El reino de Easterwood era uno impecable, el pueblo entero rebosaba de una paz y felicidad que no dudaron en revivir a quienes les daban una vida placentera y cómoda.
Muchas mujeres habían recibido a sus esposos con un enorme abrazo y agradecidas de poder volver a ver a sus seres queridos en buenas condiciones. El monarca quien iba al frente fue observado con suspicacia, otros veían sorprendidos a la hermosa dama en sus brazos.
Las habladurías no tardaron en hacerse presente, por lo que le resultó molesto para el monarca quien tiro de las riendas y su caballo comenzó a ir más rápido en sus andar. Quiera o no, la mujer en sus brazos comenzó a preocuparle en el momento en que está no había despertado en todo el viaje.
—¡Mi señor!
Una mujer con cabellos castaños con unos presentes mechones canosos se presentó delante de su alteza, el rey de Easterwood y miró aquella dama, jamás había visto algo tan inusual, una cabellera tan rubia que caía en una cascada larga.
—Por todas las estrellas, pero que fue lo que le ocurrió a esta jovencita
—Mmm
Se limitó a decir con desgano, el rey no daba explicación alguno sobre las acciones que cometía, bajando del corcel con ella en sus brazos, subió por los escalones con la mujer siguiéndole los pasos.
—Are que llamen el doctor real
La escucho decir mientras la veía desaparecer mientras él únicamente subió por las enormes escaleras que llevaban a la segunda planta del castillo.
A la luz del amanecer, pudo apreciar aquellas ojeras bajo sus ojos, la palidez de su piel le era inexplicable, su cuerpo no pesaba absolutamente nada, pareciera que estuviera cargando una pluma, ademas, jamás había visto a alguien tan pálido, pero también podía decir lo mismo acerca de su belleza. Al recorrer el pasillo que miraba hacia el jardín, los sirvientes vieron a su monarca llevar a esa joven rubia en sus brazos, siendo observado y escuchando el parlamento fue entonces que apresuro su andar que lo llevo a sus aposentos, entró directamente y dejó a la joven rubia sobre su cama arreglada.
Su melena le daba el color a esas oscuras sabanas que desprendían el olor a madera evidenciando que él, es él dueño que descansa en esa enorme cama.
—Mi señor
Felicia Montreal era la misma mujer adulta quien lo recibió en la entrada al castillo, la misma que corrió hasta la muchacha al verla reposando en la cama de su alteza el rey, al momento de acercarse la desprendió de aquella capa que la cubría para ver el sencillo camisón blanco que no dejaba nada para la imaginación.
—Pobre muchacha, debió morir del helado clima en el camino...
La cubrió con una de las sabanas mientras una de las criadas llevaba un balde agua caliente, como le fue ordenado, lo dejo aún lado de la mujer mayor y esta comenzó a limpiar su cuerpo, la tierra en sus manos, la suciedad de su rostro.
Mientras tanto, el monarca cerró los ojos y camino hasta la salida dando la privacidad pertinente, al cerrar la puerta detrás de él descubrió que Jeffrey Duncan, el castaño que detuvo al cadete de aquella noche, lo esperaba recostado sobre la pared con los brazos cruzados.
—Es extraño de ti, percibir la gentileza...
Cerro los ojos con un tanto de desesperación por la insistencia por saber por que actuo de tal manera, dándose la vuelta para continuar con su andar ignorando toda mirada curiosa, no estaba para recibir comentarios con un toque de burla de su compañero o amigo, como él en ocasiones daba a conocer sin su consentimiento.
—Alguna novedad del ataque
Suspirando derrotada ante el evidente cambio de tema fue entonces que se dedicó a hablarle de lo que pedía.
—Extrajimos información, algunos soldados y sirvientes fueron capturados
—Algo más
—El príncipe Erick, su alteza
Aquello detuvo el andar del monarca quien no pudo evitar sentir la confusión y solo entonces se permitió ver a su mano, quien continuo diciendo:
—Lo vio irse con la joven en sus brazos, jamás había visto ese comportamiento poco inusual
—Poco inusual
—Verá, el príncipe intento correr hacia usted, fue entonces que vi a quien realmente quería de vuelta...
Menciono volviendo a mirar hacia los aposentos del rey cuando el médico real arribo a la puerta que le fue abierta por la madrina de su amigo el rey.
—Quieres decir que mostró un interés por la mujer en mis aposentos
—Aquí entre dos su alteza, creo que fue muy descortés robar a la prometida del príncipe Erick en medio del ataque
—¿Prometida?
—Por favor su alteza, no lo vio, o ignoro el hecho de que un anillo de compromiso adorna el dedo de esa dama...
Su ceño se ciñó ligeramente para volver a grandes zancadas a sus aposentos, como le es de costumbre no toco antes de entrar, a grandes pasos aparto al médico y tomó ambas manos de Evangeline para evidentemente darle la razón a su compañero. Un anillo de oro, con una pequeña piedra plateada adornaba en dedo de la rubia, quien abrió los ojos con una evidente y abrupta sorpresa.
Sus ojos colisionaron a la par que Evangeline aparto sus manos y retrocedió hasta chocar con la cabecera.
—Señorita por favor, no haga movimientos bruscos, sigue débil
Como si le dijera lo contrario rápidamente se colocó de pie y sintió un ardor en la planta de los pies que le provocó una mueca para mirar como sus pies se encontraban vendados, su respiración comenzó a acelerarse a la par que entraba en pánico por no conocer a las personas delante de ella y la habitación que no reconocía.
Giró en su propio eje observando la habitación, era adornaba por materiales tan lujosos que jamás había visto, la habitación en el castillo Lyria no abundaba de tales materiales al igual que la habitación en Hermea. Cuando terminó de ver a su alrededor el paisaje que se alzaba a las afueras de esa ventana, aprecio algo que solamente podía imaginarse en la lectura nocturna. Alzó su mano tocando el cristal como si nunca hubiera visto un paisaje igual en su vida, movió sus dedos como si quisiera hacer suya esa imagen.
Su corazón se aceleró al punto en que empezó a alejarse sin apartar la vista.
—Jovencita por favor déjanos ayudarte
El médico trato de acercarse a la joven y está lo miró con temor llevando una mano a su pecho.
—No
Una ligera voz susurrante sonó en los oídos del monarca con un delicioso sonido dulce, 《Así que habla》 pensó a la par que daba un paso al frente tratando de acercarse, pero el miedo en su mirada cielo lo detuvo.
Tomó la perilla de la puerta y la abrió rápidamente para salir corriendo, el castaño quien estaba por entrar fue golpeado por la puerta y vio salir a la rubia despavorida.
—Da la orden de que no la ataquen
El castaño asintió para correr detrás de la dama que huía despavorida, la vio bajar de por las escaleras tan rápido que se preguntó como podría correr estando herida de sus pies, un soldado con él uniforme negro y rojo trató de retenerla, pero antes le grito.
—No, no la ataquen
El aire golpeó en su rostro una vez encontró las puertas de la salida, el viento era cálido y fresco la hizo sentir tan aliviada que al ver de nuevo el paisaje camino hasta él, lo veía con tanta añoranza, como si este se escapara de su imaginación, creyendo que se encontraba en uno de esos sueños de los que nunca deseaba volver a despertar. Los rayos iluminaban aquel verde tan brillante de esos árboles frondosos, las flores que adornaban ese pasto eran tan hermosas.
—¿Quién es usted, en realidad?...
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Comments
Caridad Gallardo
tenían que matar al Erik
2024-10-16
2
Yeli Martinez
no lo mataron. entonces para q fueron al imperio solo a matar a gente inocente
no sirben para nada pendejos .
uuuy q rabia
2024-08-22
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Yeli Martinez
ojalá este muerto ese príncipe y los reyes por crían a un ser sin escrúpulos
2024-08-22
0