La Villana Desea Decir Adiós

—¿Y qué es tan importante como para hacerme esperar?— Cuestionó el Rey del Norte molesto por la "larga espera" .

El hombre de cabellos plateados de repente cesó sus quejas y observó la situación con sus ojos color miel que parecían casi dorados.

El Archiduque estaba parado en frente con una expresión de asombro. Al rincón había una sirvienta deprimida. Al otro lado estaba un vejestorio que supuso que era el mayordomo y mientras que en el centro, más adelante; se encontraba el Duque con una distinguida expresión de disgusto.

Nuevamente, estaba masajeando su sien. Se notaba exhausto, hasta su mirada decaída lo expresaba.

—Entiendo... algo esta pasando aquí. Aunque mi tiempo es importante, puedo esperar un poco más. Así que díganme, ¿Qué sucede?—

Dijo al identificar la situación. A lo que recibió una mirada molesta por parte del Duque y a lo que él simplemente le sonrió inocentemente.

—Asher, creo que has llegado en un buen momento.—

Exclamó el Archiduque sonriendo de oreja a oreja al hombre de cabellos plateados mientras se acercaba lo suficiente para estrechar la mano de su amigo el Rey del Norte.

—¿Ah, si? (Sonrió de lado, interesado) entonces dime ¿Qué ocurre?— Preguntó Asher con entusiasmo mientras observaba una vez más a la lamentable sirvienta nerviosa y al exhausto Duque.

—Por desgracia, ni siquiera yo sé muy bien del asunto. (Dice el Archiduque mostrando las palmas de sus manos decepcionado) Y al parecer, el Duque Edgar tiene la intención de ocultarlo a sus amigos.—

Respondió con tristeza el hombre de cabellos negros y ojos azules, una evidencia clara de que era el padre del joven Arian.

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Por otro lado, Beth estaba batallando preguntándose —"¿Qué tanto hace esa novata para tardar tanto?"— No era de extrañar que estuviera ansiosa, la situación no era para nada buena para que pudiera calmarse.

El tiempo había pasado y no había señales de que la joven que estaba postrada en la cama mejorara. No hasta que Anya por fin logra abrir sus ojos, sorprendiendo a Beth.

—¿Qué hace?— Preguntó confundida y un poco molesta Anya al sentir que sus manos estaban cubiertas por manos ajenas.

Beth al percatarse de su molestia, retiró rápidamente sus manos. El leve calor que la hizo sentir ¿feliz? por un breve momento había desaparecido, Anya no sabía si estar triste o molesta por el anterior atrevimiento de la sirvienta.

Paso su mano por su cabeza adolorida y se dignó a levantarse de la cama, aún desconcertada por lo que pasaba pues recordaba que ella no debería estar acostada en la cama sino en la bañera.

—Señorita Anya, recuéstese nuevamente en la cama.— Habló la sirvienta preocupada al observar que el estado de la joven señorita no había mejorado.

—Su cuerpo aún se encuentra débil. Ya vendrá su padre, así que sea paciente.— Persistió Beth al ver que Anya no le hacía caso.

—¿¡Qué!? ¿Le has mencionado al Duque sobre esto?— Cuestionó exaltada Anya al escuchar lo de su padre y la encaró molesta.

—Sí... ya vendrá su padre así que duerma mientras tanto.—

Insistió confiada mientras acomodaba la cama para que Anya se volviera a recostar en ella mientras esperaba al Duque.

—Pero es que acaso ¡¿está loca?! ¿Cómo se le ocurre decirle eso al Duque?—

Exclamó aún sin creerlo y a lo que a la sirvienta la dejó confundida por esa actitud repentina, pues lo que ella sabía era que a la primera joven señorita Vertron, le encantaba recibir atención de sus padres y nunca desperdiciaba una oportunidad para hacerlo. —"¿Pero por qué hoy es la excepción?"— Se preguntaba.

Anya rápidamente se dirigió al armario para vestirse. La sirvienta a ver sus intenciones, trato de detenerla.

—¡Apártate! es una orden.— Fue la respuesta que obtuvo de la joven señorita y a lo que ella rápidamente obedeció, apartándose. Claramente sabía que su palabra era ley aquí, después de los duques y no había opciones para ella.

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Regresando al despacho del Duque de Vertron.

Leny sudaba nerviosamente. En su frente había pequeñas gotas de sudor por el pesado ambiente que se encontraba en el despacho del duque ¡No era capaz de hacer algo con tantas miradas puestas en ella!

–¿Puedes decirme que ocurre?—

Indagó Asher mientras se acercaba a la pobre sirvienta. Leny sin saber qué hacer, volteó su vista al duque, buscando respuestas y soluciones. Edgar rendido, solo suspiró y asintió, dándole a entender que le daba autorización para hablar.

—Este… Lo que pasa es de que….— Con nervios, pero con permiso del Duque; Leny empezó a hablar.

Los atractivos hombres, escuchaban con atención cada palabra que pronunciaba la sirvienta.

—La señorita….—

Prosiguió nerviosa, pero se detuvo al ser interrumpida por leves toques en la puerta. El duque no sabía si estar molesto por la interrupción o estar agradecido al pensar que era un salvador oportuno. A lo contrario de los invitados, que simplemente se sintieron fastidiados.

Al dar permiso, la puerta se abrió y una joven de cabellos plateados se sumó en el ambiente. Al ver quién era el intruso el Duque Vertron frunció el ceño, el rey del Norte la miró curioso y mientras el Archiduque se alegró de ver que el intruso no era nada más que Anya, su futura nuera.

Leny alegre al ver a su señorita Anya recuperada, casi se le escapa palabras que no debía decir, sin embargo, la mirada fría de Anya la detuvo.

—Buenos días. Discúlpenme por mi repentina intervención en un momento tan relevante para ustedes, pero sentía inadecuado no saludar a nuestras visitas.—

Saludó Anya haciendo sutilmente una reverencia, destacando una etiqueta perfecta y modales perfectamente elegantes, algo que muchos jóvenes no alcanzan a esa edad.

Leny rápidamente caminó hacia atrás de Anya, bajando su vista al suelo.

El rey del Norte solo río por sus adentros pues se había escapado la sirvienta, pero lo dejó pasar pues su atención fue robada por Anya.

—Buenos días nuera, me da gusto verte.—

Dijo el Archiduque con una sonrisa de oreja a oreja pues se había cumplido su sueño de comprometer a su hijo con Anya.

Anya asintió haciendo una leve inclinación para corresponder al saludo, aunque en el fondo le daba miedo hacerlo.

Como de costumbre, Anya observó brevemente la expresión del Duque como si siempre buscara algo en ese indiferente rostro. Notó que expresaba molestia y disgusto y eso abatió su corazón aún débil.

—"Y ahora, ¿Qué hice mal?"— Se preguntaba Anya en su mente. —"¿Era tan importante su reunión?— Se preguntó nuevamente.

Como ya había logrado su propósito de aparentar que todo estaba en perfecto estado, decidió retirarse pues supuso que estaba siendo nuevamente una molestia para el Duque.

—Ya que ya los he saludado, me retiraré para no molestar. Sí me disculpan...—

—No es una molestia... Señorita Anya Vertron ¿verdad? Me han comentado mucho de usted. Veo que no exageraron al decir que es una niña encantadora.— Interrumpió Asher.

Anya dirigió su mirada a la voz desconocida que la interrumpió. Era un hombre bastante apuesto aunque sus ojos se fijaron más en el cabello plateado que poseía. —"¡Su cabello es idéntico al mío!"— Pensó.

Anya sonríe levemente —Me alegra saber eso, pero aún así me retiraré primero. Espero que se sientan a gusto durante su estadía en el ducado.—

Finalizó Anya de decir para retirarse. Aún no estaba en la mejor condición para quedarse frente a tantos ojos, por lo que sabía que no debía permanecer mucho tiempo allí.

—¡Valla! Discúlpenme caballeros, me temo que la señorita Anya se irá conmigo por el momento.—

Se escuchó decir mientras la puerta del despacho se abría. Otra formidable persona había entrado, su cabello rojizo lacio estaba levemente recogido hacia atrás haciéndola ver elegante. Sus ojos negros miraban con adoración a la pequeña niña de cabellos plateados.

Por un breve momento los ojos de Anya reflejaron anhelo al mirar a la bella mujer que la observaba. —"Te amamos como si fueras nuestra adorada hija. Nos encantaría que vieras a esta casa como tu hogar, siempre serás bienvenida aquí..."— Recordó Anya aquellas palabras que le envolvieron de calor y que también le destrozaron su ya herido corazón.

Anya no pudo evitar sonreír con sarcasmo al recordar esas palabras y los sucesos que hicieron temblar y al final quebrantar las promesas dichas por ambos archiduques que en aquel tiempo los veía como sus amados padres anhelados.