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Promesas De Hielo Y Fuego

Promesas De Hielo Y Fuego

Status: En proceso
Genre:Amor tras matrimonio / Traiciones y engaños / Matrimonio arreglado / Amor-odio / Diferencia de edad / Venganza de la protagonista
Popularitas:9.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Valentina Claros

En el frío norte de Suecia, Valentina Volkova, una joven rusa de 16 años con ojos de hielo y cabello dorado, se ve obligada a casarse con su padrastro, Bill Lindström, un hombre sueco de 36 años. Marcados por un pasado lleno de secretos y un presente lleno de tensiones, ambos deberán navegar entre el deber, el resentimiento y una conexión que desafía las normas. En un matrimonio tan improbable como inevitable, ¿podrá el amor surgir de las cenizas de la obligación?

NovelToon tiene autorización de Valentina Claros para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

I. Löften under snön (Promesas bajo la nieve)

El invierno había llegado temprano aquel año, envolviendo el pequeño pueblo sueco de Norrskog en un manto de nieve que parecía eterno. Las ventanas de las casas estaban empañadas, y las chimeneas expulsaban nubes de humo gris que se disolvían en el cielo opaco. Dentro de una cabaña de madera, Valentina Volkova, de apenas dieciséis años, se encontraba sentada frente a la ventana, trazando con un dedo líneas irregulares en el cristal helado.

Había algo hipnótico en la monotonía del paisaje invernal, pero también algo insoportable. Para Valentina, el silencio y la nieve eran el telón de fondo perfecto para su aislamiento. Desde que su madre, Ingrid, los había dejado, la cabaña había comenzado a sentirse más fría, más pequeña. Bill, su padrastro, no era una compañía cálida; su presencia llenaba el espacio con una gravedad que Valentina no lograba descifrar del todo.

El diario que descansaba sobre su regazo estaba lleno de palabras furiosas escritas en alemán. Palabras que nunca diría en voz alta, pensamientos que se atrevía a plasmar solo en el papel. No sabía si odiaba a su madre por abandonarla o si la extrañaba con cada fibra de su ser. Quizá ambas cosas.

—Valentina, ven aquí. —La voz grave de Bill Lindström rompió el silencio como una ráfaga de viento helado.

Ella no respondió de inmediato, pero tampoco se atrevió a ignorarlo. Lentamente, cerró el diario y lo dejó a un lado antes de girarse hacia él. Bill estaba de pie junto a la mesa de madera, con una expresión impenetrable y una copa de vino tinto en la mano. Era alto, atlético, y su rostro tenía esa perfección nórdica que intimidaba más de lo que atraía. Sus ojos, de un azul pálido, parecían capaces de ver a través de cualquier mentira.

—¿Qué pasa? —preguntó ella en alemán, el idioma natal de su madre.

Bill alzó una ceja, como si la elección del idioma lo molestara. Siempre insistía en que hablara en sueco, pero Valentina encontraba consuelo en las palabras familiares de su madre.

—Siéntate. —El sueco de Bill era seco, casi cortante.

Ella dudó, pero finalmente obedeció, arrastrando una silla frente a él. Su corazón latía con fuerza, como si su cuerpo supiera que algo estaba a punto de cambiar.

Bill colocó una pequeña caja de terciopelo negro sobre la mesa, empujándola hacia ella.

—Tenemos que hablar —dijo sin rodeos—. Tu madre no va a regresar.

Valentina sintió un nudo en el estómago, pero no dejó que su rostro traicionara sus emociones. Había estado tratando de prepararse para esta realidad, pero escucharla en voz alta era diferente.

—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —replicó, cruzando los brazos sobre el pecho.

Bill abrió la caja, revelando un anillo simple pero elegantemente diseñado. La piedra central, transparente como el hielo, brillaba a la luz del fuego.

—Para que puedas quedarte aquí, necesitamos casarnos.

La declaración cayó como un golpe físico. Valentina sintió que el aire se escapaba de la habitación.

—Esto es... esto es una broma, ¿verdad? —preguntó, apenas capaz de encontrar su voz.

—No lo es. —Los ojos de Bill se clavaron en los suyos, serios, fríos—. Esto es lo único que tiene sentido.

Valentina se levantó bruscamente, empujando la silla hacia atrás con un chirrido que llenó la sala.

—¡Esto es enfermizo! —gritó, señalándolo con el dedo—. ¡Tú eras el esposo de mi madre! ¡Eres...!

Se detuvo, incapaz de encontrar una palabra que encapsulara el horror que sentía. Su mente estaba inundada de pensamientos contradictorios. ¿Cómo podía siquiera sugerir algo así?

—Cálmate —dijo Bill, con una voz que pretendía ser conciliadora, pero que solo aumentó su ira—. Nadie está hablando de un matrimonio real. Esto es... práctico. Un acuerdo.

—¿Un acuerdo? —repitió ella, incrédula—. ¡Esto no es normal! ¡No puedes pedirme algo así y esperar que diga que sí!

—No tienes muchas opciones, Valentina. —La voz de Bill era firme, pero no cruel—. Sin este matrimonio, pierdes tu residencia. Y sin residencia, tendrás que regresar a Alemania sola. Sabes tan bien como yo que no tienes a dónde ir.

Las palabras la golpearon con una precisión quirúrgica. Alemania significaba volver a un lugar que su madre había descrito como inhóspito, lleno de deudas y promesas rotas. Su abuela estaba demasiado enferma para cuidarla, y no había ningún otro pariente que pudiera hacerse cargo de ella.

Pero esto... casarse con Bill. Era un precio que parecía demasiado alto, incluso para alguien tan desesperada como ella.

—No voy a hacerlo —dijo finalmente, con la voz temblorosa pero decidida.

Bill suspiró y se llevó la mano al puente de la nariz, como si estuviera tratando de contener su frustración.

—No espero que digas que sí ahora. Solo quiero que pienses en lo que realmente significa.

Ella no respondió. Sus manos temblaban mientras caminaba hacia la ventana, necesitando desesperadamente algo a lo que aferrarse. Afuera, la nieve caía en silencio, cubriendo todo con una capa de blancura que parecía interminable.

—Esto no es justo —murmuró, más para sí misma que para él.

—La vida rara vez lo es, Valentina.

El tono de su voz la enfureció aún más. Se giró hacia él con los ojos llenos de lágrimas, pero no de tristeza, sino de rabia.

—¡No soy tu solución, Bill! ¡No soy un peón en tu juego!

Bill no respondió de inmediato. Simplemente la miró, como si estuviera esperando que agotara su furia. Cuando finalmente habló, su voz era baja, casi un susurro.

—Nunca dije que lo fueras.

Valentina sintió que sus piernas temblaban. Se dejó caer en el sofá, agotada tanto física como emocionalmente. No podía procesar lo que acababa de pasar.

—Tienes tiempo para pensarlo. —Bill tomó la caja y la cerró antes de caminar hacia la puerta—. Pero no tenemos mucho.

Ella no lo miró mientras salía. Se quedó mirando el fuego en la chimenea, observando cómo las llamas danzaban y consumían la madera. Era un recordatorio cruel de cómo se sentía: atrapada entre el calor sofocante de la realidad y el frío paralizante de sus miedos.

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Beatriz Coelho
Lo que no entiendo es cómo le dan tanto poder y le enseñan a manejar negocios si es una niña de 16 años o ya para 17, no estudia no va a la preparatoria???
y de paso es una maquiavélica...no, no, no aburre
Magda borquez
mucho preámbulo. repite mucho. da vueltas en lo mismo...
Magda borquez
una pregunta... Valentina no estudia? sólo tiene 16 años...
Mayelin Almonte
fotos porfavor
うacacia╰︶
Quiero saber más, ¡actualiza pronto! ❤️
Celia Luis Huamani
Emocionada por la continuacion
Max >w<
No puedo esperar a leer el siguiente capítulo! 😃
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