4. Montando hacia el palacio

...CHESTER:...

Caminé por mis tierras antes del amanecer, comprobando que todo estuviese en orden. Tenía tres obreros jóvenes a mi cargo, había decidido contratarlos para aligerar la carga de mis responsabilidades, eran jóvenes de los arriendos, responsables y bien portados.

No era tan tonto como para contratar gente desconocida o que tuvieran malas mañas.

Llegaron temprano y enseguida se pusieron a trabajar después de que les diera un desayuno ligero.

También alimenté los animales.

Tenía un corral con cerdos, un gallinero y unas vacas para la leche. Ser granjero, sembrador, cocinero y distribuidor era un trabajo arduo de todos los días.

Me estaba tomando muy en serio la proposición de esa señorita, necesitaba una cocinera que también mantuviera la casa limpia.

No confiaba en ella, no podía evitarlo, mis padres me educaron de esa forma. La gente podía vestir una sotana y ser unos demonios bajo ellas.

Después de ver como actuaban las monjas en ese convento no me quedaba duda.

De todas formas, sus razones de desertar no eran de mi incumbencia. Lo único que me interesaba es que pudiera ganar algo de dinero para que se marchara pronto.

Estaba en el patio acariciando a mis perros cuando llegaron las campesinas.

Eran señoritas de terrenos vecinos y casi siempre llegaban con alguna excusa a visitarme.

Hoy eran los desayunos.

Casi se me echan encima y tuve que retroceder ante tanta atención.

Todas giraron sus atenciones y sus sonrisas se borraron.

La señorita Tiffany se aproximó.

El vestido de mi madre le quedó como guante.

Era muy delgada y esbelta.

Sin el manto y la luz de la mañana, pude detallar más sus rasgos.

Tenía entendido que las monjas debían renunciar a la cabellera larga para poder llevar sus mantos, pero no pensé que un corte tan masculino le quedara tan bien.

El corte permitía que la longitud de su cuello se pudiera apreciar y que su mandíbula luciera más refinada.

Los mechones pequeños tenían hilos dorados que se enroscaban sobre la parte alta de su frente y su nuca, también detrás de sus orejas.

— Señor Chester ¿Tiene un baño? — Preguntó, sin dejar la seriedad, había algo en su semblante que permanecía apagado y no entendía esa activo tan desanimada.

Si quería escapar del convento debía estar más aliviada por lograrlo.

— Señor Chester — Dijo una de las campesinas y me giré hacia ellas — ¿Quién es la chica? — Lucían recelosas e irritadas, reparaban a la señorita con desdén.

— No nos dijo que ya había alguien viviendo con usted — Siseó la morena — ¿Cuándo se casó?

— ¿Por qué no nos enteramos?

— Hay un mal entendido — Intenté decir.

— ¿Por qué se casó con alguien de este aspecto tan descuidado? Ni siquiera lleva zapatos — Señaló hacia abajo la del rostro pecoso.

Observé los pies de la señorita, sentí una tensión extraña en una parte innombrable al ver los pies delicados y pequeños, de piel color nata.

La señorita Tiffany chasqueó la lengua y aparté la vista.

— No tengo nada con este señor, solo soy su sirvienta.

Las mujeres soltaron gemidos.

— ¿Sirvienta? ¿Por qué no mencionó que necesitaba una? — Empezaron a reclamar y la señorita volvió al interior de la casa.

— Gracias por los desayunos, pero tengo asuntos que atender.

— ¿Tan pronto? Cuando tenga tiempo pase por mi casa — Dijo la morena, colocando la bandeja en mis manos.

— Mejor por la mía, estoy segura de que a mi padre le caerá bien — La siguiente colocó la jarra con leche arriba de la bandeja.

— No, la mía tiene mejor presencia — Colocó el queso arriba de la jarra.

— Gracias por todo.

— Adiós, Señor Chester — Agitaron sus manos y caminaron hacia la salida, murmurando entre ellas.

"Ya vieron el cabello de esa chica"

"Parece que hubiese tenido una pelea con una tijera"

"¿Vieron lo demacrada que lucía?"

"No creo que el Señor Chester se fije en alguien así"

Volví adentro, con la pila en mis manos y la dejé en la mesa de la sala.

— ¿Dónde está el baño? ¿No me diga que no tiene uno?

La señorita estaba en el corredor y su expresión seguía igual.

Caminé por el corredor y se apartó para dejarme pasar, crucé la cocina, hasta el último tramo del corredor que daba hacia la puerta trasera de la casa.

Señalé con mi mano frente a mí.

— Ese es el baño.

Ella se acercó y abrió la puerta.

Observó, juzgando la tina de piedra, el agua del pozo y un retrete en el suelo.

— ¿Tiene toalla? Necesito darme un baño.

Era demasiado exigente, pero me limité a buscar una en mi habitación.

Volví y se la entregué.

— ¿El agua es muy fría?

Tomé una larga respiración para no perder la paciencia.

— Toque el agua si quiere comprobarlo.

Entró y tocó el agua del pozo, hundiendo su mano. Hizo un gesto.

— ¿Podría calentar un poco? — Me pidió.

— Se supone que usted es mi sirvienta, no al revés.

Colgó la toalla en el tendedero y salió.

— De acuerdo, la voy a calentar.

— Quiero ver eso. Así sabré si está calificada para ser mi sirvienta.

Tomó una postura erguida y me evaluó con desdén.

Caminó de vuelta a la cocina.

Tomó un poco de leña de la que estaba apilada junto al horno.

Colocó la leña en el compartimiento de la estufa.

— ¿Fósforos? — Preguntó y señalé unos cajones en la pared.

Se aproximó y los abrió.

Sacó un fósforo.

— ¿Queroseno?

Señalé otro cajón.

La buscó, volvió a donde estaba la leña y vertió un poco, luego encendió un fósforo, lo aventó adentro.

Empezó a soplar cuando la llama se acrecentó un poco, hasta tomar el punto deseado, cerró el compartimiento.

Llenó una olla con agua y la colocó sobre la estufa.

— ¿Puedo hacerle el desayuno si gusta?

Tragué con fuerza cuando giró su cuello.

— No, yo lo haré mientras usted toma el baño.

— ¿Ya estoy calificada? — Se alejó de la estufa.

— Está bien, sino consigue el trabajo en la escuela, se quedará como sirvienta — Dije ¿Por qué mi voz sonó tan gutural?

— Haré ambas cosas, ya lo verá — Elevó su barbilla.

...****************...

— Comeremos lo que trajeron las mujeres.

La señorita tenía el cabello húmedo.

El vestido que escogió tenía las mangas holgadas y era abotonado hasta los hombros, de un bonito color rosa.

También le quedaban las botas con cordones que mi madre solía usar.

Se acercó a la mesa y observó la comida, apoyando las manos de la mesa.

— Esas señoritas se tomaron muchas molestias — Dijo, elevando las cejas — ¿Son sus mujeres?

Me tensé, apretando la mandíbula.

— ¿Cómo cree usted que voy a tener tres mujeres?

Se encogió de hombros.

— Los hombres tienen muchas libertades.

— Usted debería saber que la poligamia es un pecado y que se prohibió hace siglos.

Me reparó y me sentí un poco inquieto cuando detalló mi ropa.

Iría a las tierras de los duques, así que decidí ponerme una camisa blanca con chaleco gris, pantalones con tirantes y un pañuelo negro atado al cuello, incluso tuve la decencia de peinarme.

— Los hombres siguen teniendo muchas mujeres, no les importa el pecado — Dijo, tomando uno de los panes, le colocó queso de cabra.

— ¿Cómo sabe eso? ¿Si usted pasó la mitad de su vida entre un orfanato y un convento? — Fruncí el ceño.

— Una madre nos contó todo sobre los hombres, ellos son más propensos a las tentaciones.

Resoplé — No creo que una madre sea la más indicada para hablar de hombres.

Colocó en un pan en un plato y me lo tendió

— Ya está servido.

Tomé el pan y me lo comí sin molestarme en sentarme.

— Debemos salir en unos minutos, no se tarde en comer — Dije, caminando hacia la puerta mientras masticaba.

Primero informé a los obreros sobre mi ausencia, dejándole indicaciones y órdenes que debían cumplir mientras estaba afuera.

Me dirigí a los establos y alisté dos caballos.

Los llevé hasta el patio, tirando de las riendas.

La señorita Tiffany esperaba junto a una columna.

Se tensó al ver las yeguas.

— Use la de color café, es la más mansa — Le tendí las riendas, pero no las tomó — ¿Qué sucede?

— No sé montar.

No consideré eso.

— Entonces iremos en la negra — Señalé mi montura.

Se tornó nerviosa — ¿Usted y yo?

— Por supuesto, si no sabe montar, es la única forma.

— ¿No podemos ir en la carreta?

— Iríamos más lento y no tengo tiempo que perder — Gruñí, perdiendo la paciencia.

— Pero... Es que yo... — Empezó a temblar, no comprendí nada, estaba retrocediendo — No puedo, no puedo ir en el mismo caballo que usted.

— ¿Qué rayos le pasa? No me interesa en lo absoluto faltarle el respeto — Dije y me observó a los ojos — Ni siquiera me ha pasado por la mente, debería saber ya que no soy ese tipo de hombre, lo hubiese hecho desde el principio. ¿Todas las monjas le tienen miedo a los hombres? ¿Creen que son una especie de demonios?

Me giré hacia el cabello y subí de forma ágil.

— Solo lo decía por el peso, me preocupa el caballo, no usted — Gruñó, aproximándose a mí, tenía las mejillas muy rojas — Pienso que es demasiado para la pobre yegua. En ningún momento dije que le tenía miedo a usted.

— Ah ¿Entonces le parezco demasiado pesado? — Solté un chasquido — Vaya forma de ofender a su prójimo.

— Por supuesto, me parece una abuso al pobre animal.

— Son criaturas de Dios, están hechas para servir al hombre — Dije de forma irónica.

Resopló — Es un idiota.

Extendí mi mano hacia abajo — ¿Se va a quedar ahí parada todo el día?

Siguió dudando de tomar mi mano.

Tomó una larga respiración y la tomó.

— Ponga el pie en el estribo — Le ordené.

Hizo lo que pedí y la impulse hacia arriba.

Me acomodé hacia adelante.

— Siéntese atrás y agarre fuerte mi cintura.

Se acomodó, haciendo un gran esfuerzo, con la respiración cortada, pasó su otra pierna hacia el otro lado.

Solté su mano.

Nuevamente la duda, sus manos cubiertas por guantes rodearon a duras penas mi cintura.

Estaba temblando.

— Tengo un poco de nervios, no había montado a caballo.

— Debe aferrarse bien a mí.

Tiré de las riendas y se apretó a mi cintura por el movimiento.

Salí de la propiedad y traté de ir con calma.

Bajé mi mirada, los dedos se aferraban a la tela de mi chaleco.

— ¿La escuela está cerca de aquí? — Preguntó después de unos minutos.

— A unas dos horas, en las tierras de los duques — Presté atención al camino.

— ¿Usted es familiar de ellos?

— No, anteriormente, vivía arrendado en sus tierras.

— ¿Era un campesino?

— Así es, mi padre es el dueño de las tierras en las que vivo ahora.

— Entonces son sus tierras. Es un terrateniente.

— No, mi padre lo es, así que no son mías, el fue quien las compró y las sacó adelante, yo solo estoy cuidando de ellas.

— ¿Y dónde está su padre?

¿Por qué tanto interés?

— Está de viaje, a otra parte del reino, visitando al resto de la familia.

Sentía sus muslos rozando los míos.

— ¿Su madre fue con él?

— No, mi madre murió hace años — Observé las ramas bajas de los árboles.

— Es una pena.

— La ropa que le dí es de ella.

Suspiró — Tenía buen gusto, es linda.

Apuré un poco el paso y ella se aferró con más fuerza.

— ¿Por qué va más rápido?

— Los caminos son desolados, no podemos ir confiados.

Cuando llegué al pueblo, lo crucé sin detenerme, habían muchos comerciantes y compradores, así que pasé desapercibido.

— Ya vamos a entrar a tierras nobiliarias.

— Las tierras son hermosas — Susurró, observé al paisaje a nuestro alrededor.

— Para una señorita que estuvo toda su vida encerrada entre paredes, tiene que parecerle así.

— Cierto.

Se quedó callada el resto del camino.

Llegamos a la entrada y ayudé a la señorita a bajar, antes de dar un salto.

El palacio seguía igual de imponente.

La señorita observó hacia adentro, asombrada por la majestuosidad de los jardines y del enorme palacio.

Un lacayo se aproximó.

— Señor Chester, me alegra verlo por aquí ¿Qué se le ofrece?

Ella se sorprendió ante el trato lleno de confianza.

— ¿Los duques de Slindar están disponibles?

— Por supuesto, se encuentran en casa.

— Necesito hablar con ellos.

— Voy a informar al mayordomo para que los ponga al tanto.

— Muchas gracias — Dije, sonriendo.

Esperaba que el Duque Edward no se pusiera al tiro, seguía celando a su mujer de mí.

No era el único, Sebastian también parecía perro de guardia cuando yo estaba ante la presencia de Lady Emiliana.

Jamás comprendí el porqué de tanta inseguridad.

Observé a la señorita, tal vez al traer una mujer conmigo, no me viese como una competencia.

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Comments

Yise

Yise

Chester bb yo tengo los pies pequeños cosita rika /Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/y soy pequeña tipo llavero /Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm/

2024-12-12

17

Mary Ney

Mary Ney

Chester te encantó la nena con risitos de oro por eso hasta los vestido antiguo la vez preciosa, ahora gasta seguro te sientes que el Duque sinclar no tenga celos/Smile/

2024-12-12

3

jajajaja es una lastima que yo calze como fiona y a ti señor chester te gusten pequeños 😉 😜 😌 😁

2024-12-12

4

Total
Capítulos
1 1. Bajo los hábitos
2 2. Una monja furtiva
3 3. Sin cadenas
4 4. Montando hacia el palacio
5 5. Lucha interna
6 6. Las lecciones
7 7. Sorpresas inesperadas
8 8. Reencuentro familiar
9 9. Un sutil atrevimiento
10 10. Los besos robados
11 11. Intrigas
12 12. Evasiones
13 13. Entre mano
14 14. Las horribles mentiras tienen peso
15 15. La otra cara de la moneda
16 16. Un rencor que despierta
17 17. Sanando en cuerpo y alma
18 18. Sorpresa familiar
19 19. Aclarando mal entendidos
20 20. Plática de padre e hijo
21 21. Rienda suelta al deseo
22 22. A punto de ser descubiertos
23 23. Escape temporal
24 24..La víbora tras la puerta
25 25. Alejando a la harpía
26 26. Tarta de amor
27 27. Oferta sucia
28 28. Preparando la boda
29 29. Secretos de la nobleza
30 30. Conversación entre hermanos.
31 31. El casamiento
32 32. Celebrando el casamiento
33 33. Un nuevo comienzo
34 34. Luna de miel
35 35. Un padre desesperado
36 36. La madre que no debió ser
37 37. La impostora
38 38. Golpes de justicia
39 39. Los dos bárbaros
40 40. El plan
41 41. El plan II
42 42. Confesiones de una impostora
43 43. Una nueva misión
44 44. Camino al convento
45 45. Dentro de los muros
46 46. Disfrazados
47 47. Ardua búsqueda
48 48. Gato encerrado
49 49. El regreso
50 50. Esperanzas y sonrisas
51 51. La luz al final del túnel
52 52. Apresados
53 53. Libertad y paz
54 54. El destino favorece
55 55. Reencuentro materno
56 56. Bendiciones que se suman
57 57. Oro, el tesoro.
58 EPÍLOGO
Capítulos

Updated 58 Episodes

1
1. Bajo los hábitos
2
2. Una monja furtiva
3
3. Sin cadenas
4
4. Montando hacia el palacio
5
5. Lucha interna
6
6. Las lecciones
7
7. Sorpresas inesperadas
8
8. Reencuentro familiar
9
9. Un sutil atrevimiento
10
10. Los besos robados
11
11. Intrigas
12
12. Evasiones
13
13. Entre mano
14
14. Las horribles mentiras tienen peso
15
15. La otra cara de la moneda
16
16. Un rencor que despierta
17
17. Sanando en cuerpo y alma
18
18. Sorpresa familiar
19
19. Aclarando mal entendidos
20
20. Plática de padre e hijo
21
21. Rienda suelta al deseo
22
22. A punto de ser descubiertos
23
23. Escape temporal
24
24..La víbora tras la puerta
25
25. Alejando a la harpía
26
26. Tarta de amor
27
27. Oferta sucia
28
28. Preparando la boda
29
29. Secretos de la nobleza
30
30. Conversación entre hermanos.
31
31. El casamiento
32
32. Celebrando el casamiento
33
33. Un nuevo comienzo
34
34. Luna de miel
35
35. Un padre desesperado
36
36. La madre que no debió ser
37
37. La impostora
38
38. Golpes de justicia
39
39. Los dos bárbaros
40
40. El plan
41
41. El plan II
42
42. Confesiones de una impostora
43
43. Una nueva misión
44
44. Camino al convento
45
45. Dentro de los muros
46
46. Disfrazados
47
47. Ardua búsqueda
48
48. Gato encerrado
49
49. El regreso
50
50. Esperanzas y sonrisas
51
51. La luz al final del túnel
52
52. Apresados
53
53. Libertad y paz
54
54. El destino favorece
55
55. Reencuentro materno
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56. Bendiciones que se suman
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