósfera en la sala de reuniones estaba cargada de tensión y expectativas. Cada empresa allí presente había traído su mejor propuesta para luchar por ese proyecto, pero sabía que nuestra competencia más fuerte era el hombre que ahora estaba sentado frente a mí, acompañado de su enigmática esposa. James, el empresario de Pekín, tenía una reputación legendaria en el mundo de los negocios. Se le conocía por su agresividad estratégica y su capacidad para desmantelar a sus competidores sin pestañear. Nadie en su sano juicio esperaba que se retirara sin presentar una dura pelea.
Justo cuando pensaba que la reunión seguiría su curso natural, ocurrió lo inesperado. James se inclinó hacia el micrófono, y con una tranquilidad que contrastaba con la tensión en la sala, tomó la palabra.
"Nos retiramos del proyecto", dijo con un tono firme y controlado.
El anuncio cayó como una bomba. En cuestión de segundos, el aire en la sala cambió. Nadie podía creer lo que acababa de decir. Las miradas se cruzaban entre los asistentes, buscando alguna señal de que aquello fuera una broma o una estrategia inesperada. La fiereza de James en el mundo de los negocios era bien conocida, y no había razón aparente para que una empresa tan poderosa como la suya se retirara sin luchar por un proyecto tan ambicioso.
Por un instante, una extraña sensación de triunfo pasó por mi mente. Si ellos se retiraban, eso nos dejaba como los claros ganadores. El contrato sería nuestro, la empresa obtendría el reconocimiento y yo, la confirmación de que estaba listo para tomar las riendas. Sin embargo, algo no cuadraba.
Mientras las felicitaciones silenciosas comenzaban a surgir a mi alrededor, mi mente volvió a aquel momento antes de que James hablara. Recordé la sonrisa de su esposa, aquella dulce y casi cómplice sonrisa que me había dirigido desde el otro extremo de la mesa. Y luego, el susurro al oído de su esposo, un gesto sutil pero cargado de significado. En ese instante, todo encajó como piezas de un rompecabezas.
Me daban el proyecto. No porque nuestra propuesta fuera la mejor, no porque habíamos superado a una de las empresas más influyentes del mundo. Me estaban entregando el proyecto en agradecimiento, por haber salvado la vida de sus hijos en aquel accidente que casi me costó la mía también. Lo que en un principio parecía un triunfo se transformó en un sabor amargo en la boca. No era así como quería ganar.