La historia de esta mujer es un viaje de autodescubrimiento y valentía en un mundo donde el estatus de género dicta el valor de una persona. Nacida en el seno de una familia noble en Roma, ella desafía las expectativas de su género desde una edad temprana. Despreciando la idea de ser tratada como una simple "vaca para preñar", busca igualdad y reconocimiento por su mente y habilidades, en lugar de simplemente por su género.
Sin embargo, la vida no es fácil para ella ni para su familia. Cuando una guerra obliga a su familia a huir de Roma, se encuentran enfrentando la discriminación y el escrutinio de aquellos que los rodean. La gente no puede entender por qué esta mujer es educada como un hombre y posee habilidades de curación que parecen provenir de los dioses de la salud y la curación de la antigua mitología griega. Sus dones se convierten en una bendición y una maldición, ya que la gente la ve con sospecha y temor, cuestionando si es una bruja o está involucrada en prácticas oscuras.
A pesar de todos los obstáculos, ella no se rinde. Se casa con un senador para protegerse y encontrar un lugar seguro en un mundo peligroso e incierto. Juntos, viajan por varias ciudades, escapando de la furia de un emperador vengativo que busca venganza por la muerte de su padre a manos de traidores. En su viaje, enfrentan desafíos constantes y peligros inesperados, pero su determinación y amor mutuo los mantienen fuertes.
Esta es una historia de resistencia, amor y perseverancia en tiempos de adversidad. Es un recordatorio de que, incluso en un mundo donde el género y el estatus social dictan las reglas, el coraje y la pasión pueden trascender todas las barreras. La protagonista demuestra que el verdadero poder reside en el corazón y la mente, no en el género o el estatus social, y que el amor y la esperanza pueden guiar incluso en los momentos más oscuros de la historia.
NovelToon tiene autorización de Luisa Manotasflorez para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 11
Dudas en la Alcoba
Aurelia se encontraba en su alcoba, observando el vaivén de la vida en el palacio desde la ventana. Veía a la gente entrar y salir, sintiendo una extraña sensación de desconexión con todo lo que ocurría a su alrededor.
La propuesta de matrimonio del príncipe Adriano la había tomado por sorpresa. Aunque él era un hombre apuesto y gentil, Aurelia se sentía abrumada por la rapidez con la que todo estaba sucediendo. No sabía si estaba lista para comprometerse con él, y mucho menos si era capaz de corresponder a sus sentimientos.
Suspirando, Aurelia se dejó caer en una silla cercana, sumida en sus pensamientos. ¿Qué debía hacer? ¿Debería aceptar la propuesta del príncipe Adriano, aunque no estuviera segura de sus sentimientos? O ¿debería seguir escuchando a su corazón y tomarse más tiempo para reflexionar sobre lo que realmente quería?
Mientras debatía consigo misma, escuchó un suave golpe en la puerta de su alcoba. Levantando la mirada, vio entrar a uno de los sirvientes del palacio, con una expresión de respeto en el rostro.
—Disculpad la interrupción, señorita Aurelia. El emperador me ha enviado para invitaros a cenar esta noche en el salón principal —anunció el sirviente, inclinando ligeramente la cabeza.
Aurelia asintió, agradeciendo la invitación.
—Por supuesto, estaré allí. Gracias por informarme —respondió ella, con cortesía.
El sirviente se retiró con una reverencia, dejando a Aurelia sola una vez más con sus pensamientos.
La cena con el emperador sería una oportunidad para distraerse y tal vez encontrar algo de claridad en medio de la incertidumbre que sentía. Sin embargo, sabía que la decisión sobre su futuro no sería fácil de tomar, y que necesitaría más tiempo para encontrar la respuesta adecuada.
Con determinación en el corazón, Aurelia se levantó de la silla y se preparó para la cena. Aunque no sabía qué depararía el destino, estaba decidida a enfrentarlo con valentía y seguir escuchando a su corazón, sin importar cuán difícil fuera el camino por delante.
Cena Real
Aurelia se preparó meticulosamente para la cena con el emperador. Se puso un vestido largo de seda azul oscuro que resaltaba su tez pálida y sus ojos claros. El vestido estaba adornado con bordados dorados que le conferían un toque de elegancia y sofisticación. Su cabello, que caía en ondas hasta la cintura, estaba recogido en un elaborado peinado con trenzas entrelazadas, adornado con una tiara de plata incrustada con gemas azules que brillaban con luz propia.
Aurelia completó su atuendo con unos guantes blancos de encaje que cubrían sus manos delicadamente, y unos tacones altos que hacían eco en el suelo al caminar. Con cada paso, emanaba una confianza serena y una elegancia natural que no pasaba desapercibida.
Al llegar al salón principal, Aurelia fue recibida con reverencias y saludos respetuosos por parte de los presentes. El emperador la esperaba al fondo del salón, con una sonrisa cálida en el rostro.
—Aurelia, qué grato es veros esta noche. Estáis radiante —dijo el emperador, admirando su apariencia con sincero aprecio.
—Gracias, Majestad. Es un honor estar aquí esta noche —respondió Aurelia con cortesía, devolviendo la sonrisa.
A medida que avanzaba hacia la mesa, pudo sentir las miradas de los presentes sobre ella, observando cada movimiento con curiosidad y admiración. Sin embargo, también percibió algunos murmuros y susurros entre los invitados, lo que no pasó desapercibido para su aguda percepción.
—¿Habéis oído? Se rumorea que el príncipe Adriano está cortejando a Aurelia. ¿No es emocionante? —comentó una dama, con un tono de voz lleno de intriga.
—Sí, parece que la joven tiene más pretendientes de lo que pensábamos. Pero, ¿qué puede esperarse? Su belleza y su encanto son innegables —respondió otra, con un brillo de envidia en los ojos.
Aurelia fingió no escuchar los comentarios y mantuvo su compostura con gracia, aunque por dentro se sentía incómoda ante la atención no deseada. Suspirando, se concentró en la cena que estaba por comenzar y en mantener una conversación amena con el emperador y los demás invitados.
Mientras compartían platos exquisitamente preparados y brindaban con vino de la mejor calidad, la velada transcurrió entre risas y charlas animadas. A pesar de las tensiones subyacentes y los rumores que flotaban en el aire, Aurelia se esforzó por disfrutar del momento y dejar de lado sus preocupaciones por un instante.
Al final de la cena, el emperador se levantó para despedir a los invitados, agradeciendo su presencia y deseándoles una buena noche. Aurelia se despidió con elegancia, agradeciendo la hospitalidad y ocultando sus verdaderos sentimientos tras una máscara de cortesía y gracia.
Una vez sola en su habitación, dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo el peso de la fachada que había mantenido durante toda la noche. Se quitó lentamente el vestido y los accesorios, dejando al descubierto su verdadero ser mientras se preparaba para descansar y enfrentar un nuevo día lleno de incertidumbre y desafíos.
El Encuentro Secreto
Aurelia se encontraba en el jardín del palacio, disfrutando de la serenidad del entorno y del suave murmullo de la brisa entre los árboles. Sus pensamientos la acompañaban en un constante vaivén de emociones, mientras reflexionaba sobre los eventos recientes y las decisiones que debía tomar.
De repente, una voz interrumpió su tranquilidad, sacándola de sus pensamientos.
—¡Ahí estáis, querida Aurelia! ¿Disfrutando de la belleza del jardín? —exclamó el príncipe Adriano, acercándose con una sonrisa encantadora en el rostro.
Aurelia levantó la mirada y lo encontró frente a ella, con su porte distinguido y su mirada penetrante. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, no pudo evitar sentir una leve aceleración en su corazón ante su presencia.
—Príncipe Adriano, siempre es un placer veros. Sí, el jardín es un remanso de paz en estos tiempos agitados —respondió Aurelia, tratando de ocultar su turbación tras un tono tranquilo.
—Me alegra que compartáis mi aprecio por este lugar. Pero, dejadme decir que su belleza palidece en comparación con la vuestra —replicó Adriano, con una mirada intensa que hizo que Aurelia se sintiera inquieta.
—Sois muy amable, príncipe, pero os aseguro que no es así. El jardín tiene una belleza única e inigualable —respondió Aurelia, desviando la mirada hacia las flores que adornaban el paisaje.
Adriano se acercó un poco más, inclinando ligeramente la cabeza para captar su atención.
—No puedo negar mi admiración por vos, Aurelia. Vuestra valentía, vuestra inteligencia, vuestra belleza... todo en vos me cautiva de una manera que no puedo explicar —declaró Adriano, con un tono apasionado que hizo que Aurelia se sintiera incómoda.
—Príncipe, os agradezco vuestras palabras, pero... —comenzó Aurelia, intentando encontrar las palabras adecuadas para expresar su incomodidad.
—No tenéis por qué responder ahora, querida. Solo quiero que sepáis que mi interés por vos es genuino y sincero. Estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para ganar vuestro corazón —aseguró Adriano, con una determinación palpable en su voz.
Aurelia se quedó en silencio por un momento, contemplando las palabras del príncipe con una mezcla de incredulidad y confusión. ¿Cómo podía alguien estar tan seguro de sus sentimientos en tan poco tiempo? Se preguntaba mientras luchaba por encontrar una respuesta adecuada.
—Príncipe Adriano, aprecio vuestras palabras y vuestro interés, pero... —comenzó Aurelia, antes de ser interrumpida por el sonido de pasos que se acercaban.
Ambos voltearon la cabeza para ver quién se aproximaba, encontrándose con la figura del emperador que se acercaba con paso decidido. Su mirada era seria, pero no parecía estar enojado.
—¿Qué hacéis aquí, Adriano? —preguntó el emperador, con una ceja levantada en señal de curiosidad.
Adriano se enderezó y miró al emperador con una sonrisa encantadora.
—Solo estaba disfrutando de una agradable conversación con Aurelia, hermano. Nada más —respondió, tratando de ocultar cualquier indicio de nerviosismo.
El emperador observó a ambos con una expresión indecible antes de asentir con la cabeza.
—De acuerdo. Pero aseguraos de que no os retraséis para la reunión del consejo esta tarde. Tenemos asuntos importantes que discutir —advirtió el emperador, antes de darse la vuelta y alejarse.
Adriano suspiró aliviado y se volvió hacia Aurelia con una sonrisa.
—Parece que nos salvamos por poco. Pero no puedo evitar sentir que nuestro encuentro no ha terminado todavía, querida Aurelia —dijo, con un brillo travieso en los ojos.
Aurelia se limitó a asentir con la cabeza, sintiendo la tensión en el aire mientras el príncipe se alejaba. Sus pensamientos seguían girando en torno a la confusión y la incertidumbre que habían surgido de su encuentro, preguntándose qué depararía el futuro para ambos.
Recuerdos del Pasado
Aurelia se recostó en su cama, sumergida en un mar de pensamientos sobre su pasado. Los recuerdos de su familia y su vida anterior la inundaban, trayendo consigo una mezcla de nostalgia y dolor.
Recordaba a su padre, un hombre fuerte y valiente que siempre había luchado por lo que creía correcto. Había sido un defensor acérrimo de los ideales de justicia y libertad, lo que lo había llevado a enfrentarse al régimen del emperador anterior. Su valentía le había costado caro, y Aurelia recordaba vívidamente el día en que su familia fue desterrada y separada por orden del emperador.
El recuerdo de su esposo también la atormentaba. Un hombre cruel y despiadado, que la había maltratado y humillado repetidamente. A pesar de sus esfuerzos por complacerlo y cumplir con sus expectativas, nunca había sido suficiente para él. Y ahora, mientras estaba en el palacio del nuevo emperador, ella se preguntaba qué habría sido de él y de sus hijos.
La imagen de sus hijos jugando en el jardín de su antigua casa apareció en su mente, trayendo consigo un dolor agudo. ¿Qué habría sido de ellos después de su partida? ¿Habrían encontrado la felicidad y la seguridad que ella tanto anhelaba para ellos?
Aurelia suspiró profundamente, sintiendo el peso de su pasado sobre sus hombros. A pesar de todo lo que había sucedido, aún tenía la esperanza de un futuro mejor. Y mientras pensaba en las oportunidades que se le presentaban en el palacio del nuevo emperador, una chispa de determinación encendió su corazón.
Se levantó de la cama con determinación, decidida a enfrentar los desafíos que se le presentaban con valentía y coraje. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a luchar por su futuro y por el bienestar de aquellos a quienes amaba.
Con paso firme, Aurelia se dirigió hacia el balcón, donde la luz del sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas. Una sensación de esperanza y renovación la invadió, y supo que, pase lo que pase, nunca dejaría de luchar por lo que creía justo y verdadero.