Niki y Figueroa avanzaban lentamente hasta que, en un instante, ambas desaparecieron de la vista. En el aire, chocaron con una fuerza descomunal, generando una onda expansiva que sacudió todo el lugar. Se miraron fijamente, midiendo sus fuerzas, y la pelea cuerpo a cuerpo comenzó con una intensidad brutal.
Niki lanzó varios ataques de fuego con una potencia capaz de arrasar todo a su paso, pero la primera Figueroa los esquivó sin problemas gracias a su velocidad, que era cien veces superior. Con un movimiento veloz, logró golpear a Niki en la cara, enviándola hacia atrás. Sin embargo, Niki reaccionó con una fuerte ráfaga de aire comprimido que obligó a Figueroa a retroceder. A pesar de la potencia del ataque, la primera Figueroa lo esquivó con facilidad y volvió al contraataque con una patada directa a la espalda de Niki.
Niki sonrió y, sin perder tiempo, creó brazos adicionales de fuego y piedra con los que intentó atrapar a su oponente. La primera Figueroa esquivó con destreza, apareciendo detrás de Niki y lanzándole una poderosa patada en la espalda. Niki cayó de rodillas, pero en un instante volvió a desaparecer y reapareció justo enfrente de su adversaria. Las dos comenzaron a intercambiar golpes con una velocidad extrema, casi imperceptible para cualquier otro espectador. Cada impacto generaba temblores que hacían vibrar el suelo y resquebrajaban las paredes cercanas.
Cuando sus puños chocaban, la energía liberada formaba explosiones de aire comprimido que derribaban escombros a su alrededor. Niki, aprovechando su control elemental, lanzó una combinación de fuego y agua cortante, pero la primera Figueroa logró esquivar cada uno de los ataques con precisión. Sin embargo, Niki encontró una abertura y conectó una patada potenciada con aire que envió a la primera Figueroa volando atravesando cuatro paredes antes de estrellarse contra una plataforma de metal.
Sin darle tiempo a recuperarse, Niki se lanzó con todo su poder, pero la primera Figueroa se levantó en el último segundo y contraatacó con una doble patada, enviando a Niki hacia arriba. Aprovechando la inercia, Figueroa se impulsó con una explosión de energía y se colocó sobre su oponente, cayendo con todo su peso sobre ella. Niki reaccionó rápidamente y, en un giro inesperado, logró tomar a la primera Figueroa y lanzarla contra el suelo con una llave de combate.
Ambas se reincorporaron con heridas visibles, pero sin intenciones de detenerse. Se observaron por un momento, evaluando su resistencia.
—Estamos parejas —dijo Niki, respirando agitadamente.
—Sí —respondió la primera Figueroa, limpiándose la sangre del labio.
Niki intentó razonar con ella una vez más.
—Debemos detener esto. Nuevos mundos están naciendo y eso será un problema. El multiverso, Sara… Por favor, ayúdame a detenerlo.
—No. Tú debes entender que esto es algo que yo no voy a aceptar. Solo hay que esperar que los nuevos mundos nazcan y, si el Destructor aparece, lo detenemos y ya.
—Sabes que él es invencible. Solo alguien como el jefe podría detenerlo, pero aun así sería inútil. Sabes lo sanguinario y astuto que es. No quiero volver a verlo, y mucho menos enfrentarlo. Todo lo que pasó en la línea de tiempo original ya ocurrió hace mil millones de años. Ahora está volviendo a suceder. Pero como en aquellos tiempos no existían los Xtreme Tiempos, todo simplemente pasó sin intervención. Estamos intentando cambiar el curso de los acontecimientos… Pero, tarde o temprano, el Destructor aparecerá.
La primera Figueroa se quedó en silencio por un momento, pero luego apretó los puños con determinación.
—Entonces lucharemos cuando llegue el momento. Pero yo no voy a detener la creación del multiverso.
—No me dejas otra opción —susurró Niki.
Las dos volvieron a enfrentarse con una ferocidad que sacudió el entorno. Las ondas de choque resultantes comenzaron a destruir lentamente la estructura del lugar, levantando escombros y polvo en cada impacto.
Mientras tanto, en otra parte de las instalaciones, Figueroa y el profesor de viajes en el tiempo estaban cara a cara con Carlos y Santiago. Se preparaban para luchar, pero mientras Carlos sonreía con confianza, Santiago murmuraba algo en voz baja. Figueroa logró escuchar una palabra apenas perceptible:
—Amén —susurró Santiago.
Carlos giró su bastón, cubriéndolo de electricidad chisporroteante y lo apuntó hacia el profesor con una sonrisa burlona.
—Muy bien, ¿comenzamos? —dijo con entusiasmo.
Carlos se lanzó contra el profesor con una velocidad endiablada, pero Figueroa intervino y atrapó el bastón con ambas manos. Sin embargo, Carlos intensificó la corriente eléctrica, haciendo que la energía fluyera violentamente a través del arma. Figueroa gritó de dolor y su cuerpo estaba convulsionando por la descarga. Aprovechando el momento, el profesor intentó contraatacar con una patada giratoria, pero Carlos apenas se movió, sin recibir daño alguno.
Santiago, sin perder el tiempo, apareció detrás del profesor y le propinó un brutal puñetazo en la cara, que lo mando volando varios metros. Al mismo tiempo, Figueroa giró para reaccionar, pero Santiago ya estaba sobre ella. Con sus rodillas cubiertas de metal, descendió como un proyectil y golpeó el estómago de Figueroa con una fuerza devastadora. Juntos atravesaron el suelo, cayendo a un nivel inferior del edificio. Figueroa escupió sangre por el impacto, sintiendo su cuerpo quebrarse por dentro.
Mientras tanto, Carlos, con una sonrisa sádica, le clavo el bastón en el pecho del profesor. La electricidad chisporroteaba en la herida abierta, haciendo que el profesor vomitara sangre, pero aún así, se aferraba al bastón con una mirada desafiante.
—Destruyeron mis prototipos de máquinas del tiempo… —murmuró el profesor con una voz entrecortada—. Eso nunca se los perdonaré. Voy a matarte.
Carlos entrecerró los ojos, desconcertado.
—¿Cómo puede seguir hablando? —pensó—. Le atravesé el pecho, destruyendo parte de un pulmón. Debería estar agonizando.
Intentó retirar el bastón, pero el profesor lo sostenía con una fuerza inesperada. Con un esfuerzo descomunal, Carlos logró arrancarlo, haciendo que un chorro de sangre saliera disparado del pecho del profesor, salpicando el suelo. Este se tambaleó, pero sonrió débilmente. Su brazo derecho comenzó a brillar y de él emergió una escopeta creada con nanotecnología. Sin dudarlo, disparó a quemarropa, acertando en el brazo de Carlos, quien retrocedió con una mueca de dolor al ver la sangre brotar de su herida.
Carlos frunció el ceño, mirando su brazo herido y luego al profesor.
—¿Cómo demonios sigue en pie? Le destruí un punto vital y sigue atacando. ¿Quién es este sujeto? —pensó con incredulidad.
El profesor se puso de pie con dificultad, escupiendo sangre una última vez. Carlos notó que la herida en su pecho comenzaba a cerrarse lentamente.
—¿Qué…? —susurró Carlos.
—Muy pocos tienen la habilidad de regeneración celular acelerada —respondió el profesor con una sonrisa torcida—. Una vez conocí a alguien más con un poder como el mío. Una mujer llamada Karen y otra llamada Karoll…
Antes de que pudiera terminar la frase, Carlos desapareció en un relámpago de velocidad y apareció detrás de él, atravesándole el bastón en el cuello. Descargas eléctricas recorrieron el cuerpo del profesor, haciéndolo retorcerse de dolor.
—Te haré pedazos y veremos si puedes regenerar tus brazos o piernas —dijo Carlos con una risa cruel—. Jajajajaja.
El profesor gritó mientras su cuerpo temblaba bajo la tortura eléctrica. Con un esfuerzo titánico, intentó sujetar el bastón de nuevo, pero Carlos lo hundió aún más en su garganta, intensificando la corriente. El profesor sintió su carne carbonizarse mientras más sangre brotaba de su boca. Se ahogaba, pero sus ojos aún ardían con determinación.
En otro lugar, Figueroa se tambaleaba, escupiendo sangre, mientras Santiago mantenía la presión sobre ella. No le permitía levantarse, pero finalmente se apartó y la dejó ponerse de pie.
—Por favor, no peleemos. Somos más fuertes que ustedes. No queremos matarlas. ¿Por qué nos están atacando? —dijo Santiago con seriedad.
—Es simple —respondió Figueroa, limpiándose la sangre del labio—. No nos gusta que destruyan mundos que apenas están naciendo. El multiverso no es algo malo.
—No entiendes. Lo que evitamos es el despertar del Destructor. Es la criatura más poderosa que ha existido en más de mil millones de años. Y si regresa, podría ser aún más fuerte que antes. Es la peor escoria que haya existido. En algún punto del multiverso él aparecerá, y eso no podemos permitirlo.
—Si él puede hacerse más fuerte, nosotros también. Lo detendremos.
—¡NO PUEDEN! ¡ES DEMASIADO PODEROSO! —bramó Santiago, lanzándose hacia ella.
Sus brazos se transformaron en filosas espadas de metal y desató una serie de cortes veloces. Figueroa intentó esquivarlos, pero Santiago era demasiado rápido. Pronto, su cuerpo estuvo cubierto de heridas: una en la mejilla, otra en la pierna izquierda, varias en los brazos y hombros, y un tajo profundo en el pecho que rasgó su camisa. Jadeante, se lanzó al contraataque, pero cada vez que intentaba golpear a Santiago, él convertía la parte de su cuerpo en metal, haciendo que cada golpe le doliera más a ella que a él.
—Es imposible dañarlo… pero veo que sí tiene puntos débiles. El problema es que debo ser aún más rápida. Es la primera vez que me veo obligada a superar mis límites —pensó Figueroa, esforzándose por encontrar una oportunidad.
Se movió con mayor velocidad, desafiando sus propias capacidades, pero Santiago la superaba en reflejos. Con cada intento, él respondía con cortes certeros. En un momento, le incrustó un hacha de metal en el hombro. Figueroa retrocedió con un grito ahogado, el dolor ardía como fuego en su carne. Se llevó una mano a la herida y la retiró cubierta de sangre, pero no retrocedió.
Santiago se detuvo y habló con voz serena:
—Detente, por favor. No me gusta lastimar a los jóvenes, y menos a una mujer.
Figueroa lo miró fijamente y, con una mueca de dolor, respondió:
—Veo que tienes principios… pero lo que están haciendo está mal. ¿Por qué no lo entienden? Ustedes borran mundos. Matan a hombres, mujeres y niños, todo por un miedo irracional. No se dan cuenta, pero están actuando igual que el Destructor.
Santiago vaciló. Las palabras de Figueroa resonaron en su mente. Recordó las atrocidades cometidas por el Destructor y por primera vez dudó. Su mente procesó la posibilidad de que, en su intento de prevenir una catástrofe, estuvieran repitiendo los mismos errores que juraron evitar.
Pero sacudió la cabeza y endureció su expresión. No podía permitirse dudar.
—No es lo mismo —susurró, antes de lanzarse al ataque con renovada decisión.
Transformó su pierna en metal y le asestó una brutal patada en el brazo izquierdo. Un crujido seco resonó en el aire. Figueroa cayó al suelo con un grito desgarrador. El dolor fue insoportable. Su brazo estaba completamente roto y sangraba profusamente.
Santiago se quedó observándola en silencio, su mandíbula apretada. Figueroa, con lágrimas de dolor en los ojos, se sujetó el brazo herido y luchó por mantenerse consciente. No podía rendirse. No ahora.
Mientras tanto, Nicole lanzó una poderosa bola de fuego directo al jefe. El ataque lo envolvió por completo, pero antes de que explotara, una sombra emergió del fuego y se abalanzó sobre ella. En un parpadeo, la sombra tomó forma humana y le asestó una brutal patada en el estómago. Nicole sintió un dolor punzante y escupió sangre, mientras el jefe retrocedía con una sonrisa burlona.
—Nicole Dayana Ramírez… —dijo el jefe con tono pausado—. ¿De verdad crees que tú y Sara Figueroa pueden vencerme a mí y a mis gerentes? Hagamos algo… ¿por qué no dejamos esto así y…?
Antes de que pudiera terminar su frase, una ventisca de aire surgió desde el suelo, cortándolo como si fueran cientos de cuchillas afiladas. Pequeñas líneas de sangre aparecieron en su piel.
Nicole observó con atención.
—Tal como pensé… Dijeron que era fuerte, pero es demasiado confiado. Si se sigue descuidando, puedo encontrar otra oportunidad para golpearlo de verdad… —pensó ella.
El jefe bajó la mirada hacia su propio cuerpo y vio su sangre manar por las heridas.
—¿Sangre? —murmuró, antes de que su expresión cambiara por completo—. ¡Por fin veo mi propia sangre…! ¡Pero eso, NUNCA TE LO VOY A PERDONAR!
Con una velocidad imposible, el jefe se lanzó sobre Nicole y le asestó un golpe directo al estómago. Ella volvió a escupir sangre, tambaleándose hacia atrás, pero no se rindió. Intentó devolver el golpe, sin embargo, él era demasiado rápido. Cada vez que lo intentaba, sus ataques pasaban a través de su cuerpo, como si estuviera golpeando una sombra viviente.
—¡Esto es ridículo! —exclamó Nicole—. ¿Qué demonios pasa?
El jefe se cruzó de brazos, mirándola con superioridad.
—Están atrasados. No saben cómo usar todo su potencial.
Nicole apretó los puños y sonrió desafiante.
—Pues te diré algo… Nosotros sabemos hacer cosas nuevas. Cosas que ni te imaginas.
Se lanzó nuevamente al ataque con una serie de movimientos veloces, pero el jefe la interceptó y comenzó a darle la peor paliza de su vida. Nicole se tambaleaba, pero no dejaba de levantarse. Su determinación no se rompía, aunque su cuerpo estaba al límite.
Mientras tanto, el campo de batalla estaba sumido en el caos. Cuatro peleas ocurrían al mismo tiempo, cada una más violenta que la otra. El destino del multiverso y las vidas de los combatientes estaban en juego:
—Nicole vs. El jefe. —Figueroa vs. Santiago. —El profesor vs. Carlos. —La primera Figueroa vs. Niki.
Las peleas eran brutales. Nicole estaba cubierta de heridas, Figueroa tenía el brazo izquierdo destrozado, el profesor estaba siendo torturado por Carlos, y Niki seguía en su feroz enfrentamiento contra la primera Figueroa. No había garantías, solo sangre, dolor y la incertidumbre de quién saldría victorioso.
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