El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
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📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
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Capítulo 2
El grupo de Noah comenzó su viaje a las 8 de la mañana, justo cuando los primeros rayos de sol doraban las copas de los árboles.
El clima era perfecto, con un cielo despejado y una brisa fresca descendiendo desde las montañas del bosque Lunar. El aire olía a tierra húmeda y flores silvestres, creando una atmósfera serena que solo era interrumpida por el dulce canto de los pájaros.
Al inicio del recorrido, todo era emocionante. Los árboles gigantescos se alzaban imponentes a su alrededor, con sus ramas extendiéndose como brazos protectores. Monos traviesos se balanceaban entre las lianas, observándolos con curiosidad, mientras algunos descendían lo suficiente para lanzarles frutas pequeñas antes de desaparecer entre las sombras. Todos en el grupo estaban llenos de energía, disfrutando la experiencia.
Nadie llevaba el teléfono en la mano durante la caminata. El sendero, inicialmente llano, comenzaba a inclinarse poco a poco, serpenteando entre la vegetación. En algunos tramos, el camino descendía cerca de pequeños barrancos, lo que los obligaba a ser cautelosos. Este sendero había sido construido por los habitantes del pueblo para facilitar el ascenso a la cima, y sus huellas aún estaban marcadas en algunas piedras.
—Esto es increíble —dijo Caleb con entusiasmo, ajustando su mochila de vez en cuando.
Noah sonrió suavemente. Su cabello blanco, ligeramente despeinado por la brisa, resplandecía bajo la luz del sol como hilos de plata. Sus ojos azul celeste parecían reflejar el cielo, tan claros e hipnóticos que cualquiera que los viera de cerca podría perderse en ellos.
Los pájaros sobre las ramas comenzaron a cantar con más intensidad al verlo sonreír, como si su sola presencia los hubiera deslumbrado. Sus trinos se volvieron más melodiosos, armonizando con la naturaleza a su alrededor.
—Parece que tendremos un viaje tranquilo —comentó el guía, el señor Dion, quien podía interpretar los presagios de la naturaleza. La brisa y el comportamiento de los animales le indicaban que todo iba bien.
Pero mientras ellos caminaban despreocupados, en lo alto de un árbol, un par de ojos dorados los observaban con intensidad.
"Es hermoso... ¿Acaso tiene sangre sagrada?"
"Su rostro brilla como si fuera un ser celestial..."
Entre las sombras del follaje, Theo apareció, camuflado en la copa del árbol donde descansaban las aves. Su pelaje blanco resplandecía bajo la luz dorada, y sus nueve colas, también blancas con destellos rojizos, se movían con elegancia, como si danzaran con el viento.
Las aves estuvieron a punto de alzar el vuelo asustadas al sentir su presencia, pero al notar que era el espíritu del zorro, permanecieron en su sitio, inclinando sus cabecitas en señal de respeto.
—Tienen razón. Él es mi destino —murmuró Theo con una sonrisa astuta. Sus ojos destellaban con un brillo depredador mientras los fijaba en Noah.
Había esperado siglos por este momento. Su alma gemela finalmente había aparecido. Y era perfecto. Su sola existencia parecía una obra maestra tallada por los dioses.
"¿Es él realmente de sangre pura?" preguntó un pájaro.
—Así es —susurró Theo, su voz acariciando el aire con una mezcla de devoción y deseo—. Mañana, cuando llegue el eclipse solar, quiero que me ayuden a conseguirlo.
"¿Cómo lo haremos?"
—Díganle a las serpientes y a los leones que lo asusten. Yo apareceré como su salvador.
Las aves rieron suavemente, sus trinos resonando como una dulce melodía en el bosque.
—Haré que caiga en el abismo de la oscuridad, y en ese momento, deberán borrar todo rastro de su existencia para los demás. Solo yo seré capaz de sacarlo de este bosque.
"De acuerdo, Theo. Ojalá esta vez logres romper la maldición y convertirte en humano."
El espíritu del zorro sonrió de medio lado, sus colmillos asomando apenas entre sus labios. Sus nueve colas se agitaron con expectación.
Con un aleteo sincronizado, las aves emprendieron el vuelo, dejando a Theo en su escondite, aún con la mirada fija en el omega de ojos azules.
Su espera de cientos de años había valido la pena si, al final, su alma gemela era tan perfecta. Para él, Noah era como un ángel caído del cielo.
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Mientras tanto, en el suelo, Noah y sus compañeros continuaban caminando. Dos horas después, el sudor empezaba a formarse en sus frentes, pegando algunas hebras de cabello a sus sienes.
Ellos decidieron descansar bajo un árbol enorme, cuyas raíces sobresalían de la tierra como esculturas de madera. Algunos se sentaron en el suelo, estirando las piernas con alivio tras el esfuerzo. Aún les quedaban siete horas más de caminata para llegar a la cima.
—Solo descansaremos diez minutos. Aprovechen bien el tiempo —indicó el guía, acomodándose su sombrero.
—Noah, ¿quieres un poco de mi agua? —preguntó Michael, acercándose con cautela.
El alfa aprovechaba que los guardaespaldas de Noah no estaban con él para atreverse a hablarle. Michael era considerado el chico más atractivo de la universidad, un alfa seguro de sí mismo, de sonrisa encantadora y físico impecable. Sin embargo, frente a Noah, toda su confianza parecía desmoronarse.
Pero antes de que Noah pudiera responder, Caleb intervino con voz firme:
—Lo siento, Michael, Noah no puede aceptar bebidas de nadie. Además, él ya trajo su propia agua.
Sus palabras no eran una simple advertencia. Caleb tenía órdenes directas del señor Black de cuidar al único omega de los Everhart, y eso incluía evitar cualquier contacto innecesario con otros alfas.
Noah suspiró suavemente antes de sonreírle a Michael con gentileza.
—Lo siento, Michael.
Su voz era tan dulce, que cualquier enojo o molestia se disipaba en el aire.
Michael esbozó una sonrisa forzada y asintió.
—No hay problema, Noah. Si necesitas algo, solo dime.
Noah asintió con una sonrisa antes de apartar la mirada, sin notar cómo los alfas alrededor lo observaban con fascinación.
Sin embargo, incluso ese pequeño intercambio fue suficiente para que Theo, aún oculto en las alturas, dejara escapar un chirrido de irritación.
"¡Hickk!"
Sus colas se movieron con impaciencia mientras apretaba los dientes.
A pesar de la distancia, había escuchado cada palabra con claridad.
No le gustaba.
No le gustaba que otro alfa intentara acercarse a Noah.
Él había esperado siglos por su alma gemela. No iba a permitir que nadie más se interpusiera.
Mañana, en el eclipse, Noah sería solo suyo.
Y nadie podría evitarlo.
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