Hacía tiempo creía que mi vida estaba resuelta, el esposo soñado, la familia amorosa pero nunca imaginé que la traición vendría de esa persona que creía mi único hogar.
Las apariencias engañan y todos verán quien fue el que engaño, miento y destruyó todo a su paso.
Que comience el juego.
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CAPITULO 12
ESMERALDA
Estoy cansada de que me traten como una invalida, pasaron varios días desde que fui a intentar hablar con Esther, pero este energúmeno llamado Franco no me dejaba respirar, controlaba todo lo que hacía, ni siquiera me dejaba sola en el baño:
- Te lo pido por favor, Franco, solo tengo que ir al baño puedes llamar alguna enfermera para que me ayude. Le decía en tono de súplica.
- No, te llevare yo. Me tomo en sus brazos y me llevo hasta sentarme en el sanitario.
- Te puedes salir entonces. Con mucha vergüenza le dije, nadie me trato así, me cuidaba sola desde pequeña.
- No me iré de aquí hasta que hayas acaba y te llevare de vuelta, acaba de una vez. Me miraba tranquilo y recorrió todo mi cuerpo, me tape con las manos ya que estaba con una bata del hospital.
- No puedo hacerlo además no tengo que seguir tus ordenes, ¿quién te crees que eres? Le grite estaba invadiendo mi espacio.
- Necesitas ayuda para poder asearte, lo hare delicadamente. Se acercó, sentí su respiración cerca, olía su perfume exquisito. Podía sentir mariposas en el estómago, ¿qué coño me estaba pasando?
- Ya, está bien, hare lo que tú digas, solo salte. Sentía que el color subía a mi cara, mis mejillas calientes y el aturdimiento de su cercanía me desestabilizaba de alguna manera.
- Buena chica. Agarro mi barbilla y beso la coronilla de mi cabeza, salió con una sonrisa triunfadora.
Reí por lo bajo me sentía como una adolescente intentando coquetear, por Dios, que me está haciendo este hombre en pocos días, se había quedado todos los días a mi lado, lo veía trabajar en mi habitación con su laptop contestaba llamadas de su celular en un tono serio y frio, pero conmigo era cálido y siempre me miraba con sus ojos de ¿amor?
A pesar de cambiarse en este diminuto espacio, todo lo que se pusiera lo hacía ver como un Adonis, todas las enfermeras se quedaban unos minutos admirando su belleza y por lo bajo me decían que suerte tenia de tener una compañía tan seductora y buena a la vista.
Pasaron dos semanas de estar internada mis heridas habían sanado y podía caminar con mucho esfuerzo, pero me sentía mejor. Discutimos antes de salir del hospital porque él quería llevarme a su departamento y yo solo quería estar sola en mi casa para buscar respuestas de Esther.
Al final, que no entiendo cómo, pero este enloquecido capataz me obligo a entrar a su auto y sí, estoy camino a su dichosa morada:
- Me dejaras al menos traer mi computadora, para que pueda trabajar y en cuanto me recupere te devolveré todo el dinero que gastaste. Le decía mirando por la ventana mientras el auto nos llevaba a su departamento.
- Te recuerdo que tus cuentas estas congeladas, el divorcio no te dejo nada y …… Explicaba cada detalle de mi vida ahora.
- Ya, lo pare con una mano y volteando para verlo directo a los ojos, entendí, sé que ahora no tengo mucho, pero tengo unos ahorros guardados, te lo devolveré. Cansada de que todos me describan mi desgracia
- No es necesario, agarro mi mano con suavidad, pero en caso de que insistas tengo la solución para que me lo regreses. Me guiño el ojo con su sonrisa cautivadora, cielos debo dejar de verlo de esta manera.
- ¿Qué quieres? Le pregunte intentando que suelte mi mano.
- Te lo diré mañana ahora solo quiero llegar a casa, tomar una ducha y descansar, el sofá del hospital no fue exactamente cómodo. Y se recostó en el respaldar cerrando sus ojos.
- Puedes soltarme. Aun intentaba soltar su mano.
- No, quédate quieta. Sostuvo mi mano con más fuerza y ya dejé de luchar.
Me sentía cansada que no me di cuenta, dormí tanto tiempo que solo sentía a alguien llamándome de lejos, pero la pereza de abrí los ojos, solo me dejé llevar y caí rendida en los brazos de Morfeo.
Los sonidos suaves de aves, un rayo de sol entrando a la habitación para que iluminara la habitación y lo suave de la cama era un sueño increíble el que vivía, poco a poco abrí mis ojos y sabía que seguía en el ensueño de un hogar. Me senté en la cama y afuera se veía un jardín hermoso, el sol irradiaba como una luz, me mire y un camisón de seda casi sexy con mi color favorito el diseño era espectacular, lo toque era como siempre soné tener uno. Espera un momento lo siento real, abrí los ojos grandes, me destapé y vi mis pies casi curados.
No esto era un sueño, quien me había cambiado, el idiota de Franco se atrevió aprovecharse de mí en un estado…. no, no, sería capaz, o si? Me revolví el cabello y me puse pie, caminando por la habitación pude notar que mis cosas estaban aquí, todo; mi computadora, celular, perfumes, notas, libros, fui al armario y mi ropa con nueva ropa estaba ordena, zapatos, corrí al baño y ahí estaba todos lo que utilizo.
- Grandísimo dictador, Franco, ¿Dónde estás? Franco. Empecé a gritar furiosa saliendo del baño para dirigirme donde se encontraba el tirano.
Salí y me encontré con una escalera la baje y seguía gritando, lo tenía que encontrar y le haría saber que no debe meterse donde no lo llaman, como se atreve a querer controlar mi vida ni siquiera al pendejo de su hermano se lo permite, me lo pagara.
Recorrí casi toda la casa que los empleados de ahí salieron asustados, le pregunté a cada uno de ellos y por el miedo nadie podía hablar, hasta que lo vi sentado en el jardín muy tranquilo tomando una taza de café leyendo el periódico.
- Nadie controla mi vida y mucho menos toman decisiones por mí. Había llegado donde él y le vocifere mi enojo.
Tomo el vaso de agua y jugo y se lo eche todo, le arranque el periódico lo desgarre y bote todo lo que había en la mesa.
