¿Por qué siento esto?

Lisha intentaba cumplir la tarea que se le había asignado, pero algo había salido mal. Desde pequeña, fue entrenada para no sentir ninguna emoción y educada únicamente para ser una fiel seguidora de Belial.

Sin embargo, ahora, en los brazos de Losert, mientras él la llevaba rumbo a su departamento, su corazón latía como nunca antes.

Ese simple hecho la llenó de dudas.

Lisha: (Piensa para sí misma) ¿Qué demonios pasó? ¿Por qué me late así el corazón? ¿Solo por un beso?

Pero no era la única con pensamientos confusos.

Losert: (Mientras camina, piensa avergonzado) ¿Por qué la besé? Me sentí culpable... pero entonces, ¿por qué lo hice?

Los dos se sumergieron en sus pensamientos mientras avanzaban bajo el cielo teñido de tonos dorados por el atardecer. La brisa fresca no ayudaba a despejar sus mentes, solo hacía que sus dudas se sintieran más presentes.

Departamento de Lisha

Losert la dejó suavemente en el suelo y, con el rostro serio, pero sintiendo aún la vergüenza en su interior, rompió el incómodo silencio.

losert: ¿Cómo te sientes? —preguntó sin mirarla directamente.

Lisha evitó su mirada y sintió sus mejillas arder.

Lisha: Estoy bien... Gracias por traerme.

Hubo una pausa. Losert bajó la mirada y, con un tono más bajo, dijo:

Losert: Perdón por eso... No lo pensé bien.

Lisha se sorprendió por la disculpa y, sin saber exactamente cómo responder, agitó las manos torpemente.

lisha: ¡Ah! No te preocupes, jejeje... No pasa nada.

Losert asintió con un gesto breve y se giró hacia la puerta.

losert: Debo irme. Nos vemos mañana.

lisha: Sí... nos vemos.

El sonido de la puerta cerrándose dejó a Lisha sola con sus pensamientos. Sintió cómo su cuerpo finalmente se relajaba y dejó escapar un suspiro largo.

¿Por que se disculpo? pensó, sintiendo que su pecho aún estaba agitado.

Se recostó en la cama, pero su mente seguía dándole vueltas a lo que había sucedido.

Y sin darse cuenta, se quedó profundamente dormida.

Sueño de Lisha

Lisha se encontraba en un lugar que conocía demasiado bien: un frío salón de piedra, iluminado solo por antorchas temblorosas. La misma habitación donde todo comenzó.

El eco de unos pasos firmes resonó en la oscuridad. Frente a ella, un hombre alto con una capa negra la observaba con una expresión impenetrable. Su maestro. Su verdugo.

—Las emociones son una debilidad, Lisha. No existen para ti —dijo con su voz grave, casi monótona.

Lisha, una niña de apenas seis años, estaba arrodillada en el suelo con las manos ensangrentadas, temblando. Frente a ella, una muñeca rota y desgarrada, símbolo de la inocencia que le habían arrebatado.

—Levántate —ordenó él.

Ella obedeció sin rechistar, aunque sus piernas temblaban.

—¿Tienes miedo?

lisha: No —susurró, aunque la verdad ardía en su garganta.

El hombre sonrió con frialdad.

—Bien. El miedo es para los débiles.

De pronto, la escena cambió. Ahora, Lisha estaba en un campo de entrenamiento, rodeada de otros niños con los rostros cubiertos de tierra y sangre. Algunos ya no estaban. Los que quedaban, como ella, habían aprendido a sobrevivir.

El maestro pasó junto a ella con una vara en la mano.

—Recuerda, niña… No hay lugar para el amor, para la compasión. Solo para la lealtad. ¿A quién sirves?

Lisha tragó saliva y respondió sin dudar:

lisha: A Belial.

El golpe fue rápido y certero, directo a su espalda.

—Demasiado lento —susurró el hombre.

Lisha despertó de golpe en su cama, respirando agitadamente. Su corazón latía con fuerza, como cuando estuvo en los brazos de Losert.

Pero esta vez, no era por un beso.

Era por el pasado que nunca la dejaría en paz.

Lisha sintió algo húmedo recorrer su mejilla. Se llevó la mano al rostro y se dio cuenta de que eran lágrimas.

Se quedó en silencio unos segundos, luego las limpió con rapidez.

Ese sueño… no era un simple recuerdo. Era un recordatorio de su realidad.

Lisha: (Mirando sus manos) Si no cumplo mi misión, el señor Belial se enojará… (Mira al techo, suspirando) Solo falta un año… Cuando sea una vampira completa, podré regresar con mi familia.

Familia.

La palabra sonaba lejana. Casi olvidada. Apenas recordaba sus rostros, sus voces… pero la simple promesa de volver a verlos algún día era lo único que la mantenía en pie.

Se acostó de nuevo, cerrando los ojos con fuerza. Necesitaba dormir, aunque sabía que los sueños no le darían descanso.

Mientras tanto…

Losert caminaba de regreso a su casa, con la mente inquieta.

Había repasado una y otra vez lo que había ocurrido con Lisha, buscando una respuesta lógica, pero no encontraba ninguna.

Para cuando se dio cuenta, sus pasos lo habían llevado al parque. Suspiró y se dejó caer bajo un árbol, recargando la cabeza en el tronco mientras observaba el cielo oscurecerse poco a poco.

Losert: (Sonríe con cansancio) —Qué día tan pesado… Primero el chico de tercer grado, y luego Lisha. Creo que estaba mejor con amnesia, jejeje…

Se quedó en silencio después de eso.

El viento soplaba suavemente entre las ramas, y la noche comenzó a envolverlo con su quietud. Por primera vez en todo el día, su mente dejó de dar vueltas.

Era como si la noche lo consolara.

CONTINUARA...

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