Mi nombre es Alexander Dy Galyz, hijo mayor de Violeta de Dy Galyz, más conocida como "La Rosa Negra", la poderosa y enigmática líder colombiana radicada en Monza, Italia. Soy consciente de que mi historia está entrelazada con la de mi madre, una mujer que ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en su vida personal como profesional.
A mis 24 años, soy ingeniero de sistemas, y con ello, el sucesor de un legado que mi madre ha construido con esfuerzo, sacrificio y una inteligencia que la ha convertido en una mujer respetada y temida por igual. Mi madre, a sus 41 años, ha logrado lo que pocos pueden imaginar: ha creado un imperio en Italia y ha conseguido un respeto absoluto en los círculos más altos de la sociedad.
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Mateo y Catalina: La Guardiana de Valentina
Después de colgar la llamada con Alexander, Mateo sintió la presión aumentar. Sabía que la amenaza era real y peligrosa, y lo peor de todo era que Valentina estaba tan lejos, entrenando en Alemania. A pesar de su fortaleza, de ser la hija de Violeta y Enzo, la pequeña demonio siempre había estado bajo su protección, y no podía imaginar un escenario en el que ella estuviera sola frente a un enemigo tan peligroso como Juan Rodríguez.
Sin embargo, Mateo no estaba solo en este asunto. Sabía que, aunque Valentina estuviera a kilómetros de distancia, siempre había alguien vigilándola, cuidándola en las sombras. Alguien capaz de manejar cualquier situación y protegerla como si fuera su propia hermana.
Mateo marcó rápidamente un número en su teléfono, y la voz que escuchó del otro lado fue la que esperaba.
—Catalina. —Dijo su nombre con un tono de urgencia, sabiendo que la mujer al otro lado de la línea entendía perfectamente la gravedad de la situación—. Necesito que te encargues de algo, y no importa lo que pase, no quiero que se te escape.
Catalina, la hermosa mujer de piel morena, fuerte y letal, no solo era una guardiana de Valentina, sino también alguien de confianza en quien siempre había recaído la responsabilidad de alejar a cualquier hombre con malas intenciones de la hija de los Dy Galyz. Catalina no era una mujer común. Había sido entrenada desde joven en artes marciales y defensa personal, y su habilidad para desaparecer en las sombras era casi mítica. Su trabajo era mantener a Valentina a salvo de cualquier amenaza, sin importar si la joven estaba a miles de kilómetros o en la misma ciudad.
Aunque Valentina estaba entrenando en un campo militar en Alemania, Catalina se encontraba muy cerca de ella, siguiéndola desde las sombras, siempre vigilante, siempre lista para intervenir si alguien se acercaba con malas intenciones. Había manejado varias situaciones de peligro antes, y sabía cómo lidiar con los que intentaban explotar la vulnerabilidad de la hija de la poderosa familia Dy Galyz.
—Mateo, ¿qué sucede? —La voz de Catalina era tranquila, pero la seriedad en su tono dejaba claro que entendía la amenaza que se cernía sobre ellos. Había protegido a Valentina desde que era una niña, y había aprendido a reconocer cuándo algo realmente grave estaba por suceder.
—Rodríguez ha regresado. —Mateo no se anduvo con rodeos, sabía que Catalina entendía la magnitud del problema—. Es un maldito criminal, y ahora sabe sobre Valentina. Está acechando, y no quiero que ninguna sombra se acerque a mi hermana sin que tú lo sepas primero.
Catalina respiró hondo, ya sabiendo lo que eso significaba. Valentina no solo era la hija de Violeta y Enzo Dy Galyz, sino que también era la joya más valiosa que esta familia tenía. Si alguien iba a acercarse con intenciones maliciosas, no importaba cuánto tiempo o esfuerzo tuviera que invertir, Catalina iba a ser la primera línea de defensa.
—Lo sé, Mateo. No te preocupes. Ya he estado monitoreando las amenazas desde que me enteré de que él había salido. —Catalina dijo con seguridad—. Nadie se va a acercar a Valentina, no importa lo que tengan planeado. Ya he hablado con el equipo de seguridad en Alemania, y los tengo vigilando cualquier movimiento sospechoso. Te aseguro que la princesa está más que bien protegida.
Mateo asintió con firmeza, aunque aún sentía el peso del miedo por su hermana. Catalina no solo era una gran luchadora, sino también una estratega astuta, y si alguien podía garantizar que Valentina estaría a salvo en esas circunstancias, era ella. Sabía que, si la situación lo requería, Catalina sería capaz de actuar con la rapidez y precisión de una sombra en la noche.
—Perfecto, no quiero sorpresas. —Mateo agregó con firmeza—. Rodríguez no puede ni pensar que puede acercarse a Valentina. Yo me encargaré de todo aquí, pero quiero que tú sigas en contacto con su equipo y que no te apartes de ella. No importa lo que pase, ¡tienes que mantenerla a salvo!
Catalina no respondió con palabras, sino con un claro asentimiento. Ella entendía que la seguridad de Valentina era más importante que cualquier otra cosa en ese momento. Si era necesario, Catalina se enfrentaría a cualquier cosa, a cualquier persona, para cumplir con su misión.
—Lo haré, Mateo. Nadie tocará a tu hermana.
Al colgar, Mateo sintió un alivio temporal. Aunque la amenaza seguía vigente, tenía la certeza de que Valentina estaba protegida por la mujer más letal y leal que podría tener a su lado. Catalina había demostrado una y otra vez que estaba dispuesta a todo para mantener a la familia Dy Galyz a salvo, y ahora más que nunca, lo haría sin dudarlo.