Amor, peligro, acción, romance, traiciones y mentiras se suscitan en la vida de dos astronautas cuya misión es salvar al mundo. Un grave peligro acecha a la humanidad: una estación espacial abandonada y sin control corre el riesgo de caer sobre la Tierra y su efecto será devastador tanto como el meteorito que acabó con los dinosaurios. La única manera de salvar al mundo es llegar a esa nave, manejarla y sacarla de la órbita terrestre. Los únicos astronautas que podrían lograr la hazaña y evitar la hecatombe son Nancy y Mike, ambos eran pareja pero ahora están enfrentados y se odian. Un complot, además, de uno de los jefes amenaza a la misión y lo peor de todo es que ambos astronautas deberán enfrentar una lluvia de meteoritos que bombardea a la estación espacial abandonada haciendo que el peligro sobre el planea sea aún mayor. ¿Podrán los dos superar sus diferencias y conseguir salvar a la humanidad de la extinción? No solo eso. Alarmados y aterrados por el inminente fin del mundo, todo el personal de la administración espacial en la Tierra abandonan sus puestos y tan solo quedan unos cuantos científicos que deberán dirigir las maniobras para que Nancy y Mike consigan llegar sanos a salvo a la estación espacial, viviendo toda clase de historias románticas, de odios, envidias y celos. Una novela actual y de mucho suspenso, "Amor y terror en el espacio", experimenta suspenso, romance y humor, todo lo que al lector apasiona.
NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 2
-Yo no voy volver a estar otros cien días en el espacio junto a ese sujeto-, me molesté con mi jefe, Joe Grand. Él sonreía de oreja a oreja y sabía que yo estaba incómoda por tener que compartir labores con Michael Robinson en la estación espacial Navigator.
-Eres la mejor piloto científica ingeniera de la administración espacial, Nancy, todos están de acuerdo que ayudarás en los estudios computarizados del debilitamiento de la capa de ozono-, me dijo Grand. Él tenía a su cargo todo lo referente a los vuelos espaciales. El propio presidente de la nación le había dicho de la importancia de esa labor de estudios sobre la atmósfera y el calentamiento global. -El mundo entero espera mucho de ti, el futuro del planeta está en tus lindas manos-, seguía riendo con ironía Grand.
Disculpen, no me presenté. Me llamo Nancy Guðmundsson, soy astronauta científica, licenciada en sistemas y con maestría en software, hardware, redes y manejo de ordenadores y en los últimos años me he abocado al estudio de la capa de ozono y el peligro que representa su debilitamiento, debiendo encontrar soluciones para paliar el daño que aflige a la humanidad. La última década me la ha pasado en el espacio tanto que hasta me olvidé qué es tener los pies sobre la tierra. En el Navigator tuve un tórrido romance con Michael, el ingeniero jefe de esa estación espacial. Todos lo conocen como "el loco" y dicen que es un ermitaño, porque le encanta vivir en el espacio, está enamorado de las estrellas y no desea, jamás, volver a la Tierra. Dice que su vida es estar con los luceros, viendo pasar cometas y disfrutando de las maravillas de ese infinito manto que envuelve al universo.
Robinson no sabe de computadoras ni ordenadores ni hardware ni nada, siquiera maneja bien su móvil y la verdad yo no sé cómo puede sobrevivir ese hombre tanto tiempo metido en el Navigator sin más entretenimiento que ver las estrellas fulgurando a lo lejos. Eso sí, es un piloto experto, quizás el mejor de toda la administración espacial y conoce los controles de mando tanto o más que sus propios sentimientos.
¿Usted sabe lo que significa estar cien días en el espacio con un tipo así de loco? Ay, es demasiado asfixiante. Y lo peor, para mí, es que Mike es guapo, enorme como un cerro, con una espalda propia de un mastodonte, con unos brazotes gigantes y sus piernas parecen troncos de árbol. Me enamoré, pues, de inmediato. Verlo todos los días, compartir con él cada minuto del día, terminó por sucumbirnos a ambos en la pasión. Hicimos el amor no una sino un millón de veces, disfrutando de los encantos de la emoción, subyugados por el romance y la poesía de ser suya, bajo las estrellas y en medio del infinito.
-Eres muy hermosa, Nancy, no tengo la culpa de enamorarme de ti-, me confesó Mike cuando yo parpadeaba extasiada, después que él conquistó todos mis rincones, mis innumerables curvas y redondeces y llevarme al delirio con sus besos y caricias. Mi corazón era una pelota rebotando en el busto y sentía el fuego chisporroteando por todos mis poros. Ansiaba que me hiciera suya una y otra vez.
-Todas las chicas de la administración espacial suspiran por ti-, le respondí, echando humo en mi aliento, después que él llegó hasta los parajes más profundos e íntimos de mis entrañas.
-Solo algunas, je je je-, estalló en risotadas Mike. Eso me enojaba de él, que fuera mujeriego y que yo era tan solo una cifra más en sus conquistas cotidianas.
-No, no Nancy, no eres una más, eres el amor de mi vida-, me decía loco enamorado, haciendo brillar sus ojos y esturando esa sonrisa tan varonil y deliciosa que me volvía loca y desataba mis deíficas cascadas. -Idiota-, me enervaba y volvíamos a besarnos con pasión, emoción y encono, eufóricos de arder en nuestras propias llamas.
-Es una orden, Nancy-, me devolvió a la realidad Grand. Arrugué mi naricita, me di vuelta furiosa, apretando los puños y me fui meneando las caderas y haciendo eles con mis manos, muy disgustada y malhumorada.
-Le mandas saludos a Mike, je je je-, no dejaba de reír Grand. Él sabía todo de nuestro romance, en realidad todos en Houston y Cañaveral lo sabían, desatando por supuesto las furias y celos de las otras chicas de la administración espacial.