Hay mujeres que aman con fuerza, entrega y sacrificio. Rosario creyó que su matrimonio sería para siempre. Pero el que creía el amor de su vida no lo pensó así.
La historia de Rosario es la de muchas mujeres que lo dan todo en una relación y que al final comprenden que una relación es de dos.
Permítanme contarles la historia de ésta mujer común y corriente, una de nosotras.
NovelToon tiene autorización de Carmen Zambrano Fernández para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Valiosa
Cuando volví a casa, las tres estaban sentadas frente al televisor. Comiendo las galletas y pastelitos que había comprado Rosario.
Sabía que a mamá no le había gustado y mis hermanas no opinaban. Solo obedecían a mamá.
-- Me alegro que estén aprovechando las galletas de Rosario.
--No me gustó!
--Es una muchachita altanera que te mira a los ojos. Y.....
--A quien quieres engañar? Seguramente tu compraste ésto, crees que me tragare el cuento de que ella compró éstas cosas?
--Que me dijiste que estudiaba?.
--Estudia para ser abogada mamita.
--Con razón se cree otra cosa.
--No mamá, ella y su madre son mujeres de esfuerzo. Tienen una bonita casa en el campo con muchas flores.
--Seguramente la madre como lo habrá conseguido. A costa de que? .....Tiene que haber tenido buen ojo para elegir algún viejo rico o un casado que la tiene como sucursal. No como yo que jamás me fijé en el dinero de un hombre, me enamoraban, así de simple.
--Esas mujeres se venden por dinero.
--No digas eso mamita. La mamá de Rosario es una mujer honesta, trabaja de empleada. Asea casas y el fin de semana la buscan para preparar banquetes. Son tres hermanas, ellas se organizan y trabajan en fiestas de matrimonio, aniversarios. Incluso Rosario trabaja de mesera.
-- Ella se bajó a comprar estás cositas con su dinero, para que tomaramos un té. Pero veo que no te interesó atender a mi invitada. La casa estaba más sucia que nunca.
--Deberia haber traído una botella de vino.
--Para que te emborracharas?
--Cállate! Tú no sabes lo que significa tener ésta pena y vivir con ésta humillación. Perdí todo por tu culpa. Estuve presa!
--Pero yo también lo pasé mal! Me golpearon y tuve que hacer cosas que no quería.
--Heran!!!!
--No me rebatas! , es esa muchachita estúpida. Seguramente te ha aconsejado, que me enfrentes.
--Como te atreves?
--Es la primera vez que tienes el descaro de enfrentarme.
--Crees que por ser como tú padre ella no te dejará?
--Ella será una profesional. El ser guapo no te ayudará hijo. Si quieres elegir una compañera? debe ser como nosotras.
--No una muchacha que después se avergonzaría de tu manera de hablar, no la busques más Herán, ella no es para ti.
--Debes recordar por siempre que yo luché para sacarte de ahí. Porque tu padre nunca te quiso. Yo tuve que elegir. Y te elegí a ti.
--No lo olvides hijo. Que nadie nunca nos separe.
No quería discutir con mamá. Ella se ponía muy mal cuando alguien la contrariaba. Me paré y caminé hacia mi pieza.
--No me dejes hablando sola. Ve al negocio y tráeme una botella de vino. Me dijo enojada.
--Y no la quiero aquí de nuevo.
--Trae a una joven normal.
Tenía veintitrés años y aún la seguía viendo como un niño.
Recordar no era lo mío, pero cuando la veía así lo hacía, y después me sentía mal.
Cuando la ví en el suelo traté de despertarla y nunca lo hizo, un hilo de sangre salía de su cabeza. Iba tan ebria que apenas caminaba. Vi que pasó una patrullera y corrí tras ellos haciéndole señas.
Cuando se detuvieron creyeron que yo estaba solo. Y mis palabras no salían de la desesperación.
Ese fue mi gran pecado que mamá nunca me perdonó. Estuvo tras las rejas por tres meses, no solo por estar en la calle conmigo borracha, también por las viejas cicatrices que tenía producto de algunas parejas violentas de mamá.
Yo estuve cinco años en ese maldito hogar, pasé hambre, sufrí golpes y aunque los grandes me trataron como sirviente. Nunca me doblegaron.
Mamá no iba todos los meses, a veces pasaba tiempo, yo miraba a los demás niños que recibían visitas.
Apareció un tiempo después con una barriga muy abultada.
Me dijo que nuevamente habían abusado de ella. Tenía ocho años y no entendía muy bien la palabra. Después comprendí que otro hombre la había engañado, se había enamorado y él como mi padre se había ido sin volver la vista atrás.
Volvió con mi hermanita en los brazos. Esperaba que me trajera pan y dulces. Cómo un niño pedía lo que mi madre no podía darme. Estaba aburrido de comer legumbres.
Me dijo que ya iba bien encaminado el proceso de sacarme de ahí y que ya tenía un trabajo para mí en un taller de autos, haciendo aseo. Nunca me habló que ya tenía otra relación.
Un año después uno de los encargados me dijo que era mi último día ahí. Tenía diez años y ya medía un metro setenta.
Vino un hombre que nunca había visto a recogerme. Era Raúl, me contó que era pareja de mamá y laboraba en el taller donde me darían trabajo.
--Jeannet me había dicho que eras alto, no le creí, pero eres muy grande. Dijo riendo
--Realmente tienes diez años?
--Si señor.
--Llamame Raúl.
Me quedé callado. Con él era salir a un mundo nuevo.
--Ésta es una camioneta vieja, es una Ford del 56. --Te puedo asegurar que en carretera nos pasarán a dejar. Pero nadie la vence por cansancio, irán quedando en el camino, ella seguirá. Muchas la verán vieja pero esta no es una camioneta es una joyita de cuatro ruedas.
-- Escucha su motor. Suena hermoso.
No le encontré nada especial. Pero los años me enseñaron que si sonaba hermoso.
Ese día descubrí mi primer amor. Los vehículos.
Raúl fue un gran maestro y un buen hombre. Me trató bien. Vivía con mamá y es el padre de mi hermana menor. Las peleas entre ellos eran constantes. Tomaba a mis hermanas y me encerraba en mi dormitorio.
Mamá era celosa y Raúl muy coqueto con las mujeres. Y el alcohol era un mal detonante en ambos.
La última gran pelea había marcado el final. La pelea fue descomunal, ni las amenazas ni súplicas de mamá lograron detenerlo. Arreglo un bolso y metió un par de cosas.
--Te daré todos los meses plata para mi hija. Pero nunca más volveré con una loca como tú.
En sus mejillas estaba la sangre fresca de los rasguños de mamá.
Se acercó a mí y me acarició mi cabello.
--Cuidate Herán, cuida a tus hermanitas y sigue siendo buen muchacho, tienes buen oído con los motores y eso es un Don. Serás un buen mecánico, ojalá pudieras seguir estudiando.
--Cuando este establecido me gustaría que me visites.
--Estas loco si crees que mi hijo irá contigo. Él no puede estudiar, tiene que trabajar a caso crees que con lo que me darás para Margarita me va a alcanzar?
--Él es mío. Es su deber estar a mi lado.
--Trabaja mejor mujer, deja de beber y trata de ser una buena madre, que no lo eres.
No quería que se fuera. De todas las parejas de mamá, él había sido el único diferente. Me había tratado bien y demostrado cariño.
Lloré y sentí el vacío. Pero hasta el día de hoy nos seguimos viendo. Aunque mi hermana por consejos de mamá no le habla.
Llevábamos tres años viviendo en ese lugar, cualquiera iba y se apropiaba de un pedazo. Era un lugar feo, pero con mi sueldo era lo único que podía permitirme. La levanté con maderas usadas y unas pocas compradas, al principio fue una pieza, después la hemos ido agrandando, pero sigue siendo una casa triste y fea. Aunque hacía horas extras, no me alcanzaba para más.
Estudié porque el dueño del taller le exigió a mamá que debía terminar mi enseñanza básica. Solo tenía hasta octavo.
Mamá me dijo que sabía escribir, sumar y restar, con eso me bastaba para pelearle a la vida.
Había tenido varias novias. Desde que tenía trece años mis compañeras y amiguitas me hacían regalos y me escribían cartas de amor. Las relaciones con chicas nunca habían sido un problema, desde jóvenes hasta mujeres casadas, todas querían que yo les atendiera sus autos. Las propinas de las mayores eran excelentes.
Salía a probar los vehículos por la carretera, ese día decidí tomar otro rumbo, un camino rural. La vi llevar su bicicleta. No era el tipo de chica que me gustaban, pero como decía Raúl todas las mujeres tienen lo mismo. Y nunca hay que desaprovechar la ocasión.
Grande fue mi desilusión.
Jamás una mujer me había dicho NO. Me di vuelta molesto. Maldiciendo mi galantería y con mi orgullo herido.
Seguramente no me vió bien. Era una muchacha común un poquito rellena para mi gusto. Pero con unos ojos negros y pestañas hermosas. Era bajita, en realidad todos se veían pequeños a mi lado.
Verla por segunda vez y nuevamente ser rechazado me hizo pensar que era una joven especial. Nunca había conocido a nadie como ella, con su vocabulario, tan segura de sí misma, respondiendo con tanta inteligencia. Las mujeres que me rodeaban eran muchachas como yo. Que con una cerveza me invitaban a su cama.
No pude dejar de pensar en ella. Con su bonita boca repitiendo por segunda vez No. Con su inteligencia respondiendo cada una de mis bromas.
Pensé toda la noche como sería tener una relación seria con una muchacha diferente. No sabía nada de ella y, sin embargo, su seriedad y sarcasmo me habían dejado pensando.
Cuando me di cuenta que las bujías las había colocado mal, un error imperdonable, comprendí que algo estaba mal en mí. Necesitaba verla nuevamente y esta vez lo haría de a pie. Le pedí a Miguel otro mecánico que me llevara y me dejara cerca de donde pasaba. Calculé la hora y me fumé varios cigarros esperando bajo un gran árbol.
¿Interiormente pensaba que hago aquí? La divisé a lo lejos y tontamente mi corazón comenzó a latir más rápido. Me arregle la camisa y alise mi pelo. Bote el cigarro y la esperé.
Vi el auto con la música a todo volumen. Y supe de inmediato que pasaba cuando frenaron de improviso. No era nada bueno. Mi desesperación hizo que me quedara paralizado.
Comencé a caminar fuerte y luego a correr. Vi todo lo que hizo ella, como siempre esta chica me seguía impresionando. Cualquier otra hubiera seguido corriendo y ella con poco más de un metro y medio se para en medio de una pampa. ¿La veo que se agacha y se saca un calcetín?
Jajaja, era única. Le grité que se quedara ahí que ya iba, pero al parecer no me había visto y menos escuchado.
Llegué a su lado y los hombres que se veían tan decididos comenzaron a desilusionarse. Ella con su "arma" de calcetín y el tamaño mío.
Cualquier muchacha se hubiera puesto a llorar después que se fueron. Ella no.
Creí que con mi ayuda todo cambiaría, que poco más se lanzaría a mis brazos en agradecimiento. Pero una vez más estaba equivocado.
Caminar junto a ella y conversar por primera vez con una chica inteligente me habían hecho replantearme muchas cosas.
Nunca conocí a nadie como Rosario, y realmente me gustó todo de ella.
Estudiaba y más encima para abogada.
Que importaba mi guapura si yo no era nadie a su lado. La dejé en su casa hermosa con ese olor que nunca había sentido. Ese aroma a limpio, a hogar.
Me fuí caminando con mi orgullo por el suelo. Creí que ella podía caer como todas. Pero ella no era como todas. Era especial.
Yo, Herán era el que no podía aspirar a una mujer como Rosario.
Los días pasaron. No me acerqué a su camino.
Me levantaba y acostaba pensando en ella. Trataba de sacarla de mi cabeza y no podía. Probé a salir durante tres días con chicas diferentes y no lo logré. Las comparaciones no son buenas y en todas ellas perdían.
Dejaba mi Preciosa en el taller, el lugar donde vivía era muy malo, robaban a todas horas y ella era lo único valioso que poseía. Raúl me había regalado su camioneta.
Sentí un palo por mi espalda. Sabía que me encontrarían. La pelea no fue pareja eran cinco contra uno. Pero no sé fueron sin unos buenos recuerdos de mi parte. Caí en la vereda y solo pensaba que cada golpe había valido la pena. Ella era valiosa.
Y mientras perdía la conciencia decidí que quería estar con ella y que no me importaban las diferencias, y si tenía que cambiar ella lo valía.
...****************...