3. Sin cadenas

...TIFFANY:...

Me quedé a solas en la sala.

Ese hombre estaba encendiendo todos los candelabros y se marchó por un largo corredor.

Se me hacía extraño ver una estancia tan sencilla, las paredes eran hechas con bloques de arcilla y no había ningún ornamento o adornos.

Los sillones eran de cuero rústico y las sillas eran de madera sencilla, el techo era de madera y con tejas, las ventanas eran largas con solo rejillas.

Me asomé por ella y observé una extensión de tierra que me dió una sensación de paz.

El sol estaba rociando la tierra, en un lindo atardecer color olor.

Se me aflojaron las lágrimas.

Era libre, libre del infierno y el sufrimiento.

No iba a volver jamás con mi familia, ellos me abandonaron y estaba claro que no me querían con ellos.

Me marcharía lejos, cuando tuviera suficiente dinero.

Para mí, mi familia estaba muerta y esperaba que ellos también me consideraran de ese modo.

Aunque sentía alivio por lograr escapar, mi interior dolía por todo lo que pasé, era una sensación que no me dejaba respirar con serenidad.

— Señorita — Dijo ese hombre y me sobresalté, limpiando las lágrimas rápidamente antes de girarme.

Lo observé, llevaba una lámpara de queroseno colgando de la mano.

Era un sujeto tan grande y alto, con un cuerpo musculoso.

Jamás había visto a un hombre tan grande.

Se había quitado la capa que llevaba y la ropa que también era enorme, le quedaba un poco ajustada.

Parecía medir casi dos metros de altura y pesar más de una tonelada.

Tenía una barba espesa adornando su mandíbula fuerte y una naríz recta, varonil. El cabello también era espeso y lo llevaba despeinado, de un rico color chocolate oscuro, las cejas también eran espesas y los ojos eran un poco pequeños, de pupilas café y pestañas rizadas.

Era un hombre guapo, seguramente la Tiffany anterior le hubiese encantado un hombre así, al fin y al cabo estuvo fantaseando mucho tiempo con su primo Sebastian, un caballero igual de galante que el que tenía frente a mí.

¿Qué sería de la vida de él? ¿Habrá tenido hijos?

¿Qué sucedería con mi hermano? ¿Al fin sentaría cabeza?

No sabía nada del mundo desde que me metieron a ese convento, a duras penas escuché que hubo un cambio de gobierno en el reino.

Tenía un poco de miedo, no podía evitarlo.

Estar cerca de un hombre me provocaba un pánico que no podía controlar y ese sujeto tan grande me mantenía alerta.

Debí haberle pedido que me dejara en el pueblo y me diera unas piezas.

No, no se ve mala persona.

Se suponía que un obispo era una persona buena.

— Señorita — Dijo y volví en sí, me tendió una ropa doblada — Conseguí esto para usted, está algo vieja, pero es lo único que tengo para mujer.

Me aproximé y la tomé.

— Gracias, servirá.

— Puede cambiarse por aquí — Señaló el corredor — Venga, sígame.

Lo seguí, un poco desconfiada, abrió una puerta.

El corredor era de piedra y estaba al aire libre.

Observé hacia arriba, no había techo, solo un arco con una enredadera que adornaba el corredor.

Se veía bonito, de día debía ser más hermoso.

— Aquí — Abrió una de las puertas — Puede cambiarse y dormir, hay más ropa de mujer en los baúles.

Se alejó por el corredor, atravesando un umbral.

Entré en la habitación y cerré la puerta, le coloqué el seguro.

Observé la habitación.

Era sencilla, como todo lo demás.

Había una cama un poco amplia junto a la ventana.

Un espejo en la pared del frente y unos baúles.

Dejé el vestido sobre la cama y cerré la ventana antes de empezar a quitarme la ropa.

Las lágrimas volvieron a salir cuando tiré de mi manto con brusquedad, me arranqué el crucifijo y lo aventé al suelo.

Me quité las botas y las medias.

Luego dejé caer la túnica.

Me detuve frente al espejo.

Ahogué mis sollozos, cubriendo mi boca.

No había visto mi reflejo desde hace seis años, en el convento no se permitían los espejos, ya que significaban vanidad y superficialidad.

No me reconocí.

Estaba muy delgada y tenía el rostro un poco demacrado, las ojeras y los labios resecos.

Me pasé una mano por el cabello, tirando de los mechones cortos, los más largos me rozaban la parte alta de la frente, ni siquiera lucía como mujer.

Abracé mi cuerpo delgado, notando las marcas que las quemaduras y látigos dejaron en mis piernas, en mi abdomen y espalda.

Bajé una mano a mi vientre.

Cerré los ojos con fuerza.

Tomé el vestido sobre la cama y me lo coloqué a prisa.

Era de color gris, pero tenía flores bordadas y cubría hasta el cuello con botones dorados.

Era un modelo viejo, pero lindo.

Limpié mi rostro con las manos y me coloqué los zapatos nuevamente.

Tomé valentía para salir al corredor.

Olía a comida y mi estómago crujió.

Seguí el rico olor del guiso hacia el umbral.

Había una cocina espaciosa allí.

El hombre de la carreta estaba cerca de la estufa, friendo especias naturales.

La estufa también era de barro y también había un horno, estaban conectado a una chimenea que se perdía hasta el techo hasta salir de allí.

La mesa estaba repleta de pan y había una mermelada en un frasco.

Hace tiempo que no comía mermelada.

No recordaba cuando fue la última vez.

Me aproximé a la mesa.

El hombre notó mi presencia.

— Me acostumbré a estar solo, tanto que se me hace extraño que otra persona este aquí.

No parecía enojado o triste por estar solo.

¿Entonces de quién era la ropa de mujer?

— Gracias por la ropa — Dije y me observó, ni siquiera pudo disimular que veía extraño mi cabello tan corto y mi apariencia decadente.

— No es nada.

Desvió su atención nuevamente a la olla de arcilla.

Todo era de ese material, las tinajas y cucharas, los vasos.

Se veía bonito.

Aproveché que estaba de espaldas.

No pude evitar la tentación y abrí el frasco con mermelada. Arranqué un trozo de pan y sumergí un poco en la mermelada, me lo llevé a la boca de un solo bocado, mastiqué a prisa, casi me derrito con el sabor.

— Si tenía hambre, debió decirme antes.

Abrí los ojos como platos, él me estaba observando, con un poco de humor en su mirada.

Sentí el rostro arder mientras masticaba con más decencia.

— Lo siento...

— Descuide, coma mientras está la cena — Colocó un cuchillo sobre la mesa.

Me senté y lo tomé para untar el pan con mermelada.

Comí varias rebanadas.

El hombre colocó varias bandejas con comida y dos platos.

Se sentó a la mesa.

Había estofado, puré, granos.

Todo olía tan delicioso.

Llenó un plato de forma resuelta y lo colocó frente a mí.

— ¿Todo esto es para mí? — Pregunté

— ¿Es mucho? ¿Si gusta puedo...

— No, no, no — Sacudí mis manos — Está bien.

Tomé una cucharada y empecé a comer sin esperar alguna oración.

Me llevé grandes porciones y gemí sin poder evitarlo.

Me percaté de su mirada, volví sentirme sonrojada.

— ¿Hace cuánto no come? Parece estar muerta de hambre — Dijo, elevando una ceja.

Su plato estaba más lleno.

Un hombre así debía comer por seis.

Sus brazos eran tan anchos, casi del grosor de mi cintura.

Traía las mangas arremangadas, podía ver sus músculos y sus vellos.

— No desayuné — Dije, después de tragar.

Lo único que comía era avena y patatas hervidas.

Ya había olvidado el sabor de la carne.

Toda esa comida que él había descargado, iba a parar a los estómagos de las de mayor jerarquía.

Empezó a comer, también sin mucho cuidado.

A estas alturas no me importaban los modales.

Comí sin parar, hasta sentir que iba estallar, después de la primera porción tomé otra.

Hasta que estuve tan satisfecha que no podía moverme más.

— Aún no hemos dejado algunas cosas claras — Dijo y recordé que debía tomar una servilleta para limpiar mi boca, la tomé rápidamente y lo hice.

— ¿Qué cosas?

— ¿Cuánto tiempo estará aquí?

— ¿Me dará trabajo? — Apoyé la barbilla de mi mano.

— No veo en que podría ser útil.

Ese sujeto era odioso.

— Se sorprendería si le digo las cosas que se aprende en un convento.

— ¿Rezar? — Usó la ironía.

— Se hacer todo lo que hace una sirvienta y por lo visto, este lugar esta falto de una.

— No necesito sirvienta — Cortó con tono grosero — Hago todo por mismo.

Solté un resoplido — No está haciendo eficiente por lo visto — Pasé mi dedo por la mesa, estaba llena de polvo.

— Le dan estadía, comida y se queja por un poco de polvo sobre la mesa.

— Necesito piezas, para marcharme.

— Regrese con su familia o...

— No tengo familia — Corté y sus hombros se tensaron — No tengo nada, ni a nadie.

— No soy ingenuo, estoy al tanto de que se necesita una donación cuantiosa para que admitan a alguien en un convento o monasterio.

— ¿Usted lo intentó? — Pregunté, con el mismo tono irónico.

— No, pero he escuchado...

— Soy huérfana — Mentí, observándolo al rostro — Crecí primero en un orfanato y luego de allí me trasladaron al convento, yo lo quise así, era la única forma de seguir teniendo techo y comida.

— ¿Y por qué no siguió allí si estaba cómoda?

— Eso no es de su incumbencia.

— Está bien, veré que puedo conseguirle, conozco un lugar en el que seguramente puedan darle trabajo...

De inmediato pensé en un prostíbulo.

— ¡Óigame, no voy a permitir que usted me ofenda y mucho menos que...

— Es una escuela — Dijo, levantándose y recogiendo todo los platos — Seguramente la aceptarán aunque sea de ayudante.

— ¿Usted no tiene dinero para darme trabajo?

Llevó todos los platos a un pequeño pozo que estaba construido contra la pared. Hundió los platos y abrió la llave que sobresalía de la piedra.

— No es eso, es que la veo demasiado delgada y débil para andar haciendo trabajos de limpieza.

Me levanté, enojada.

— Yo no soy débil — Gruñí.

— En la escuela estará cómoda, además, si usted aprendió a leer y a escribir puede ser útil.

— Por supuesto que se leer y escribir, ¿Qué adulto sería tan ignorante para no saber? — Siseé y apretó su mandíbula.

— Gente sin acceso a educación, ni fortuna para pagar por una institutriz, no creo que la admitan si llega a decir eso frente a los duques — Gruñó, lavando los platos.

Me cubrí la boca — Lo siento, primera vez que escucho algo sobre una escuela para pobres.

— No me sorprende, la iglesia no suele preocuparse por esos problemas. La Duquesa Daila Delacroix es la fundadora, gracias a ella, los niños de bajos recursos pueden aprender a leer y a escribir...

— ¿Una mujer hizo todo eso? — Pregunté con emoción y él asintió con la cabeza — ¿Cuándo me llevará? Por supuesto que quiero, pero también le ayudaré en las labores del hogar, al fin y al cabo me estoy quedando aquí.

Primera vez que me sentía tan feliz en tanto tiempo, pero a pesar de eso, no sonreí.

— Mañana.

— Estoy muy cansada, me iré a descansar, gracias por todo señor...

— Señor Chester Clark — Se presentó.

— Yo soy Tiffany, Tiffany Mer... — Si decía mi apellido me podría descubrir, el apellido Mercier significaba estatus — Meriel.

— Buenas noches, señorita Tiffany Meriel.

Me alejé, después de hacer una inclinación de cabeza.

Entré en la habitación y me quité los zapatos.

Me trepé en la cama y me dormí rápidamente.

...****************...

Desperté con el sonido de las aves y animales de granja.

No estaba en el convento.

Me levanté y salí descalza después de colocarme el vestido.

Necesitaba preguntarle al Señor Chester si había un baño.

Escuché una risas de mujeres y me asomé a una de las ventanas de la sala.

Observé que había tres damas en el patio, con bandejas y ollas en las manos, eran jóvenes y de cabellera hermosa.

Me sentí un poco desdichada.

— Señor Chester, le trajimos un desayuno, sabemos que trabaja temprano y no tiene tiempo para esas cosas — Dijo una morena, levantando una bandeja — Son panes recién horneados, los hice yo misma.

El señor Chester estaba frente a ellas, no podía ver su rostro porque estaba de espaldas.

— No se hubiese preocupado...

La otra se atravesó, una chica de piel pecosa.

— Yo en cambio, le traje un poco de leche recién ordeñada de las vacas.

— Gracias, pero debió ser mucha molestia...

Ni siquiera lo dejaban a hablar.

La tercera casi se le encima y las demás le lanzaron miradas recelosas.

Si mi madre viera esto, sufriría de un infarto.

— Le traje un trozo de queso de cabra, lo estuve preparando.

— Gracias todas son muy amables...

Me aproximé a la puerta y salí.

Caminé por el patio y las mujeres giraron su rostro hacia mí, perdiendo la sonrisa.

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Comments

Yise

Yise

Muñeca todo lo q escribes es arte, enserio, tranquila tomate tu tiempo y no te exijas demás, aquí tare para leerte /Smile//Smile//Smile//Smile//Smile/pendiente........ Naaaaaaa mentirissssssss osea si relax pero no mucho ok? /Chuckle//Chuckle//Chuckle//Chuckle//Chuckle//Chuckle//Chuckle/

2024-12-12

1

kimking

kimking

autora por faaaa suba más capitulos. aunque siempre vamos a querer masss , si la historia estar re- buena no querré dejar de leer

2024-12-12

4

Olga Ortiz

Olga Ortiz

es muy triste la historia de Tiffany, como es posible que si madre le hiciera eso y si padre y hermano tan poca importancia le dieron, la dejaron desamparada solo por ser mujer

2024-12-14

2

Total
Capítulos
1 1. Bajo los hábitos
2 2. Una monja furtiva
3 3. Sin cadenas
4 4. Montando hacia el palacio
5 5. Lucha interna
6 6. Las lecciones
7 7. Sorpresas inesperadas
8 8. Reencuentro familiar
9 9. Un sutil atrevimiento
10 10. Los besos robados
11 11. Intrigas
12 12. Evasiones
13 13. Entre mano
14 14. Las horribles mentiras tienen peso
15 15. La otra cara de la moneda
16 16. Un rencor que despierta
17 17. Sanando en cuerpo y alma
18 18. Sorpresa familiar
19 19. Aclarando mal entendidos
20 20. Plática de padre e hijo
21 21. Rienda suelta al deseo
22 22. A punto de ser descubiertos
23 23. Escape temporal
24 24..La víbora tras la puerta
25 25. Alejando a la harpía
26 26. Tarta de amor
27 27. Oferta sucia
28 28. Preparando la boda
29 29. Secretos de la nobleza
30 30. Conversación entre hermanos.
31 31. El casamiento
32 32. Celebrando el casamiento
33 33. Un nuevo comienzo
34 34. Luna de miel
35 35. Un padre desesperado
36 36. La madre que no debió ser
37 37. La impostora
38 38. Golpes de justicia
39 39. Los dos bárbaros
40 40. El plan
41 41. El plan II
42 42. Confesiones de una impostora
43 43. Una nueva misión
44 44. Camino al convento
45 45. Dentro de los muros
46 46. Disfrazados
47 47. Ardua búsqueda
48 48. Gato encerrado
49 49. El regreso
50 50. Esperanzas y sonrisas
51 51. La luz al final del túnel
52 52. Apresados
53 53. Libertad y paz
54 54. El destino favorece
55 55. Reencuentro materno
56 56. Bendiciones que se suman
57 57. Oro, el tesoro.
58 EPÍLOGO
Capítulos

Updated 58 Episodes

1
1. Bajo los hábitos
2
2. Una monja furtiva
3
3. Sin cadenas
4
4. Montando hacia el palacio
5
5. Lucha interna
6
6. Las lecciones
7
7. Sorpresas inesperadas
8
8. Reencuentro familiar
9
9. Un sutil atrevimiento
10
10. Los besos robados
11
11. Intrigas
12
12. Evasiones
13
13. Entre mano
14
14. Las horribles mentiras tienen peso
15
15. La otra cara de la moneda
16
16. Un rencor que despierta
17
17. Sanando en cuerpo y alma
18
18. Sorpresa familiar
19
19. Aclarando mal entendidos
20
20. Plática de padre e hijo
21
21. Rienda suelta al deseo
22
22. A punto de ser descubiertos
23
23. Escape temporal
24
24..La víbora tras la puerta
25
25. Alejando a la harpía
26
26. Tarta de amor
27
27. Oferta sucia
28
28. Preparando la boda
29
29. Secretos de la nobleza
30
30. Conversación entre hermanos.
31
31. El casamiento
32
32. Celebrando el casamiento
33
33. Un nuevo comienzo
34
34. Luna de miel
35
35. Un padre desesperado
36
36. La madre que no debió ser
37
37. La impostora
38
38. Golpes de justicia
39
39. Los dos bárbaros
40
40. El plan
41
41. El plan II
42
42. Confesiones de una impostora
43
43. Una nueva misión
44
44. Camino al convento
45
45. Dentro de los muros
46
46. Disfrazados
47
47. Ardua búsqueda
48
48. Gato encerrado
49
49. El regreso
50
50. Esperanzas y sonrisas
51
51. La luz al final del túnel
52
52. Apresados
53
53. Libertad y paz
54
54. El destino favorece
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55. Reencuentro materno
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