La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo X
Soleada amanecía la pequeña ciudad, un rayo de sol dorado se colaba por las ventanas de la posada, iluminando la habitación donde Zander dormía profundamente. El aire fresco de la mañana lo despertó de un sueño agitado, lleno de imágenes confusas que lo dejaron con una sensación de inquietud.
Se levantó de la cama, estirando sus músculos adoloridos por la larga jornada del día anterior. Kendo seguía durmiendo profundamente, su respiración era tranquila y profunda. Zander no quiso molestarlo, no lo necesitaba ese día.
Decidió salir para hacer un pequeño reconocimiento del camino por el cual iba a pasar la caravana. Había muchas cosas aún por planear y tenían que estar preparados. El éxito de la misión dependía de la perfección del plan, de cada detalle controlado al milímetro.
El camino era un tramo de tierra polvorienta que atravesaba un bosque de pinos altos y esbeltos. La vista era buena, la naturaleza un espectáculo de belleza que lo tranquilizaba y le daba fuerza. Zander había elegido un tramo ideal para infiltrarse sin que sospechen de sus intenciones. Un lugar donde el bosque se acercaba al camino, creando una sombra natural que los protegería de las miradas indiscretas.
Se había hecho una idea de cómo entrar y salir, utilizando el bosque como escudo. Se imaginó moviéndose entre los árboles, escabulliéndose con agilidad entre los guardias, el cofre en sus manos, escapando en la noche, desapareciendo en la oscuridad.
Si bien aún no estaba ni cerca de finalizar el plan, iba bien encaminado. La luz de la esperanza brillaba en su corazón, una esperanza frágil, pero real.
Ya estaba regresando al pueblo, un poco agotado por la caminata. No era nada sencillo lo que los esperaba, pero la idea de la recompensa lo impulsaba a seguir adelante. Al llegar a la entrada del pueblo, lo estaba esperando Ajax, su rostro impasible, sus ojos de un gris opaco observándolo con atención.
- Te estaba esperando. - Ajax habló con un tono frío y seco, sus palabras como cuchillos que se clavaban en el corazón de Zander.
- ¿Qué quieres? - Zander respondió con un tono defensivo, su mirada era de desconfianza.
- Acaso ¿Debo tener un motivo para visitarte? - Ajax se burlaba de él con una sonrisa cruel, sus ojos brillaban con una luz que le daba escalofríos.
- ¡Pues claro! No vendrías de no ser así. - Zander respondió con un tono irritado, la paciencia se le agotaba.
- Está bien tienes razón, no me acercaría a un miserable gusano de no ser por una razón. - Ajax se acercó a él con un gesto amenazante, su mirada intentaba penetrar su alma. - Traigo está carta del amo, es urgente.
- Mmm bueno, en un rato lo visitaré. - Zander respondió con un tono tranquilo, intentando ganar tiempo.
- ¡No! Tiene que ser ahora o ¿No lo entiendes? - Ajax gritó con una voz ronca, sus palabras rebotaban en la pared del pueblo, como un eco de la amenaza que se cernía sobre ellos.
- Ya ya, no te alteres iré enseguida. - Zander cedió ante la presión, su mirada se tornó insegura.
- Más te vale, te veré allí. - Ajax dijo con un tono amenazante, su mirada era un rayo de furia que lo atravesaba.
Sin decir ni una palabra más, Ajax se dio la vuelta y se marchó. Zander tomó la carta y se sentó a leerla, rápidamente quedó atónito por lo que estaba leyendo. Los planes se habían adelantado. El tiempo se había acelerado, el destino los había obligado a actuar con inmediatez.
Eso podría complicarlo todo, nada estaba listo. El plan era como un edificio sin cimientos, una casa de naipes amenazada por un viento fuerte. Zander se sintió atrapado en un laberinto de incertidumbres, la angustia se apoderó de él, como una niebla que le impedía ver con claridad.
Fue derecho a buscar a Kendo para ir a reclamarle a Van que no estaban preparados aún. La furia lo consumía, la sensación de injusticia lo atormentaba.
Cuando puso al joven Kendo al tanto de la situación, él ni se inmutó. Era como si la urgencia del momento no le produjera ningún tipo de inquietud. Es más, se puso muy emocionado. Claro, su juventud, su exitación por la adrenalina, minimizaba los riesgos de aquella encomendada tarea.
Sus ganas de actuar no iban a servir de nada porque, al fin y al cabo, la última palabra la tenía Zander. Y él, estaba convencido de que fracasarían. El destino los había arrastrado a un abismo del que no podían escapar, un laberinto sin salida, una trampa mortal que los había atrapado.
Una vez ambos estuvieron frente a frente con la enorme puerta de roble macizo que daba acceso al salón de Lord Van, se metieron sin titubear. La furia que había por el repentino cambio de planes no podía hacer que él contenga las cosas que tenía para decir. Siguieron hasta encontrarse con el salón, al cual entraron sin pedir permiso, se encontraron con Ajax y Van sentados mirando hacia la entrada, como si ya los estuvieran esperando.
La mirada de Lord Van era fría y penetrante, como la de un ser de otro mundo. Su rostro impasible, sus labios finos cerrados en una línea recta, no revelaban sus verdaderos pensamientos.
- ¿Por qué tardaron tanto? - Lord Van preguntó con un tono irritado, su mirada fijándose en Zander con un gesto amenazante.
- ¿Qué? Nos cambias el plan, para el cual aún no estamos listos, y te quejas porque llegamos cinco minutos tarde, tiene que ser una broma. - Zander respondió con un tono irritado, la furia lo consumía.
- Primero que nada, no me levantes la voz y segundo, no tengo la culpa de que los malditos chinos se decidan a pasar antes. - Lord Van respondió con un tono sarcástico, su mirada se tornaba más fría con cada palabra.
- Es que no funcionará, no tenemos nada listo, no podemos hacerlo. - Zander insistió, su voz temblaba ligeramente por la incertidumbre.
- Eso ya corre por cuenta de ustedes, resuelvan el problema y llévenlo a cabo. - Lord Van dijo con un tono implacable, su mirada era un rayo que los atravesaba.
- Pero es imposible, no vamos a lograr nada. - Zander respondió con un tono desesperado, la sensación de estar atrapado en una trampa mortal lo invadió.
- No tienes opción, recuerda. - Lord Van se acercó a él con un gesto amenazante, su voz era un trueno que lo aterrorizó.
Zander recordó todo lo que estaba en juego, era una oportunidad única, a pesar del alto riesgo, no podía negarse. El destino lo había atrapado en un laberinto sin salida.
- ¡Está bien! Lo haremos. - Zander respondió con un tono de voz fuerte, pero su mirada refleja la angustia que lo atormentaba.
Lord Van sonrió con desprecio, su mirada era como la de un ser de otro mundo, un ser que no sentía ni compasión ni remordimiento.
- Espero que no me decepcionen. - Lord Van dijo con un tono frío e implacable, sus palabras eran un presagio de peligro.
Lo único que quedaba por hacer era esperar a que improvisar saliera bien, eso era igual que tirar una moneda y dejar todo al azar. Zander se sentía como un marinero a la deriva en un mar tormentoso, la incertidumbre lo consumía, la angustia lo ahoga. La sombra de la muerte se extendía sobre él, una amenaza constante que lo atormentaba sin tregua.
Kendo, por otra parte, parecía que esa discusión le había dado una dosis de adrenalina. Él solo quería aventura, acción, no le importaba fallar. La juventud le daba una inmunidad a la muerte, una creencia falsa de inmortalidad. Zander, en cambio, no quería arriesgar su vida por nada. Había vivido suficiente para saber que la vida es frágil, que la muerte es un enemigo terrible.
La gran incógnita que tenían era ¿Cómo saldría todo? El destino los había conducido a un cruce de caminos, un lugar donde el futuro era incierto, un lugar donde la decisión podía ser fatal.
Zander se sentía atrapado en una trampa mortal, un juego de poder en el que las reglas estaban claras: o ganas o pierdes. Y la derrota significaba la muerte.
La esperanza se había convertido en un fantasma que lo perseguía sin tregua. El miedo lo consumía, la angustia lo ahoga.
¿Podría escapar de la trampa? ¿Podría vencer al destino? Las preguntas se agolpaban en su mente, como un torbellino de pensamientos que lo hacía sentir perdido e indefenso.