En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Conflictos y revelaciones
El día siguiente, la nieve cubría la ciudad con su manto inmaculado, dejando a todos con un sentimiento de renovación y promesas. Sin embargo, para Jasón, la paz de la mañana se desvaneció pronto con la llamada de su socio de negocios.
—Jasón, necesitamos hablar. Es urgente.— La voz al otro lado de la línea era grave y tensa.
Jasón frunció el ceño mientras miraba a su alrededor. La casa estaba en silencio; Emma aún dormía profundamente, su cabello desordenado asomándose por la manta. Por un instante, su mente regresó al día anterior: las risas compartidas en el parque, el destello de complicidad en los ojos de Abby, y la extraña sensación de que algo bueno había comenzado a germinar en su vida. Pero la llamada lo devolvió de golpe a la realidad.
Como cada mañana, preparó el desayuno, despertó a Emma y la ayudó a alistarse. Mientras ella comía distraídamente sus tostadas, él no podía dejar de pensar en la urgencia de la llamada y cómo afectaba eso no solo su negocio, sino también su vida personal. Luego de desayunar, salieron juntos, tomados de la mano, rumbo a la oficina.
La reunión con su socio, Daniel, fue breve pero intensa. La tensión se palpaba en el aire mientras revisaban los documentos sobre la mesa de la sala de juntas.
—El contrato que teníamos previsto se ha complicado. Están presionando para cambiar las condiciones o perderemos el proyecto,— explicó Daniel, con el ceño fruncido.
Jasón asintió, sintiéndose atrapado entre la responsabilidad de su empresa y la necesidad de mantener un equilibrio en su vida. Pero incluso en ese momento, su mente se deslizó hacia Abby, recordando cómo sus manos se entrelazaban con las de Emma mientras jugaban en la nieve. Había algo reconfortante en ese recuerdo, algo que le daba fuerza.
—Voy a manejar esto, Daniel,— dijo finalmente, con voz firme, despidiéndose sin escuchar la respuesta de su socio. Tenía otras prioridades en mente.
Mientras tanto, Abby intentaba concentrarse en su trabajo. Había decidido quedarse en el edificio para terminar algunas tareas extras. Sin embargo, su mente vagaba una y otra vez hacia Jasón y Emma. El día anterior había sido especial, y cada vez que cerraba los ojos, podía escuchar las risas de Emma y sentir el calor de la presencia de Jasón.
—¿Por qué me afecta tanto?— murmuró para sí misma, mientras limpiaba una mesa. Sabía que había algo creciendo dentro de ella, una mezcla de felicidad, incertidumbre y miedo.
De repente, la puerta de la oficina se abrió y Emma entró corriendo. Llevaba una bufanda azul que casi se le caía del cuello y las mejillas rojas por el frío.
—¡Abby! Papá quiere verte,— dijo con voz emocionada. —Dice que es importante.
El corazón de Abby se aceleró. Sin pensarlo dos veces, siguió a la pequeña hasta el despacho de Jasón. Cuando entró, lo encontró de pie junto a la ventana, mirando cómo los copos de nieve caían suavemente.
—Buenos días, Jasón,— saludó ella, intentando sonar tranquila. —Emma dijo que necesitabas hablar conmigo.
Jasón se volteó lentamente. Sus ojos se encontraron, y Abby notó algo en su mirada: el peso de las decisiones, la necesidad de hablar, pero también un anhelo silencioso que hacía eco en su propio corazón.
—Así es,— comenzó él, con voz suave pero decidida. —Quiero hablar contigo de algo importante.
—Dime, Jasón. ¿En qué puedo ayudarte? — Abby intentó sonar profesional, pero el nerviosismo en su voz la traicionó.
Jasón dio un paso hacia ella, sus manos descansando a los costados como si intentara controlarse.
—Esto no es algo relacionado con el trabajo,— dijo, mirándola directamente a los ojos. —Es sobre lo que siento.
Abby sintió que el aire entre ellos se volvía denso, cargado de una tensión que podía cortar con un cuchillo. Tragó saliva, consciente de que este momento cambiaría todo.
—Jasón… yo…— comenzó a decir, pero él la interrumpió suavemente.
—No quiero que sientas presión para responder ahora. Solo necesito que sepas que desde que llegaste a nuestras vidas, todo ha cambiado para mejor. Emma te adora, y yo…— Hizo una pausa, tomando aire. —Yo siento que finalmente puedo mirar hacia adelante.
Abby sintió sus mejillas arder. El peso de sus palabras era inmenso, pero también había una dulzura en ellas que la hacía sentirse segura.
Antes de que pudiera responder, Emma entró de nuevo al despacho, sosteniendo un dibujo que había hecho.
—¡Miren! Dibujé un muñeco de nieve para los tres,— dijo con entusiasmo, rompiendo el momento.
Jasón y Abby rieron suavemente, agradeciendo la interrupción de la pequeña que alivió la tensión en el aire. Pero ambos sabían que la conversación no había terminado, solo había sido pospuesta.
Cuando Abby regresó a su apartamento esa noche, el recuerdo de Jasón y sus palabras llenaron su mente. Se sentó junto a la ventana, viendo cómo la nieve continuaba cayendo, cubriendo la ciudad con su blanca promesa de nuevos comienzos. Sabía que algo había cambiado, que algo había despertado en su corazón, y aunque el miedo seguía ahí, también estaba la esperanza de lo que podía ser.