La mismísima reina regente Lidia II de Hermea, feliz de haber contraído matrimonio con el hombre al que amaba, hizo todo lo que estaba al alcance de sus manos por conceder un heredero a su amado esposo, el rey Cesar V de Hermea.
Pero sus luchas, sus batallas por estimular su vientre, fueron en vano, sus esperanzas se perdieron al tener un aborto espontáneo que casi cobro su vida, desde entonces, el rey mismo, ante la necesidad de encontrar alguna solución para los líderes del consejo, tomó como segundo esposa a una mujer de sangre noble, Rose Jifre.
La noticia, de que, la nueva regente, concedió a un sucesor barón, conmocionó a todos en el pueblo y juntos festejaron la dicha de su rey, quien no demoró en presentarlo, como el milagro, el sucesor que reinará por años al ser concedido entre tanta angustia y luchas incesantes por el poder.
Erick I de Hermea nació en una noche cálida y llena de expectación, lo que se esperaba, llegó a la vida del Rey y su reina. La reina Lidia, sucumbió en la tristeza al reconocer el vientre sano que concedió el hijo prometido. Pero aun si el rey le demostrará su valía, su afecto, nunca de los jamases superaría el hecho de que su esposo tuviera que dormir con alguien más para obtener un hijo que debió haber tenido ella misma.
Aunque el daño ya estuvo hecho, al niño, que nació fuera de sí, el verlo tras los médicos que lo mostraron ante sus ojos, la hicieron olvidar todo el resentimiento y lo vio como un hijo, al tomarlo en sus brazos, fue entonces que comprendió la dicha de aquel inolvidable momento.
—Está perdiendo demasiada sangre, doctor —. Al escuchar la alarma de una de las tantas criadas, con el niño en sus brazos corrió hasta la mujer encamada.
La escena era simplemente angustiante, la mujer con la cual su marido había dormido por un heredero, estaba muriendo ahí mismo tras el parto.
—Querida, puedes lograrlo, por tu hijo —. Dijo acercándose la pequeña vida a su rostro, para que pudiera verlo.
Tan solo era una joven rebosante de vida. Pero nadie sabía lo trágico que puede llegar a ser la labor de parto. Sabiendo que jamás volvería a recuperarse, con su piel pálida y la debilidad de sus extremidades derramó una gota de sus lágrimas antes de ver a la mujer y sonreír con alegría.
—Majestad, dejó a mi hijo en sus manos —.
La angustia no tardó en evidenciarse en todos aquellos que estaban en la habitación, hacían lo posible para que el sangrado cesará, pero nadie logró ayudarla a escapar de las garras de la muerte. El día del nacimiento del progenitor, fue el más feliz y triste.
La reina jamás abandono la habitación de aquella joven mujer, jamás aparto aquel bebé de aquella inerte mujer que murió con una sonrisa. Como podía, como podía sonreír así nada más, dejando a su criatura tan sola. Las promesas no tardaron en salir de sus labios, prometió criar y cuidar del pequeño bebé en su honor.
Sin temor, al postrarse delante de su marido, el rey de Hermea mostró al pequeño baroncito con el nombre Erick I de Hermea, hijo de Cesar V de Hermea. Aceptando aquel nuevo reto, ambos reyes se aventuraron en el mundo de los padres para que aquel niño surgiera siendo un hombre fuerte y vigorizante.
Pero así como muchos, la realeza, escondía sus más podridos secretos, el príncipe, desbocado por el poder que pronto le heredarán, fue entonces que surgió su libertinaje. De estar tras una y otra dama, de respirar aquel aroma que incentivaba sus sentidos.
—Mi príncipe —. Grito la joven, que estaba siendo embestida por detrás.
Su cabeza había caído sobre sus hombros, mirando al gran techo, sintiendo el placer, la estipulación que lograba obtener al entrar y salir de aquel c*ño. Mordió su labio inferior aumentando el ritmo de sus embestidas, el momento era simplemente emocionante, estaban tan sumergidos en su labor, hasta que la presencia de una mujer ya madura estaba a unos cuantos pasos de la puerta.
—Ajam
—Madre
Todo se terminó en el momento en que se dieron cuenta de haber sido descubiertos por la misma reina en persona.
—Majestad, yo, lo lamento tanto —. Dijo la joven cubriéndose con un vestido de la servidumbre e hizo con posterioridad una pequeña reverencia.
—Toma tus pertenecía y déjanos, debo hablar a solas con el príncipe —. Dijo levantando una mano y girando su rostro despreciando el acto que estaban cometiendo.
Con rapidez, la mujer de cabellos castaños y uniforme de un blanco con negro, dejó la habitación del príncipe. Colocándose unos pantalones y atando su bata, se sentó sobre uno sé los sillones con su cabeza recargada en el respaldo.
—A que se debe tu visita, madre
—Los rumores vuelan Erick, además Luis te tiene vigilado por mi petición…
—Y que madre, soy libre de hacer lo que desee
—Hijo mío, en unos días llegará tu prometida, la misma que elegiste tú, por qué no respetas que dentro de poco tiempo, serás un hombre de solo una mujer —. Dijo acercándose a su hijo quien suspiraba con cansancio.
Era cierto, su atención se había fijado en la hija de los Valyrian, una linda joven de ojos azules, y cabellos dorados casi idénticos a los suyos, solo que más brillante y claro, desde el momento en que la vio, su obsesión por tenerla se hizo más fuerte, por eso, cada noche salía con mujeres y no hacía más que soñar que era ella quien lo acompañaba.
—Eso terminará una vez mi prometida este aquí, madre, te lo juro —. Menciono esta vez, con la mirada fija en la mujer de cabellos rubios y rasgos ya maduros.
—Ojalá y tu palabra tuviera valía querido hijo, puesto que, cuando un hombre que es infiel, jamás cambia...
Sus ojos se cerrarán en decepción, al dejarlo solo completamente en la privacidad de la habitación real, del príncipe, este se permitió disfrutar de sus recuerdos donde aquella pequeña mujer rubia permanecía en cada una de sus fantasías.
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Comments
Yeli Martinez
es fuerte esta historia
2024-08-22
2
Yeli Martinez
pobre chica a vivido un infierno con su hermano y le viene otro con este loco 😡
2024-08-22
0