Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 1: El Umbral
Elías era un niño común y corriente, de esos que a menudo se pierden en el ruido del mundo. Vivía en un pequeño pueblo donde las nubes grises parecían colgar sobre las calles como un manto pesado, y la vida transcurría sin mucha emoción. Su abuela, una mujer de gran corazón y vasta imaginación, solía contarle historias de reinos lejanos donde la magia danzaba en el aire, pero esas historias eran solo susurros lejanos para Elías, atrapado en su monotonía.
Sin embargo, a pesar de su vida ordinaria, había algo en Elías que lo hacía especial. Su curiosidad era como un fuego, una llama que ardía en su interior, iluminando los rincones oscuros de su mente. Los sueños que lo visitaban cada noche eran su escape, mundos llenos de maravillas y criaturas fantásticas, pero también de sombras que parecían moverse en la penumbra. En esos sueños, siempre había un portal, un umbral entre lo conocido y lo desconocido, que lo llamaba con una voz suave pero insistente.
Una tarde, mientras la lluvia tamborileaba contra el tejado de su casa, Elías subió al desván, un lugar lleno de telarañas y objetos olvidados, donde las sombras se arrastraban como criaturas curiosas. Entre cajas cubiertas de polvo y recuerdos perdidos, sus ojos se posaron en un espejo antiguo, con bordes de plata que parecían desvanecerse en la penumbra. El marco estaba adornado con rostros distorsionados, como si cada uno estuviera atrapado en una risa silenciosa, sus ojos vacíos observando a Elías.
El espejo no era solo un objeto; era un umbral, una puerta a lo extraño y lo maravilloso. El reflejo de Elías se distorsionó, como si se tratara de un eco de un mundo donde el tiempo se retorcía y las reglas de la realidad se desvanecían. En un susurro casi inaudible, el espejo comenzó a hablarle, una voz rasposa que parecía venir de un lugar lejano y desconocido.
—“Bienvenido a Sombravelo, querido niño,” decía la voz, resonando en la habitación como un canto melancólico. “Todo lo que deseas y temes se encuentra al otro lado.”
Pero en los rincones oscuros de la mente de Elías, una sombra crecía. No era solo la emoción de la aventura; era el miedo, esa sensación que arrastra la piel y paraliza el corazón. Había escuchado historias sobre espejos que devoran almas, sobre mundos donde los sueños se tornan pesadillas, y ahora, con el corazón acelerado, se preguntó: ¿qué pasaría si la oscuridad que acecha en sus pesadillas se deslizara a través del espejo?
Aun así, había algo en el reflejo que lo atraía. Tal vez era la posibilidad de escapar de su vida, de los ecos de la soledad que lo perseguían. Sin pensarlo dos veces, alargó la mano hacia el espejo. La fría superficie del cristal se iluminó con un destello momentáneo, como si el espejo supiera lo que deseaba. Pero la advertencia estaba allí, sutil, casi inaudible: "No todo lo que brilla es oro, y no todos los sueños son dulces."
El espejo tembló, y antes de que Elías pudiera retractar su mano, una ráfaga de aire gélido lo envolvió, llevándose consigo el aire de la habitación. Un sonido ensordecedor llenó sus oídos, como el rugido de un mar embravecido, y de repente, el mundo se desvaneció.
Cuando Elías abrió los ojos, ya no estaba en su desván. Se encontraba en un bosque surrealista, donde los árboles se alzaban como guardianes de un secreto antiguo. Las hojas brillaban con un resplandor sobrenatural, y el cielo, de un púrpura profundo, estaba salpicado de estrellas danzantes. Un aire fresco y fragante llenaba sus pulmones, y el sonido de risas lejanas resonaba como música en el viento.
—"Has cruzado el umbral," murmuró una voz a sus espaldas. Elías se dio la vuelta, encontrando a una criatura singular: un cuervo con plumas deshilachadas y ojos rojos brillantes que lo observaban con una curiosidad inquietante.
El cuervo se movía con gracia, aunque su figura era inquietante, como un personaje de un cuento que se ha salido de su página. Sonrió con un aire de complicidad y un toque de locura, como si guardara un secreto que ni él mismo comprendía.
—“Soy Nox, el guardián de este lugar,” dijo el cuervo, su voz un susurro rasposo que parecía resonar en las sombras. “Sombravelo te ha llamado. Aquí, los sueños y las pesadillas son uno solo, y lo que has buscado en tu corazón te será revelado.”
Elías sintió una mezcla de temor y asombro. Este nuevo mundo estaba vivo, y aunque su belleza era hipnótica, había algo en el aire que le susurraba que no todo era lo que parecía.
Mientras Nox hablaba, Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si la sombra de la Niebla Devora-Sueños lo estuviera acechando desde las profundidades del bosque. La alegría de su llegada a este nuevo mundo se mezcló con un pálido eco de advertencia, recordándole que lo desconocido siempre guarda secretos oscuros.
—“Prepárate, Elías. Lo que encuentres aquí cambiará todo lo que creías saber sobre ti mismo,” dijo Nox, mientras el bosque parecía cobrar vida a su alrededor, susurros flotando entre los árboles como si las sombras tuvieran su propia historia que contar.
Y así, con el eco de los sueños y el aliento del miedo envolviéndolo, Elías dio su primer paso hacia el misterio de Sombravelo, sin saber que cada elección que hiciera lo llevaría más lejos de su hogar, y más cerca de enfrentar las sombras que acechaban tanto en este mundo como en su corazón.