Dieciséis

Buenos días- recibió con agrado Ninete en la floristería a un hombre que parecía modelo de ropa interior y que incluso a ella que amaba con locura a Luigi la hizo tragar en seco- Dígame en que podemos ayudarlo.

El hombre puso su mirada sobre la otra persona que estaba en la tienda y que hacía un ramo sin poner atención a su presencia y pensó en cómo una mujer con cara de ángel podía ser tan macabra.

- Buenos días, quiero llevar unas flores.- contestó con una voz fuerte, de esas que te hacen temblar si te dan una orden pero que además te hacen sudar en los lugares adecuados.

- ¿Son para su novia, su esposa o alguien que quiera conquistar?- preguntó la francesa tratando de buscarle la mejor opción.

- No, son para la esposa de un socio, voy a cenar con ellos y no quiero llegar con las manos vacías.

- Pues para esa ocasión yo le recomendaría un ramo de Hortensias, se usan mucho para agradecer.

- Si usted lo recomienda esas serán las que lleve, usted es la especialista. - el hombre se vio obligado a sonreír y la rubia hizo lo mismo.

- Ninete me ayudas un momento. - Mariana levantó la vista y sus ojos azules chocaron con el canela que llevaban los de él y Gabriel por primera vez en su vida sintió como si le conectaran un cable de corriente al pecho.- Perdón, no me fijé que atendías a un cliente.- ella se disculpó escondiendo la mirada de la intensidad de la del hombre.

- No se preocupe señorita, ayude a su compañera y después me sigue atendiendo.- le dijo a la francesa, para la que no pasó desapercibida la fuerza con la que el hombre miraba a su amiga.

- Tenga- le dijo Ninete entregándole el ramo de Hortensias unos diez minutos después- Perdone la demora y que sea del gusto de la esposa de su socio.

- Eso espero, es precioso.- le contestó con la vista fija en Mariana- Hasta otro día. - la francesa le sonrió y él salió de la floristería.

Gabriel había llegado hacía más de una semana a Italia y ese tiempo lo usó para saber un poco más de Mariana.

Ya sabía que vivía sola con su pequeño hijo en una casa que aunque no era muy grande, por el lugar en el que estaba ubicada no era algo que pudiera pagar una simple empleada de una floristería, negocio que por cierto había intentado encontrar a quien pertenecía y no lo había logrado todavía, así que viendo la circunstancia, ya sabía a donde había ido a parar parte del dinero de su hermano, y pensó que por lo menos la casa la usaba su sobrino.

Y por lo demás en esos pocos días parecía una joven normal, trabajaba,  paseaba con su hijo, comía en las mañanas con la otra dependienta de la floristería y en las noches la había visto cenar con la misma rubia y el que parecía su marido y con otras dos parejas más, nada fuera de lo común.

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- Buenas tardes.- volvió Gabriel a entrar unos días después en la floristería.

- Buenas tardes.- le contestó Ninete y lo vio pasar la vista por toda la tienda como buscando algo- ¿Le gustaron las flores a la esposa de su socio?

- ¿A quién?- preguntó el hombre despistado.

- Flores, cena, su socio y su esposa.- le dijo haciéndolo recordar.

- Oh sí- le dijo trayendo a su mente su mentira anterior.

- Cuanto me alegro.¿Y hoy que necesita?- a la rubia le parecía graciosa la forma en la que evidentemente aquel hombre escudriñaba la tienda con la vista en busca de Mariana.

- ¿Eh?- le preguntó sin entender.

- Le digo que qué busca, flores para su prima,  para una tía, para la casera.- intentó burlarse de él muy sutilmente.

- No, nada de eso- el bajó la voz y se inclinó un poco hacia adelante- Hoy las flores son para su amiga.- le dijo en un arranque de valentía, tenía que acercarse a ella de alguna manera y la chica no iba a ir a su encuentro.

- No tiene porqué susurrar- le dijo ella también hablando bajo e inclinándose para seguir burlándose del hombre- No está aquí, su bebé está algo malito.

- ¿Tiene un bebé?¿Es casada?- enderezó la espalda y se hizo el inocente, él tenía que ser un desconocido.

- Sí y no, a que ya no le gusta tanto.- siguió con la burla la rubia.

- Me sigue gustando.- el hombre le sonrió con sorna- ¿Y qué tiene el bebé?- siguió preguntando como si no importara.

Ninete levantó una ceja y lo escaneó, a más de uno había espantado diciéndole del hijo de Mariana, pero este no parecía asustarse.

- Es solamente gripe, en dos días seguramente estará bien.

- ¿Y que flores me recomienda para ella? Si el bebé está enfermo va a necesitar algo que la haga feliz.

Ninete casi se ríe a carcajadas en su propia cara por la insistencia del hombre.

- Le gustan los Príncipes negros a medio abrir y las orquídeas.

- Tiene gustos caros su amiga.- recalcó él con una sonrisa ladina.

- Trabaja en una floristería, sabe cuando una flor es buena.- le rebatió.

- Tiene razón- el rubio le guiñó un ojo-  Entonces para esta vez le encargo una docena de Príncipes negros y usted se los hace llegar.¿No le importa verdad?

- No, no me importa.- él volvió a sonreír- Le pongo una postal señor...

- Hudson- el apellido de su amigo le resultó de mucha ayuda- Y no, no le ponga postal, simplemente hágale llegar las flores por favor y espero que las disfrute.

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- ¡Hey! Que belleza, para quién son.- Ninete entró en la casa de Mariana con el ramo de Príncipes negros en las manos a la hora de almorzar, casi siempre lo hacían juntas, además si su ahijado estaba enfermo era un motivo de fuerza estar allí.

- Son para ti- le dijo moviendo las cejas de arriba a abajo.

- ¿Otro más? Te he dicho que no aceptes regalos en mi nombre, no me interesa.

- Son del rubio alto con acento inglés. - Mariana se sonrojó al escuchar quien enviaba las rosas- Algo me dice que no tengo que darte más señas, que sabes perfectamente de quien estoy hablando.

- No quiero saber nada más de ingleses, además cuando sepa de Renato saldrá corriendo.

- No te niego que cuando me dijo que las flores eran para ti pensé que tenías un imán para los ingleses y eso me deja un poco a la defensiva, y lo de usar a mi pequeño e inocente ahijado para ahuyentar pretendientes no funcionó con él, hizo como que no le importaba, así que te aviso amiga, lo veremos muy seguido.

- Ninete, de verdad no me interesa.

- Mariana por favor, date otra oportunidad, ya se cumplió un año de tu ruptura con Greg y van a hacer cinco meses de su muerte, ha pasado el tiempo, no te digo que sea con este hombre, no sé,  reúnete con amigos de la universidad, sal con un vecino, lo que tú quieras.

Ella no contestó, sabía que ese era un asunto que no iba a ganar si entraba en una discusión con su cuñada.

- Ya veo cuál es tu estrategia, el silencio- le reclamó- Vamos a que vea a mi ahijado o te pegaré con una correa y te dejaré de castigo por cabeza dura, y toma tus rosas, te manda a decir que las disfrutes.- le dijo poniendo el ramo delante de su cara- Y no me digas que no te interesa, te conozco.

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