Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
NovelToon tiene autorización de DL700 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 11 Negociación
Alice estaba en su oficina, sentada detrás de su escritorio mientras revisaba algunos documentos en braille, cuando la cabeza de James apareció por la puerta entreabierta.
—El equipo de Rava ya está aquí, señora Crawford.
Alice suspiró, dejando los documentos a un lado, y se puso de pie con calma. En el fondo de la oficina, Aristoteles, que había estado sentado en silencio, se levantó al verla de pie. Su postura era siempre atenta, como si estuviera listo para asistirla en cualquier momento.
—¿Me apoyas? —preguntó Alice con naturalidad, extendiendo una mano en su dirección.
Aristoteles asintió y se acercó a ella, ofreciéndole su brazo con una firmeza y suavidad que la reconfortaron. Al sentir el contacto de su mano, Alice se relajó, confiando en la estabilidad que él le brindaba, y los tres comenzaron a caminar hacia la sala de juntas.
Al llegar a la puerta, Aristoteles notó que varios hombres ya estaban sentados, hablando entre ellos en tonos bajos, con sus miradas expectantes y evaluadoras. James abrió la puerta, y Alice, aún tomada del brazo de Aristoteles, entró con la cabeza en alto. Había un aura de autoridad en ella, una seguridad que imponía respeto sin esfuerzo.
—Buenos días —dijo Alice, con una voz clara que captó la atención de todos.
Uno de los hombres, de aspecto oriental y con una postura erguida, se levantó y le dirigió una sonrisa cortés.
—Señora Crawford.
Alice esbozó una leve sonrisa, captando el tono formal de su interlocutor.
—Hola, señor Yamara.
Aristoteles la guió hasta la cabecera de la mesa, donde se detuvo y sacó la silla para que ella pudiera sentarse con elegancia. Una vez que Alice estuvo cómoda, Aristoteles permaneció de pie detrás de ella, proyectando una presencia tranquila pero alerta, listo para intervenir si era necesario.
Yamara, aún de pie, asintió y le lanzó una mirada a Alice.
—¿Cómo ha estado todo? —preguntó, su tono era cordial, aunque llevaba un matiz de curiosidad que Aristoteles captó al instante.
Alice suspiró y se inclinó ligeramente hacia adelante.
—Bueno, trataron de secuestrarme hace poco —respondió, con un tono que rozaba la ironía—, pero sigo aquí, así que supongo que todo va bien.
La respuesta provocó algunas risas en la sala, y hasta Yamara esbozó una sonrisa, relajando la atmósfera formal por un momento. Sin embargo, la ligereza del momento se desvaneció rápidamente cuando otro de los hombres en la mesa preguntó, con un tono más serio:
—¿Y en términos empresariales? ¿Cómo van los números del conglomerado?
Alice no dudó en responder. Se mantuvo recta, proyectando la confianza que la caracterizaba.
—Los números están de maravilla. Mi asistente se encargará de proporcionarles los informes de ventas más recientes. —Hizo un gesto hacia James, quien ya estaba preparado para distribuir los documentos.
James recorrió la mesa, entregando a cada accionista una carpeta con el último informe financiero. Aristoteles observó los movimientos, manteniendo su atención en cada detalle. Yamara, quien había estado hojeando los documentos, frunció el ceño ligeramente antes de levantar la vista.
—Suena prometedor, señora Crawford, pero… —hizo una pausa, y en sus ojos se reflejaba una mezcla de preocupación e incertidumbre—, las acciones de su empresa han bajado recientemente, en gran parte debido al intento de secuestro. Y nuestro trato estaba estructurado para incluir parte del pago en acciones de Holdings. Esto podría afectarnos.
Alice tomó aire, manteniendo una expresión controlada a pesar de la leve tensión que cruzaba su rostro.
—Lo comprendo, señor Yamara, pero puedo asegurarle que Rava solo crecerá bajo nuestro paraguas. No tiene por qué preocuparse.
Yamara se recostó en su silla, observando a Alice con una mirada pensativa, y tras unos segundos de deliberación, se dirigió al grupo.
—Bien, someteremos esto a votación. Creo que es lo más justo para todas las partes.
Alice asintió, con un aire de aceptación casi retadora.
—Adelante, hagan la votación —respondió, su tono sin titubeos.
Yamara intercambió miradas con algunos de los otros ejecutivos y luego se volvió hacia Alice.
—Nos gustaría reprogramar la votación para las cinco de la tarde. Necesitamos discutir ciertos detalles adicionales.
Alice se levantó, proyectando un porte intocable, como si aquella demora no afectara en absoluto su confianza.
—Está bien. —Hizo una pausa, y su expresión adoptó un aire de autoridad—. Espero que tomen la decisión correcta.
Aristoteles se adelantó y le ofreció el brazo. Alice lo tomó con la misma naturalidad de siempre, y juntos salieron de la sala, dejando a los accionistas en un murmullo de comentarios. Una vez fuera de la sala de juntas, Alice soltó un suspiro y murmuró en voz baja.
—Son todos una bola de ratas.
Aristoteles se inclinó un poco hacia ella, sin disimular una leve sonrisa.
—No se preocupe, señora Crawford. —Su voz era reconfortante, y Alice sintió que el peso de la tensión se aligeraba un poco.
—Gracias, Aristoteles. —Se detuvo y se volvió ligeramente hacia James, quien caminaba detrás de ellos—. Llama a Patrick y dile que adelantaremos nuestra cita.
James asintió, ya sacando su teléfono.
—Llamaré al señor Van Buren de inmediato, señora Crawford.
Alice suspiró, y sin esperar una respuesta, se giró de nuevo hacia Aristoteles.
—Mejor vamos. No quiero seguir perdiendo tiempo.
Aristoteles asintió y le tendió el brazo de nuevo, permitiéndole apoyarse con comodidad. El contacto entre ellos se había vuelto algo natural, una especie de acuerdo tácito entre ambos que no necesitaba explicaciones. El silencio que compartían mientras se dirigían al elevador estaba cargado de una familiaridad extraña pero reconfortante.
Aristoteles la guió hacia el ascensor, y mientras descendían, sus miradas se cruzaron por un instante. A pesar de su ceguera, Alice parecía percibir la intensidad en sus ojos. A medida que el ascensor bajaba, Aristoteles sentía que aquella conexión, cada vez más fuerte y palpable, lo impulsaba a entender más de esa mujer que tenía la fortaleza de enfrentarse al mundo con una determinación tan absoluta.
Al salir del edificio, Aristoteles abrió la puerta del Audi Q7 y ayudó a Alice a acomodarse. Se sentó en el asiento del conductor, encendió el motor y se sumergió en el tráfico neoyorquino, mientras ella permanecía en silencio a su lado. El camino hacia el restaurante donde se encontrarían con Patrick transcurrió en un silencio cómodo, ambos sumidos en sus propios pensamientos pero, de algún modo, compartiendo el mismo espacio en una sintonía perfecta.
Finalmente, Aristoteles rompió el silencio, dirigiéndose a Alice con una calma que enmascaraba su creciente curiosidad.
—¿Algo en particular que deba saber sobre el señor Van Buren antes de la reunión?
Alice esbozó una ligera sonrisa, como si la pregunta le hubiera evocado recuerdos.
—Patrick y yo… tenemos una historia larga y complicada. Fue mi primer esposo y es el padre de mis hijos. —Hizo una pausa, como si midiera sus palabras—. Es un hombre brillante, pero nuestras ambiciones no siempre iban en la mismo lado.
Aristoteles asintió, comprendiendo un poco más de las complejidades en la vida de Alice. Había notado desde el inicio que ella era mucho más que una ejecutiva imponente; había una historia, un trasfondo que hacía de ella alguien fascinante y enigmático.
Al llegar al restaurante, Aristoteles salió del coche y le abrió la puerta a Alice, quien le dirigió una ligera sonrisa de agradecimiento. Había algo en la manera en que lo miraba, una conexión que ambos parecían entender sin palabras, como si aquella mezcla de respeto, atracción y camaradería los uniera en silencio.
Mientras la guiaba hacia la entrada del restaurante, Aristoteles sentía la intensidad de cada paso, el peso de cada mirada, y supo que aquella conexión con Alice iba mucho más allá de una relación de trabajo.
Por otra parte está Aristóteles....wao, todo en él grita "soy Griego", hasta el nombre
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo