Siempre nos hemos preguntado qué sucede después de la muerte. No sé qué le ocurre a los demás, pero para mí fue una oportunidad única: regresar y hacer justicia. Mi muerte no fue un accidente; alguien acabó con mi vida, y ahora he vuelto para descubrir la verdad detrás de ese secreto. He regresado para reclamar lo que es mío y para enfrentar a aquellos que me hicieron daño.
¿Lograré cumplir con mi misión? Acompáñame en esta emocionante historia y descubramos juntos lo que el más allá tiene reservado
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Capitulo XI Nuevo empleó
Libres de peligro Elena e Inés decidieron volver a su apartamento. La adrenalina aún recorría sus cuerpos y la ansiedad las había atrapado.
“Estás loca, como pudiste besarte con un desconocido”. Regaño Inés a su amiga quien no media el peligro.
“No sé que me pasó, sentí una conexión especial con ese hombre. Su olor me atrajo como una droga y además su cuerpo me llamaba a pecar. Ese beso que nos dimos me hizo subir al cielo. Para ser sincera quede con ganas de mas”. Elena hablaba de manera tan especial, era como si estuviera enamorada de un extraño.
“Ahora si te volviste loca, mejor olvídate de ese hombre que seguramente no volverás a ver. Tenemos que centrarnos en este otro problema. Unos sujetos muy extraños llegaron preguntando por ti, creo que ya saben donde vivimos y tenemos que salir de esta ciudad inmediatamente”. Explico Inés prácticamente sin respirar.
“Tú no tienes por qué estar huyendo, está pelea es solo mía, vuelve a tu vida y sé feliz”. Elena tenía la voz entrecortada, tratando de aguantar las ganas de llorar.
“Ni lo pienses, eres como mi hermana y nunca te dejaré sola. Vamos por nuestras cosas y salgamos de esta ciudad”. Inés se expresó de manera animada sabiendo que ella también corría peligro, pero sin la intención de demostrárselo a Elena.
Llegaron al apartamento y recogieron sus pertenencias, entregaron las llaves del apartamento al casero y salieron rumbo al aeropuerto. Subieron al avión y me dijeron adiós a su vida en New York. Inés sintió que era buena idea viajar a Miami, según ella les hacía falta el sol que les brindaría ese lugar. Al llegar buscaron un apartamento pequeño y empezaron a buscar trabajo, ya que con lo que tenían no les alcanzaría para sobrevivir por mucho tiempo. Al día siguiente Elena e Inés salieron a buscar que hacer, Elena no podía buscar en periódicos ni revistas, pues sería más fácil que esas personas la encontrarán, si al menos recordara el por qué la estaban buscando, pero por más que le daba vueltas a su cabeza no terminaba de recordar nada. También estaba lo de su otra vida, ella quería saber qué pasó, por qué había muerto y si había sido un accidente o le quitaron la vida, sin embargo, los problemas del presente no le daban muchas opciones para pensar.
Cansada de caminar y siempre recibir un no por respuesta, Elena se sentó frente a un gran edificio, mirando la maravillosa estructura de cristal mezclada con acero, respiro profundo y decidió probar suerte en ese lugar, igual no perdía nada. Llegó a la recepción y con amabilidad saludo a la recepcionista quien la recibió con una cordial sonrisa.
“Buenos días, señorita. Disculpe que la interrumpa, vengo a dejar mi hoja de vida por si en algún momento tienen una vacante”. Elena se expresó con una sonrisa y determina inigualable.
“Buenos días, por favor llévalo hasta recursos humanos, con suerte te contratan hoy mismo”. Elena arqueó una ceja en señal de confusión, no esperaba que la enviaran a recursos humanos tan rápido.
Siguió la dirección que la recepcionista le había dado, llegó al departamento de recursos humanos y con amabilidad se presentó. El hombre que la estaba atendiendo empezó a realizarle una serie de preguntas.
“¿Tiene experiencia tomando notas?”.
“Si, señor. Tengo muy buena redacción y soy bueno tomando notas”. Respondió Elena confundida.
“¿Sabe trabajar bajo presión?”
Elena buscó en sus recuerdos y descubrió que ser periodista de criminología era bastante estresante y ella lo hacía a la perfección. “Así es señor, presión es mi segundo nombre”. Dijo Elena bromeando.
“Muy bien, entonces suba a el piso de presidencia, ahí se entrevistará con nuestro presidente”. El sujeto que la atendió sonrió con desdén y siguió con su trabajo.
Elena subió al piso de presidencia, donde los empleados que estaban en ese piso se encontraban trabajando sin voltear a ver a nadie. Parecía que estaba en un campo de concentración en vez de en una oficina. Llevo hasta donde se encontraba una secretaria y le pidió que la anunciará con su jefe.
“Buenos días, ¿eres la nueva secretaria que envían desde recursos humanos?”. Pregunto la señora con amabilidad fingida.
“Eso creo”. Respondió Elena alzando sus hombros.
“Ya te anuncio”. La desagradable mujer hizo una llamada y con una sonrisa irónica le pidió a Elena que pasara, pues ya la estaban esperando.
Sin tomar en serio la actitud de esa secretaria, Elena camino por un largo pasillo que la llevo a una gran puerta de cristal. Ella golpeó con delicadeza pensando no partir el cristal. Desde adentro una voz masculina, pero autoritaria le ordenó que pasara. Elena puso cara de fastidio ante la arrogancia de aquella voz.
“Buenos días, señor. Me envían de la oficina de recursos humanos”.
“Esta es mi empresa y sé dé dónde vienes o es que crees que aquí las cosas se hacen sin mi autorización”. La desagradable voz de Diego Miranda resonó por toda la oficina.
“Imagino que no”, respondió Elena en voz baja, pero lo suficientemente alta para que Diego la escuchará.
“¿Tiene algo que decir?”, Diego se escuchaba irritado, levantando la mirada para ver a la mujer frente a él.
“No señor, no tengo nada que decir”. Elena lo miro fijamente, como retándolo.
Diego sintió algo moverse dentro de él, un sentimiento familiar apareció cuando vio a la mujer que tenía enfrente. Mirándola de pies a cabeza como si la estuviera escaneando recorrió todo su cuerpo, hasta llegar a sus ojos. Su mirada tierna, pero decidida le recordó aquellos ojos que alguna vez lo miraron con amor.
“Tenga, archive estos documentos y para mañana tiene que presentarse con el uniforme de la empresa”. Diego volvió a posar su mirada en los documentos que tenía en las manos ignorando a su nueva secretaria.
Elena salió de la oficina algo confundida. «¿Qué fue todo eso?», pensó. Al ver un escritorio vacío asumió que era el de ella, así que se sentó y empezó a archivar los documentos que le habían entregado. Para ella no era difícil, ya que había empezado como secretaria en el periódico para el cual trabajaba a la edad de quince años.