En el bullicio del siglo XXI, Ana, una joven de 25 años, se siente como un extraño en su propia época. Con una fascinación por las épocas antiguas, especialmente los períodos históricos de esplendor y elegancia, Ana se sumerge en sus fantasías de ser una mujer de otra era.
Lo que ella no se espera, es que su deseo se hará realidad después de un accidente.
Tendrá que enfrentar desafíos y papeles en los cuales todavía no estaba preparada, lo lograra.
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Capitulo 2
Como sabrán mi nombre es Ana Martínez, mi madre murió cuando yo estaba terminando mi bachillerato. Ella estaba padeciendo de una enfermedad terrible cáncer de mama, nunca conocí a mi papa y no tuve hermanos. siempre fuimos mi madre y yo frente al mundo.
Fue un momento difícil, con sus sueños académicos pendiendo de un hilo. Aunque su madre siempre la estuvo preparando para el momento donde ella no estuviera. Había luchado contra viento y marea para llegar hasta aquí, pero los obstáculos parecían insuperables. La universidad, con sus altos costos, estaba fuera de su alcance, y la perspectiva de abandonar su educación era desgarradora, ese fue su refugio en todo momento.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, un rayo de esperanza brilló en su vida. Una esperanza tejida con el amor y la previsión de su madre. Antes de partir de este mundo, su madre había ahorrado diligentemente cada centavo que podía, sacrificando lujos y comodidades para asegurar el futuro de su hija.
Ana, sumida en la desesperación, se encontró con una caja olvidada en el armario de su madre. Dentro de ella, envuelto en nostalgia y amor materno, encontró una carta junto a una considerable suma de dinero. La carta era un testamento de la dedicación de su madre hacia ella, expresando su deseo ferviente de que Ana persiguiera sus sueños, sin importar los obstáculos.
Con lágrimas en los ojos, Ana se dio cuenta del sacrificio silencioso que su madre había hecho por ella. Ese dinero no era solo un medio para financiar su educación, sino un símbolo del amor inquebrantable de su madre, un recordatorio de que siempre estaría con ella, incluso en su ausencia física.
Con el corazón lleno de gratitud y determinación, Ana se comprometió a honrar el legado de su madre. Con el dinero que había ahorrado, pudo inscribirse en la universidad y perseguir su carrera con renovado vigor. Cada clase, cada examen, cada desafío que enfrentaba, lo hacía con la imagen de su madre en mente, recordándole el propósito detrás de su lucha.
A medida que los años pasaban, Ana se graduó con honores, llevando consigo el legado de su madre y las lecciones de sacrificio y amor que le había enseñado. Su éxito no solo fue una victoria personal, sino también un tributo al espíritu indomable de su madre, cuyo amor y previsión habían allanado el camino hacia su triunfo.
Y así, gracias al ahorro prudente y al amor incondicional de su madre, Ana pudo no solo completar su carrera, sino también honrar el sacrificio que hizo posible su realización personal. Su historia se convirtió en un testimonio inspirador de cómo el amor y la determinación pueden superar incluso los desafíos más difíciles, iluminando el camino hacia un futuro brillante.
En la actualidad, el legado de su madre no terminó con su graduación; se convirtió en la fuerza impulsora detrás de cada paso que daba. La determinación de honrar el sacrificio de su madre la llevó a buscar oportunidades laborales que no solo le proporcionaran estabilidad económica, sino también un sentido de propósito y realización.
Fue así como Ana encontró un trabajo en una cadena de restaurantes. Al principio, la idea de trabajar en la industria de la restauración la intimidaba. Sin embargo, con el apoyo de su equipo y la dedicación que heredó de su madre, Ana se adaptó rápidamente a su nuevo entorno. Aprendió los entresijos del negocio, desde el servicio al cliente hasta la gestión de inventario, y se destacó por su ética laboral impecable y su actitud positiva.
Trabajar en el restaurante no solo le proporcionó un ingreso estable, sino también una sensación de comunidad y pertenencia. Se rodeó de personas que compartían su pasión por la gastronomía y el servicio al cliente, y encontró un sentido de camaradería que había estado buscando desde que su madre partió. Cada día en el trabajo era una oportunidad para honrar el legado de su madre, recordándole que su sacrificio no había sido en vano.
Pero trabajar en el restaurante también le enseñó una lección valiosa sobre el dinero y el consumo. A medida que se acostumbraba a vivir con un presupuesto limitado durante sus años de universidad, descubrió que no necesitaba gastar mucho para ser feliz. Aprendió a valorar las cosas simples de la vida: una comida casera con amigos, una tarde en el parque, una conversación sincera. Se dio cuenta de que la verdadera riqueza no se mide en términos de dinero, sino en experiencias compartidas y relaciones significativas.
Hoy en día, Ana no está abrumada por lo económico. Gracias al sacrificio de su madre y su propia determinación, ha encontrado un equilibrio entre sus responsabilidades financieras y su búsqueda de felicidad y realización personal. Trabajar en el restaurante no es solo un medio para ganarse la vida, sino una forma de honrar el legado de su madre y vivir una vida que esté a la altura de su ejemplo.
Y así, mientras Ana recorre su camino en la vida, lleva consigo el amor y el sacrificio de su madre como un faro que ilumina su camino. Con cada logro y desafío que enfrenta, se inspira en el espíritu indomable de su madre, recordándole que, aunque ya no esté físicamente presente, su amor sigue guiando cada paso que da.
A pesar de su fuerza y determinación para superar obstáculos, en lo personal Ana era una persona introvertida y solitaria. Sus inseguridades la mantenían en una especie de caparazón emocional, alejándola del mundo exterior. Aunque tenía amigos cercanos y compañeros de trabajo con los que se llevaba bien, siempre se sentía incómoda en situaciones sociales y prefería pasar tiempo a solas.
El amor era un territorio inexplorado para Ana. Nunca se había permitido abrir su corazón a esa experiencia tan compleja y vulnerable. Las relaciones románticas parecían un mundo ajeno, lleno de incertidumbre y riesgos emocionales que no estaba dispuesta a enfrentar. A pesar de que veía a parejas felices a su alrededor, nunca había sentido esa chispa romántica por sí misma.
Aunque su vida amorosa seguía siendo un enigma, Ana encontraba consuelo y satisfacción en otras áreas de su vida. Se sumergía en sus pasiones y hobbies, encontrando una conexión profunda consigo misma a través del arte, la literatura y la naturaleza. En su mundo interior, encontraba refugio y paz, liberándola de las presiones y expectativas del mundo exterior.
Fue en este momento, donde en el auge de su vida, experimentó un giro inesperado de los acontecimientos que la llevó a una nueva rencarnación en una época antigua donde anhelaba estar, pero sentía miedo ya que creyó esto un imposible a vivir donde las calles empedradas y los castillos eran el telón de fondo de la historia.
Fue en un accidente trágico que la arrojó al abismo del tiempo. Un giro violento del destino que la arrancó de su vida moderna y la depositó en un mundo desconocido. Despertó en un lugar que no reconocía, en un cuerpo que no era el suyo, con la mente llena de recuerdos que no coincidían con su entorno.
Era una huérfana en la época antigua, una niña indefensa a merced del destino. Pero dentro de ella ardía la llama de una vida pasada, con todos los recuerdos y experiencias que había acumulado a lo largo de los años. A pesar de tener el cuerpo de una bebé, su mente albergaba la sabiduría y los conocimientos de una vida completa.
Fue acogida por una pareja de campesinos que la criaron como a su propia hija, ajena al hecho de que dentro de ese frágil cuerpo infantil residía el espíritu de alguien mucho más antiguo.