Una mujer que desea ser madre a como de lugar, convirtiéndose en una obsesión que está a punto de hacer fracasar su matrimonio.
Eliza y Eduardo enfrentan muchas dificultades para conseguir ser padres, y en el proceso mejorar su relación de pareja.
Un día de navidad, Eliza pide un deseo, que su hijo o hija llegue a ellos como una bendición. Y que sin importar si tienen hijos o no, su relación con su esposo mejore.
¿Se cumplirá su deseo de navidad?
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Capitulo X. ¿Quieres ser nuestro hijo?
Pasaron los días y la convivencia de los tres en el apartamento era armoniosa. Rápidamente cada quien se acoplo a su papel en la nueva familia que se formaba. Claro, mamá Eliza y papá Eduardo, querían complacer en todo a su nuevo hijo. Pero ya habían estudiado que debían hacer para no malcriarlo, al menos teóricamente, y trataban de no ser tan complacientes con el pequeño Miguel. Pero igual, a veces Miguel ganaba y lo complacían en casi todas sus peticiones.
Cada día que pasaba, Eliza estaba más preocupada, inclusive Eduardo se había dado cuenta. Los malestares de Eliza no se iban, aún cuando se suponía que "esos días" habían pasado. Y pocas veces había tenido intimidad con su esposo porque en verdad su cuerpo se lo pedía, pero del resto solo queria dormir o quedarse acostada con los malestares. Y era más activa por las tardes. así que había faltado algunos días al trabajo. Así que ya debía ir al médico, pero ella seguía renuente.
- No entiendo porque no quieres ir al médico. Y si es algo grave y estamos perdiendo el tiempo porque no quieres ir? ¿Es que acaso quieres dejarme solo? - le reclamo Eduardo molestó y triste a la vez, encerrados en su habitación. Acababan de dormir a Miguel y se habían ido a su cuarto a descansar.
- No levantes la voz, por favor. Si voy a ir. De acuerdo. Ya no estés molesto conmigo. Es solo, que pase mucho tiempo haciéndome estudios y tratamientos de fertilidad, y ya no quiero ir a esos lugares, amor - le explico ella - pero mañana mismo vamos. - le dijo ella con una sonrisa, acariciando el rostro de su amado esposo. - Ya deja de fruncir la frente. Te vas a poner viejo rápido - le dijo ella mientras acariciaba las arrugas en la frente de su esposo.
Él le tomó la mano y se la besó. Y luego la abrazó, besando su cuello.
- Es que ... Ahora tienes que cuidarte, no solo por ti y por mí, sino por Miguel. No quiero que te pase nada malo, por favor. - le pidió en voz baja Eduardo.
- No me pasará nada. - le dijo ella en un susurro y lo beso suavemente en la boca. Él correspondió y la fue abrazándo hasta quedar acostados en la cama.
- ¿Estás segura? ¿Te sientes bien, amor? - le preguntó él deteniéndose para mirarla al rostro.
- Si, estoy segura. Te deseo... - le susurro ella.
Y siguieron en un beso apasionado que fue transformándose en una entrega completa para ambos. Eduardo fue suave con ella, tratando de complacerla y de no lastimarla. Y así poco a poco se dejaron llevar por lo que sentían.
**********
A la mañana siguiente, Eliza se levantó y se dedicó a hacer el desayuno. Ahora era para tres personas. pero igual que días anteriores, ella no comió. Miguel se despertó primero que Eduardo y fue a la cocina luego de cepillar sus dientes.
- Hola, Eliza. ¿Como estás hoy? - le preguntó él pequeño, acercándose a ella y dándole un beso en la mejilla. Se habían acostumbrado a ese saludo.
- Muy bien pequeño, ¿y tú? - le preguntó - ¿Te cepillaste esos hermosos dientes? -
- Muy bien. Dormí bastante, ¿verdad? Y si, ya me cepille. Tengo mucha hambre - explico el pequeño sobándose su pancita sobre la pijama, alusiva a un ratoncito famoso, que aun llevaba puesta.
- Que bueno. Entonces siéntate a comer. - le pidió ella con una sonrisa, colocándole un plato con el desayuno.
- ¿Y tú comiste, mamita? - pregunto el pequeño Miguel distraído con su comida.
Eliza se quedó sorprendida por la forma en que la llamo, y por un segundo no pudo responder. Las lágrimas intentaban salir de sus ojos, y sentía un nudo en la garganta. Levantó la vista y se dio cuenta que Eduardo estaba parado en la puerta de la cocina cerca de ellos, igual de sorprendido que ella.
El pequeño al ver que Eliza no respondía, levantó su rostro hacia ella,
- ¿Ya comiste, Eliza? - pregunto está vez. Solo entonces la mujer pudo responder.
- Aún no, pequeño. Esperaba que tú comieras y me dijeras cómo había quedado todo. ¿Que te parece? Hice algo nuevo hoy, especialmente para ti. - le explico Eliza con los ojos brillantes.
Miguel probó e hizo un gesto reconociendo que estaba sabroso.
- Sabe muy bien, Eliza. Gracias. - respondió sonriendo.
- Que bueno que te guste. - le dijo ella acariciando su cabello mientras el niño comía.
Eduardo se acercó a ellos. Dio los Buenos días, e igual de distraído como hace un rato, Miguel respondió,
- Hola, papito. - y siguió con su comida.
Eliza y Eduardo se abrazaban mientras veían a Miguel comer.
"¿Será que Miguel ya los aceptaba como sus padres?" pensaron ambos al mismo tiempo, mientras observaban al pequeño.
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Pasaron varios días, y Eliza logro evadir el asunto de ir al médico a revisarse. Si, no quería ir y que le dijeran algo malo de su salud. De hecho, luego de ese día donde Miguel los llamo mamá y papá tan naturalmente, ella se había sentido muy bien. Ya no había sentido síntomas molestos. Si tenía alguna incomodidad pero no le tomó importancia, porque el dolor se había ido.
Así que pasaron esos días muy felices. La trabajadora social los visito en su casa, e hizo anotaciones, habló con Miguel, y al parecer todo estaba en orden. Podían seguir como hogar temporal.
Y luego de varios días, y de realizar varios preparativos por parte de Eliza y Eduardo, llegó el día de víspera de navidad. Ambos tenían una cena preparada para los tres. Y también habían comprado regalos para Miguel. Todo era felicidad.
Miguel se despertó tarde ese día. El día importante para un niño, es el día de navidad ya que abrían los regalos, y no era diferente para Miguel. aún cuando vivía en la casa hogar, a todos los niños les daban un pequeño presente ese día. Así que que era su día favorito de diciembre.
Eliza y Eduardo aprovecharon de realizar algunos acomodos en su apartamento, y colocar algunas decoraciones navideñas adicionales, para que fuera un día inolvidable para el pequeño Miguel.
Al despertar el niño, fue a la cocina luego de asearse como todos los días y vio las decoraciones navideñas nuevas.
- Waooo, que bonito está Eliza. - exclamó sorprendido de tantas luces de colores que habían colocado y antes no estaban.
- Sabía que te gustaría cariño. - exclamó Eliza con una sonrisa, lo abrazó y besó su frente, mientras observaban alrededor como las luces de varios colores titilaban como luciérnagas en la noche.
- Quisiera que todo el año fuera así. - exclamó Miguel sonriendo.
Eliza lo miro y luego se dispusieron a desayunar. Está vez la mujer comió acompañada de su hijo. Ella estaba delgada, pero no tanto como para que su esposo se asustará.
Luego de comer algo ligero, conversaron de juegos y luces hasta que apareció Eduardo a desayunar. él se había recostado un rato porque se había levantado muy temprano para decorar un poco más.
Eliza le sirvió el desayuno, y conversaron los tres.
- Entonces que haremos hoy. Estamos libres, cierto amor? - le dijo Eliza a Eduardo.
- Cierto. ¿Que quieres hacer pequeño? - le preguntó Eduardo a Miguel, mientras bebía un sorbo de su café.
Miguel pareció pensarlo y luego dijo,
- Quisiera que me llevarán al parque de juegos. - pidió con sus ojitos iluminados mirandolo a ambos.
- Claro, cariño. Vamos a vestirte para salir - respondió Eliza con una sonrisa.
Y así los tres salieron de paseo y al parque, donde se divirtieron y se distrajeron mucho.
Al volver a su apartamento se prepararon para la cena de víspera de navidad. Sería su primera cena como familia. Esperaban fuera su primera cena familiar de muchas que vendrían en el futuro cercano.
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Luego de la cena, se sentaron frente al árbol de navidad y el nacimiento a contar leer navideños. Eliza y Eduardo estaba contentos de leerle al pequeño Miguel.
Y seguían dándose cuenta que Miguel aún querer los llamaba papá y mamá y luego los llamaba por sus nombres. Era como si aún se estuviera decidiendo entre como llamarlos. Así que Eduardo tomó la iniciativa de hablar en ese momento con el pequeño.
- Miguel, ¿cómo te sientes con nosotros? -
- Me siento muy bien. Ustedes son muy buenos conmigo y me dan muchas cosas. - explico el pequeño mientras jugaba en el piso con algunos de sus juguetes.
- ¿Te gustaría ser nuestro hijo? - preguntó de sopetón Eduardo sin saber cómo hacerlo. A lo que Eliza le da un golpecito en el brazo.
Miguel levantó el rostro para mirar a ambos.
- Lo que quiere decir Eduardo es, ¿si te gustaría llamarnos mamá y papá? - pregunto con voz suave Eliza.
- Yo pensé que ya ustedes eran mi mamá y papá. Por eso a veces les digo así. - explico el pequeño mirándolos pensativo - ¿Aún no son mi mami y mi papi? ¿Deben llevarme de nuevo a la casa hogar? - pregunto triste el pequeño.
- No, no es eso. Todo va bien. No regresarás a la casa hogar. Te quedarás con nosotros - exclamó Eliza.
- Eliza... - le llamo en voz baja Eduardo, con mirada de reproche. Si las cosas no salían como querían, Miguel debía regresar a la casa hogar. Así que, lo que había dicho Eliza era prematuro.
Pero el pequeño escucho las palabras de Eliza y sonrió.
- Entonces, ¿si puedo llamarlos mamá y papá, siempre? - pregunto Miguel esperanzado.
- Claro que si, cariño - respondió Eliza sonriendo. Eduardo miraba serio a Eliza, esperaba que en realidad todo saliera bien con la parte legal de la adopción.
- Papá, ¿está bien llamarte así? - pregunto el pequeño que se había levantado y pasaba su mirada de Eliza a Eduardo, deteniéndose en este último. Dándose cuenta que Eduardo estaba algo serio.
Eduardo con un suspiro, sonrió.
- Claro que si, pequeño. Para mí, ya tú eres mi hijo - le respondió suavemente y con una sonrisa al niño. El pequeño se había metido en el corazón de Eduardo. Él sabía que este sentimiento se quedaría arraigado en él. Por lo que quería que todo saliera bien para ellos como familia.
A Miguel le brillaron los ojitos. Y corrió a lanzarse en los brazos de Eliza y Eduardo.
Aún faltaba un camino por recorrer, pero mientras ellos tres se consideraran una familia, podían ser fuertes.
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Felicidades autora excelente historia...
Que sigan los éxitos!!!!