El Corazón De Katsuki (Bakudeku)

Hoy ha sido el peor día de mi vida. Peor que cualquier batalla contra un Nomu, peor que cualquier regaño de Aizawa, incluso peor que esa vez que accidentalmente incendié la cocina de la residencia. Porque hoy, por primera vez, Izuku y yo tuvimos una verdadera pelea. Una pelea que ha dejado una grieta profunda en nuestra relación, una grieta que no sé si podré reparar.

Comenzó con una discusión aparentemente trivial. Una diferencia de opiniones sobre cómo abordar el próximo examen práctico. Él, como siempre, proponía una estrategia meticulosa, un plan de ataque basado en el trabajo en equipo y la cooperación. Yo, impulsivo como soy, abogaba por una solución más directa, más… explosiva. Una solución que, en mi cabeza, era la más eficiente. Pero esta vez, mi usual terquedad se convirtió en algo más. Se convirtió en una barrera infranqueable entre nosotros.

La discusión se intensificó rápidamente. Las palabras, al principio mesuradas, se volvieron cada vez más hirientes. Le reproché su indecisión, su falta de… agresividad. Le dije que a veces su actitud pasiva me frustraba, que me hacía sentir como si estuviera cargando con todo el peso del mundo sobre mis hombros. Palabras crueles, palabras que no reflejaban mis verdaderos sentimientos, pero que escaparon de mi boca como un volcán en erupción. Y él… él respondió con una calma que me cortó más que cualquier explosión.

Me dijo que a veces me sentía distante, que mi fachada de bravucón ocultaba una inseguridad que él intentaba comprender, pero que yo rechazaba. Me acusó de no confiar en él, de no permitirle participar realmente en nuestra relación. Sus palabras fueron como puñaladas al corazón, cada una de ellas golpeando una verdad que había estado negando.

La pelea culminó en un silencio glacial, un silencio más pesado que cualquier explosión. Nos miramos, dos extraños enfrentados en medio de la sala de estar de mi habitación en la residencia. El aire estaba cargado de tensión, de arrepentimiento, de un dolor que se extendía más allá de las palabras. Intenté disculparme, pero las palabras se me atragantaron en la garganta. Mi orgullo, ese orgullo que tanto me ha costado construir, me impedía expresar la verdadera magnitud de mi arrepentimiento.

Pasamos el resto del día en un silencio incómodo, evitándonos la mirada, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La idea de acercarme a él, de tocarlo, me causaba un dolor punzante. El vacío que se ha creado entre nosotros es abrumador, un vacío que resuena con el eco de las palabras hirientes que intercambiamos. Me siento como un completo fracaso, un imbécil que ha arruinado algo precioso. Algo que apenas estaba comenzando a florecer.

No sé qué pasará mañana. No sé si podré reparar el daño que he hecho. Solo sé que me siento profundamente solo, perdido en un mar de arrepentimiento. Un arrepentimiento que me quema por dentro, un arrepentimiento que me hace cuestionar todo. ¿Podremos superar esto? ¿Podremos reconstruir lo que hemos roto? El futuro es incierto, y la incertidumbre me aterra.

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