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La Casa Donde Aprendí A Odiarme

La Casa Donde Aprendí A Odiarme

Status: Terminada
Genre:Completas / Amor de la infancia / Autosuperación / Apoyo mutuo
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: VickyG

"La casa donde aprendí a odiarme" es una novela profunda y desgarradora que sigue la vida de Aika, una adolescente marcada por la indiferencia de su madre y la preferencia constante hacia su hermano. Atrapada en una casa donde el amor nunca fue repartido de forma justa, Aika lidia con una depresión silenciosa que la consume desde dentro. Pero todo empieza a cambiar cuando conoce a Hikaru, un chico extraño que, sin prometer nada, comienza a ver en ella lo que nadie más quiso ver: su valor. Es una historia de dolor, resistencia, y de cómo incluso los corazones más rotos pueden volver a latir.

NovelToon tiene autorización de VickyG para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 1 – Lo que nunca me tocó

6:45 a.m. – Lunes

El despertador sonó por tercera vez. Aika no se movió. No porque estuviera profundamente dormida, sino porque ya estaba despierta desde hacía casi una hora, mirando al techo de su cuarto, envuelta en la sombra de una rutina que no dolía por lo que tenía… sino por lo que le faltaba.

Su cuarto olía a humedad. La ventana no cerraba bien desde el año pasado, y su madre nunca se molestó en repararla. En invierno, el frío se metía por ahí como una visita no deseada. En verano, era el polvo. En cualquier estación, era la indiferencia.

Se sentó al borde de la cama, con los pies en el suelo. Sus piernas delgadas estaban marcadas con pequeños moretones, algunos sin razón aparente. La piel blanca y sensible le recordaba que había vivido mucho más de lo que parecía. Se frotó los ojos verdes y luego observó su reflejo en el espejo roto del armario: rulos dorados, ojos apagados, una boca que ya no recordaba cómo sonreír sin fingir.

6:58 a.m.

En la cocina, el desayuno ya había sido servido… para Renji.

—¿Y el mío? —preguntó sin esperanza.

—No alcanzó —respondió su madre sin levantar la vista del celular—. Tu hermano necesitaba energía para el examen de hoy. Puedes comprarte algo en el colegio si quieres.

Renji, su hermano menor por dos años, devoraba su tostada con huevo sin decir nada. Ni un gesto. Ni una palabra. Como si su existencia fuese la normal y la de ella un error que nadie se había atrevido a borrar.

Aika ya no discutía. Lo había hecho años atrás, cuando creía que la justicia también existía en casa. Ahora solo tomaba su mochila, con el estómago vacío y la mirada pesada, y se iba sin hacer ruido.

7:25 a.m. – Camino al colegio

El sol apenas empezaba a salir, y ya sentía que el día pesaba más que su mochila. Caminaba rápido, con los audífonos puestos, pero sin música. Solo para evitar que la gente le hablara.

Pensaba en cómo sería vivir en una casa donde alguien te esperara con café y pan, o simplemente con una sonrisa. Una casa donde tu nombre no se dijera solo para pedir favores o hacerte sentir culpable por existir.

Recordaba momentos vagos de infancia, cuando aún creía que su madre la amaba. Esos abrazos escasos. Esas palabras tiernas… que con el tiempo se fueron evaporando como si nunca hubieran estado ahí. Como si ser mujer la hubiera vuelto menos digna de afecto.

8:00 a.m. – Aula 3-B

Se sentó en su lugar, al fondo, junto a la ventana. Siempre elegía ese sitio. Podía mirar el cielo, los árboles, el mundo afuera. Le gustaba pensar que en algún lugar lejano, alguien vivía diferente. Que no todos los hogares eran cárceles disfrazadas.

—¿Este puesto está ocupado? —preguntó una voz.

Aika giró lentamente. Un chico alto, delgado, con cara de no saber lo que hacía ahí, la miraba con una sonrisa tímida. Su cabello caía desordenado sobre su frente y su uniforme estaba mal abotonado. Era nuevo.

—Está libre —respondió Aika, sin interés.

El chico se sentó a su lado sin más.

—Soy Hikaru. Vine de otra ciudad. Cambio de aires, ya sabes.

—No, no sé —dijo ella, mirando por la ventana.

Él rió suavemente.

—Me caes bien. Eres honesta.

Aika levantó una ceja.

—O soy antisocial. O ambas.

—Me gusta la combinación —respondió él, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Ella no dijo nada. Pensó que no duraría mucho. Nadie lo hacía.

Recreo – Patio del colegio

Aika se sentó bajo su árbol habitual. No porque fuera un árbol especial, sino porque era el más lejano del ruido. Sacó su libreta y empezó a garabatear. No escribía poesía, ni cuentos. Solo pensamientos sueltos. Pedazos de lo que no podía decir.

> “Si algún día desaparezco, ¿quién notará mi ausencia primero: la silla que ocupo o mi madre?”

—Ese es un pensamiento muy profundo —dijo una voz a su lado.

Era Hikaru otra vez. Sostenía una manzana y una sonrisa como si le perteneciera el derecho de estar ahí.

—¿Me seguiste? —preguntó ella, sin mirarlo.

—No. Te busqué. Es diferente.

—¿Y por qué?

—Porque tengo buen gusto para encontrar gente interesante.

Aika resopló. Le parecía ridículo… y en parte, reconfortante. Nadie había buscado estar cerca de ella sin querer algo a cambio. Hikaru parecía no querer nada.

—¿Te gusta el silencio? —preguntó él, sentándose a su lado.

—Me gusta no tener que fingir que estoy bien —respondió Aika.

Él asintió, mirando al cielo.

—Yo también.

Y así, sentados bajo el árbol sin nombre, con el viento moviendo las hojas y los pensamientos suspendidos en el aire, Aika sintió por primera vez en mucho tiempo que quizá… solo quizá… alguien estaba dispuesto a verla sin juzgarla.

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