Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.
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Los turbios negocios del padre de Chris
Advertencia: Se describen escenas de violencia muy explícitas.
— Levántate perezoso — dijo Justiniano a su hijo Héctor y le derramó una jarra de agua fría.
Desconcertado, se levantó de la cama pesadamente, miró el reloj que tenía al lado y marcaba las 04:00 am. "El viejo está loco" dijo para si mismo
—Te espero en 10 min, abajo— Espetó con sequedad el hombre.
Con sus sentidos aún sin funcionar completamente, empujó pesadamente la puerta del baño, una tenue luz cálida lo envolvió. La pared del fondo, de un tono marrón oscuro con vetas suaves, le daba una sensación de calma.
Se acercó al lavamanos rectangular, de cerámica blanca y abrió la llave, corrió la mampara de vidrio negro e ingresó bajo la ducha. Desde una ducha de forma rectangular el agua cayó, cubriéndolo de inmediato con chorro de agua caliente. Apoyó una mano en la pared de cerámica, pensaba relajarse. Pero su padre lo llamó de nuevo.
— Apúrate, ¿O te estás haciendo la p*ja? que no terminas de bañarte.
Se apuró, no quería hacer enojar a su padre, giró a la derecha, entró a su habitación y abrió el primer cajón del vestidor. Sin pensar, se puso unos jeans arrugados y una camiseta negra. Se calzó unas zapatillas sin medias.
Escuchó el sonido producido por los pasos de su padre subiendo por la escalera de mármol. Sabía que se metería en problemas si no lo encontraba ya listo para salir.
— Vamos ya, pendejo— Gritó el hombre y le lanzó unas llaves, conduce la camioneta tú.
Bajaron por la escalera y subieron a la camioneta, la empleada soñolienta le pasó el termo de agua caliente y guampa para tomar su mate matutino.
El padre le indicó al muchacho la dirección y comenzaron a moverse para llegar a su destino.
— Desde niños debí despertarlos así y que trabajen. Le dije a tu mamá que los amariconaría.
Héctor asintió para no ofender a su padre, no entendía para qué debía levantarse tan temprano.
Don Justiniano comenzó a quejarse— Viven a cuerpo de rey. Yo estuve en el cuartel, era tan pobre que ni tenía para comer, los antiguos (rango superior) nos quitaban la comida y se quedaban con ella.
— No lo sabía ¿Y cómo fue tu vida ahí?, me refiero al cuartel dijo Héctor.
Continuó su relato el hombre — Un día tuve que hacer guardia con otro igual de pobre que yo, él tenía una galleta, la noche era larga. Tuve hambre. Me peleé con él por la galleta y gané. Eso me enseñó a pelear por lo que quiero, no importan los medios.
Héctor no supo cómo responder a eso
— Entonces ¿Qué haremos hoy, papá?
Respondió el padre — Ya verás, aprenderás hoy.
Luego el padre comienza a llamar a sus contactos, hacia bromas con unos y un tono más serio con otros.
Después de varias horas llegaron a una cabaña apartada al lado de un lago de aguas tranquilas.
Bajaron del auto, un hombre moreno, alto y serio con la cara llena de cicatrices, recibe al patrón con una carpeta con un informe detallado de sus operaciones.
El rostro de Don Justiniano se puso rojo, uno de los distribuidores, se quedó con una buena porción de la mercancía que repartían.
A Héctor no le interesaban saber detalles del negocio de su padre, así que fue a recorrer los alrededores. No entendía por qué había una piscina en el medio de la nada, habiendo un lago en los alrededores, pero pronto lo entendería
— Ven aquí muchacho, tú querías aprender del negocio. Hoy lo harás.
Ingresaron a la cabaña y luego abrieron la puerta del sótano, bajaron todos y Héctor tuvo un mal presentimiento.
Un hombre flaco y desgarbado estaba maniatado en una silla. Su cuerpo escuálido temblaba tanto que parecía que se iba a romper en pedazos. Los ojos inyectados en sangre y le faltaban algunos dientes.
— Así que te quedaste con parte de las mercaderías ¿no?. Sabes muy bien que le pasa a los que fallan y abusan con mi generosidad
— No, por favor!, se lo voy a devolver!— dijo el hombre agitado, sus ojos se le agrandaron, por el miedo absoluto que nacía de su alma.
— Soy un buen jefe, verdad muchachos. Dijo don Justiniano con la voz cargada de ironía.
Los otros sonrieron a carcajadas y dijeron
— Siii, es un hombre compasivo.
Don Justiniano ordenó, llenen la piscina y agreguen los ingredientes "especiales".
Los matones arrastraron al sujeto en cuestión fuera del sótano, el hombre suplicaba y lloraba.
Don Justiniano llamó al hombre que los recibió al principio y con tono áspero le recriminó.
— Te dije que no contrataran adictos.
Asustado, el hombre respondió — Cuando lo contratamos estaba limpio.
Héctor se alejó al salir de la casa, pero su padre lo llamó.
— ¿A dónde crees que vas?
Héctor sospechaba que algo malo pasaría y por eso quería apartarse.
- Ven hijo, te explicaré algo, a veces con las prisas que uno tiene, no me da tiempo para explicar qué espero de ustedes mis hijos.
— Tú tienes las bolas para dirigir este negocio, un poco de castigo y premio, dependiendo del trabajo hecho por nuestros asociados. Ya me demostraste de lo que eres capaz.
Una punzada atravesó su corazón, era un muchacho más impulsivo que su hermano, pero no se veía así mismo como un hombre cruel, no esperaba que sus acciones provocarán la desaparición completa de su hermano.
— Chris, se encargaría de los negocios lícitos, pues un millonario sin trabajo llamaría en demasía la atención y eso no conviene. Sabes, tenemos restaurantes que realmente son muy rentables, necesitamos de esos negocios exitosos. Nos da estatus.
— Don Justiniano, ya está lista la piscina. Dijo uno de los secuaces del jefe.
La llenaron de orina, agua y excrementos. Sumergieron una y otra vez al hombre, hasta dejarlo casi sin aliento.
Al final al borde del colapso, lo sacaron y lo llevaron frente al patrón.
— Bañenlo y luego conversaré con este hombre.
Le dieron una pinza para cortar alambre a Justiniano, el lo recibió con una sonrisa maliciosa.
El hombre se movía desesperado, adivinando las intenciones del hombre.
— Calma hombre, no te mataré— dijo con voz tranquila.
Sujetaron al hombre y llamó a su hijo y le dijo — Acércate y aprende.
Tomó la pinza, sujetaron la mano del hombre y Justiniano tomó las manos del hombre y apretó con fuerza la pinza alrededor del dedo índice del sujeto.
El hombre gritó de dolor, intentó escapar pero no pudo.
—¿Cómo me van a traer una pinza que no funciona? Inútiles.
— Perdona señor, aquí tiene una amoladora.
El ruido infernal que emitió la amoladora, produjo precisamente el efecto dramático que buscó el patrón, la sangre manó con fuerza y manchó el traje del mafioso.
Fue tan grande la impresión que recibió Héctor, que fue corriendo de la escena a vomitar.
— Primera vez no?— espetó uno de los criminales con sorna.
— Señor, tome un pañuelo— dijo uno de los secuaces.
Se limpió y le pasó el pañuelo manchado a uno de sus secuaces.- Limpien todo, que sea una lección para todos ustedes.
Durante el camino de regreso, Héctor se mantuvo silencioso, estaba aterrorizado. Tenían una idea de los negocios de su padre, pero otra cosa era ver cómo funciona realmente.
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