Capítulo 16

Habían encontrado al primer As, el As del Dragón. Quien era un hombre bastante agradable y que los guió hasta un lugar seguro, una aldea en medio del bosque. Era la única parte del bosque que estaba despejada permitiendo que entre la luz del sol.

La aldea tenía casas pequeñas, de uno o dos pisos, habían niños jugando por todos lados. Pequeños sembradios, un canal de agua, casas colgantes unidas por puentes y una gran peculiaridad era sus vestimentas. Todos vestían ropas de seda, los hombres de color roja con los bordes blancos y las mujeres el mismo diseño de ropa pero con los colores invertidos, toda la prenda blanca con los bordes rojos.

— Está es mi aldea. Vivimos pocos aquí asi que todos nos conocemos, siéntanse como en casa.— Dijo Exardescere

— Muchas gracias señor Exardescere...— Le dijo Euridice amablemente.

— Jaja, no es necesario que me hable con tanto respeto. Dígame solamente Exar, Reina mia.— Le dijo Exar sonriente.

— A-ah... Bueno... De ser asi, usted también solo dígame Euridice por favor.— Dijo ella sonriendo un poco, pues no sentía correcto llamar a una persona mayor y tan poderosa solo por su nombre.

— ¡Eso Jamas!. Debo mostrar mi respeto a la Reina que he esperado por tantos años!.— Dijo Exar con gran entusiasmo.

— B-bueno...— Dijo Euridice sin poder decir más.

Arjona siguió caminando hasta que de repente... se detuvo y termino por arrodillarse, notándose realmente adolorido.

—¡Bestia!— Le grito Undo corriendo hasta el. Euridice y Exar se giraron para ver siendo Euridice quien también corrio hasta él.

— Arjona.... ¿Que pasa!?— Pregunto ella asustada mientras intentaba levantarlo, sin embargo al tocar su ropa cerca del abdomen sus manos se mancharon de sangre. — ¿Sangre?...— Sé pregunto ella al ver la sangre.

— Eres un salvaje! Te dije que no debías moverte mucho!— Le dijo Undo. Exar hizo una seña a algunos de los aldeanos, quienes corrieron a auxiliar a Arjona.

— Por favor déjennos esto — Dijo uno de los aldeanos al acercarse.

Euridice y Undo se alejaron y después los aldeanos levantaron a Arjona para llevarlo a recibir atención médica.

— Reina mia, no se preocupe. Ellos se encargarán de cuidar a nuestro amigo. — Dijo Exar notando la preocupación de Euridice, cuyas lágrimas se habían salido de sus ojos.

— Euridice... Tranquila. — Dijo Undo mientras le daba un suave abrazo. Exar suspiro y despues se acerco a ambos.

— ¿Que les parece si comemos? Deben estar hambrientos después del viaje tan grande — Dijo Exar alegremente.

— La verdad si.— Dijo Undo.

— Si...— Dijo Euridice un poco apagada.

— Vamos vamos!.— Dijo Exar comenzando a caminar hacia la casa más grande de esa aldea, misma que estaba junto a un enorme arbol que le daba algo de sombra.

Undo y Euridice terminaron por seguirlo, llegando hasta aquella casa donde Exar los guio hasta estar debajo de ese árbol en donde ya había una mesa para tres personas, con un banquete delicioso y alrededor muchas mujeres y niños.

— Por favor,disfruten de la comida.— Dijo Exar con una sonrisa. Todas las mujeres allí presentes miraban a Euridice con sorpresa, murmuraban notándose contentas a lado de los niños que le miraban con entusiasmo.

"Es hermosa", "parece una diosa", "su cabello es hermoso", "¿de verdad es la reina del sol?, parece una princesa". Eran sólo algunas de las cosas que decían.

Euridice y Undo se sentaron en la mesa, de inmediato las mujeres les rodearon teniendo toda su atención en Euridice. Todas a su vez le invitaban a comer de lo que había en la mesa, le hablaban con respeto y sumo cariño, como si de verdad la considerasen como su reina...

Pasaron algunos minutos y Euridice se encontraba dentro de esa enorme casa de Exar. En una de las habitaciones, las mujeres le habian preparado una bañera con todo lo que pudiese necesitar.

El agua era caliente, lo suficiente para poder crear esa sensación de aguas termales; pero no tan caliente para quemarla. Mientras ella se encontraba dentro de la bañera, las mujeres dentro de la habitación le agregaban al agua lociones, jabones y flores para darle aun más satisfacción.

— Muchas gracias. — Dijo Euridice mientras frotaba su cuerpo con la espuma.

— Reina mia, nos permite lavar su cabello?.— Preguntó otra de las mujeres dentro de la habitación.

— claro...— Dijo Euridice mientras se recargaba sobre la bañera hasta dejar su cabello fuera de este.

Dos mujeres se acercaron y pusieron una mesita de marmol debajo de sus cabellos junto con una almohada para su cabeza. Con suavidad comenzaban a frotar sus dedos en su cabello mientras lo lavaban con jabones y lociones.

Mientras se dedicaban a darle todas las atenciones, la puerta de la habitación se abrio y Arjona entró a la misma.

— Te tratan mejor que como te trataban en el palacio.— Dijo Arjona. Euridice lo miro y de inmediato se levanto para ir hasta el otro extremo de la bañera y verlo más de cerca. Tenía ropa nueva, sin sangre.

— ¿Estás mejor?.— Preguntó ella.

— Seh. ¿Y tú? — Preguntó él.

— Estoy bien...— Dijo ella sonriendo.

— Muy bien. Sabes... Deberías pensar en quedarte aquí. — Le dijo caminando hasta la bañera para asi ponerse cuclillas y tomar su rostro con ambas manos. Euridice miro al suelo mientras suspiraba, Arjona sabía que sería dificil convencerla. — Aquí... Pueden darte la vida a la que siempre has estado acostumbrada, la vida que mereces. — Le dijo él. Esas últimas palabras resonaron en su cabeza, le provocaban una duda. "¿De verdad me merezco eso?", "¿de verdad lo merezco solo por ser... Yo?".

— Te equivocas Arjona.— Dijo Euridice negando con la cabeza aún con su rostro entre sus manos. — Yo no me merezco nada de lo que tenía, nunca hice nada para merecerlo. Pero ellos... Dux, Undo, estas personas... Y tu. Son quienes merecen algo mejor, y yo quiero pelear para darselos.— Le dijo ella con una sonrisa. Arjona miro esa sonrisa, admiro su rostro y después la solto para ponerse de pie.

— Eres demasiado terca.— Dijo él caminando hacia la puerta, abrí la misma al llegar y detenerse a punto de salir. — Aviseme cuando vayamos a salir, Princesa.— Dijo con una pequeña señal en forma de saludo militar para después salir de la habitación.

Apenas sonrió, se sentía feliz de tener su apoyo...

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