Elena nunca había imaginado que su vida cambiaría de manera tan drástica al cumplir diecisiete años. Criada en una tranquila ciudad costera, sus días transcurrían entre las aulas del instituto y las tardes en la biblioteca local, donde su amor por la historia y el arte florecía. Sin embargo, todo dio un giro inesperado cuando su padre, un renombrado historiador, recibió una oferta de trabajo que no podía rechazar.La oferta provenía de Adrian, el misterioso dueño de una galería de arte en la lejana ciudad de Ravenwood.
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Capítulo 12: La Propuesta Inmortal
Elena no podía sacarse de la cabeza los recuerdos de su vida pasada como Elisa. Desde que había comenzado a recordar su historia de amor con Adrian, se había sentido como si estuviera viviendo en dos mundos simultáneamente: el presente en Ravenwood y el pasado en Florencia. La intensidad de sus emociones y la claridad de sus recuerdos la habían dejado casi sin aliento.
Una noche, mientras el viento soplaba fuerte afuera y la luna llena iluminaba el paisaje gótico de Ravenwood, Adrian la invitó a una cena en su mansión. La galería de arte estaba cerrada, y la mansión parecía aún más misteriosa bajo la luz de la luna.
Cuando Elena llegó, Adrian la recibió en la puerta, luciendo impecable en un traje oscuro. Sus ojos brillaban con una intensidad que la hizo temblar de anticipación. La llevó al comedor, donde una mesa estaba elegantemente dispuesta con candelabros antiguos y una cena exquisita.
"Espero que te guste," dijo Adrian, guiándola hasta su asiento. "Quería hacer esta noche especial."
"Es hermoso," respondió Elena, impresionada por el cuidado y la atención al detalle. "¿Por qué todo esto, Adrian?"
Él la miró con una mezcla de amor y algo más profundo, algo que ella no podía identificar del todo. "Hay algo que quiero decirte, Elena. Algo que he estado pensando desde que empezaste a recordar."
Durante la cena, conversaron sobre sus días recientes, los libros que estaban leyendo y los planes que tenían para la galería. Pero Elena podía sentir la tensión en el aire, la expectación de algo importante que estaba por venir.
Finalmente, cuando el postre fue servido, Adrian se levantó y caminó hasta ella, arrodillándose a su lado. Elena sintió que su corazón se aceleraba, su mente llena de posibilidades.
"Elena," comenzó Adrian, su voz firme pero suave. "Desde el momento en que volviste a mi vida, supe que nuestro destino estaba entrelazado de una manera que va más allá de esta existencia. No soy el mismo sin ti, y sé que tú sientes lo mismo."
Elena asintió, sus ojos brillando con lágrimas. "Lo siento, Adrian. Lo siento tan profundamente que a veces duele."
"Entonces entiendes lo que quiero decirte," continuó él, sacando una pequeña caja de terciopelo negro de su bolsillo. "Elena, quiero que estemos unidos, no solo en este mundo, sino en todos los mundos posibles. Quiero que seas mía en todas las leyes, tanto de los hombres como de Dios."
Adrian abrió la caja, revelando un anillo antiguo, intrincadamente diseñado con símbolos y piedras preciosas que relucían a la luz de las velas. "Este anillo es tuyo, Elena. Lo he guardado durante siglos, esperando el momento en que pudiera dártelo."
Elena miró el anillo, su belleza y significado resonando profundamente dentro de ella. "Adrian, yo... no sé qué decir."
"No tienes que decir nada," dijo él suavemente, tomando su mano. "Solo sé que te amo y quiero pasar la eternidad contigo. Quiero que seamos uno, en cuerpo, alma y espíritu."
Elena sintió que las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. La intensidad de sus emociones era abrumadora, pero también clara. Sabía en lo más profundo de su ser que quería lo mismo. "Sí, Adrian," dijo finalmente, su voz quebrándose por la emoción. "Sí, quiero estar contigo, en todas las leyes, en todos los mundos. Te amo."
Adrian sonrió, su propio alivio y felicidad reflejándose en su rostro. Deslizó el anillo en el dedo de Elena, sellando su promesa. "Entonces, somos uno," dijo, levantándose y tirando suavemente de ella para que se pusiera de pie.
La abrazó con fuerza, sus labios encontrando los de ella en un beso lleno de pasión y promesas. La noche se sintió como un sueño, una continuación de los recuerdos que compartían y de los nuevos que estaban creando juntos.
Después de la cena, Adrian llevó a Elena a un salón acogedor, donde una chimenea crepitaba suavemente. Se sentaron juntos en un sofá, y él la abrazó mientras miraban el fuego. "Hay mucho que debemos planear," dijo Adrian. "Quiero que nuestra unión sea especial, algo que celebre no solo nuestro amor, sino también nuestras almas."
Elena asintió, su mente llenándose de ideas y deseos. "Quiero que nuestras familias y amigos estén presentes. Quiero que sepan cuánto significamos el uno para el otro."
"Y lo estarán," aseguró Adrian. "Ya he empezado a hacer los preparativos. Quiero que sea un evento que recordemos por siempre, un día que marque el comienzo de nuestra eternidad juntos."
Pasaron la noche hablando sobre sus sueños y planes, riendo y compartiendo anécdotas del pasado y del presente. Adrian le contó más sobre su vida a través de los siglos, los lugares que había visto y las personas que había conocido. Elena escuchaba fascinada, sintiendo que cada historia los unía aún más.
Finalmente, cuando la noche comenzó a dar paso al amanecer, Adrian la llevó a una habitación decorada con rosas y velas. "Este es nuestro santuario," dijo suavemente. "Un lugar donde siempre podemos encontrar paz y amor."
Elena se sintió abrumada por la belleza y el cuidado que Adrian había puesto en cada detalle. "Es perfecto," susurró, abrazándolo con fuerza.
Se acostaron juntos, abrazados bajo la suave luz del amanecer. Adrian acarició el cabello de Elena, susurrándole promesas de amor eterno mientras ella se quedaba dormida en sus brazos. Sabía que, a partir de ese momento, su vida nunca volvería a ser la misma. Estaban unidos, en todas las leyes, en todos los mundos, y nada podría separarlos.
El amor que compartían era inmortal, trascendiendo el tiempo y el espacio. Y mientras el sol se elevaba en el horizonte, Elena y Adrian se sumergieron en un sueño lleno de paz y promesas cumplidas, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les arrojara, siempre juntos.