En el territorio de los Xtreme Tiempos el caos reinaba. Las explosiones resonaban en todas direcciones, dejando el lugar en ruinas. Los cadáveres de ambos bandos se amontonaban y el escenario parecía un auténtico infierno. Sin embargo, las batallas entre los más fuertes eran las que decidirían el destino del multiverso.
Carlos continuaba su despiadada tortura contra el profesor. Su bastón seguía atravesando el cuello de su oponente, enviando descargas eléctricas que formaban un charco de sangre en el suelo. A pesar del dolor extremo, el profesor no caía gracias a su habilidad de regeneración. Carlos, frustrado pero emocionado, aumentó la potencia de su ataque hasta que el profesor, en un acto desesperado, rompió el bastón y se apartó. Sin perder tiempo, disparó con su brazo escopeta, pero Carlos esquivó con facilidad y, aprovechando su velocidad, lanzó un ataque eléctrico devastador. El cuerpo del profesor quedó cubierto de heridas carbonizadas y vómito de sangre, pero sus heridas seguían cerrándose lentamente.
—Su regeneración es increíble —pensó Carlos, observándolo con una mezcla de admiración y sadismo—. Nunca había enfrentado a alguien con este poder. Esto es divertido.
Sin embargo, sintió un punzante dolor en su costado. La bala que había recibido antes le estaba afectando más de lo esperado.
—Esa maldita escopeta… Me tomó desprevenido —murmuró para sí mismo, sintiendo un leve mareo.
El profesor, al ver que Carlos se distraía, aprovechó para lanzarse de nuevo al ataque. Disparó repetidas veces con su brazo, pero Carlos esquivó cada disparo con una velocidad asombrosa. Sin darle tregua, apareció frente a él y le asestó un demoledor golpe en el estómago. El impacto fue tan brutal que el profesor escupió sangre antes de ser arrojado al suelo. Carlos sonrió con malicia y comenzó a golpearlo con los puños electrificados. Cada golpe desgarraba la carne del profesor, haciéndolo gritar de agonía.
La regeneración del profesor comenzaba a fallar. Su respiración era errática y sus heridas tardaban más en cerrarse. Se tambaleó hacia atrás, con la vista nublada por el dolor, mientras Carlos reía con satisfacción.
—Jajajajajaja… Lo sabía. Tienes un límite. Bueno, esta vez sí vas a morir. Me aseguraré de que sea lento y doloroso, veo que no entrenaste tus poderes o lo dejaste de hacer.
Dicho esto, Carlos dio un paso al frente y, con una fuerza descomunal, arrancó un brazo del profesor. La sangre brotó en un chorro espeso y el profesor soltó un grito desgarrador.
—¡MALDITO! —rugió de dolor el profesor.
—Vamos, sana. Quiero ver si tu regeneración sigue funcionando —dijo Carlos con una sonrisa cruel antes de arrancarle el otro brazo.
El profesor cayó de rodillas, jadeando y temblando, su sangre formando un gran charco a su alrededor. Su regeneración no lograba seguir el ritmo de las heridas que Carlos le infligía. Estaba acabado.
—Bueno, ahora sí… Es hora de terminar esto. Y cuando acabe contigo, iré por esas mujeres. Será muy divertido encargarme de ellas. Jajajajajaja…
Con un gesto de su mano, Carlos canalizó una gigantesca descarga eléctrica y la lanzó directamente a la cabeza del profesor. El ataque impactó de lleno, reduciendo su cráneo a cenizas en una explosión de luz y sangre.
Carlos respiró hondo, disfrutando su victoria. Dio unos pasos hacia adelante con tranquilidad, buscando su próximo objetivo. Pero, de repente, sintió un fuerte dolor en el pecho. Tosió, y un hilo de sangre escapó de su boca. Su visión comenzó a nublarse. Trató de moverse, pero cada uno de sus órganos parecía estar colapsando.
—¿Qué… qué está pasando? —jadeó, sintiendo su cuerpo derrumbarse—. Mis órganos… están explotando… ¿Cómo? ¿Cómo es posible?
Y entonces lo comprendió. La bala que el profesor le disparó antes… No era una simple bala. Tenía algo más, algo letal que lo estaba destruyendo desde adentro.
—Maldito… —susurró con furia mientras caía de rodillas, escupiendo más sangre—. ¡No! ¡Yo no puedo morir así! ¡Soy un gerente de los Xtreme Tiempos! ¡No puede ser!
Su cuerpo se convulsionó una última vez antes de desplomarse por completo. Sus ojos se quedaron abiertos, reflejando la incredulidad y la rabia de su último pensamiento.
El primer gerente de los Xtreme Tiempos, Carlos, había caído.
Mientras tanto, en otro sector de las instalaciones, Figueroa y Santiago seguían combatiendo. Figueroa se sostenía el brazo, sintiendo un dolor punzante que apenas le permitía mantenerse en pie. Su extremidad estaba completamente destrozada, sangrando sin control. Intentó moverse con rapidez, pero su herida la hacía más lenta, lo que Santiago aprovechó para lanzarle un golpe directo al estómago. El impacto fue brutal; sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones y vomitó sangre al instante. Se tambaleó hacia atrás, apenas logrando mantenerse en pie, pero su determinación no flaqueó. Recordó que Santiago había dudado por un momento tras sus palabras. Usaría eso a su favor.
—Me dolió mucho —dijo Figueroa con dificultad, sonriendo con un rastro de sangre en los labios—. Eres increíblemente fuerte. Es la segunda vez que me enfrento a alguien así. Lo admito, me sorprendes.
Santiago la miró con seriedad, sin bajar la guardia.
—Gracias, pero no me queda más remedio que matarte —respondió con firmeza.
—Lo entiendo… pero vuelvo a decirlo: están haciendo algo peor que ese destructor al que tanto temen. Por favor, déjanos hacer lo correcto.
—No. Lo que ustedes hacen es incorrecto —replicó él.
Figueroa tomó aire con dificultad y lo miró directo a los ojos.
—A veces es necesario hacer lo incorrecto para poder hacer lo correcto después. Por favor… no quiero morir. Solo quiero que nazcan nuevos mundos y luego irme al mío. Eso es todo.
Santiago apretó los puños. Había algo en sus palabras que resonaba dentro de él, pero su deber era claro.
—No puedo permitirlo… pero sí puedo dejar que se vayan de aquí —dijo finalmente—. Sin embargo, detendremos el multiverso. Elige: ¿irte o quedarte aquí peleando para crearlo?
Figueroa no dudó ni un segundo. Se irguió con la poca fuerza que le quedaba y habló con convicción:
—Seguir peleando para crearlo.
Las palabras de Figueroa lo hicieron quedarse inmóvil por un momento. Santiago suspiró y se dejó caer sobre una rodilla, mirando el suelo como si procesara una verdad incómoda.
—En todos mis años de batalla, pocas veces he visto a personas con un corazón tan puro como el de ustedes. Sus intenciones son buenas, pero derrotar al destructor… es imposible. Es la criatura más poderosa que jamás haya existido.
Figueroa negó con la cabeza.
—Podemos hacerlo. Confía en nosotras. Y si tú nos ayudas, será mucho más fácil. Sabes lo que hemos hecho hasta ahora. Hace tres años nos enfrentamos a un demonio y sobrevivimos. Bueno… yo morí, pero me revivieron porque mi mundo logró vencerlo, especialmente una persona: Juan Pablo Saavedra. Él tiene el poder de un Dios. Si alguien puede vencer al destructor, es él.
Santiago la observó con detenimiento. En sus ojos había una honestidad irrefutable. Pero… ¿podía confiar en alguien más? No tenía fe en Junior ni en sus capacidades, pero entendía que Figueroa no mentía. Quizás… quizás valía la pena intentarlo. Sin embargo, antes de tomar cualquier decisión, sabía que debía enfrentar a su jefe. Y ese combate sería el más difícil de todos.
Se levantó con determinación y miró a Figueroa.
—Vamos por este camino. Más adelante está la enfermería. Ahí podremos curar tu brazo. Sígueme —dijo comenzando a avanzar.
Figueroa lo miró con sorpresa, pero asintió con una leve sonrisa.
—Gracias… de verdad —respondió.
Sin perder más tiempo, ambos comenzaron a correr hacia la enfermería. La batalla aún no había terminado, pero al menos, un obstáculo estaba fuera del camino. Ahora, solo quedaban dos problemas por resolver antes de que todo terminara.
Por otro lado, en la pelea de la primera Figueroa y Niki.
Con cada choque de puños, el suelo temblaba y el estruendo de la batalla resonaba en toda la instalación. La Primera Figueroa y Niki estaban igualadas en todos los aspectos: velocidad, resistencia y fuerza. Era un enfrentamiento sin tregua, donde cada golpe era respondido con la misma intensidad. Niki se lanzó al ataque, pero la Primera Figueroa esquivó y trató de contraatacar con una patada. Ambas fallaron, pero sin ceder terreno, siguieron atacando hasta que sus puños chocaron con una explosión de energía que sacudió el lugar.
Se separaron, jadeantes, midiéndose mutuamente.
—Nunca pensé que seríamos tan fuertes —dijo Niki, con una sonrisa de emoción en el rostro.
—Ni yo. Pero bueno, cosas que pasan en la vida —respondió la Primera Figueroa con un tono desafiante.
—Sé que aún no has mostrado todo tu poder. ¿Tienes algo más? —preguntó Niki, con los ojos encendidos de adrenalina.
—Sí, y sé que tú también —contestó la Primera Figueroa.
—Genial —respondió Niki, flexionando los dedos de sus manos.
—Comienza primero —propuso la Primera Figueroa.
—¡De acuerdo! —exclamó Niki, preparando su ataque.
Estiró su brazo y comenzó a concentrar energía. Poco a poco, un pequeño tornado se formó en su puño, girando con violencia hasta que creció lo suficiente como para envolver su brazo entero.
—¿Un golpe a esa distancia? —murmuró la Primera Figueroa, sintiendo un escalofrío de peligro recorrer su cuerpo.
Niki potenció aún más su técnica y finalmente lanzó su ataque. Un vendaval de viento cortante avanzó como una ola destructiva. La Primera Figueroa intentó resistir, pero la fuerza del ataque la arrastró hacia atrás, desgarrando su ropa y dejando múltiples cortes en su piel. La ráfaga impactó contra una pared, haciéndola estallar en una nube de escombros y polvo. Cuando el polvo se disipó, la Primera Figueroa seguía en pie, con sangre goteando de sus heridas, pero con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
—Nada mal —admitió, limpiándose un hilo de sangre del labio—. Ahora es mi turno.
Sin previo aviso, la Primera Figueroa brilló con intensidad y desapareció. En un parpadeo, reapareció frente a Niki y le propinó una brutal patada en la cara. Niki salió disparada hacia el techo, atravesándolo con estrépito. Antes de que pudiera reaccionar, la Primera Figueroa la alcanzó en el aire y la golpeó con otro puñetazo demoledor que la envió de vuelta al suelo. Niki se estrelló con tal fuerza que perforó varios pisos, terminando incrustada en la roca madre que sostenía la base de los Xtreme Tiempos.
—¡Jajajajaja! ¡Sigamos peleando! ¡Voy a ganar! —gritó Niki con una carcajada maníaca.
Ambas se lanzaron de nuevo al combate, moviéndose a velocidades que las convertían en borrones imposibles de seguir. Todo a su alrededor era destrucción; los desafortunados que se interponían en su camino eran reducidos a meros restos antes de siquiera darse cuenta. Pero esta vez, sus golpes eran más precisos y cada uno dejaba una marca profunda. La sangre manchaba el suelo y las paredes, pero ninguna de las dos cedía.
En un instante, ambas intentaron darse un rodillazo al mismo tiempo. El impacto fue tal que una onda de choque sacudió el lugar, enterrando a varios escombros en el suelo. Se sonrieron mutuamente, disfrutando del duelo.
—Sigues con fuerzas —dijo Niki, escupiendo sangre pero sin perder la determinación.
—Lo mismo digo —respondió la Primera Figueroa, limpiándose la frente.
Sin previo aviso, Niki repitió su ataque de viento, esta vez combinándolo con fragmentos de roca afilada. La Primera Figueroa reaccionó un segundo tarde y recibió el impacto de lleno, sintiendo cómo su piel se rasgaba y su cuerpo era lanzado violentamente contra una pared. Tosió sangre al chocar, pero antes de que pudiera recuperarse, Niki apareció frente a ella y le clavó un rodillazo en el estómago, haciéndola doblarse del dolor. Sin embargo, la Primera Figueroa se sobrepuso y contraatacó con un puñetazo directo al rostro de Niki, seguido de una feroz patada al abdomen. Niki intentó moverse, pero la Primera Figueroa era más rápida. Un último puñetazo la envió volando nueve pisos abajo, donde aterrizó con un estruendo que hizo temblar toda la estructura. La Primera Figueroa descendió a toda velocidad y la remató con un rodillazo devastador en el estómago, haciendo que Niki escupiera un torrente de sangre.
A medida que el combate avanzaba, las imagenes de su pasado comenzaron a invadir sus mentes.
—Nicole… ¿Cómo llegamos a esto? —pensaba la Primera Figueroa mientras intercambiaban golpes—. Éramos inseparables, las mejores amigas. ¿Cómo pasamos de compartir sueños a intentar matarnos? Hace mil millones de años perdimos a todos los que amamos en un solo día… de la manera más brutal y sanguinaria posible. Ver la sangre de nuestros seres queridos derramarse, ver sus cuerpos destrozados… es el peor recuerdo que compartimos. Tal vez por eso cambiaste, Nicole. El trauma de enfrentarte a ese monstruo te quebró. Pero fuimos nosotras quienes creamos el multiverso en primer lugar. Juntas. Ahora, la culpa de haberlo hecho te consume… No quiero pelear contigo, quiero que entiendas que aún hay esperanza.
El combate se tornó aún más violento, con ambas luchando con desesperación. Sin embargo, poco a poco, las palabras de la Primera Figueroa comenzaron a resonar en la mente de Niki. A pesar de su terquedad, algo dentro de ella titubeó. No quería que la tragedia de hace mil millones de años volviera a repetirse. Se apartaron, ambas cubiertas de sangre, respirando con dificultad.
—¿Eso es todo? —preguntó Niki, tratando de ocultar el conflicto en su mirada.
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