LA FINCA

Los meses habían pasado y Celia ardía de ganas de estar con el conde, se quería sacar a esos niños del estómago.

Celia: Hay Nana, estoy harta, quiero salir de cuentas.

Clotilde: Hay mi niña, ya faltan pocos días, solo espera con calma.

Celia: Estoy desesperada, quiero estar libre de esto, y disfrutar con el conde.

Clotilde: Mi niña, no crees que es malo lo que piensas hacer?

Celia: Bueno si lo es o no, no me importa y a ti tampoco debería importarte, eres solo una persona a mi servicio, agradece que es conmigo tu trabajo, y no como esclava en alguna finca.

Clotilde bajo la mirada, y solo atino a decir.

Clotilde: Usted perdone, mi niña, no me meteré más en sus asuntos.

Celia: Eso espero, ahora largo quiero estar sola.

Celia odiaba estar embarazada, no soportaba ni un día más, con las semillas del infeliz de Martin.

Así pasaron los días y una noche se le rompió la fuente, rápido trajeron a la partera.

Los niños nacieron alrededor de las 6:00 am, primero nació el niño, y después la niña.

Ninguno de los dos había pensado en su nombre, ya que a ninguno le importaban los niños.

Martin: Al fin mujer, me ha dado

mis boletos, a la felicidad.

Celia: Pues si tan feliz te hacen llevátelos, no quiero verlos.

Martin: Me importa un comino, si los quieres o no amamanta a esos niños, o si no ya sabes de qué soy capaz.

Celia: Pues contrata a una nodriza, no estoy dispuesta a que mi cuerpo se maltrate, por darle de comer a esos niños.

Martin: Te guste o no lo harás, aqui mando yo, así que alimentarlos.

De pronto Martin golpeó a Celia en el rostro y le jalo el pelo, y con una voz nunca antes oída dijo.

Martin: Escucha esto lo diré solo una vez, no gastaré ni un centavo en algo que es tu obligación, alimenta a esos niños o te mato con mis propias manos, escuchaste o te mato de una vez.

Celia lo miro horrorizada, jamás había oído ese tono de voz en Martin, supo que su marido tendría algo muy oscuro que ocultar y temió por su vida.

Así que, hace caso a las órdenes de Martin, sabía que era un hombre peligroso, pero nunca supo hasta que punto. Tendría que tener cuidado si no sabía, que saldría perdiendo y mucho. A partir de ahora iba aparentar ser lo que Martin quería que fuera, una esposa obediente y sumisa, pero todo todo sería a conveniencia propia.

Ese mismo día Martin fue a la cueva del charro, y le dijo:

Martin: Mi señor al fin los niños están fuera, dígame qué procede.

Charro: Hay Martin, ya en serio no te caíste de chiquito, ya te dije que ibas a hacer o ya se te olvidó, no puedo creer tu incompetencia.

Martin: Mire usted a mi no me habla así ya más, yo soy un hombre rico y poderoso, y no estoy dispuesto a que usted me siga tratando como basura, respete o si no hasta a qui llegamos.

De pronto el charro chasqueo los dedos y se convirtió en el demonio que siempre ha Sido.

Charro: A ver Martin creo que olvidas quien te dio todo ese poder y todo el dinero, sin mi tú no eres nada.

Martin: No me lo regalaste , bien que te pague por ello, así que no me estés incordiando.

Charro: Martin veo que no me equivoqué contigo, no eres de fiar, hagas lo que hagas aún tenemos un contrato.

Martin: Sé que lo tenemos, y hasta ahora he cumplido mi palabra, pero no permitiré que sigas haciéndome menos o me trates como idiota, eso se acabó.

Charro: Vaya el gato, salió león quien lo diría, en fin ya ajustaremos cuentas después.

El charro sabía muy bien que cobraría caro, la rebeldía y osadía de Martin pero todo a su tiempo ,sabía que Celia lo haría sufrir cosas inimaginables, y el solo pediría piedad, que más va a suceder en está tétrica historia.