Una Mojigata

Era ya tarde, pero en ese bar había lugar suficiente. Había ido pocas veces a bares como ese y siempre acompañada de Esteban, por lo que en todas esas oportunidades, iban a los reservados. Siempre creyó que era para tener más intimidad, pero ahora podía darse cuenta que era porque ella le daba vergüenza.

Se acercó a la barra y no pasó desapercibida, aunque estaba vestida sencilla y nada provocativa para un lugar así… Se acercó el barman, era un hombre de unos 40 años, musculoso y atractivo

-          ¿Qué te sirvo preciosa…? – su voz sonaba entusiasmada

 

-          Un whisky con hielo por favor – contestó casi mecánicamente

 

-          ¿No prefieres algún coctel de frutas menos potente…? – dijo tratando de sonar protector – no es un lugar apropiado si te emborrachas…

 

-          No se preocupe… - le sonrió con pesar – necesito ese whisky… ¿quiere mi identificación? –lo vio negar lentamente y correrse para servirle el trago

 

Mientras esperaba se quitó el pequeño bolso que tenía colgado atravesando su pecho y comenzó a hurgar dentro de él para encontrar unos pañuelos descartables. El barman le puso el vaso frente a ella y le sonrió… Guací tomó el vaso y lo tomó de un solo tirón.

-          Despacio niña… - dijo preocupado el barman

 

-          No se preocupe… - le sonrió molesta – sé tomar… mi padre me ha enseñado con algo mucho más fuerte que esto…

 

-          ¿Tu padre es alcohólico? – pregunto riendo burlándose de ella

 

-          No… es un hombre que me enseñó a cuidarme SOLA… - le recalcó la última palabra – sírvame otro por favor…

 

La discusión con el barman por lo menos la había distraído y se le habían ido las ganas de llorar. Escuchó unas carcajadas en un grupo de hombres en una mesa cercana y se giró levemente para verlos, pero luego volvió a enfrascarse en su propio vaso y los hielos que tintineaban ruidosamente.

Guací miraba fijamente esos trozos de hielo, que se asemejaban mucho a los pedazos que había dejado Esteban en su corazón. Las ganas de llorar se habían esfumado y una bronca comenzaba a gestarse en algún rincón de la mente que trataba de racionalizarlo todo.

Sentía que era observada y eso la estaba incomodando terriblemente. Levantó la vista hacia la vitrina del bar, estaba cubierta de espejos y trató de percibir si esos hombres que estaban haciendo tanto barullo eran los que la hacían sentir así. Miró la línea del bar y justamente en el otro extremo, estaban 3 hombres también sentados y enfrascados en una conversación, parecían que estaban hostigando al que estaba en el medio de ellos, porque él negaba todo el tiempo con la cabeza. No los podía ver bien, porque estaba más oscura esa zona. Y quedó por unos segundos, perdida mirándolos, pero sin pensar en nada…

En realidad se sentía tan vacía, sin su prometido… sin su mejor amiga…, se sentía engañada, se sentía lastimada… estaba en ese lugar sin nadie que se preocupara por ella. Necesitaba a su papá, al bravo Luriel Tecol, sería capaz de partirlo en dos si le contara lo que le había hecho… necesitaba a su madre, para que la abrazara mientras amenazaría con romperle todos los huesos a su victimario…

Necesitaba a sus abuelos que la colmarían de mimos, necesitaba a sus hermanos que eran protectores por naturaleza y curiosamente necesitaba a su hermanita pequeña, porque ella siempre era vulnerable y siempre necesitaba que Guaci la protegiera. No quería sentirse capaz de ser vulnerable…

Estaba ensimismada en su sentir, cuando una mano tomó su brazo de pronto y una voz extraña se sintió en su oído izquierdo… olía a alcohol

-          ¿Quieres venir con nosotros…? – se acercaba mucho a ella – te vamos a tratar muuuuuy bien – alargaba la palabra para acentuarla y ella giró a verlo

 

-          No, gracias – dijo mientras miraba sin disimulo su brazo que seguía aprisionado por esa mano, mientras que seguía sosteniendo el vaso con la otra mano – le voy a agradecer si me suelta el brazo señor… - dijo con toda la tranquilidad que tenía… pero sintiendo que desde su interior volvía a aparecer esa sensación que ascendía por su abdomen…

 

-          No seas arisca… - insistió tratando de estirarla hacia él

 

-          Le dije amablemente que me suelte señor… - dijo con un tono de voz más fuerte y podía sentir como su musculatura se iba comprimiendo – se lo advierto…

 

-          Puedes advertirme todo lo que quieras…. – sonaba asqueroso

 

Cuando intentó tocarle el rostro con su mano libre, otra mano… que no había advertido cerca de ella lo tomó por la muñeca y la empujó hacia atrás…

-          Hola amor… - dijo el desconocido mientras que se inclinaba sobre ella para tomarle la otra muñeca al hombre - ¿este señor te estaba molestando…?

 

-          Un poco… - dijo mientras que inspiró el aire muy cerca de su cuello y su aroma le hizo estremecerse completamente – ya se estaba despidiendo… - no podía despegar la nariz de su cuello, por lo que se veía como si se estuviera refugiando en ese hombre –

 

El hombre los miró confuso y trató de volver a tomarla del brazo, pero su salvador la abrazó protectoramente mientras le acribillaba con la mirada.

Guací no sabía quién era… pero olía tan bien, su voz era tan seductora, nunca había escuchado una voz como esa… y sin darse cuenta se arrebujó contra él mientras era abrazada. Lo sintió temblar suavemente y luego abrazarla un poco más fuerte.

-          Es una perra mojigata… - dijo el hombre riéndose a las carcajadas…

“Mojigata…”, esa simple palabra le sacó de su encantamiento y la trajo de cuajo a la realidad de su complicada existencia…

-          Hey nde... maldito ndovy'ái (Hey tú… maldito infeliz) – gritó soltándose del hombre que la abrazaba para abalanzarse sobre su acosador

El hombre ni siquiera tuvo tiempo para entender lo que ocurría, la primera trompada le dio en el rostro…, luego sintió la patada en sus genitales y cuando se encorvó por el dolor, otra trompada le daba en la nariz fracturándola y haciendo que el hombre cayera hacia atrás desmayado…

Su respiración se había acelerado y la sensación en el abdomen se había incrementado hasta sentirlo como un dolor agudo. Sentía la furia que se incrementaba sin poderla controlar, cuando sintió unos brazos fuertes que le rodearon el pecho aprisionando sus brazos contra su cuerpo.

-          Tranquila...  - su voz era un susurro en su oído – es un idiota…

La tenía contra su pecho y ella podía sentir en su espalda los latidos de su corazón, los amigos del acosador se habían levantado y su salvador temiendo que también quisieran pelea se volteó al cantinero y le dijo

-          Llama a la policía… - no la soltaba por más que ella estuviera forcejeando contra él – quédate quieta por favor – le susurró al oído – no quiero hacerte daño…

Los hombres al escuchar que llamarían a la policía, juntaron a su amigo del suelo, pagaron la cuenta y se fueron volteándose a ver a la mujer que seguía furiosa…

-          O me sueltas o vas a terminar igual que ese tipo… - Guaci seguía furiosa –

 

-          No puedo soltarte si no te tranquilizas… - le hablaba en un tono bajo y sedoso contra su oído – y puedo esperar todo el tiempo que quieras porque hueles riquísimo…

 

Guaci no sabía quién era ese hombre, tampoco pudo verlo pero debía reconocer que se sentía muy bien ese pecho contra su espalda y esos brazos bastantes musculosos que la comprimían. Ella sabía muy bien como deshacerse de esa toma, lo había practicado infinidad de veces con su padre y su hermano en sus entrenamientos, pero de alguna manera que aún no estaba pudiendo entender, su voz era adormecedora y se sentía muy bien que trataran de protegerla…

Luego de disfrutar de ese abrazo por unos segundos más, decidió que era hora de irse y escapar de esas sensaciones, así que relajó su cuerpo lo suficiente como para que él creyera que se había tranquilizado mágicamente.

-          Ya estoy bien… - suspiró y girando todo lo que podía su cuello hacia él, le sonrió – gracias…

Solo vio su perfil… su piel blanca, su cabello oscuro y una barba incipiente que oscurecía su mejilla e inicio del cuello, un pequeño piercing en su ceja en el punto exacto donde se cruzaba una cicatriz. El perfil regio, y una nariz recta que sobresalía arriba de una boca muy sexy que intentaba reprimir una sonrisa todo el tiempo.

La soltó suavemente y no pudo evitar sentir una desazón que nunca había sentido antes.

Guaci dio un paso para separarse de él y dudó unos segundos antes de girarse a verlo. Se sentía avergonzada por su arranque violento, pero no permitiría que nadie más le dijera que era una “mojigata”.

Cuando se volteó a verlo, lo hizo desde los pies a la boca… vestía ropas muy formales pero que le quedaban de maravilla, lo único que tenía desalineado era la camisa abierta en el cuello que le permitió ver el inicio de su pecho que en ese momento estaba bastante agitado…

-          Gracias otra vez… - dijo en un susurro mientras tomaba el vaso y terminaba su trago - ya me retiro…

 

-          Si vas a salir ahora, te voy a acompañar… - ella recién entonces lo miró a los ojos, eran oscuros, con largas y espesas pestañas – esos hombres podrían buscar venganza por la paliza que le diste… - la vio sonreír con pedantería – y aunque seas muy valiente, no creo que puedas con los 5 a la vez… ¿o eres también inmune a las armas…?

 

Guaci lo volvió a mirar de arriba abajo, realmente ese hombre era muy seductor y debía reconocer que esos pensamientos escatológicos que estaba teniendo en ese momento, no coincidían en nada con la visión que tenían su ex novio y su ex amiga…

-          ¿Y por qué me ayudarías…? – preguntó mientras que comenzaba a sentirse levemente mareada – no nos conocemos… y no voy a decirte nada de mi…

 

-          Me parece justo… - le sonrió encantadoramente cuando vio esos ojos marrones temerosos – no se con quién estas tan enojada… pero ni ese hombre ha tenido la culpa… - la vio bajar la cabeza avergonzada – ni yo la tengo…

 

-          Yo tampoco tengo la culpa que hoy todos quieran agredirme… - lo vio avanzar un paso y se sintió muy confundida – no soy una mojigata…  - lo vio avanzar otro paso y pararse muy cerca de ella, otra vez volvió a sentir su aroma, inspiró profundamente

 

-          Ven conmigo… - le tomó de la mano y comenzó a estirarla suavemente.

 

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Martha Divas Delgado

Martha Divas Delgado

siiiiii guacii

2024-03-26

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