El tema será una historia de amor y misterio ambientada en un pequeño pueblo costero
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El Misterio de Alejandro
Las primeras luces del amanecer iluminaron la habitación de Clara, filtrándose a través de las cortinas de encaje. Había dormido profundamente, agotada por el viaje y la emoción del día anterior. Se levantó lentamente, sintiendo la frescura de la mañana en su piel, y se dirigió al baño para asearse. Después de vestirse con ropa cómoda, bajó a la cocina y preparó una taza de café. El aroma llenó la casa, brindándole una sensación de calidez y familiaridad.Con la taza en mano, Clara salió al patio y se sentó en un viejo banco de madera bajo la higuera. Desde allí, podía ver el mar, sus olas rompiendo suavemente contra la orilla. Respiró profundamente, disfrutando de la tranquilidad del momento. Pero su mente no podía dejar de volver a las cartas y diarios de su tía abuela Teresa. La figura de Alejandro se había convertido en una obsesión silenciosa, un enigma que necesitaba resolver.Decidió comenzar el día explorando el pueblo y hablando con los vecinos para obtener más información. Caminó por las calles adoquinadas, saludando a los pocos transeúntes que se cruzaban en su camino. Todos parecían amigables y curiosos, dispuestos a darle la bienvenida a la recién llegada.Su primera parada fue la pequeña biblioteca del pueblo. El edificio, aunque modesto, tenía un encanto rústico. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros antiguos y polvorientos. Clara se acercó al mostrador, donde una mujer mayor con gafas y cabello canoso estaba ordenando algunos documentos.—Buenos días, soy Clara Montoya. Acabo de mudarme a la casa de mi tía abuela Teresa. Me preguntaba si podría ayudarme a encontrar información sobre un hombre llamado Alejandro que vivió aquí hace muchos años —dijo Clara, tratando de sonar casual.La bibliotecaria levantó la vista, ajustando sus gafas para ver mejor a Clara.—Buenos días, Clara. Soy Doña Emilia, la bibliotecaria. Teresa fue una gran amiga mía. En cuanto a Alejandro, es un nombre que no escucho muy a menudo, pero recuerdo algunos rumores sobre él. Tal vez puedas encontrar algo en los archivos del pueblo —respondió Doña Emilia, señalando una sala al fondo de la biblioteca.Clara agradeció a Doña Emilia y se dirigió a la sala de archivos. El cuarto estaba lleno de cajas y carpetas, todas etiquetadas con fechas y nombres. Pasó horas revisando documentos antiguos, periódicos locales y registros municipales. Finalmente, encontró una carpeta marcada con el año en que Alejandro había llegado a Puerto Escondido.La carpeta contenía recortes de periódicos y notas manuscritas. Al parecer, Alejandro había llegado al pueblo bajo circunstancias misteriosas. Nadie sabía de dónde venía ni qué lo había traído a Puerto Escondido. Las notas mencionaban que era un hombre carismático, pero también había rumores de que estaba huyendo de algo o de alguien.Clara se quedó absorta en la lectura, perdiendo la noción del tiempo. Cada nuevo dato que encontraba la llevaba más cerca de comprender la relación entre su tía abuela Teresa y Alejandro. La carpeta también contenía una fotografía descolorida de Alejandro. Era un hombre de rasgos definidos y mirada intensa. Había algo en su expresión que transmitía tanto tristeza como determinación.Decidió que su próxima parada sería la casa de Don Ramiro, esperando que él pudiera proporcionarle más información. Caminó de regreso por las calles adoquinadas hasta la casa del hombre mayor. Don Ramiro la recibió con una sonrisa y la invitó a pasar.—Clara, es un placer verte de nuevo. ¿En qué puedo ayudarte hoy? —preguntó Don Ramiro, ofreciéndole una taza de té.—Gracias, Don Ramiro. He estado investigando sobre un hombre llamado Alejandro que vivió aquí hace muchos años. Encontré algunos documentos en la biblioteca, pero quería saber si usted tiene algún recuerdo o información sobre él —respondió Clara, mientras tomaba un sorbo de té.Don Ramiro frunció el ceño, pensativo.—Alejandro... sí, recuerdo a ese hombre. Llegó al pueblo de repente, y aunque era muy reservado, logró ganarse el afecto de muchas personas, incluida tu tía abuela Teresa. Era un hombre enigmático, siempre parecía estar mirando por encima del hombro, como si temiera que algo o alguien lo estuviera siguiendo —dijo Don Ramiro, con una expresión de preocupación en su rostro.Clara se inclinó hacia adelante, interesada.—¿Sabe por qué se fue tan repentinamente? —preguntó, esperando una respuesta que arrojara más luz sobre el misterio.Don Ramiro negó con la cabeza.—Nunca lo supimos con certeza. Un día simplemente desapareció, dejando tras de sí muchas preguntas sin responder. Algunos decían que había sido perseguido por su pasado, otros creían que había encontrado lo que buscaba y se había marchado. Pero lo que sí sé es que Teresa estaba profundamente afectada por su partida. Nunca volvió a ser la misma después de eso —dijo Don Ramiro, con una mirada triste.Clara agradeció a Don Ramiro por su tiempo y la información. Mientras regresaba a casa, no podía dejar de pensar en el misterio que rodeaba a Alejandro y su conexión con Teresa. Había algo en esa historia que resonaba profundamente en ella, y estaba decidida a desentrañar la verdad.Al llegar a casa, se sentó en el escritorio de Teresa y comenzó a leer más de los diarios. Cuanto más leía, más comprendía la intensidad de los sentimientos que Teresa había tenido por Alejandro. Sus palabras estaban llenas de amor y anhelo, pero también de una tristeza profunda por su partida.Esa noche, Clara se quedó despierta hasta tarde, sumergida en los diarios y cartas. Había algo en esa historia que no podía dejar de lado, un misterio que necesitaba resolver. Mientras las sombras se alargaban en la habitación y la luna iluminaba el mar, Clara prometió que haría todo lo posible por descubrir la verdad sobre Alejandro y su relación con Teresa.