Los Xtreme Tiempos

Nicole y Figueroa no entendían nada, pero los hombres que salieron del portal estaban armados.

—¿Quiénes son? —preguntó Nicole.

—Quedan arrestadas —contestó uno de los guardias.

—¿Qué? Esto es un error. Además, ustedes no se ven como héroes o policías. Esto no tiene sentido —insistió Figueroa.

Las chicas dieron un paso atrás, pero un guardia sacó un arma y les apuntó. Justo cuando se preparaban para atacar, el hombre disparó un rayo sónico que las arrojó contra una pared. Aturdidas, sintieron cómo les colocaban un collar en el cuello. Uno de los sujetos presionó un botón y, sin previo aviso, ambas fueron arrastradas dentro de un portal.

Cayeron en una sala de espera fría y estéril. Antes de que pudieran reaccionar, más guardias aparecieron, las sujetaron de los brazos y las llevaron por un largo pasillo en silencio. Finalmente, se detuvieron frente a una puerta. Nicole y Figueroa golpearon la entrada exigiendo explicaciones, pero nadie les respondió. De repente, el suelo se transformó en un tobogán y ambas fueron arrastradas por un conducto brillante. En su caída, láseres las escanearon y su ropa desapareció, dejándolas en ropa interior. Poco después, recibieron un uniforme de prisioneras y fueron lanzadas nuevamente por otro tobogán, terminando en una gran recepción.

Al observar a su alrededor, se dieron cuenta de que estaban en una zona de juicio. Frente a ellas, en un estrado elevado, se encontraba una mujer de piel morena, con el mismo cabello y ojos que Nicole, pero con una expresión fría y severa. Un guardia anunció su presencia con voz autoritaria:

—Silencio. La jueza Niki presidirá este juicio.

La mujer las miró con seriedad y comenzó a hablar:

—Hoy juzgamos a Sara Figueroa y Nicole Ramírez, provenientes de la línea temporal actual.

Figueroa, con los brazos cruzados, frunció el ceño y exclamó:

—¡Pero qué demonios está pasando aquí!

—¡Exacto! Nosotras no hemos hecho nada malo —agregó Nicole, indignada.

—Silencio —ordenó la jueza, golpeando el estrado—. Han roto la sagrada línea del tiempo. Ustedes crearon un nuevo universo.

Nicole y Figueroa intercambiaron miradas confundidas.

—¿Qué? —preguntó Figueroa.

—Les explicaré. Ustedes viajaron al pasado y alteraron la historia al salvar a un niño que debía morir. Eso no cambia su futuro, sino que crea una nueva línea temporal. En otras palabras, un universo alterno. Su acción generó una nueva realidad donde ese niño sigue con vida.

Nicole abrió los ojos con emoción.

—¡Eso significa que existe el multiverso! —exclamó.

—¡Silencio! —reprendió la jueza—. Ustedes no deben hacer eso.

Figueroa inclinó la cabeza.

—¿Y quiénes son ustedes para decidir eso?

—Somos los Xtreme Tiempos, los encargados de proteger la línea temporal y evitar que se generen más universos.

Nicole arqueó una ceja.

—¿Y por qué es tan malo que existan más universos?

La jueza suspiró y se inclinó hacia adelante.

—Les contaré lo que ocurrió hace mil millones de años.

Las dos chicas guardaron silencio mientras la jueza continuaba:

—Al principio, solo existía la oscuridad. Entonces, un ser de luz llegó y creó un prisma. Ese prisma se convirtió en el primer universo, con su propio Dios, quien ignoraba el origen de su existencia. Todo era próspero, hasta que comenzaron a aparecer más prismas, es decir, más universos. Durante un tiempo, no hubo conflictos. Pero con la multiplicación de universos, llegó también el caos: un destructor surgido de la oscuridad.

—¡Un destructor! —murmuró Nicole, asombrada.

—Ese ser comenzó a aniquilar universos enteros, desencadenando una guerra multiversal. Se perdieron incontables vidas y el tejido de la realidad se desgarró. Cuando todo parecía perdido, el ser de luz intervino y reinició la existencia, eliminando el multiverso y dejando solo un único universo: el suyo. Desde entonces, nuestra orden fue creada para evitar que el multiverso resurja y que el caos vuelva a amenazar la realidad.

Nicole y Figueroa quedaron en silencio al escuchar todo, pero no estaban de acuerdo con los métodos de los Xtreme Tiempos.

—Eso está mal. Si destruyen un universo, estarían matando a millones de inocentes —dijo Nicole, con el ceño fruncido.

—Eso es un genocidio —añadió Figueroa, apretando los puños.

—Corremos el riesgo, pero lo hacemos por el bien de todos y para evitar una nueva guerra multiversal. Además, no tienen derecho a opinar —respondió Niki con frialdad.

—¡Eso no es justo! —insistió Nicole—. Están acabando con vidas enteras, con historias que merecen existir.

—¡SILENCIO! —gritó Niki, golpeando con fuerza su martillo contra el estrado—. ¡SON SENTENCIADAS A MUERTE!

—¡¿QUÉ?! —exclamaron las dos al unísono.

—Esperen un minuto —Figueroa intentó negociar—. Nosotras somos heroínas reconocidas, famosas en nuestra línea temporal.

—Sí, ya tengo su información. Las conozco muy bien, pero eso no me interesa en estos momentos —respondió Niki con indiferencia.

—Por favor, déjennos ir. No volveremos a hacer nada que altere la línea temporal, lo prometemos —suplicó Nicole.

—Las reglas son reglas —dijo Niki sin inmutarse.

—Pero… hay algo que queremos entender —Figueroa decidió cambiar de táctica—. ¿Cómo se dan cuenta de quién afecta la línea temporal?

Niki levantó una ceja, intrigada.

—¿Y por qué debería explicarles algo así? Son prisioneras, y además, sus poderes han sido bloqueados por los collares. Jajajaja.

—Podemos ayudarles en el proceso —intervino Nicole—. No queremos morir. Y ustedes tampoco quieren que escapemos. Si nos contratan para trabajar con los Xtreme Tiempos, podríamos serles útiles.

Niki se quedó pensativa por un momento, observándolas con interés.

—Mmmmm… Déjenme pensarlo. Por ahora, estarán en una celda.

Las chicas fueron conducidas a una gran sala repleta de prisioneros. A su alrededor, cientos de personas estaban encerradas, cada una con un cronómetro brillante sobre sus celdas. Algunas tenían solo minutos restantes. Otras, horas. Pero el tiempo de todas se agotaba inevitablemente.

Sin embargo, la celda de Nicole y Figueroa no tenía ningún cronómetro. Fueron empujadas al interior y la puerta se selló con un destello de energía.

—¿Cuál es tu plan, Sara? —preguntó Nicole, sentándose en el suelo de metal frío.

—Primero, necesitamos entender cómo funciona todo esto. Debemos descubrir quién es el verdadero líder de los Xtreme Tiempos y detenerlos. No podemos permitir que destruyan más universos.

—Pero… ¿y el Destructor? —Nicole cruzó los brazos, pensativa.

—Podemos detenerlo. Somos fuertes. Ya hemos enfrentado cosas peores —respondió Figueroa con convicción.

—Tal vez… —Nicole miró hacia la puerta de la celda y suspiró—. ¿Crees que los demás se darán cuenta de que estamos aquí?

—No lo sé. Pero debemos tener mucho cuidado.

Las dos se sentaron para descansar, aunque sus mentes no dejaban de pensar en todo lo que acababa de suceder. Había demasiadas incógnitas sobre el multiverso y sobre los verdaderos intereses de los Xtreme Tiempos. Pero una cosa estaba clara: no se quedarían de brazos cruzados.

Mientras tanto, en una sala de juntas, los trabajadores de los Xtreme Tiempos esperaban ansiosos la llegada de sus jefes. La reunión había sido convocada de emergencia, y el murmullo de especulaciones llenaba el ambiente hasta que, de repente, una voz retumbó en la sala.

—Silencio.

Todos se quedaron callados de inmediato, poniéndose de pie con nerviosismo. La tensión era palpable.

—Que pasen los tres gerentes a la sala —ordenó la voz.

Las puertas se abrieron y entraron tres figuras imponentes. La primera era Niki, la gerente de cabello y tez similar a Nicole, pero con un semblante mucho más severo. A su lado caminaba Carlos, un hombre moreno, de cabello crespo y ojos cafés, con una cicatriz visible en su brazo derecho. El tercero era Santiago, un hombre alto, de cabellera rubia y lisa, ojos azules penetrantes y varios anillos en los dedos.

Los tres eran los encargados de la organización, poderosos en combate, pero aún así seguían las órdenes de alguien superior.

—La gerente Niki tiene algo que informarnos —dijo la voz con autoridad.

Niki avanzó con paso firme hasta el centro de la sala y miró a todos con seriedad.

—Buenas noches. Hoy quiero anunciar que hemos capturado a dos prisioneras fuera de lo común: Nicole Ramírez y Sara Figueroa. Su nivel de poder es considerablemente alto, y creo que podrían ser útiles —declaró con convicción.

El silencio se apoderó de la sala. Los trabajadores intercambiaron miradas de sorpresa.

Carlos frunció el ceño, cruzó los brazos y resopló.

—Otra vez, Niki. ¿Recuerdas la última vez que intentaste proteger a un prisionero? —le espetó con dureza.

Niki sostuvo su mirada.

—Lo recuerdo perfectamente, Carlos —respondíó sin titubear.

Santiago intervino con un tono más calmado, pero igual de contundente.

—Niki, eres una excelente trabajadora. Has hecho un gran trabajo fortaleciendo la organización, pero esto de querer darle segundas oportunidades a los prisioneros… no es algo que podamos permitirnos, y esta vez son dos en lugar de uno.

Niki apretó los puños.

—Sé que la última vez todo salió mal, pero confío en estas dos. Puedo manejarlas, me haré responsable de ellas. Solo pido una oportunidad.

Carlos golpeó la mesa con furia, partiéndola en dos con su fuerza descomunal.

—¡Pues NO!

Los trabajadores dieron un paso atrás. La tensión en la sala aumentó cuando Niki comenzó a brillar con energía pura. Santiago no se movió, pero observaba con atención. Carlos y Niki quedaron frente a frente, sus auras chocaban en un despliegue de poder abrumador.

—¡Ya basta! —intervino Santiago con firmeza.

—¿Por qué siempre me llevas la contraria, Carlos? ¿Qué te hice? —preguntó Niki, entrecerrando los ojos.

—Cállate —gruñó Carlos.

—Soy tan fuerte como tú. ¡Tienes que escucharme!

Carlos no respondió con palabras, sino con un puñetazo al estómago. Niki también golpeó, y ambos escupieron sangre. Antes de que la situación escalara más, Santiago los lanzó a ambos lejos con una onda de energía, estrellándolos contra la pared.

Los trabajadores murmuraban entre ellos.

—Los gerentes son increíblemente fuertes —susurró uno.

Santiago suspiró y se dirigió a la sala.

—No hemos tenido problemas con el jefe en mucho tiempo. No cometamos errores ahora.

Carlos se reincorporó, limpiándose la sangre de los labios.

—El jefe solo interviene cuando es necesario… pero si lo hace, estamos en serios problemas. Ustedes saben que podría aniquilarnos con solo un dedo.

Niki se cruzó de brazos, con el rostro serio.

—Lo sé. Y si las cosas salen mal, yo misma me encargaré de ellas. Si rompen las reglas, las encerraré en la prisión temporal para siempre.

La voz resonó una última vez en la sala.

—Está bien, Niki. Estarán bajo tu responsabilidad. Pero ten cuidado.

Niki asintió con determinación.

Carlos se le acercó y la miró a los ojos con frialdad.

—Si esto sale mal… mataré a esas dos. Y a ti también. Y sabes perfectamente a dónde van los que mueren fuera de su universo.

Un escalofrío recorrió la sala. Niki tragó saliva, pero mantuvo la compostura.

—Lo tengo claro, Carlos.

Carlos sonrió de manera siniestra.

—Eso espero.

Niki salió de la sala de reuniones con el rostro serio, mientras que Carlos permaneció en su lugar, riendo con satisfacción.

—Esperaré con ansias tu fracaso, Niki —murmuró Carlos con una sonrisa burlona—. Conozco muy bien a esas mujeres… Jajajaja.

Al día siguiente.

Nicole y Figueroa despertaron sintiéndose algo desorientadas, pero al alzar la vista vieron a Niki frente a ellas. Llevaba consigo un par de maletas y, con una expresión seria, les hizo un anuncio inesperado.

—Felicidades. Ahora forman parte de los Xtreme Tiempos. Espero que estén listas cuando vuelva.

Las dos se quedaron en silencio, observando con incredulidad cómo Niki se alejaba sin dejar espacio para la discusión. No había marcha atrás. Ahora, más que nunca, debían encontrar una forma de acabar con la organización desde adentro.

Mientras tanto, en la oficina del jefe.

Santiago permanecía de pie frente a un enorme escritorio, mientras la figura del jefe observaba la ciudad a través de un ventanal. La conversación giraba en torno a Niki.

—Le tienes mucha fe —comentó el jefe con tono neutral.

—Sí, ella me da confianza —respondió Santiago sin dudar.

—¿Te gusta, cierto?

Santiago sonrió levemente.

—Tal vez. Es fuerte, inteligente, y fue quien me guio cuando llegué aquí. No solo confió en mí, sino que me ayudó a convertirme en gerente.

El jefe asintió con aire pensativo.

—Cierto. Fue la primera en entrar a trabajar aquí y ha demostrado ser poderosa. ¿Recuerdas cómo te rescató?

Santiago bajó la mirada, recordando aquel día.

—Sí. Fui considerado un A.U. porque salvé a mi padre de morir. Me capturaron, pero cuando estuve en juicio, pedí disculpas. Niki lo comprendió y en lugar de condenarme, me ofreció una oportunidad. Me entrenó y ahora soy tan fuerte como ella. Pero Carlos… Carlos siempre ha sido un hijo de puta con ella. ¿Por qué lo dejaste entrar en la organización?

—Vi su potencial. Y a pesar de su temperamento, ha hecho un buen trabajo.

Santiago suspiró y cambió de tema.

—Jefe, ¿qué hay sobre esas chicas?

El jefe giró lentamente, con una sonrisa que Santiago no pudo interpretar.

—Son Nicole Ramírez y Sara Figueroa. Jugaron un papel clave en la Tercera Guerra Heroica, pelearon contra un demonio, y Figueroa murió en combate. Pero la revivieron. Son fuertes, aunque no tanto como los gerentes. Aún así, si me lo propusiera, podría matarlas con un solo dedo.

Santiago sintió un escalofrío ante la frialdad con la que el jefe hablaba.

—Son problemáticas, podrían causarle dolores de cabeza a Niki —continuó el jefe—. Sin embargo, he analizado su desempeño y trabajan muy bien en equipo. Su mayor debilidad es que aún no dominan completamente sus poderes. Eso las hace vulnerables ante nosotros.

—Jefe, ¿me permite ponerlas a prueba?

—No. Niki se encargará de eso. Queremos ver si pueden aportar algo a la organización. Si son lo suficientemente buenas, podrían fortalecer a los Xtreme Tiempos. Solo el tiempo lo dirá.

Santiago asintió y salió de la oficina, pero había algo que no terminaba de convencerlo. Quiso investigar más sobre Nicole y Figueroa, sentir en carne propia si realmente tenían el potencial que el jefe insinuaba.

De vuelta en la celda.

Nicole se recostó en la fría litera de la celda, con la mirada fija en el techo. En su mente, repasaba todo lo que había aprendido sobre los Xtreme Tiempos. Sabía que debían detenerlos, pero no podía evitar preguntarse cómo lo harían.

Giró la cabeza y observó a Figueroa, quien dormía tranquilamente. Sonrió levemente antes de cerrar los ojos.

—Si los demás estuvieran aquí, los destruiríamos sin problemas… —pensó—. Pero esta vez estamos solas. Y se nota que no será fácil. Aun así, lo intentaremos. No permitiremos que sigan matando universos.

Se acomodó en la litera, y las luces se apagaron por completo. La lucha solo estaba comenzando.

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