Dulce una mujer que nunca quiso ser madre pero que la vida le dio un cambio de 80 60 grados encontrándose con Amy una niña huérfana que le robó el
Corazón de inmediato a tal punto de quererla como su hija cambiándole su mundo entero un amor que surgió entre ellas para Amy dulce es su mamá y para dulce Amy es su hija pero su felicidad se verá afectada por la llegada del papá de Amy Máximo un alfa despiadado que no le importa lo que tenga que hacer para encontrar a su hija sin importar a quien tenga que lastimar en el proceso un hombre que lo único que le importa es encontrar a su hija sin importar ensuciarse las manos en el proceso.
¿Que pasará cuando las encontré ?
—Yo soy el padre de Amy dame a mi hija
—Eso jamás Amy es mi hija y nunca te la daré
La hija del alfa es mía
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(Se que en el título dice hijo pero es niña aunque diga el hijo del alfa es mío trata de una niña )
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Dolor mutuo
Gracias por compartir otro capítulo. A continuación, te presento la versión corregida con ortografía, gramática y puntuación mejoradas, además de algunos ajustes para mayor fluidez narrativa. No eliminé contenido, solo lo organicé para que la lectura sea más clara y profesional.
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Máximo
—Ya ha pasado demasiado tiempo y aún no sé nada del paradero de mi hija. Hoy cumple 4 meses y no estoy con ella. Siento que le fallé a Emely, que no cuidé de nuestra hija como debía. Últimamente me mantienen sedado, porque Luka se apodera de mí, perdemos el control y destrozo todo a mi paso. Estoy cansado de los sedantes. Me transformo y salgo de la manada.
Estoy en la ciudad. En verdad no sé a qué vine. Iba a volver atrás cuando percibo el olor de menta y lavanda... Y no me equivoqué. Sí, era ella. La chica de la otra noche. Está saliendo de un edificio. Supongo que es donde vive. Va acompañada de dos chicas, una de cabello rubio y otra de cabello rojo, y una niña como de 5 o 6 años. No me fijé bien en los nombres, pero ella... ella es preciosa.
Su largo cabello negro azabache... Dios, qué cuerpo. Debe medir alrededor de 1.63. Súper chiquita, la verdad. La veo subirse a un coche. Maldigo por no haber venido en uno. Bueno, me da igual. Me transformo. Esa mujer me tiene intrigado.
La veo bajarse en un lugar... Creo que es un orfanato. Una ola de dolor me invadió al recordar a mi hija. No pasó mucho tiempo cuando la vi salir llorando. Es extraño, pero siento su dolor. ¿Será porque yo también perdí a mi hija?
Las veo alejarse. Las sigo. Quiero saber al menos qué le pasó. ¿Por qué tiene que ser tan fuerte? Percibo y siento su dolor. Las veo sentarse en un banco en el parque. Aún estoy en mi forma lobuna. No quiero transformarme, ya que no sería lo ideal: un hombre desnudo en el parque. Me escondo detrás de unos árboles. No quiero que se asuste si me ve.
(—Dulce, amiga, tranquila. Tienes que ser fuerte. No puedes rendirte ahora. Tía Any pronto volverá con nosotras, y voy a jugar mucho con ella.
—Sí, mi amor. La bebé volverá con nosotras y vas a jugar con ella y enseñarle muchas cosas.)
—Entonces se llama Dulce. Estamos pasando por lo mismo: perder a una hija. Con razón sentí su dolor, porque yo también lo estoy viviendo. Me pregunto qué fue lo que pasó. Nuestras hijas casi se llaman igual: Amy y Any.
Volví a la manada, no sin antes asegurarme de que entrara en su casa. Esto que está pasando no me está gustando para nada. No entiendo por qué me siento tan atraído por su aroma. Lo mejor es que no vuelva a toparme con ella. No sé qué haría si eso pasa.
Tengo que hablar con la bruja Doris. Tendré que esperar a que regrese de no sé dónde. Ella es la única en quien confío para contarle esto. Y ver si sabe algo... Porque no es posible que… No. Mejor ni pienso en eso.
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Dulce
—No sé qué estén tramando las chicas. Solo me dijeron que pronto tendré a Amy junto a mí. En verdad ya estoy cansada de estar encerrada, sin hacer nada para recuperarla. Voy a enfrentar a mi madre. Llegó el momento de madurar. Tengo que hacerme cargo de mi vida. Ya no puedo seguir viviendo bajo las decisiones de mis padres.
Mis abuelos me dejaron un fideicomiso. Ya es momento de usarlo. No quiero nada más de mis padres. Haré lo que me gusta sin que me estén jodiendo. Primero iré a hablar con mi padre. Después, hablaré con mi madre.
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Franco
—Adelante, hija. Pasa. Qué gusto verte. ¿Qué te trae por esta, tu empresa? Milagro son los ojos que te ven, ya que ni llamas… ¡Ah, ya sé! Vienes por mi ayuda para que puedas adoptar a esa bebé.
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—Papá, ni que tú contestaras. Hace años dejé de llamarte porque nunca contestabas. Y te equivocas: no vengo por tu ayuda. Al contrario, vengo a entregarte tus tarjetas, las llaves del auto y del departamento.
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—Dulce, ¿de qué hablas? No me digas que estás de caprichosa. Dime qué quieres, que te lo doy.
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—Lo que siempre quise que me dieras… nunca lo hiciste. Quería tiempo y amor, porque pensabas que comprarme todo lo que quería era suficiente. Pero no, papá, el cariño no se compra con cosas materiales.
No sabes cuánto deseaba escuchar un “te quiero, hija”. Pero nunca lo escuché. Siempre me defraudaste. Nunca estuviste cuando mamá me quitó a mi nana. Y no estuviste ahora que, por culpa de ella, me quitaron a mi hija. Porque, si no lo sabías, fue tu esposa quien planeó todo eso.
¿Sabes por qué? Porque me odia. Porque le dije sus verdades en la cara. Ella nunca me quiso. Estoy aquí para entregarte todo y decirte que voy a cobrar el fideicomiso que me dejaron mis abuelos. Con permiso, me voy.
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—Dulce, hija, espera. Me voy a divorciar de tu madre. Hija, perdóname. Tienes razón. Pero por favor, no me entregues nada. Son tuyos. Sé que esperabas más de mí, y que nunca pude ser el padre que mereces.
Por favor, quédate con esto al menos hasta que esté listo lo del fideicomiso. Ya que invertí en él, aumentando su capital. A más tardar, en una semana estará listo.
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—Si esa es tu decisión, está bien. Nadie se queda donde no quiere. Pero, papá... ya es muy tarde para pedir perdón. Con permiso.
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—Mi hija tiene razón en todo lo que me dijo. En verdad fui el peor padre de todos, por no darle el amor que se merecía, y por nunca defenderla ante su madre. Siempre me pregunté por qué ella actuaba así.
Me merezco que mi hija me odie. Y más aún porque la obligué a estudiar algo que no le gusta. Nunca estuve para ella.
Es verdad lo que dijo: el dinero no lo es todo. Y lo comprobé. Pensé que era mentira que había cambiado, pero en verdad… es otra. Es mejor.
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