Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta. Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Un giro inesperado
Isabella se levantó temprano, nerviosa pero emocionada por su primer día de trabajo. Su mañana comenzó sin apuros, pero con mucha diligencia. La muchacha preparó el desayuno, levantó al pequeño Ian con un sonoro beso, y mientras lo alistaba para ir al colegio tenían una amena conversación.
-¿Entonces hoy empiezas en tu nuevo empleo?- preguntó el pequeño con curiosidad.
-Así es, cariño- respondió ella mientras le peinaba el cabello.
-¿Y vas a llegar a buscarme a la hora de salida?- la interrogó.
-Claro que sí- afirmó ella- Eso siempre va a ser así, cariño- le explicó- y en caso de que yo no pueda llegar Luisa va a ir por ti. Pero yo antes le voy a avisar a tu maestra para que ella te lo haga saber.
-¡Ahhh!, Ok- asintió el niño sintiéndose más tranquilo.
-¡Bueno! Basta de charlar y vayamos a desayunar o los dos llegaremos tarde- dijo la muchacha luego de terminar de ajustarle las zapatillas al pequeño.
El dúo de hermanos desayunó, y luego de tomar sus pertenencias salieron de la casa para comenzar su día, uno que prometía ser muy bueno y especial.
La muchacha dejó a Ian en el colegio, y luego se dirigió hacia el edificio de Martínez & asociados. Al llegar, fue directamente a buscar a María, quien la esperaba con una sonrisa acogedora.
-Buenos días, Isabella. ¿Lista para tu primer día de trabajo? - preguntó la mujer, con un tono amigable.
-Buenos días, María. Sí, estoy lista- respondió Isabella, hablando con la mayor seguridad que su voz podía transmitir.
-Perfecto. Primero, debes presentarte en la Oficina de Personal. Está en el segundo piso, al final del pasillo. Luego regresas conmigo y te mostraré tus siguientes tareas- le dijo María, señalando el camino.
-Gracias, María. Iré de inmediato- dijo Isabella, dirigiéndose hacia el ascensor de acuerdo a las indicaciones de la mujer.
Caminó por el pasillo con paso firme intentando que su presencia no se notara, pero no pasó desapercibida para nadie. Isabella era naturalmente hermosa y su madre le había enseñado a sentirse orgullosa de ello, así que se vestía de acuerdo a su propio parecer. Vestía un conjunto de pantalón y chaqueta elegante y coqueto, que resaltaba su figura sin ser vulgar. La ropa era una manera de expresar su confianza y personalidad, y aunque estaba nerviosa, sabía que debía mostrarse segura.
Al llegar a la Oficina de Personal, se presentó y completó los trámites que le habían quedado pendientes el día anterior. Los empleados la miraban con curiosidad, algunos susurraban entre ellos, pero Isabella mantuvo la cabeza alta, ignorando cualquier comentario. Una vez que terminó, regresó a la oficina de María.
-Ya está todo listo, María- anunció Isabella, al regresar.
-Bien hecho. Entonces, si ya está todo listo, irá siendo hora de que conozcas al jefe -dijo María, levantándose de su escritorio.
Isabella pensó que ya lo conocía, pero no dijo nada. Se encogió de hombros y siguió a María por el pasillo.
-Esta es la sala de café. Aquí es donde él prefiere que le preparen su café- explicó María, mientras entraban en una pequeña cocina equipada con máquinas de café- Te mostraré cómo le gusta.
María le enseñó a Isabella cómo preparar el café exactamente como Alejandro lo prefería. Luego, la dejó sola.
-Prepara el café y llévalo a la oficina del jefe. Es la misma donde don Rafael te atendió ayer. Él debería estar allí en unos minutos- dijo María, antes de salir.
La muchacha siguió las instrucciones con cuidado. Una vez que el café estuvo listo, se dirigió a la oficina. Tocó un par de veces a la puerta y miró su reloj. Era la hora exacta en la que se suponía el hombre estaría allí, y al no obtener respuesta decidió entrar con cautela.
La oficina estaba vacía, así que Isabella optó por salir, se giró sobre sus pies, pero al hacerlo chocó con un cuerpo robusto y macizo que estaba justo detrás de ella. Se escuchó una maldición, y ambos levantaron la mirada al mismo tiempo.
-¡¿Tú?!- exclamaron simultáneamente, Alejandro e Isabella, claramente sorprendidos por la mala coincidencia.
Isabella y Alejandro se quedaron congelados en el umbral de la puerta, los ojos de ambos estaban llenos de sorpresa y reconocimiento. La tensión en el aire era palpable, y ninguno de los dos podía creer lo que estaba viendo.
Isabella sintió una mezcla de emociones: sorpresa, nerviosismo y un ligero rencor por el encuentro anterior.
Alejandro, por su parte, parecía recuperar la compostura lentamente, su mirada se volvió más aguda y evaluadora.
-Tú eres la asistente nueva?- preguntó Alejandro, su tono era una mezcla de sorpresa y curiosidad.
-Sí, eso parece- respondió Isabella, tratando de mantener la calma- ¿Y tú eres?
- El jefe que debías asistir- respondió él con sorna.
-¿Perdón? ¿A qué te refieres? - indagó la muchacha solamente para asegurarse de que había comprendido sus palabras.
-Primero que nada, señorita- replicó Alejandro acercándose a su silla para sentarse- Nadie le ha dado confianza para tutearme- acotó- segundo, me refiero a que no vas a asistir a nadie porque estás despedida.
Las palabras del hombre dejaron a la muchacha aturdida, ya que no era posible que su mala suerte fuera tanta. Ella no podía quedarse sin empleo por causa de ...
-Usted no puede despedirme- replicó Isabella cuando volvió en sí- A mí me contrató don Rafael- agregó- así que cualquier problema que tenga lo habla con él.
-Pues... resulta ser que don Rafael, es mi padre- dijo Alejandro poniéndose de pie de manera retadora- Así que te repito... Estás despedida, por favor retírate.
- Pero... ¿Por qué? - preguntó la muchacha.
-Simple- respondió él- Porque tu manera de vestir no es apropiada, y tu presencia no es adecuada para la empresa. Tu no encajas aquí- agregó, mostrándose lo más hiriente qué podía.
Isabella sintió que la impotencia y la angustia invadían su interior, y antes de que la desesperación la hiciera cometer alguna locura decidió no decir nada y salió de aquella oficina dejando al joven empresario solo y satisfecho.
La muchacha caminó por el pasillo con el corazón acelerado y las manos temblorosas. No podía creer lo que acababa de ocurrir, había sido despedida en su primer día de trabajo. Las palabras de Alejandro resonaban en su cabeza, frías y definitivas. Mientras caminaba por el pasillo, vio a María, quien inmediatamente notó su expresión consternada.
-Isabella, ¿qué pasó? ¿Por qué tienes esa cara?- preguntó María, acercándose rápidamente.
Isabella tomó una respiración profunda, intentando mantener la compostura.
Él, me despidió- dijo, tratando de no llorar- Dijo que mi manera de vestir es inapropiada y que no encajo aquí.
María frunció el ceño, claramente molesta por la noticia.
-Eso no está bien, Isabella. ¿Qué más te dijo?
Isabella suspiró, sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.
-Nada más. Solo que me fuera y que mi presencia no era adecuada para la empresa.
María apretó los labios y miró a Isabella con determinación.
-Escucha, no te vayas todavía. Hay un café en la esquina. Ve allí y espérame. Necesito hablar con don Rafael sobre esto.
Isabella la miró con gratitud, aunque sus esperanzas eran bajas.
-Gracias, María. Iré al café y esperaré. Pero no sé si haya algo que se pueda hacer.
María asintió con un aire de seguridad.
-Confía en mí, Isabella. Nos vemos en el café en unos minutos.
La muchacha se dirigió al café, sus pensamientos iban girando en torno a lo que había sucedido. Al llegar, se sentó en una mesa cerca de la ventana, tratando de calmar sus nervios. Pidió un té para intentar relajarse, aunque sabía que eso sería difícil hasta que supiera el resultado de la conversación de María con don Rafael.
Mientras esperaba, pensó en Ian y en cómo tendría que explicarle que había perdido su empleo. La idea de decepcionarlo le dolía más que cualquier cosa. Recordó la promesa que se había hecho de ser fuerte por su hermano y decidió que, pase lo que pase, encontraría una manera de salir adelante.
Poco después, María entró al café y se acercó a la mesa con una expresión decidida. Isabella levantó la mirada, ansiosa por saber lo que había pasado.
-Don Rafael quiere hablar contigo- dijo María sin preámbulos- Le expliqué lo que ocurrió, y él no está nada contento con la decisión de Alejandro. Vamos, él está esperando.
Isabella se levantó, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo.
-Gracias, María. Realmente no sé cómo agradecerte.
María le dio una sonrisa reconfortante.
-Solo vamos. Don Rafael es un hombre justo, y estoy segura de que esto se puede resolver.
Juntas, salieron del café y regresaron a la oficina, donde don Rafael las esperaba con una mirada severa pero comprensiva. Isabella se preparó para explicar su situación y defender su postura, sabiendo que este era un momento crucial para su futuro en la empresa.