Ajaw Y Las Discípulas

Una vez que estuvieron listas, tomaron la posición que su maestro les dió. Todas presentaron los mismo síntomas simultáneamente, primero la visión se les dificultó, después se marearon al grado de sentir un sabor muy amargo. Después ese sabor dejó de sentirse, dejaron de escuchar, oler y finalmente perdieron la visión. Cayeron al suelo sin poderse controlar pero no hubo dolor. 

En cuestión de segundos despertaron, podían controlar poco a poco su cuerpo y sus funciones. Cuando recobraron la vista pudieron ver que el escenario era diferente, la misma yerba pero con un toque anaranjado, el cielo estaba del mismo color, muy similar a un intenso atardecer.

Se pusieron de pie y vieron a su maestro justo enfrente de ellas. Las estaba esperando.

Al ver que estaban de pie, Ajaw comenzó a caminar hacia las rocas, sus alumnas lo siguieron rápidamente. Al acercarse pudieron ver que también eso había cambiado. En el centro de las rocas había una entrada, del otro lado podía verse un lugar, el portal estaba activo.

Ajaw fue el primero en cruzar, seguido de Edith, Rachel, Mona, Angy y por último Luz quien aún tenía temor.

Al entrar de inmediato sintieron un cambio en el viento, muy similar a cuando entras a un lugar con aire acondicionado. 

El viento no fue el único cambio notable, también la energía que se percibía y el color del cielo, era de un tono azul muy oscuro.

Pudieron corroborar que el lazo que les salía del pecho se seguía estirando, eso les dió seguridad para avanzar.

Ajaw caminaba lentamente, parecía conocer el camino pero avanzaba con discreción. Evadía las grandes rocas con forma de rostros que había en su camino. Sin importar lo que representaran, prefería evitar tocarlas.

—Este lugar es la parte trasera de la ciudad.—Rompió el silencio para hablarles.—Aquí sólo encontraremos residuos energéticos que han tomado estas formas en muchos años.

—Wow, es todo un tour.—Comentó Edith con el mismo ánimo.—¿Cómo es que podemos hablar?

—Hablar no es una facultad del cuerpo físico, es una habilidad del alma.—Fue lo único que respondió respecto a eso.

El grupo siguió avanzando por el terreno rocoso, bajando poco a poco hasta donde Ajaw les señaló que estaba lo que buscaban. 

Justo cuando pasaron la mitad del trayecto la perspectiva les permitió ver una gran ciudad a lo lejos. Inevitablemente las chicas se maravillaron e hicieron la pregunta más común que podría hacerse en esa situación “Cómo era posible que existiera un ciudad ahí?”

—Los humanos no son los únicos que construyen cosas.—Les respondió el brujo sin dejar de avanzar.—Existen muchos mundos, muchas especies y las gran mayoría tiene como instinto crear lugares para vivir.

Ajaw era todo un conocedor de cualquier tema que involucrara lo espiritual, sin lugar a dudas el grado de maestro no le quedaba corto.

El Inframundo es un lugar entre el infierno y el mundo físico, un sitio habitado por entes y otros espíritus que buscaban entrar en ambos mundos. La enorme ciudad era la única ahí y fue fundada por los demonios antes de irse al infierno. Era una fortaleza en forma de torre, tan grande que podía albergar a toda la población humana dentro. La ciudad era tan grande pero había perdido su valor pues los espíritus que estaban por ahí, no se fijaban en eso, lo único que deseaban era poder salir de ahí.

Esos espíritus los conformaban seres que se habían formado de otros seres, mezclas que no lograron una posición en otros mundos así que se refugiaban ahí sin conocer realmente el para qué fue construido ese lugar anteriormente. Se mudaron ahí porque no les quedó de otra. Algunos más fueron encerrados en ese plano luchando por salir y regresar a dónde pertenecían. 

El grupo al fin consiguió llegar a la zona que esperaban. Ajaw les dijo que recogieran una piedra cada quien. Las chicas se acercaron tímidamente para seguir las órdenes de su maestro. 

La primera en hacerlo fue Edith, tomó la roca más grande que pudo. Notó que podía cargar más de lo que en su cuerpo físico. Así que decidió caminar para buscar una más grande. Su tarea se vió interrumpida por un rostro que apareció de la nada parándose enfrente de ella. Era un ser con rostro humanoides pero tenía colmillos y ojos grandes. “Quiero beber tu sangre” le dijo al verla. Edith se asustó y se hizo lata atrás lo que alertó a sus compañeras.

Las jóvenes brujas al ver a ese ser tomaron sus rocas y corrieron para huir.

—No es necesario correr.— Les dijo Ajaw.— Solo toquen su símbolo con magia.

Las chicas recordaron las instrucciones y de inmediato lo hicieron. Primero Luz, luego Angy, las siguió Rachel y por último Mona. Edith decidió que quería observar un poco más, solo retrocedió para grabar lo más posible en su mente. Durante ese tiempo pudo ver como Ajaw se acercó a ese ser, sacudió su mano raspandose con la piedra intencionalmente sangrando levemente, le dió un poco a ese ser y este de inmediato se fue. Ajaw dió la media vuelta y al notar que Edith seguía ahí, tocó él mismo su símbolo con magia para enviarle de regreso, por último, tocó con su sangre una roca y grabó un símbolo en ella. Al finalizar tocó su símbolo para regresar con sus discípulas. La misión había sido un éxito,