Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.
NovelToon tiene autorización de Adryel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Centro Comercial
Un sonido grave retumba desde lo profundo de una montaña. A través de una grieta entre dos grandes piedras, se revela la entrada oculta al Monasterio de Solenne: un lugar olvidado por el tiempo, rodeado de árboles antiguos y cubierto por una atmósfera mística. El sol atraviesa las hojas, creando haces de luz que iluminan la piedra cubierta de musgo.
Dentro, el eco de poderes en combate resuena. Lloyd y Camila se enfrentan en un amplio patio circular, donde las runas en el suelo aún brillan débilmente con energía ancestral. Camila gira con precisión y lanza una onda de agua que serpentea con velocidad hacia Lloyd.
Camila (concentrada, segura):
—¡Prepárate, Lloyd!
Lloyd (retrocediendo con torpeza mientras alza su mano):
—¡Aaah, espera, espera, espera—!
Una barrera de Esencia Esmeralda se forma justo a tiempo, aunque tiembla e inestable. La onda de agua choca contra ella y se dispersa en mil gotas. Lloyd respira con fuerza.
Gabriel (desde la sombra de una columna, con los brazos cruzados):
—Ese escudo no está completo. ¿Notas cómo se desvía la energía hacia los bordes? No vas a resistir un verdadero ataque así.
Lloyd (bajando el brazo, frustrado):
—¡¿Pero por qué me haces entrenar contra Camila?! ¡Su agua se mueve como si tuviera vida propia! Es como pelear con una manguera mágica con mala actitud...
Camila (arqueando una ceja, con una leve sonrisa):
—¿Perdón? ¿"Manguera mágica"? Pues la próxima te lanzo con más presión, a ver si te callas...
Lloyd (sacudiendo las gotas de su cara):
—¡Ves! ¡Demasiado difícil!
Gabriel (caminando hacia ellos, serio pero sereno):
—Justamente por eso.
(Se detiene frente a Lloyd, bajando ligeramente la voz.)
—El agua es cambio constante, Lloyd. Fluida, impredecible, difícil de anticipar. Camila no solo te obliga a adaptarte, sino que pone a prueba tu concentración... algo que te cuesta demasiado cuando te frustras.
Lloyd (mirando hacia el suelo, murmurando):
—...es que no sé por qué me cuesta tanto. Siento que debería ser mejor ya.
Gabriel (con tono firme, pero no sin empatía):
—No estás entrenando para ser bueno. Estás entrenando para controlar tu esencia... y tu mente.
(Hace una pausa y le sostiene la mirada.)
—Tienes poder, Lloyd. Pero sin dirección, es solo una chispa en el viento.
Camila (mirando a Lloyd de reojo, con voz más suave):
—Y no lo haces tan mal, ¿sabes? Solo necesitas dejar de intentar tener todo bajo control. La Esencia no se domina con fuerza... se siente.
Lloyd alza la vista lentamente. La mirada de Camila es firme, pero en sus ojos hay una calidez que no logra disimular. Él traga saliva y se rasca la nuca, incómodo.
Lloyd (intentando bromear, sin saber cómo lidiar con el halago):
—¿Estás… elogiándome? ¿O me estoy deshidratando y estoy alucinando?
Camila (cruzándose de brazos, girando hacia otro lado):
—Olvídalo. Me retracto. No dije nada.
Gabriel suelta una pequeña risa por lo bajo mientras se aleja, dejándolos solos de nuevo.
Mientras tanto, en una zona más abierta del antiguo monasterio, Ryan y Nathan se enfrentan en un improvisado combate cuerpo a cuerpo. Ambos sin usar poderes, solo su fuerza, reflejos... y orgullo.
Ryan (con una sonrisa confiada, levantando los puños):
—Vamos, Nathan... ¡muévete como el viento! Aunque pareces más brisa que huracán.
Nathan (rodando los ojos, relajado pero atento):
—¿Tú puedes dejar de hablar por cinco segundos? Solo cinco... por la paz mundial, ¿sí?
Ryan se lanza de golpe con un giro rápido. Nathan esquiva ágilmente, pero en cuanto baja la guardia, recibe un puñetazo directo en el estómago que lo hace doblarse.
Nathan (quejándose mientras se sostiene el abdomen):
—¡Eso no vale, cabrón! ¡Yo estaba en modo zen!
Ryan (riendo con descaro, levantando las cejas):
—¡Ese fue tu error, maestro Zen! Aquí entrenamos como guerreros, no como monjes en vacaciones.
Nathan (apuntándolo con el dedo):
—¡Estás muerto la próxima ronda!
No muy lejos de ahí, Vanessa y Christian están en una zona más apartada del monasterio. Ambos sostienen sus amuletos, concentrados. Vanessa alza la mano y una ráfaga helada se extiende como cuchillas de escarcha hacia unos blancos de piedra.
Vanessa (frunciendo el ceño, perfeccionando la dirección del hielo):
—Tiene que ser más preciso… más limpio... si no, esto no sirve de nada.
Christian, a su lado, golpea el suelo con el puño. Del impacto, una formación de rocas se alza, firme pero desprolija. Él observa en silencio, luego lo intenta otra vez. Más controlado.
Christian (casi murmurando):
—No fuerza... dirección.
Vanessa (sin mirarlo, pero notando su mejora):
—Vas mejor. Para ser una roca con patas, no lo haces mal.
Christian (sorprendentemente, con una pequeña sonrisa):
—Gracias… hielo con ego.
Vanessa lo mira de reojo, conteniendo una sonrisa, aunque con su típica expresión altiva.
Vanessa:
—No lo arruines, montaña.
Y en medio de todo ese caos de entrenamiento, Diana está sentada sobre una losa de piedra plana, sus piernas cruzadas y el cuaderno sobre las rodillas. Escribe con rapidez mientras esquiva una gota de agua que cae cerca, luego una pequeña vibración del suelo que casi le saca el lápiz de la mano.
Diana (con la boca fruncida, murmurando):
—¿Podrían no destruir el monasterio cinco minutos? Solo quiero terminar este maldito ensayo...
Otra corriente de aire desordena sus hojas y ella las sujeta con rapidez, frustrada.
Diana (alzando la voz sin moverse del lugar):
—¡Si me mojan otra vez, JURO que les voy a meter ese ensayo por donde no les da el sol!
Desde lejos, Nathan alza la mano sin verla y grita:
Nathan:
—¡Te ves hermosa cuando amenazas, Diana!
Diana (sin voltear, con tono seco):
—Y tú te ves más guapo cuando estás inconsciente. ¿Quieres comprobarlo?
Todos en el grupo se ríen mientras Diana vuelve a su tarea, murmurando algo como “imbéciles adorables” antes de continuar escribiendo, con una leve sonrisa.
Desde una de las zonas elevadas del antiguo monasterio Solenne, Caelum observaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. El viento movía ligeramente su capa mientras sus ojos recorrían a los chicos entrenando abajo. Un suspiro cargado de escepticismo se escapó de sus labios.
Caelum (en voz baja, con tono serio):
—Esos chicos... Son un desastre. No están listos. Quince años... ¿Qué carajos cree Gabriel que pueden lograr con quince años...? Esto va a ser un fracaso.
En el campo de entrenamiento, Camila daba un paso firme hacia Lloyd, sus manos fluyendo con agua cristalina que giraba a su alrededor como látigos vivos. Su rostro mostraba concentración, pero también confianza. Conocía su propio poder... y también conocía a Lloyd.
Camila (avanzando con intensidad, empapando el suelo):
—¡Concéntrate, Lloyd! ¡No solo reacciones, piensa! ¡Deja de improvisar como si esto fuera un juego!
Lloyd (jadeando, levantando un escudo de Esencia Esmeralda apenas formado):
—¡Estoy intentando! ¡Pero tú lanzas agua como si fueras una maldita tormenta tropical, Camila!
Camila lo miró con una mezcla de burla y seriedad.
Camila (levantando una ceja):
—¿Y qué? ¿Acaso la tormenta te da miedo?
Lloyd (bufando):
—No, ¡me empapa! ¡Literalmente!
Camila lanzó una esfera de agua que Lloyd esquivó por los pelos. Su frustración aumentaba, su respiración se aceleraba... y de pronto, sin pensarlo demasiado, algo dentro de él se desató. Su mano comenzó a chispear con luz verde intensa, vibrante, inestable.
Lloyd (gruñendo, con los ojos brillando):
—¡YA BASTA!
Y entonces, con un grito cargado de rabia y adrenalina, una esfera densa de Esencia Esmeralda se materializó en su palma y fue disparada como un proyectil. La ráfaga fue tan repentina y potente que el aire mismo pareció quebrarse con su paso. Camila abrió los ojos como platos.
Camila (sorprendida):
—¡Santo cielo...!
Se lanzó a un lado justo a tiempo, rodando por el suelo húmedo. La esfera pasó a centímetros de ella y explotó contra una de las paredes del monasterio, dejando un boquete con escombros cayendo lentamente. El eco del impacto retumbó por todo el lugar.
Diana levantó la cabeza de inmediato, con el lápiz aún en la mano y la hoja temblando sobre sus rodillas. Se giró hacia el origen del estruendo y parpadeó varias veces al ver el hueco recién abierto.
Diana (pasmada):
—¿Qué... rayos...? ¡¿De dónde salió esa explosión?!
Ryan se detuvo en seco a lo lejos, y Nathan giró la cabeza aún con un gesto adolorido del último golpe. Vanessa levantó una ceja desde su sitio y murmuró con tono seco:
Vanessa (con ironía):
—¿Y luego me dicen a mí que soy peligrosa?
Abajo, Lloyd respiraba agitado, con la mano aún temblando. Miró el hueco, luego a Camila, luego a sus propios dedos, como si no supiera qué acababa de hacer.
Lloyd (atónito, bajando la voz):
—Yo... no... no quería que saliera así.
Camila se reincorporó lentamente, el cabello húmedo y los ojos fijos en él, entre sorprendida... y preocupada.
Camila (más suave esta vez):
—Eso fue... ¿tu poder?
Lloyd solo asintió, tragando saliva.
Camila (en voz baja, con sinceridad):
—Fue increíble... pero también descontrolado. Ten cuidado, Lloyd... eso podría herir a alguien. Incluso a mí.
Gabriel bajaba por los escalones rápidamente, preocupado, seguido de Francisco. Caelum seguía observando desde arriba, en silencio, cruzando los brazos con fuerza.
Caelum (para sí mismo, casi con resignación):
—Están jugando con fuego... y ninguno tiene idea de lo que están encendiendo.
Gabriel llegó con paso firme, atravesando el campo de entrenamiento con el rostro serio. El viento aún traía consigo partículas de polvo de la explosión reciente. Se detuvo frente a Lloyd, quien bajó la mirada como un niño atrapado haciendo algo que no debía.
Gabriel (con voz firme, pero sin alzarla):
—Otra vez, Lloyd... Sigues dejándote llevar por tus emociones. No puedes permitir que eso controle tu poder. La Esencia Esmeralda responde al alma, no a la furia.
Lloyd no respondió al instante. Tenía los puños apretados y los ojos clavados en el suelo. Su respiración aún era agitada, como si no terminara de salir de ese estado de tensión.
Lloyd (en voz baja, frustrado):
—Lo siento... No quise que se saliera así... No era mi intención...
Camila se acercó desde un lado, sacudiendo su cabello todavía húmedo. Al pasar cerca de Ryan, este entrecerró los ojos al ver algo raro.
Ryan (señalando con gesto divertido):
—Oye, Camila... ¿Sabías que tienes un mechón chamuscado? Digo... no por nada, pero eso no estaba así hace cinco minutos.
Camila se detuvo y se tocó el cabello. Al ver el pequeño mechón quemado, entrecerró los ojos y soltó un suspiro resignado.
Camila (con sarcasmo suave):
—Genial... Mi cabello acaba de perder una guerra elemental.
Ryan (burlón, dándole una palmadita en el hombro):
—Míralo por el lado bueno. Ahora tienes un peinado con carácter. ¡“Estilo explosión”, está de moda!
Camila rodó los ojos y le lanzó una mirada, pero luego miró a Lloyd. Él la observaba con culpa evidente. Sus ojos, por lo general tan vivos, ahora reflejaban confusión y miedo.
Lloyd (avanzando un paso, casi en susurro):
—¿Te hice daño…?
Ella lo miró en silencio por un segundo, luego negó con una pequeña sonrisa tranquila.
Camila (sincera):
—Estoy bien, Lloyd. Fue solo un mechón. Podría haber sido peor... Pero confío en que no dejarás que eso pase.
Lloyd asintió lentamente, aunque aún parecía atrapado en su propio torbellino emocional. Gabriel intervino, poniéndole una mano firme en el hombro.
Gabriel (mirándolo a los ojos):
—Vas a necesitar más entrenamientos. Tú y yo. Solo tú y yo. No porque hayas fallado... sino porque estás muy cerca. Pero cerca no es suficiente.
Lloyd lo miró, tragando saliva, sin intentar discutir. Por primera vez en mucho tiempo... aceptó que necesitaba ayuda. No por debilidad, sino porque quería proteger a los demás de sí mismo.
Lloyd (en voz baja, con una mezcla de decisión y miedo):
—Está bien. Entrenemos.
Nathan se estira con flojera, caminando hacia Gabriel mientras el polvo del entrenamiento todavía flotaba en el aire.
Nathan (con tono relajado pero sincero):
—Sensei… nos cambiamos de la casa a este monasterio porque allá no íbamos a resistir tanto poder, ¿recuerda? Y mire nada más... Lloyd casi hace desaparecer la mitad del muro con ese ataque. Y eso fue sin querer...
Gabriel soltó un leve suspiro, con los brazos cruzados y la mirada firme clavada en Lloyd.
Gabriel (calmado, pero con intención):
—Lo sé, Nathan. Por eso estamos aquí. Ese es justamente el punto... No quiero que vuelva a suceder. Y si sucede, quiero que él sepa cómo manejarlo.
En ese momento, desde la entrada del antiguo comedor, la voz de Mariela resonó con dulzura pero autoridad.
Mariela (voz fuerte):
—¡Chicos! ¡La comida está lista! Vengan a lavarse las manos antes de sentarse, no quiero a nadie lleno de polvo en la mesa.
De inmediato, todos comenzaron a sacudirse, riendo, empujándose unos a otros camino al lavamanos improvisado en el pasillo. Diana, sin embargo, se adelantó y caminó junto a Lloyd, que venía con la cabeza un poco gacha.
Diana (suave, sonriendo con calidez):
—No te preocupes, Lloyd… Sé que vas a poder dominarlo. Solo… vuelve a sonreír, ¿sí? Hace rato pensé que se te había olvidado cómo.
Lloyd la miró de reojo. Por un momento, pareció que quería contestarle con una broma tonta como siempre. Pero solo sonrió. Una de esas sonrisas suaves que no llegan a los ojos, pero lo intentan. Y con eso bastó para Diana.
Minutos después, todos estaban en la larga mesa de piedra, comiendo con entusiasmo. La comida de Mariela, como siempre, era deliciosa y reconfortante. El sonido de cubiertos, risas y comentarios llenaba la sala… casi todos hablaban.
Casi.
En el extremo opuesto, Gabriel, Caelum, Francisco y Danna comían en silencio, con miradas cruzadas entre ellos y hacia los jóvenes.
Camila, sentada justo al lado de Lloyd, jugueteaba con su tenedor. De vez en cuando le daba empujoncitos con el codo, o le quitaba cosas del plato, como si no quisiera que se notara que lo estaba observando demasiado.
Camila (voz baja, entre broma y verdad):
—Deberías comer más, Varek… A este paso tu “gran poder” va a terminar más flaco que tú.
Lloyd, todavía con esa sonrisa disimulada, giró un poco la cabeza hacia ella.
Lloyd (medio bromeando, medio distraído):
—Estoy dejando espacio... por si termino tragándome otro muro.
Ella soltó una risita, pero no respondió. Solo lo miró un segundo más de la cuenta. Luego volvió a su plato.
A lo lejos, Caelum entrecerró los ojos, como si viera algo que los demás no. Gabriel, en cambio, ya sabía lo que estaba viendo.
Francisco (en voz muy baja):
—¿Crees que estén listos?
Gabriel (sin despegar la mirada de Lloyd):
—No lo están. Pero lo estarán.
Diana fue la primera en terminar de comer. Se levantó con cuidado, sacudiéndose las migas del pantalón y revisando su celular. Sus ojos se abrieron más de la cuenta al leer una notificación. Se giró de inmediato hacia los demás.
Diana (con urgencia):
—¡Chicos! Acaban de subir una alerta... dicen que hay un asalto en curso en el centro comercial de la ciudad.
Un breve silencio se hizo en la mesa antes de que Ryan, Nathan, Vanessa, Christian y Lloyd reaccionaran al unísono, como si acabaran de recibir una invitación a una fiesta.
Lloyd (levantándose de golpe, con una mezcla de emoción y torpeza):
—¡Eso suena... increíble! Bueno, o sea, no increíble porque es malo, pero... ¡ya saben a lo que me refiero!
Ryan (con una sonrisa emocionada):
—Yo sí quiero ir. ¡Una buena pelea para bajar la comida nunca cae mal!
Nathan (fingiendo estirarse):
—Sí, sí... además, tengo que estrenar este nuevo peinadito con estilo elemental.
Camila (frunciendo el ceño):
—¿En serio están pensando ir? ¿A un asalto real? ¿Con ladrones reales?
Lloyd miró a Gabriel, que seguía sentado con expresión pensativa. Se acercó con esa mezcla de respeto y terquedad que siempre mostraba ante su maestro.
Lloyd (cruzando los brazos, medio sonriendo):
—Sensei, usted mismo lo dijo una vez… “El entrenamiento más efectivo es el que no está planeado”. ¿O no?
Gabriel entrecerró los ojos, dudando. Antes de que pudiera hablar, Francisco lo interrumpió desde su lugar, apoyando el codo sobre la mesa.
Francisco (con tono seco):
—Yo no lo veo mal… Pero tú, Lloyd, eres el más inestable. Y eso ya es decir mucho. Porque todos ustedes son como fuegos artificiales esperando explotar.
Lloyd (poniendo las manos en alto):
—¡Ey, ey! Prometo no romper nada… demasiado. Solo un poquito. Como una puertita. O una ventana... ¿tal vez dos?
Camila (cruzando los brazos, mirando a Gabriel):
—Esto es una locura. Deberían dejar que la policía se encargue. No son héroes... aún.
Lloyd (mirándola con convicción):
—¿Entonces para qué somos Maestros Elementales? ¿Solo para jugar con luces y lanzar agua en entrenamientos? Si tenemos poderes… ¡tenemos que usarlos para ayudar!
Ryan (levantando la mano como en clase):
—Confirmo. Totalmente de acuerdo con el líder supremo de Temu.
Gabriel se pasó una mano por el rostro, claramente luchando entre la responsabilidad y la confianza que poco a poco estaba empezando a depositar en ellos.
Gabriel (finalmente):
—El mundo ya no es el mismo desde que los poderes elementales despertaron. Y ustedes no entienden el peligro que eso representa. Pero...
Los chicos contenían la respiración.
Gabriel (mirándolos uno a uno):
—Está bien. Pónganse sus trajes. Tomen sus amuletos. Y no se separen por nada.
Una explosión de emoción se apoderó del grupo. Ryan y Nathan corrieron a toda velocidad, mientras Vanessa se levantó con elegancia, disimulando su sonrisa satisfecha.
En un rincón, Caelum miró a Gabriel de reojo, sin decir una palabra, pero con un gesto claro de desaprobación.
Diana se quedó quieta junto a la mesa, mirando cómo todos se preparaban.
Diana (en voz baja, para sí):
—Yo también quiero ir… sé que podría ser útil…
Gabriel, que había oído, se volvió hacia ella y le dedicó una sonrisa leve pero sincera.
Gabriel (poniendo una mano en su hombro):
—Tú también tienes un papel importante, Diana. Y llegará tu momento. Confía en eso.
Diana asintió lentamente, con una mezcla de tristeza y esperanza en la mirada.
Los cinco chicos estaban ya con sus trajes puestos: colores oscuros, reforzados con telas resistentes y detalles sutiles que representaban sus elementos. No parecían héroes profesionales… pero tampoco simples adolescentes. Algo en sus ojos, en la forma en que se paraban, decía que estaban listos para más. O al menos, eso querían creer.
Gabriel se acercó a ellos con paso firme, acompañado por Francisco, Camila y Diana. El silencio se volvió denso cuando el maestro alzó la voz.
Gabriel (mirándolos con severidad):
—Escúchenme bien… quiero que respiren hondo y se centren. Esto no es un juego. No es una simulación. Van a enfrentarse al mundo real.
Todos callaron. Incluso Nathan dejó de sonreír por un momento.
Gabriel (bajando la voz, casi paternal):
—No dejen que nadie vea quiénes son. Su identidad es su escudo más importante. Si la pierden, también perderán su libertad.
Lloyd asintió lentamente, sus ojos verdes brillando con una mezcla de emoción y duda.
Gabriel (mirando a cada uno con atención):
—No intenten ser más de lo que son. Ustedes aún están creciendo… aún están aprendiendo. Si las cosas se complican... si sienten que no pueden con esto...
—llámenme.
Los chicos asintieron al unísono, esta vez con verdadera seriedad. Ryan fue el primero en colocarse su máscara negra que cubría del mentón a la nariz.
Ryan (con una media sonrisa):
—Listos para la acción, maestro... pero sin prometer no hacer ruido.
Nathan se acomodó la suya también, guiñándole un ojo a Diana mientras hacía girar su amuleto entre los dedos.
Nathan (bromeando para ocultar los nervios):
—Si muero, por favor que alguien borre mi historial de búsqueda.
Vanessa se colocó su máscara con elegancia, como si fuese parte de una pasarela, pero sus ojos fríos estaban completamente enfocados.
Vanessa (cruzando los brazos):
—Solo asegúrense de no estorbarme. No tengo tiempo para rescates innecesarios.
Christian, como siempre, no dijo nada. Solo asintió y se colocó la suya con calma, lanzando una mirada breve a Ryan que decía “no la vayas a cagar”.
Lloyd fue el último. Se quedó un momento en silencio, mirando a Camila de reojo. Ella solo lo observaba, sin hablar… pero con una expresión de orgullo velado. Él bajó la mirada y se colocó la máscara.
Lloyd (en voz baja, más para sí que para los demás):
—Esta vez... voy a hacerlo bien.
Sin una señal específica, salieron. Cinco figuras adolescentes, corriendo por la puerta principal del monasterio hacia un mundo que aún no los conocía... pero que pronto sabría de ellos.
Diana los observaba con los ojos muy abiertos, sintiendo cómo algo se encendía en su pecho. Camila estaba a su lado, apretando los labios.
Diana (susurrando):
—Ojalá pudiera ir con ellos…
Gabriel (sin girarse, como si pudiera leer sus pensamientos):
—Tu momento llegará, Diana. Créeme… llegará.
Y a unos pasos detrás, casi oculto en las sombras del pasillo, Caelum observaba la escena con una mueca fría en el rostro, los brazos cruzados.
Caelum (en voz baja, para sí):
—Niños jugando a ser héroes… Gabriel está cometiendo un error.
La tarde había caído sobre la ciudad, pero el caos no descansaba. Frente al centro comercial, patrullas y oficiales mantenían el perímetro sellado mientras las sirenas tintineaban con un tono opresivo. Los chicos, ya con sus trajes puestos, observaban desde una calle lateral, ocultos entre sombras.
Nathan (en tono relajado, pero atento):
—Ok, jefe... ¿cuál es el plan maestro? ¿Entramos bailando o reptando como ninjas?
Lloyd (mirando la escena con los brazos cruzados):
—Emm... bueno... si los policías no están entrando por la entrada principal, es porque está bloqueada. Eso significa que... tenemos que buscar otro punto de acceso.
Vanessa (cruzándose de brazos con una ceja alzada):
—Qué deducción tan brillante, Sherlock. ¿Y por dónde exactamente quieres entrar, genio?
Ryan (sin perder la sonrisa):
—Fácil. Por la parte trasera. Siempre dejan una entrada de carga... y por ahí nadie mira.
Christian (con voz grave y tranquila):
—Vamos.
Se movieron entre callejones y muros hasta llegar a la zona trasera del centro comercial. Era una entrada de servicio, oxidada y mal asegurada. Christian se adelantó sin hablar, puso sus manos sobre el marco y con un crujido seco, forzó la puerta sin esfuerzo.
Dentro, solo había silencio y oscuridad. Pasillos estrechos, cajas viejas, el eco de sus pasos amortiguado por sus nervios.
Lloyd (en voz baja):
—Manténganse cerca. Vamos por las zonas oscuras… sin ruidos.
Avanzaron con cuidado, pasando por la sala de empleados, esquivando sensores y cámaras. Ryan iba al frente, iluminando lo justo con una chispa en la mano, hasta que todos se detuvieron al escuchar voces. Se agacharon al pie de una escalera de metal oxidado que subía al segundo piso.
Arriba, unas ocho voces discutían acaloradamente entre sí sobre cómo salir del edificio con el dinero. Desde donde estaban, los chicos no podían ver a nadie… pero sí detectaron algo peor.
Nathan (susurrando mientras señala):
—¿Eso de ahí… no son detonadores?
Vanessa (con una expresión tensa):
—Están puestos en las salidas… si intentamos entrar de frente, explotan todo.
Ryan (entrecerrando los ojos):
—Malditos cobardes... están planeando salir volando, literalmente.
Los chicos subieron las escaleras en completo silencio. Cuando llegaron al final, se asomaron por detrás de unas estanterías. Y entonces los vieron. Ocho hombres armados. Bolsas llenas de dinero. Y... diez rehenes, tres de ellos niños pequeños, sentados contra una pared con cinta en la boca y las manos atadas.
El rostro de Lloyd cambió por completo. La Esencia Esmeralda titiló por unos segundos en sus ojos.
Lloyd (en un susurro cargado de rabia):
—Hijos de... la verga...
Christian (poniéndole una mano en el hombro):
—Respira. No queremos otro agujero en la pared.
Ryan (murmurando mientras afila una chispa en sus dedos):
—Tienes razón, Lloyd... pero sí les vamos a enseñar por qué no se mete uno con inocentes.
Vanessa (ya sacando uno de sus cuchillos de hielo):
—Propongo un ataque limpio y coordinado. Uno rápido. Silencioso.
Nathan (sonriendo, pero con el ceño fruncido):
—¿Silencioso con Ryan? Ja... eso va a estar difícil.
Lloyd tragó saliva. Respiró profundo y volvió a mirar a los rehenes. La Esencia chispeó otra vez, pero esta vez... él logró calmarla. Se giró hacia el equipo con determinación.
Lloyd (serio, maduro por un segundo):
—Vamos a hacerlo bien. Los rehenes primero. Nada de actuar como locos. Los atrapamos, y nos vamos. ¿Listos?
Todos asintieron. El aire se volvió denso. La misión acababa de comenzar.
Los chicos comenzaron a moverse entre las sombras. Mientras los ladrones hablaban entre ellos, distraídos por una discusión sobre las salidas y el dinero, Lloyd se escabulló agachado entre estanterías derribadas.
Uno de los rehenes, un joven con expresión aterrada, lo vio acercarse. Lloyd se inclinó junto a él, haciendo un gesto con el dedo sobre los labios.
Lloyd (en voz muy baja, con una sonrisa tranquilizadora):
—Shhhh... tranquilo. Todo va a estar bien. Solo no hagas ruido, ¿vale?
El chico asintió rápido, temblando un poco. Vanessa apareció detrás de Lloyd con uno de sus cuchillos de hielo ya formado. Con movimientos precisos, cortó las cuerdas que ataban al rehén.
Vanessa (susurrando mientras trabajaba):
—Uno menos. Vamos.
Sin ser vistos, ambos guiaron al rehén hasta una zona segura tras unos contenedores. Lloyd se giró hacia ella, aún agachado.
Lloyd (en voz baja):
—Okay... uno menos. Solo faltan nueve. Solo espero que Nathan y Ryan estén cubriéndonos bien la espalda…
De pronto, una voz resonó entre los ladrones.
Ladrón (gritando desde el centro):
—¡Muy bien! ¡Nos movemos! ¡Llévense a los rehenes al techo! ¡Ya casi salimos!
Uno a uno, los ladrones comenzaron a subir por las escaleras con los rehenes amarrados. En minutos, el piso quedó casi vacío. Solo quedaba un ladrón... y un rehén más.
Lloyd se asomó y miró la escena. Luego se giró hacia Vanessa, con la mirada encendida.
Lloyd (decidido):
—Si lo ataco ahora, podemos liberar a ese último antes de que se lo lleven también.
Vanessa (frunciendo el ceño):
—¿Estás loco? ¡No! Te dije que no ibas a actuar solo.
Lloyd (insistente, pero con tono juguetón):
—Es solo uno… y prometo no hacer un agujero en la pared esta vez. Tal vez…
Vanessa (molesta, susurrando furiosa):
—Lloyd. No. Vas a hacer una estupidez. ¡Escúchame por una vez!
Pero era tarde. Lloyd ya se había levantado con cuidado, cargando una esfera chispeante de Esencia Esmeralda en su mano. Su expresión había cambiado. Se notaba tenso, pero concentrado.
El ladrón comenzó a girarse al notar un ruido, pero antes de poder reaccionar, Lloyd salió del escondite.
Lloyd (gritando mientras lanza el ataque):
—¡Eh, idiota! ¡Atrápame esta!
La ráfaga verde impactó de lleno al ladrón, arrojándolo con violencia contra una columna de concreto. El impacto dejó al hombre inconsciente al instante.
Ryan, escondido en la parte alta del área de empleados, se asomó al ver el destello y murmuró desde lo alto, con su típico sarcasmo:
Ryan (susurrando):
—Te pasaste, bro... creo que eso lo mandó directo al lunes.
Lloyd se acercó al ladrón derribado, mirándolo un segundo con cierta sorpresa. No por el resultado… sino por lo rápido que lo hizo.
Lloyd (más para sí mismo):
—...No creí que saliera tan fuerte.
Vanessa apareció detrás de él, molesta pero sin levantar la voz.
Vanessa (irónica):
—"Prometo no hacer un desastre", ¿no? Te falta un diccionario elemental, Varek.
Lloyd sonrió nervioso mientras le rascaba la nuca, aún chispeando un poco de energía en la palma.
Lloyd (bajando la voz):
—Ups… pero admitelo, fue épico.
Vanessa (suspira):
—Vamos a liberar al rehén antes de que tu “epicidad” nos cueste el plan completo.
Lloyd (mirando a los dos rehenes, con decisión):
—No hay tiempo que perder. ¡Desátenlos rápido y sáquenlos de aquí!
Se gira hacia los otros chicos, marcando instrucciones como si ya lo hubiera hecho cien veces.
Lloyd:
—Nathan, Christian, llévenlos por la salida trasera. Y manténganse atentos. Si este tipo despierta, no duden.
Nathan (asintiendo con una media sonrisa):
—¿Y si empieza a gritar?
Christian (frunciendo el ceño, serio):
—Lo callamos.
Ambos se llevan a los rehenes sin hacer más ruido. Lloyd, mientras tanto, ata al ladrón con una cuerda improvisada. Vanessa se acerca, congelando la pistola y atrapando sus piernas en una capa de hielo.
Vanessa (con frialdad):
—Ahora sí que no va a ir a ninguna parte. Vamos por los demás.
Pero justo en ese momento, se escucha una puerta abrirse con fuerza. Otro ladrón entra al área, hablando por su comunicador.
Ladrón:
—¿Qué fue ese ruido? ¿Todo bien allá abajo?
Los tres se agachan de inmediato. Lloyd tropieza al intentar moverse rápido, resbalando con una caja de cartón vacía. Cae de espaldas, justo en el momento en que Vanessa intenta retroceder... y termina cayendo encima de él.
Ambos quedan congelados en el suelo. Vanessa, sobre Lloyd, con las mejillas ligeramente sonrojadas, paralizada un par de segundos.
Vanessa (en voz bajísima, sin moverse):
—...No digas nada.
Lloyd trata de hablar en un susurro apurado, mirando hacia el pasillo, asustado de que los descubran.
Lloyd (desesperado, apretando los dientes):
—¡Q-quítate, quítate, quítate! ¡Se acerca!
En su apuro, la empuja con torpeza hacia un lado. Vanessa cae rodando, pero no dice una palabra. Su rostro está inexpresivo… aunque sus ojos brillan con una mezcla de vergüenza y rabia contenida.
El ladrón entra más al lugar y se detiene al ver al compañero inconsciente, cubierto de hielo.
Ladrón (sorprendido):
—¡¿Qué...?! ¡Tenemos intrusos! ¡Uno de los nuestros está noqueado!
De inmediato, el ladrón saca su arma y se aleja por el pasillo, buscando entre las sombras, mientras habla por radio alertando a los demás.
Lloyd se incorpora de inmediato y respira agitado. Mira a Vanessa, aún sin saber cómo reaccionar.
Lloyd (en voz muy baja):
—¿Estás bien?
Vanessa no le contesta. Solo lo mira de reojo, luego se sacude el polvo del pantalón, recuperando su pose fría habitual. Camina hacia la oscuridad sin volver a mirarlo.
Vanessa (con sarcasmo seco, mientras se aleja):
—Podrías tener más cuidado… no todos caen tan bien como yo.
Ryan se acerca con sigilo, pero al ver la escena entre Lloyd y Vanessa no puede evitar meter su cuchara con sarcasmo.
Ryan (bajito, con tono burlón):
—¿Podrían, por favor, dejar el drama romántico para después? En serio... ya todos sabemos que se traen algo.
Vanessa frunce el ceño y lo fulmina con la mirada.
Vanessa (susurrando con rabia contenida):
—¿¡Yo enamorada de este idiota!? Estás delirando, aire con patas...
Lloyd ni siquiera responde. Su mirada está fija en las escaleras que llevan al tercer piso. Algo en él hace clic, como si su cuerpo se moviera antes que su mente.
Lloyd (con determinación repentina):
—...No tenemos tiempo. Yo me adelanto.
Corre en silencio escaleras arriba, impulsado por una mezcla de adrenalina y responsabilidad.
Vanessa (alarmada, levantando la voz un poco más de lo necesario):
—¡¿Lloyd, estás loco?! ¡Espera!
Ryan (también sorprendido):
—¡Vanessa, cuidado!
Al voltear, Vanessa se queda paralizada. Un ladrón ha salido del pasillo lateral y le está apuntando directo a Ryan.
Ladrón (firme y amenazante):
—Levanten las manos... despacio. Y ni se les ocurra gritar.
Vanessa traga saliva. Por primera vez, se le nota un atisbo real de miedo en los ojos. Ryan levanta las manos sin perder el humor.
Ryan (medio serio, medio irónico):
—Tranquilo, tranquilo... sin necesidad de dramatizar. Solo estamos de paseo.
---
Mientras tanto, en el tercer piso…
Lloyd llega agitado. Escanea rápidamente el área, con los sentidos a tope. Su mirada se detiene en una escena tensa: un ladrón apunta con un arma a una mujer y su hija, acorralándolas contra una pared.
Lloyd (murmurando para sí mismo):
—Carajo… esto se va a poner feo.
Da un paso adelante, con todo el sigilo que puede, pero pisa un pedazo de vidrio. El "crack" resuena en el silencio.
Ladrón (alerta):
—¡¿Quién anda ahí?! ¡VAMOS ARRIBA, YA!
El ladrón gira en dirección al ruido, apuntando su arma hacia Lloyd. Pero este no se inmuta. Se queda de pie, con una media sonrisa calmada en el rostro.
Lloyd (con voz despreocupada pero firme):
—Ey… buenas. ¿Todo bien por aquí?
Ladrón (confundido y tenso):
—¡Te dije que te calles!
Lloyd (levantando las manos lentamente):
—Pero tú dijiste “manos arriba”, no “boca cerrada”, ¿o sí?
El ladrón aprieta la mandíbula, claramente irritado. Apunta hacia la niña.
Ladrón (furioso):
—¡Te callas o le vuelo la cabeza a la mocosa!
Lloyd deja caer las manos lentamente y su expresión se endurece. El dorso de su mano empieza a brillar en verde. Su voz cambia a una más grave y determinada.
Lloyd:
—No… no vas a tocarla. Si quieres disparar, hazlo… pero a mí.
Ladrón (desconcertado):
—¿Qué…?
Lloyd:
—Sí. Dispara. Pero no a ella.
El ladrón, dudando, finalmente dispara. En ese instante, Lloyd activa su escudo de Esencia Esmeralda: un domo translúcido lo protege del disparo. La bala rebota y golpea la pared.
Ladrón (impactado):
—¿¡Qué rayos…!?
Lloyd (con una sonrisa):
—Valiste queso.
Con rapidez, Lloyd lanza una esfera de Esencia Esmeralda. El ataque golpea el arma, que explota en una chispa de luz verde, y el ladrón sale disparado contra la pared, quedando inconsciente.
Lloyd corre hacia la mujer y la niña, que están temblando. Se arrodilla junto a ellas con cuidado, manteniendo el escudo activo un momento más por precaución.
Lloyd (suavemente, con voz tranquilizadora):
—Ya está… están a salvo. No voy a dejar que les pase nada, lo prometo.
La mujer lo mira fijamente, aún con el corazón acelerado.
Mujer (con incredulidad):
—Tu voz… suenas tan joven...
Lloyd baja la cabeza un segundo, sin saber bien qué responder, luego sonríe un poco.
Lloyd (con sinceridad):
—Puede ser… pero eso no significa que no pueda protegerlos.
Lloyd aún se encontraba junto a la mujer y su hija, protegiéndolas con su cuerpo, cuando una nueva amenaza lo obliga a reaccionar instintivamente.
Un disparo rompe el silencio. Sin pensarlo, Lloyd alza el brazo y despliega un escudo de Esencia Esmeralda frente a él y las dos civiles. La bala choca violentamente contra la barrera de energía. El impacto hace vibrar el escudo y luego... ¡crack! Se rompe en mil fragmentos verdes como vidrio fino.
Ladrón (desde la entrada del piso, con voz fría y burlona):
—Ni se te ocurra moverte, estúpido.
Lloyd voltea y su rostro se tensa al ver a Ryan y Vanessa atados de pies y manos al fondo del pasillo. Sus ojos se abren con furia.
Lloyd (gritando):
—¡¿Ryan?! ¡¿Vanessa?!
Ladrón (sonriendo):
—Vaya, así que los conoces… qué coincidencia. Haz un trato conmigo, muchachito. Me entregas a la mujer y a la niña… y tus amiguitos vivirán.
Lloyd aprieta los dientes. Mira a la madre, que cubre a su hija con desesperación. La niña apenas puede contener el llanto.
Lloyd (con voz baja, casi rugiendo):
—¿Y si no lo hago…?
El ladrón no duda. Sujeta a Vanessa por el cabello y le pone el cañón de la pistola en la cabeza.
Ladrón (amenazante):
—Entonces la princesita se queda sin cabeza.
Vanessa contiene un grito. Por un segundo, su mirada se cruza con la de Lloyd. No dice nada, pero hay un “no lo hagas” silencioso en sus ojos. Lloyd respira hondo. Baja lentamente las manos.
Lloyd (calmándose):
—Está bien… está bien. Solo… no le hagas daño.
Se arrodilla con cuidado junto a la mujer. Ella lo observa con temor.
Lloyd (susurrando):
—Déjeme tomar a su hija… necesito que confíe en mí.
Mujer (susurrando, asustada):
—¿Qué vas a hacerle?
Lloyd:
—Nada malo. Solo necesito que siga mi plan. La protegeré con mi vida, se lo juro.
La mujer vacila… pero finalmente acaricia el cabello de su hija y le susurra algo. La niña, temblando, se aferra con fuerza al cuello de Lloyd. Él se levanta con la niña en brazos, la mujer caminando detrás de él lentamente.
Ladrón (burlón, relajando la pistola mientras suelta a Vanessa al suelo):
—Así me gusta. Un héroe obediente. Anda, acércate más...
Lloyd avanza, con pasos calculados. En su mano libre, empieza a concentrar una esfera luminosa de Esencia Esmeralda, pero la oculta entre su cuerpo y la niña. El ladrón no lo nota.
Cuando está lo suficientemente cerca…
Lloyd (con voz clara y firme):
—¡¡¡CÚBRANSE!!!
En un solo movimiento, abraza con fuerza a la niña y gira sobre sí mismo, protegiéndola con su cuerpo. La madre se lanza al suelo. Vanessa y Ryan, entendiendo el plan, se impulsan con lo que pueden hacia una zona más segura. Y en ese momento…
💥 ¡BOOM! 💥
La esfera estalla frente al ladrón en una explosión controlada de luz verde, que lo lanza hacia atrás como una muñeca de trapo. La onda expansiva rompe lámparas, sacude vitrinas y deja un leve eco retumbando en el aire.
Cuando todo se calma, el ladrón está inconsciente en el suelo, con el arma hecha pedazos.
Lloyd, aún abrazando a la niña, la mira a los ojos con una sonrisa suave.
Lloyd (jadeando, pero con dulzura):
—Ya pasó. Lo hiciste increíble… ya estás a salvo.
La niña lo abraza con fuerza, llorando en silencio.
Mujer (desde el suelo):
—No lo puedo creer… eres solo un niño…
Lloyd (mirándola con una leve sonrisa, un poco nervioso):
—Bueno… sí, pero soy un niño con muy buen sentido del drama.
Vanessa se arrastra hacia ellos, aún atada, con una expresión entre molesta y aliviada.
Vanessa (murmurando):
—Imbécil… eso fue demasiado arriesgado…
Lloyd la mira de reojo, alzando una ceja.
Lloyd:
—¿Ves? Sabía que te importo.
Vanessa (sarcástica):
—Solo me importa que no explotes al lado mío, estúpido.
Ryan (desde el fondo, atado pero sonriendo):
—Ay, por favor… ya suéltense el pelo y dense un beso.
Lloyd corre hacia Ryan, cortando con rapidez las cuerdas que lo mantenían atado. Luego se agacha frente a Vanessa, aún con el ceño fruncido.
Lloyd (intentando bromear):
—Listo, princesa del hielo. Tu caballero te ha rescatado.
Vanessa, apenas liberada, se pone de pie y sin decir palabra…
¡PAM!
Le da una bofetada seca en la mejilla.
Lloyd (exageradamente dolido):
—¡HAAAAAUUUU! ¡Mi cara! ¡La necesito para sonreír!
Se lleva ambas manos al rostro, haciendo un gesto dramático mientras se tambalea un poco. Vanessa se queda quieta un segundo, respirando agitadamente… hasta que lo abraza con fuerza, repentinamente.
Vanessa (en voz baja, quebrada):
—De verdad me asustaste, idiota… No lo vuelvas a hacer, ¿me oíste?
Lloyd se congela un segundo. Luego sonríe con calidez y le acaricia la espalda con torpeza.
Lloyd (con voz suave):
—Te lo prometo... Bueno, lo intentaré al menos. Ya sabes cómo soy.
Ryan los observa con los brazos cruzados y una ceja levantada.
Ryan (con tono burlón):
—Qué bonito… Enamorados salvando el mundo. Yo me encargo de la señora y la niña, gracias por su apoyo emocional.
Vanessa se separa de golpe, visiblemente incómoda, mientras Lloyd se rasca la nuca sin saber qué decir.
Lloyd:
—Gracias, Ryan... nos vemos abajo.
Ryan (guiñando un ojo):
—Diviértanse. Pero sin explotar nada esta vez, ¿sí?
Ryan se aleja con paso firme, acompañando a la mujer y su hija hacia la salida. Lloyd y Vanessa se miran por un momento antes de continuar su ascenso al último piso.
Al llegar arriba, ambos se detienen tras una columna, respirando con cuidado. Al asomarse, observan a los últimos ladrones hablando por un radio con la policía. Uno de ellos luce claramente nervioso; otro, en cambio, ríe mientras apunta su arma a un rehén.
Ladrón (por radio):
—¡Quiero dos autos, doscientos mil en efectivo y paso libre! Si no, empiezo a soltar cuerpos. Tienen cinco minutos.
Vanessa (apretando los puños, entre dientes):
—Malditos cobardes… jugar con vidas así…
Lloyd (suspira y se asoma un poco más):
—Ya lo sé… Pero al menos ya vimos que no son tan listos.
Vanessa (girando a verlo):
—¿Y eso qué significa?
Lloyd (sonríe de lado):
—Que no valen madres. Podemos con ellos.
Vanessa rueda los ojos, pero no puede evitar sonreír apenas.
Vanessa:
—Si vamos a hacer esto, lo hacemos bien. Sin más explosiones... ¿entendido?
Lloyd (con su típica sonrisa de niño tonto):
—Sí, sí… sin explosiones… pequeñas.
Vanessa solo lo mira con una mezcla de resignación y ternura. Se acomodan detrás de otra columna, listos para actuar.
Lloyd (con firmeza, activando su energía):
—Muy bien, Vanessa... Es hora de enfriarlos.
Vanessa asiente, con una pequeña y afilada sonrisa. El aire a su alrededor se vuelve más denso y gélido mientras empieza a canalizar su poder.
Corte a Ryan, que llega a la salida trasera con la mujer y su hija. Las acompaña hacia un grupo de paramédicos.
Mujer (mirándolo con ojos agradecidos):
—Gracias, joven... De verdad. No todos los que tienen poderes los usan para ayudar. Me alegra que tú sí.
Ryan (rascándose la cabeza, algo incómodo por el halago):
—Nah, no hay de qué, señora. Solo hacemos lo que... sentimos correcto.
La niña se despide con una sonrisa tímida y Ryan les hace un gesto antes de volver la vista al edificio, su expresión tornándose más seria.
En la entrada principal del centro comercial, los policías se preparan para entrar... hasta que una explosión sacude la fachada.
¡BOOM!
Escombros y humo salen disparados por los aires, los agentes corren a ayudar a sus compañeros heridos.
En ese instante, Nathan y Christian aparecen por el costado, guiando a los rehenes rescatados.
Policía (apuntándoles):
—¡Alto! ¡Manos arriba! ¡Suelten a los rehenes ahora mismo!
Nathan (levantando las manos, nervioso):
—¡Espera, espera! ¡No dispares! ¡Somos los buenos!
Uno de los rehenes, un hombre mayor con el rostro sucio y asustado, grita desde atrás:
Rehén:
—¡Alto! ¡Ellos nos salvaron! ¡No les hagan daño!
Los agentes dudan por un momento, pero siguen apuntándoles con desconfianza.
Policía:
—Puede ser, pero aún no sabemos quiénes son. ¡Identifíquense ahora mismo!
Christian (frunciendo el ceño):
—No podemos. Hay más rehenes adentro. Tenemos que volver.
Policía (cortante):
—¡Nadie se mueve hasta que aclaremos esto!
De pronto, una llamarada cae entre los policías y los chicos. Ryan aparece desde un costado, las manos aún humeantes.
Nathan (alarmado):
—¡¿Ryan qué demonios haces?!
Ryan (con una sonrisa traviesa mientras les hace una seña para correr):
—¿Qué prefieres, Nate? ¿Explicar todo esto en una celda... o terminar la misión?
Los policías retroceden por la ráfaga de calor. Nathan duda por un instante, pero al ver que Christian ya corre detrás de Ryan, no tiene más opción.
Nathan (mientras corre):
—¡Te odio, Ryan! ¡Nos van a salir en las noticias como terroristas, carajo!
Ryan (riendo):
—¡Pero vamos a salir geniales en la foto!
Los tres chicos desaparecen entre los callejones mientras los policías los siguen, confundidos y frustrados.
Germán, el hombre de hierro, alzó la mirada y soltó una risa profunda, metálica, casi burlona.
Germán (cruzando los brazos mientras chasquea el cuello):
—¿Y estos mocosos qué se creen...? ¿Superhéroes de película?
Uno de los ladrones heridos, arrastrándose hacia la pared, escupió sangre y soltó con sorna:
Ladrón (resoplando):
—Ya ves… Maestros elementales jugando a ser salvadores… en un mundo que dejó de creer en ellos hace rato.
Vanessa corre hacia Lloyd, que aún se sacudía el golpe del suelo. Él apenas alcanzó a ponerse de pie cuando la chica lo sujetó del brazo.
Vanessa (seria, pero con un dejo de miedo mal disimulado):
—¿Qué hacemos, Lloyd? Ese tipo no es un ladrón cualquiera…
Lloyd (mirándola con una sonrisa torcida mientras sacude las manos):
—No quiero pelear… o bueno, sí… ¡pero no con el gigante de metal!
Germán tronó los nudillos. De ellos saltaron chispas azules como si su cuerpo tuviera corriente interna.
Germán (riendo mientras da un paso al frente):
—Pues mala suerte, Esmeraldito. Porque conmigo es con quien vas a pelear.
Ladrón (alejándose lentamente):
—Germán… Te encargas tú. Yo ya hice bastante.
Germán (asintiendo, confiado):
—No te preocupes. Esto no me toma ni tres minutos.
Lloyd inspira profundamente, y con una mirada decidida a Vanessa, susurra:
Lloyd (mirándola de reojo):
—Cuídame la espalda… por si no salgo volando otra vez.
Antes de que ella pueda responder, Lloyd se suelta y corre directo hacia el enemigo. Sus puños se recubren con una brillante energía verde, que se arremolina y pulsa con fuerza vital. Salta con impulso y lanza un golpe directo al abdomen del enemigo.
¡PUM!
Pero el sonido no fue el de carne golpeando carne… sino el seco retumbar de un puño contra acero. El cuerpo de Germán ni se movió. Apenas retrocedió medio paso.
Germán (mirando hacia abajo con una ceja alzada):
—¿Eso fue todo?
Lloyd se queda unos segundos con el puño aún en contacto con el torso metálico. Parpadea varias veces, incómodo.
Lloyd (sonriendo nervioso):
—Emmm… ¿puedo repetir? Es que este era como… un calentamiento.
Vanessa (desde atrás, llevándose una mano al rostro):
—Dios mío, ¿en serio?
Los pasos apresurados de Ryan, Nathan y Christian resonaban por las escaleras del centro comercial, subiendo piso tras piso mientras el caos reinaba más arriba. Apenas cruzan el umbral del tercer nivel, se topan de frente con dos ladrones armados arrastrando a los últimos rehenes por el pasillo.
Ryan (alzando la voz con seguridad exagerada):
—¡Ey! ¿A dónde creen que van con ellos, genios del crimen?
Uno de los ladrones se voltea con rapidez, claramente cansado del día que estaba teniendo.
Ladrón (gruñendo):
—¡¿Qué demonios?! ¿¡Más de ustedes?! ¡¿De dónde salen, carajo?!
Sin decir más, el ladrón comienza a disparar sin pensarlo.
Nathan (gritando mientras se lanza al suelo):
—¡AH, NO MAMCHES! ¡¿QUÉ NO ESCUCHAN PRIMERO Y DISPARAN DESPUÉS?!
Las balas rebotan cerca, cortando el aire con silbidos peligrosos. Christian apenas reacciona, se arrodilla con los puños en el suelo y murmura algo entre dientes.
Christian (con voz baja pero firme):
—...Ya me hartaron.
De pronto, el suelo tiembla y una grieta gigantesca se abre frente a ellos. Los ladrones pierden el equilibrio, sus armas caen de sus manos... pero también lo hacen los rehenes.
Ryan (viendo a los rehenes tambalearse al borde del abismo):
—¡Christian! ¡Perfecta ejecución, bro…! Pero los rehenes también están cayendoooo, ¡MALDICIÓN!
Los tres corren a toda velocidad, arriesgando el pellejo para atraparlos. Ryan alcanza a una mujer por el brazo, Nathan usa una ráfaga de aire para empujar a un niño hacia arriba, y Christian agarra a un tercero con un solo brazo y lo carga de vuelta al nivel seguro.
Nathan (jadeando, mientras ayuda a levantar a los demás):
—¡Uf! Eso fue demasiado cerca… Creo que casi me convierto en niñera de guardería por el resto del año.
Pero entonces, uno de los ladrones, con la cara ensangrentada y rabia en los ojos, se lanza directamente sobre Ryan. El chico apenas alcanza a esquivar el primer golpe.
Ryan (forcejeando):
—¡¿QUÉ TE PASA?! ¡¿NO VES QUE ESTOY TRATANDO DE SER UN HÉROE AQUÍ?!
La pelea es torpe, caótica. Ryan logra lanzar un par de puñetazos, pero claramente no es su fuerte el combate cuerpo a cuerpo. El ladrón lo empuja contra una columna.
Christian (avanzando con lentitud):
—Ryan…
Pero antes de que el ladrón pueda seguir golpeando, un fuerte viento lo levanta del piso y lo lanza contra la pared, dejándolo fuera de combate.
Nathan (sonriendo mientras baja la mano con la que lanzó la ráfaga):
—¿Listo? Porque si querías practicar defensa personal, hay gimnasios menos peligrosos, bro.
Ryan (sentado en el suelo, respirando con dificultad):
—Gracias… aunque admito que una clase con Caelum no sonaría tan mal ahora.
Christian (asintiendo apenas, mientras revisa que todos los rehenes estén bien):
—Tenemos que movernos. Esto aún no termina.
El techo crujía con cada pisada de Germán, cuyos puños de metal golpeaban sin tregua el escudo de Lloyd. La barrera de Esencia Esmeralda comenzaba a resquebrajarse, vibrando bajo la brutalidad del enemigo. Lloyd apretaba los dientes, jadeando, mientras retrocedía paso a paso.
Lloyd (resoplando, tenso, sin perder su tono medio torpe):
—Vale... esto se está poniendo feo. Muy feo...
Vanessa, desde un lado, alza los brazos con rapidez y lanza estalactitas de hielo que se clavan en el piso, congelando brevemente los pies y brazos de Germán.
Vanessa (afilada, con rabia en la voz):
—¡Congélate, maldito pedazo de chatarra!
Lloyd aprovecha el momento y se aparta, tambaleándose. Se acerca a Vanessa que ya está posicionándose a su lado. Germán se ríe con un tono grave y burlón, rompiendo lentamente el hielo con su fuerza descomunal.
Germán (con desprecio):
—¿Y tú eres la lista, eh, hermosa? ¿Crees que eso me detiene? Primero acabaré con tu amiguito... y luego iré por ti.
Vanessa da un paso atrás y, sin perder la pose orgullosa, se esconde detrás de Lloyd. Él se la queda viendo incrédulo.
Lloyd (ojos abiertos, con voz aguda):
—¿Es en serio, Vanessa? ¡¿Ahora te escondes detrás de mí?!
Vanessa (cruzada de brazos, en voz baja):
—No es miedo... es estrategia defensiva. Además, dijo que tú primero.
Germán rompe el hielo de un manotazo y se lanza hacia ellos como una locomotora humana. Lloyd se pone al frente y canaliza toda su energía en una ráfaga de Esencia Esmeralda. El ataque es fuerte... pero inestable. La onda impacta directo, pero Germán se cubre con su brazo metálico y resiste sin caer.
Germán (riendo mientras avanza):
—Eso fue lindo. ¿Ahora sí viene lo bueno?
De un solo movimiento, lo agarra por el pecho y lo lanza por el borde del edificio. Lloyd desaparece de la vista.
Vanessa (gritando con desesperación):
—¡LLOYYYDDD!
Pero antes de que Germán pueda darse la vuelta, algo lo detiene. Una cuerda de Esencia Esmeralda, delgada y temblorosa, se aferra a su pierna. Germán baja la vista con confusión.
Germán (sorprendido):
—¿Qué demonios...?
La cámara baja y muestra a Lloyd colgando de la cuerda desde el costado del edificio, con una sola mano, tiritando.
Lloyd (diciéndose a sí mismo, desesperado):
—No la sueltes... no la sueltes... ¡No la deshagas, portador! ¡¡Concéntrate, Lloyd, concéntraaaate...!!
Vanessa se asoma, mirándolo colgando con una mezcla de angustia y molestia.
Vanessa (sarcasmo nervioso):
—¿Esa es tu gran idea? ¿Colgarte como piñata?
Lloyd (gritando):
—¡No es una idea! ¡¡Es supervivencia!!
Pero Germán tira de la cuerda con fuerza y Lloyd sale volando de regreso al techo. Se estrella de espaldas contra una estructura metálica y rueda hasta quedar boca arriba, aturdido.
Lloyd (con un quejido exagerado):
—Auuuuu... ya no quiero pelear con Terminator...
Germán se ríe con fuerza, como si disfrutar el caos lo alimentara. Alza el puño derecho, chispeante de energía metálica, y se lanza directo contra Lloyd.
Germán (bramando):
—¡Hora de dormir, niñito!
Pero justo antes del impacto, Vanessa congela el suelo bajo él. Germán patina torpemente y cae de espaldas con un estruendo metálico. Vanessa corre hacia Lloyd, jadeando.
Vanessa (molesta, pero con una pizca de preocupación real):
—¡Vamos, idiota! ¡Levántate! No pienso morir contigo aquí arriba.
Lloyd intenta levantarse, tambaleándose. Pero en ese instante, algo cambia. Todo se ralentiza. El sonido se vuelve hueco. Sus ojos se enfocan en Vanessa, y su cuerpo se mueve solo. La toma entre sus brazos y se lanza al suelo con ella.
Lloyd (gritando):
—¡AGÁCHATE!
Un gigantesco ventilador industrial vuela a toda velocidad por encima de ellos, estrellándose contra la puerta del techo con un estruendo que hace temblar toda la estructura. Ambos quedan en el suelo, cubiertos de polvo y asombrados.
Vanessa (mirándolo sin entender):
—¿C-cómo hiciste eso...?
Lloyd (aún encima de ella, confundido):
—Yo qué sé... mi cuerpo hizo cosas raras, como siempre.
Se incorpora y le tiende la mano. Vanessa la toma sin comentar nada más. Germán ya se está poniendo de pie, sacudiéndose el hielo de los hombros.
Germán (burlón):
—Mmm... tienes algo especial ahí, mocoso. Reflejos, energía... un instinto afilado. Pero me da igual. Solo vine a aplastar huesos.
Lloyd (mirando el borde sellado del techo):
—Tenemos que salir de aquí.
Vanessa (irónica):
—¿Ah sí? ¿Y cómo, Einstein? ¿Te vas a convertir en helicóptero?
Lloyd cierra los ojos, respira hondo y extiende la mano derecha. Su esencia empieza a vibrar. La energía verde chispea suavemente en su palma.
Lloyd (murmurando):
—Vamos, Lloyd... como dice Gabriel... céntrate, siente el flujo. Solo... deja que salga.
Germán entrecierra los ojos al oír el nombre.
Germán (repentinamente más serio):
—¿Gabriel...? ¿Estás hablando de Gabriel Solenne?
Lloyd no responde. La energía se intensifica. La luz verde se concentra y toma forma. Una espada de Esencia Esmeralda se materializa, flotando un segundo antes de caer con fuerza en la mano de Lloyd.
Germán (emocionado):
—¡Ja! ¡Ahora sí se puso interesante!
Vanessa mira la espada, impresionada, pero no dice nada. Solo da un paso atrás y se prepara para respaldarlo.
Lloyd (respirando profundo, con una sonrisa desafiante):
—Entonces, vamos a hacerlo bien.
Lloyd (jadeando, mientras se reincorpora):
—Vanessa... intenta usar tu hielo para hacer una resbaladilla... que nos lleve hasta el suelo.
Vanessa (frunciendo el ceño):
—¿¡Una qué!? ¿Y cómo se supone que haga eso, genio?
Lloyd (mirándola de reojo mientras sostiene la espada de Esencia):
—¡No sé! ¡Es tu poder! ¡Invéntate algo, eres lista!
Vanessa bufa con fastidio, retrocediendo hasta el borde del techo. Cierra los ojos, respira profundo y comienza a concentrar su poder. Su aura azulada se extiende por el concreto.
Vanessa (murmurando, para sí):
—Una resbaladilla... sí claro... como si fuera decoradora de fiestas infantiles...
Mientras tanto, Lloyd aprieta con fuerza el mango de la espada, mirando a Germán con una mezcla de tensión y sarcasmo mal disimulado.
Lloyd (tratando de enfocarse, voz baja):
—Vamos, no tiembles... solo mantente entera. No quiero que se derrita en la cara del grandulón...
Germán observa el espectáculo con arrogancia, cruzando sus brazos de acero.
Germán (burlón):
—¿Ya terminaste con tu show, niñito? Esto no es una caricatura. Esto es vida real... y en la vida real, te aplastan.
Sin responder, Lloyd se lanza hacia él con la espada de Esencia Esmeralda encendida. Germán intenta golpearlo, pero Lloyd esquiva por puro instinto, su cuerpo reaccionando más rápido que su mente.
Germán (divertido):
—¡Eso es todo lo que tienes! ¿¡Saltitos de conejo!?
Pero Lloyd no se detiene. Se desliza bajo uno de los brazos de Germán y clava su espada en un corte limpio en el brazo metálico. Un chispazo y un leve chorro de sangre brotan por la ranura abierta.
Germán (gritando):
—¡AAAAAGH! ¿¡Pero qué demonios!?
Se mira el corte, incrédulo. El metal está dañado, y por debajo, carne viva.
Germán (gruñendo, con los ojos llenos de furia):
—Tienes algo especial, chico. Pero eso solo hará que me divierta más destrozándote.
Se lanza contra Lloyd, lo toma de la pierna en pleno aire y lo lanza con una fuerza brutal contra un cartel gigante del centro comercial. La estructura retumba.
Corte a los policías en la entrada.
Policía 1 (mirando hacia arriba):
—¿¡Qué demonios fue eso!?
Los reporteros que ya estaban cerca comienzan a grabar.
Reportera (en cámara, voz alarmada):
—¡Estamos viendo lo que parece un combate entre un joven con habilidades especiales y un criminal mejorado físicamente! ¡Esto es en vivo!
Lloyd queda clavado en medio del cartel, adolorido, con un trozo de neón colgando sobre su cabeza.
Lloyd (quejándose, apenas puede moverse):
—Ugh... ok, sí... definitivamente esto podría ser peor...
Y justo cuando lo dice, Germán salta desde el techo y aterriza a su lado con un estruendo que hace temblar toda la estructura.
Lloyd (con una mueca de dolor):
—Genial... yo y mi bocota...
El escudo de Esencia Esmeralda tiembla con cada impacto. Germán golpea como un martillo, y cada golpe resquebraja más la protección de Lloyd. Están sobre el cartel gigantesco del centro comercial, balanceándose peligrosamente.
Germán (riendo, golpeando sin piedad):
—¡Vamos, mocoso! ¿¡Esto es todo lo que el gran maestro Esmeralda puede hacer!? ¡Eres solo otro niño con juguetes nuevos!
Lloyd gruñe, jadeando, resistiendo a duras penas. Pero su escudo comienza a resquebrajarse.
Vanessa (corriendo hacia el borde del techo, gritando desesperada):
—¡NO, NO, LLOYD! ¡POR FAVOR, NO TE CAIGAS! ¡NO AHORA!
En la puerta del techo, Ryan, Nathan y Christian intentan abrirla. Está completamente trabada.
Ryan (frustrado, empujando con fuerza):
—¡¿Pero qué demonios le pasa a esta puerta?! ¡No se mueve!
Nathan (poniéndose en cuclillas, mirando por debajo):
—Algo la está bloqueando desde el otro lado… hay escombros o algo pesado.
Christian (serio, sin dudar):
—Entonces buscamos otra ruta. No hay tiempo. Lloyd está allá afuera... y está solo.
Germán finalmente rompe el escudo con un último golpe devastador. Lloyd queda expuesto. El villano lo toma del cuello y lo alza como si no pesara nada.
Germán (con una sonrisa siniestra):
—Así que… ¿Gabriel Solenne es tu maestro?
Eso quiere decir... que tú eres el elegido de esa ridícula profecía.
—(ríe)
—¡Perfecto! Entonces podré contarle al mundo que maté a una leyenda antes de que lo fuera.
Lloyd (mientras se ahoga):
—Sí, sí… qué conmovedor. ¿Puedes callarte ya?
Germán ruge, salta al vacío con Lloyd en su poder, y ambos atraviesan una de las paredes del centro comercial. Se sostienen de los bordes metálicos con fuerza brutal. Germán aplasta a Lloyd contra la pared como si estampara una muñeca.
Lloyd (grita de dolor, el aire le escapa del pecho):
—¡AAGHH...!
Germán (apretando más):
—¿Duele? Claro que duele. ¿Sabes por qué? Porque no eres especial.
Solo eres otro mocoso jugando a ser héroe...
Vanessa (desde lo alto, desesperada, mirando a su alrededor):
—¡SUÉLTALO! ¡¡SUÉLTALO, MALDITO!!
—(mira por todos lados buscando cómo bajar, impotente)
De pronto, un helicóptero aparece en el cielo. Las luces se encienden sobre ellos, las cámaras empiezan a grabar. El mundo entero comienza a ver lo que está pasando.
Casa de Gabriel. Camila, Diana y Francisco por fin llegan.
Camila (suspirando aliviada):
—Puff… por fin. Me gustó el monasterio, pero no hay como mi casa...
Diana (cruzándose de brazos, con tono travieso):
—¿Estás segura? A mí me gustó más la comida de allá.
Francisco se deja caer en el sofá y enciende la televisión. Apenas lo hace, se queda completamente paralizado.
Reportera (en TV) (voz urgente):
—Estamos presenciando una situación sin precedentes. Un grupo de extraños con habilidades está interviniendo en un asalto en pleno centro comercial.
—(las imágenes del helicóptero muestran a Lloyd siendo golpeado por Germán)
Diana (gritando):
—¡ESE ES LLOYD! ¡ES MI HERMANO!
Camila se lanza hacia la pantalla, con los ojos abiertos de par en par.
Camila (temblando):
—¿¡Qué le está haciendo ese hombre…!?
Gabriel entra justo en ese momento. Mira la pantalla, y su expresión cambia.
Gabriel (serio, frío, como si hubiera reconocido algo):
—...Ese hombre... no es cualquier criminal.
Gabriel (levantándose con seriedad, tomando su abrigo):
—Tengo que ir por mis alumnos. Esto ya se salió de control…
Camila (firme, decidida):
—¡Yo voy contigo, papá!
Gabriel (alzando la voz por primera vez, autoritario):
—¡NO!
—(pausa, su mirada se suaviza, pero su voz sigue firme)
—No sabes con quién se están enfrentando. No permitiré que te pase algo… no a ti.
Camila aprieta los puños con rabia contenida. Su rostro se tensa de impotencia. Diana, en silencio, no puede apartar la vista de la pantalla.
Diana (en voz baja, como si hablara para sí misma):
—Lloyd… por favor, aguanta…
En el cartel del centro comercial, Germán sigue golpeando brutalmente a Lloyd contra el muro.
Lloyd (jadeando, con sarcasmo débil):
—Ya… suéltame… para que pueda… darte una buena cachetada…
Germán (entre risas):
—¿Aún tienes sentido del humor? Bien. Te lo arrancaré junto con el maldito corazón.
Pero antes de que Germán remate, una ráfaga brillante de Esencia Esmeralda explota desde el pecho de Lloyd. El villano sale disparado hacia atrás, cayendo pesadamente.
Desde el suelo, varios policías abren fuego contra Germán… pero las balas solo rebotan en su cuerpo metálico.
Policía (con miedo):
—¡No le hacen nada! ¡Ese tipo es un tanque con patas!
Mientras tanto, Lloyd se aferra a duras penas a un pedazo de estructura retorcida. Vanessa lo llama desde el techo.
Vanessa (angustiada):
—¡¿Estás bien?! ¡Respóndeme!
Lloyd (con voz débil, pero sarcástica):
—¿Te parece que estoy bien? Creo que tengo moretones… en órganos que ni sabía que existían…
Vanessa suelta una risa. Corre hacia el borde, se lanza de rodillas y le extiende la mano.
Vanessa:
—¡Tonto! Agárrate... vamos, ¡sube!
Lloyd logra escalar con su ayuda. Apenas sube, Vanessa le quita el cubrebocas para que respire mejor. Lo abraza un segundo… luego lo suelta y —¡PAM!— le da una cachetada en la mejilla.
Vanessa (mirándolo directo a los ojos):
—¡Deja de hacer estupideces, idiota! Me hiciste pensar… que…
Se calla, desviando la mirada. Lloyd la observa, todavía medio adolorido, pero esboza una sonrisa sincera.
Lloyd (frotándose la mejilla):
—Auch… ¿Eso fue por preocuparme o por casi morir?
Vanessa (secamente):
—Ambas.
En la entrada del centro comercial, Germán se levanta lentamente, rodeado de patrullas destruidas. Varios policías tratan de detenerlo, pero sus armas no surten ningún efecto. Germán embiste como un monstruo de acero, derribando a todos a su paso.
Policía (desesperado):
—¡Retirada! ¡Ese sujeto es invencible!
Pero en ese momento… ¡BOOM! Una roca gigantesca le impacta de lleno por un costado. Germán se tambalea por primera vez.
Ryan (avanzando con el puño humeante):
—¡¿Qué pasó, hombre de hojalata?! ¡¿No te enseñaron a respetar a los más jóvenes?!
Christian y Nathan se colocan a su lado. Nathan sopla el polvo de sus manos y sonríe.
Nathan:
—Déjennos esto a nosotros, oficiales. Ya es hora del turno de los verdaderos héroes.
Policía (aturdido, pero con esperanza):
—¿Quiénes… son ustedes?
Christian (con voz baja, como si fuera obvio):
—Somos los que van a detenerlo.
Ryan (encendiendo sus manos con fuego, confiado pero con nerviosismo disfrazado):
—¡A ver si puedes con esto, pedazo de chatarra!
Lanza una serie de bolas de fuego dirigidas al pecho de Germán. El villano simplemente se cubre con sus brazos metálicos. Las llamas chisporrotean, pero apenas le dejan ceniza.
Germán (sin inmutarse):
—¿Eso es todo? Esperaba algo más... ardiente.
Nathan (avanzando con su típica sonrisa socarrona):
—¡Hora de refrescarte las ideas!
Una ráfaga de viento violento sale disparada de sus manos, intentando empujar a Germán hacia atrás. Pero el gigante de hierro ni se tambalea. Solo entrecierra los ojos y lo mira con burla.
Germán:
—Tampoco tienes fuerza... ni gracia.
Christian, en silencio, concentra su energía. Las grietas del suelo tiemblan a su alrededor. De repente, una masa de roca se levanta del asfalto y ¡BAM!, choca contra Germán, haciéndolo dar un paso atrás por primera vez.
Ryan (sorprendido):
—¡Eso sí le dolió! ¡Bien hecho, Chris!
Christian (con voz baja y esfuerzo):
—No es… suficiente…
Germán se sacude el polvo de encima. Luego se gira hacia un auto patrulla destrozado, lo levanta con una mano como si fuera de papel, y lo lanza directo hacia ellos.
Ryan (gritando):
—¡AY NO, WEEEY, ESO ES UN CARROOO!
Christian da un paso al frente, cruje sus dedos y se interpone. El auto cae encima suyo... pero no lo aplasta. Christian lo sostiene con ambas manos mientras tiembla bajo su peso.
Nathan (con los ojos abiertos como platos):
—¡¿Pero qué…?! ¡¿Desde cuándo levantas coches, Hulk?!
Christian (entre dientes, con esfuerzo):
—¡Muévanse... ahora!
Ryan y Nathan se quitan del camino justo a tiempo. Christian suelta el auto que cae con un estruendo sobre la calle.
Germán (acercándose lentamente):
—Vaya, vaya… tú sí tienes fuerza. Pero fuerza sin técnica... no es nada.
Ryan (tragando saliva, pero forzando una sonrisa):
—Esto se está saliendo de control, chicos. ¿Plan B? ¿Correr?
Nathan (tomando postura):
—¿Y dejarle a ese matón la última palabra? Ni loco.
Los tres chicos se lanzan contra Germán. Ryan va por el frente, lanzando fuego continuo para distraer; Nathan corre por los costados, tratando de desestabilizarlo con ráfagas de aire; Christian ataca con piedras que lanza desde el suelo, como catapultas improvisadas.
Pero Germán es demasiado. Atrapa a Ryan del brazo y lo lanza contra un poste. Esquiva una ráfaga de Nathan y lo patea sin piedad, estrellándolo contra un coche. Christian logra golpearlo una vez más con una roca, pero Germán lo detiene de un puñetazo en el pecho, dejándolo sin aire.
Germán (mirándolos con desprecio):
—¿Eso era todo? ¿Los "jóvenes prodigios"? Apenas son niños jugando a ser héroes...
Los tres quedan tirados, jadeando, malheridos. Pero aún con fuego en la mirada.
Ryan (escupiendo polvo, con media sonrisa):
—Sí… bueno… ¿quién dijo que ser héroe sería fácil?
La calle frente al centro comercial estaba hecha un caos. El suelo agrietado, humo saliendo de los autos volcados, vidrios por todas partes. Germán avanzaba como un monstruo imparable, con su cuerpo cubierto de impactos que no parecían afectarle en lo absoluto.
Ryan, Nathan y Christian retrocedían lentamente, jadeando.
Ryan (con el cabello hecho un desastre, tosiendo por el humo):
—Ok… ¿ya alguien tiene un plan que no sea morir dramáticamente?
Nathan (dando vueltas alrededor con su viento para distraer a Germán):
—Estoy improvisando, ¿vale? Lo mío es más… "estilo", no estrategia.
Christian (con voz grave, mientras vuelve a levantar una roca):
—Nos está leyendo como si fuéramos principiantes.
Ryan (mirando a Christian):
—Chris… somos principiantes.
Germán lanza una carcajada seca al escucharlos.
Germán:
—¿Eso era todo lo que podían ofrecerme? ¿Chistes y rocas?
Christian lanza la piedra con fuerza, impactando en la cabeza de Germán, quien retrocede un paso pero no se cae. Al contrario, sonríe más feroz.
Ryan (tragando saliva):
—Ok... eso solo lo emocionó más...
Nathan (apretando los dientes):
—No vamos a ganarle solos. Pero si combinamos lo que sí sabemos hacer… tal vez podamos al menos no morir.
Ryan:
—¿Plan loco?
Nathan (señalando hacia arriba):
—Plan equipo. ¡Esperemos que esos dos ya se muevan!
En el techo, Lloyd y Vanessa observaban la escena con tensión. Desde lo alto, podían ver a sus compañeros tambaleándose, resistiendo.
Lloyd (con la voz ronca, con un ojo medio cerrado de un golpe anterior):
—Tenemos que ayudarlos… si no, esto se les va a salir de las manos.
Vanessa (mordiéndose el labio, mirando a los tres chicos abajo):
—Lo sé… pero apenas puedes mantenerte de pie. Estás hecho trizas, Lloyd.
Lloyd se gira hacia ella, aún temblando de dolor, pero con una media sonrisa torpe. Levanta la mano y le toma la barbilla suavemente, forzando que lo mire.
Lloyd (sonriendo con un brillo tonto en los ojos):
—Yo soy como una cucaracha, ¿ok? Me aplastas... y me levanto bailando. ¡Ajajaja!
Vanessa se queda en shock un segundo, totalmente roja, y se ríe con nervios.
Vanessa (apartando la mirada):
—Oye… no tenías que hacer eso… idiota…
Lloyd (con voz seria por primera vez):
—Vamos a bajar. Ellos nos necesitan.
Vanessa asiente. Los dos corren hacia la entrada bloqueada. Lloyd extiende su mano, concentrando Esencia Esmeralda. La puerta está atascada, pero…
Lloyd:
—¡Vamos, maldita sea, sólo un empujoncito!
Una ráfaga de energía explota desde su palma. El obstáculo vuela en pedazos… pero también Lloyd.
Vanessa (gritando):
—¡LLOYD!
Él rebota contra la pared y queda tirado en el suelo.
Lloyd (levantando un dedo, desde el suelo, sin levantarse):
—¡Estoy bien! Solo… tal vez me rompí el orgullo un poquito…
Vanessa (suspirando y extendiéndole la mano):
—Estás loco. Pero bien… vamos a patearle el trasero a ese pedazo de hojalata.
Mientras tanto, abajo, Nathan ya había reunido a los tres detrás de un coche volcado.
Nathan (susurrando):
—Ok. Escuchen. Christian, tú eres el que más aguanta. Vas a distraerlo de frente.
Ryan, tú lo presionas con fuego, hazlo moverse, obligalo a cubrirse. Yo me encargo de crear ráfagas para cortarle la visión y tirarlo si puedo. No peleamos solos esta vez, ¿ok?
Christian (asintiendo, serio):
—Lo mantendré ocupado el tiempo que pueda.
Ryan (chocando puños con Nathan):
—Hora de demostrarle a ese tanque de hojalata... que los novatos también patean traseros.
Justo cuando están por salir de su escondite…
VOZ DESDE ARRIBA:
—¡¿¡YA PENSABAN PELEAR SIN NOSOTROS!?!
Lloyd salta desde una plataforma, aterrizando torpemente. Vanessa cae más grácilmente a su lado. Los cinco ahora se encaran a Germán… juntos.
Lloyd se incorporó del suelo con una mueca de dolor. Su rodilla temblaba, el brazo le pesaba, pero su sonrisa tonta seguía ahí. Se sacudió el polvo mientras miraba a Germán desde el otro lado de la calle.
Lloyd (refunfuñando para sí):
—No sé cómo carajos caí de pie… pero cuenta como cool, ¿no?
Germán (al ver que el chico se vuelve a poner de pie):
—¿Volviste a por otra paliza, mocoso? Te estaba empezando a extrañar…
Lloyd (jadeando, apuntándolo con su dedo vendado):
—Sí… pero esta vez… traje compañía.
Los cinco chicos se agruparon. Ryan con el ceño fruncido, Nathan con su típica sonrisa nerviosa, Christian sin decir nada, y Vanessa detrás, con los brazos ya cubiertos por un tenue resplandor helado. Lloyd dio un paso al frente, la Esencia Esmeralda brillando como hilos eléctricos sobre sus brazos.
Lloyd (a sus amigos, sin dejar de mirar a Germán):
—Vamos por partes. No somos héroes. Ni soldados. Solo somos cinco idiotas con poderes…
—Pero somos cinco idiotas con un plan.
La pelea comenzó con un estruendo.
Christian fue el primero. Corrió de frente como una locomotora, endureciendo su piel con piedra mientras levantaba una columna del suelo y la lanzaba hacia Germán como si fuera un poste.
Germán (deteniéndola con una mano y gruñendo):
—Tú otra vez… el callado con puños grandes.
Christian (mientras salta a dar un puñetazo directo):
—…Cállate.
Germán lo bloquea, pero es empujado hacia atrás justo lo suficiente para que Ryan entre en acción. Desde un lateral, lanza una ráfaga de fuego como si estuviera jugando un videojuego. La llama se descontrola un poco, pero impacta en el torso de Germán.
Ryan (gritando):
—¡Toma eso, tostadora con patas!
Germán se sacude las llamas como si fueran polvo, pero eso le da el tiempo necesario a Nathan, quien aparece por detrás con un salto y usa una ráfaga de aire para impulsarse, pateándolo en la espalda.
Nathan (mientras vuela con su propio viento):
—¡Ahora sí entendí cómo funciona esto! ¡Más o menos!
Germán gira enfurecido, y de un manotazo lanza a Nathan contra un vehículo.
Nathan (cayendo en el techo de un auto):
—¡...Ok, eso dolió! ¡¡Y mi trasero también cuenta como parte del plan, por cierto!!
Vanessa, mientras tanto, lanza un chorro de hielo hacia el suelo. Su técnica aún es torpe, el hielo se extiende de manera errática, pero logra que Germán resbale y pierda equilibrio por una fracción de segundo.
Vanessa (con el rostro tenso, a punto de perder el control):
—¡Lloyd, ahora! ¡Ya no puedo sostenerlo!
Lloyd corre. La espada de Esencia Esmeralda aparece en su mano, temblando, inestable, chispas verdes girando como humo alrededor. Su energía vibra desordenada, pero él no se detiene.
Lloyd (con voz firme, mientras carga):
—¡Aguanta, cuerda floja... solo no me falles esta vez!
Salta. Germán intenta defenderse. El primer golpe de Lloyd apenas roza, pero el segundo... el segundo corta un pedazo de la armadura metálica del hombro de Germán.
Germán (retrocediendo por primera vez):
—¡¿Qué...?! ¡Ese poder... está creciendo!
Pero justo en ese momento, la energía de Lloyd se vuelve inestable, la espada parpadea y explota en su mano. Él cae al suelo jadeando, sin fuerzas.
Lloyd (tosiendo):
—Genial... ¿quién necesita estabilidad cuando puedes autoexplotarte?
Germán, enfurecido, avanza para rematarlo… pero entonces:
Christian aparece de frente y le lanza una columna de piedra directo al pecho.
Ryan, desde un costado, cubre a Lloyd con una muralla de fuego.
Nathan, recuperado, eleva una corriente de aire que lanza escombros para cegar la visión del enemigo.
Vanessa, firme, lanza una lanza de hielo que choca en la pierna de Germán, obligándolo a caer de rodillas por el golpe acumulado.
Lloyd, aún en el suelo, sonríe entre dientes, viéndolos pelear.
—Lo están haciendo... de verdad lo están haciendo...
Gabriel llegó al lugar, de pie en lo alto de una azotea cercana. Su túnica aún mojada por la ligera lluvia que comenzaba a caer. Observó en silencio el caos: humo, autos volcados, oficiales heridos… y en medio de todo eso, sus alumnos. Luchando. Juntos.
Sonrió.
Gabriel (en voz baja, para sí):
—No tienen técnica... pero tienen fuego. Y eso… es un comienzo.
En el centro del campo, los chicos parecían haber tomado la delantera.
Christian golpeaba con fuerza cruda, usando rocas como guantes improvisados,
Ryan lanzaba ráfagas de fuego que mantenían la visión de Germán nublada,
Nathan giraba con ayuda de sus ráfagas de aire, esquivando golpes, empujando escombros,
y Vanessa, serena pero jadeante, congelaba el suelo con precisión, entorpeciendo los movimientos del enemigo.
Vanessa (con los brazos temblando):
—¡Ahora, Lloyd! ¡Es el momento!
Lloyd se lanzó como una flecha, su cuerpo cubierto por una vibrante capa verde de Esencia. Golpe tras golpe, sus puños trazaban estelas de luz jade mientras se estrellaban contra Germán.
Pero el enemigo resistía. Más fuerte. Más furioso. Más... brutal.
Germán (rugiendo):
—¡NO PUEDEN DERROTARME! ¡SON NIÑOS! ¡JUGANDO A SER HÉROES!
Con un rugido ensordecedor, Germán extendió sus brazos metálicos y lanzó una onda de choque, arrojando a todos al suelo.
Ryan cayó mal, raspando su hombro.
Christian se estrelló contra una pared, jadeando.
Nathan rodó entre escombros, y Vanessa terminó congelando sin querer su propio pie en un intento de frenarse.
Lloyd quedó de rodillas.
Dolor. Mareo. Ganas de rendirse.
Pero entonces, levantó la vista... y lo vio:
Ryan de pie, tambaleándose, pero sonriendo.
Ryan (con una sonrisa torcida):
—Oye, cabezaverde... ¿todavía puedes hacer algo estúpidamente genial?
Lloyd (sacando fuerzas de la nada):
—Siempre tengo algo estúpidamente genial...
(se incorporó, tambaleante, los puños ardiendo en Esencia)
—…aunque no siempre funcione.
Ryan corrió hacia Germán, lanzando fuego directo a su rostro para distraerlo.
Germán (molesto):
—¡¿Otra vez tú, antorcha humana?! ¡Ya basta!
Ryan esquivó apenas, riendo.
Ryan (gritando):
—¡Te toca, Lloyd! ¡Haz tu magia o lo que sea que hagas!
Lloyd cerró los ojos.
La Esencia Esmeralda zumbaba a su alrededor, inestable, peligrosa... como un dragón a punto de estornudar.
Sintió el corazón de todos en el campo. El miedo. La esperanza.
Su cuerpo temblaba, pero su alma no.
Lloyd (abriendo los ojos con una sonrisa tonta):
—Lo que no sabes, grandulón... es que yo veo mucho Dragon Ball.
La energía en sus brazos estalló. Una ráfaga descomunal se cargó entre sus manos abiertas, formando una lanza de luz esmeralda que chispeaba y crujía como relámpago contenido.
Germán (volteando justo a tiempo):
—¿Qué estás haciendo…?
Lloyd (gritando con todo su ser):
—¡ESMERALDAAAAAA… BREEEEEAAAK!!!
La ráfaga salió disparada como una explosión de pura voluntad.
Impactó de lleno en Germán, envolviéndolo por completo en un torbellino de luz que lo levantó del suelo y lo lanzó con violencia contra un muro de concreto, dejando un cráter en forma de estrella.
Lloyd también salió volando hacia atrás.
Cayó con fuerza contra el suelo, rodando, hasta quedar boca arriba.
Lloyd (jadeando):
—…auch… valió la pena…
Germán, atrapado en el muro, comenzó a convulsionar.
Su cuerpo metálico crujió, brilló… y lentamente…
comenzó a derretirse, evaporándose como un traje roto... hasta que solo quedó el hombre.
Desnudo, golpeado, inconsciente.
Los policías lo rodearon con armas temblorosas.
Uno de ellos susurró:
—…¿Qué demonios fue eso?
Otro (mirando al grupo de chicos que se levantaban como podían):
—Futuros problemas... o futuros héroes.
Gabriel, desde arriba, se cruzó de brazos.
La lluvia comenzaba a limpiarlo todo.
Pero en su mirada brillaba algo más fuerte que el agua o la Esencia:
Orgullo.
El aire huele a humo y lluvia. Las sirenas aún suenan a lo lejos. Policías rodean el área, alejando a curiosos.
Christian se tambalea mientras ayuda a Ryan a ponerse de pie, ambos llenos de polvo, rasguños y con las ropas sucias.
Una reportera con micro en mano se abre paso entre los oficiales.
Reportera (apurada, emocionada):
—¡Ustedes! ¡Jóvenes! ¡¿Quiénes son?! ¡¿Cómo se llaman?! ¡¿Cómo supieron controlar a ese sujeto?!
Christian (parpadea confundido, con la voz más ronca de lo usual):
—¿El nombre…? ¿De nosotros cinco? Eh… pues…
Antes de que diga algo más, Nathan aparece por detrás, sudado, despeinado y sonriendo como si acabara de salir de una película de acción.
Nathan (guiñándole un ojo a la cámara):
—Somos La Orden Esmeralda, señorita.
La reportera queda en silencio un segundo, procesando… y luego asiente con una sonrisa casi emocionada.
En ese momento, todas las televisiones de la ciudad repiten la transmisión en vivo.
El nombre "ORDEN ESMERALDA" aparece en pantalla.
Gabriel los ve y sonríe por sus alumnos... Los cuales se levantan y comienzan a irse a escondidas de todas las personas... la noche esta llegando...
Fin del Episodio...