Doce

Después de aquella conversación hubo silencio, él no sabía como seguir pidiendo perdón y ella no sabía que decir a todo lo que había escuchado.

Mariana no se había movido de su puesto sentada junto a Greg y en ese momento el bebé comenzó a moverse y ella sin pensarlo mucho tomó la mano del hombre y la puso sobre su vientre.

- Es un niño.- le dijo mientras lo veía volver a llorar al sentir a su hijo y el sonido de una máquina se escuchaba nuevamente.

- Señor Patel- la voz inquisidora de la enfermera se escuchó otra vez desde la puerta.

- Lo siento señorita, es que mi hijo decidió moverse y me dio mucha alegría.

- Lo dejaré pasar porque es de felicidad, pero trate de no alterarse.

- Prometido.- contestó y la mujer volvió a irse.- ¿Podrías acostarte a mi lado? No tengo ni idea de que tamaño tenga la cama pero quiero sentir tu vientre junto a mi.

- Creo que es suficientemente grande para los tres.- le dijo ella y se acomodó junto a el hombre, no le costaba nada hacerlo sentir bien en sus últimos días y verlo en aquella situación no la dejaba cuestionarse si él se lo merecía o no.

- ¿Ya has decidido que nombre vas a ponerle?

- Renato.- contestó mientras se recostaba en la almohada.

- Es un nombre hermoso, tu padre estaría orgulloso.- Greg sabía perfectamente de donde venía el nombre pues a diferencia de él, que de su familia nunca había dicho nada más allá de que su padre había fallecido un tiempo después de que él se fuera, ella sí le había contado sobre su ascendencia.

Todo el día lo pasó Mariana junto al inglés, solamente se separó de él para avisarle a Ninete que regresara por ella en la noche, hasta la comida del hospital compartió con el hombre, pues la enfermera se encargó de traer algo para la chica embarazada.

- Me tengo que ir Greg. - le dijo todavía acostada a su lado- Pero mañana voy a regresar no te preocupes. - y llevada por su instinto levantó el rostro y por primera vez en mucho tiempo unió sus labios con los del hombre.

Él no esperó el beso, no pensó que ella lo perdonara como para volver a sentir el calor de sus labios en los suyos y se dejó arrastrar por la suavidad de su carne.

- ¿Sabes? Hay una frase de alguien que no recuerdo su nombre que resume muy bien la naturaleza  extraña del hombre- le dijo él todavía con los labios rozándose- "Nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere" , y yo ya he pasado las tres etapas, y aunque no quiera morir en estos momentos, ahora sí puedo decir que voy a morir feliz.- y se incorporó un poco para volver a buscar los labios de la mujer y dejar otro pequeño beso en ella.

- No digas eso, todavía no vas a morirte, no hasta que tu hijo nazca- él puso una mano en su vientre llevado por el instinto.

- Daría lo poco que queda de mi vida por volverte a ver por última vez, el recuerdo de tus ojos no me basta y tu cuerpo con mi hijo dentro debe ser una imagen maravillosa.

- Promete que no vas a morir hasta que él no nazca, promételo.- ella se dio cuenta de que él intentó cambiar la conversación y no le importó insistir.

- Siempre te ha gustado que los demás te prometan cosas.- trató de bromear y no prometer algo que no estaba en sus manos.

- Promételo o me voy a enfadar.

Él le sonrió aunque ni siquiera sabía si ella lo miraba.

- Lo prometo- le dijo vencido y como premio recibió otro beso acompañado de los movimientos de su hijo contra él.

Mariana salió de la habitación y caminó por el pasillo con dificultad mientras lloraba por ver irse de este mundo al hombre que un día amó aunque ya no lo hiciera, al que una vez fue su amigo y su sostén y una punzada molesta se encajó en la parte baja de su vientre, se detuvo y respiró entre sollozos esperando a que pasara y volvió a caminar pensando que el malestar era la consecuencia de la mala posición en que había estado en la cama de Greg, otros pocos pasos y volvió el dolor más fuerte, tanto que tuvo que recostarse contra la pared, pero siguió caminando, ya veía los asientos de la sala de espera en donde su cuñada debía estar sentada.

- Ninete- casi gritó al verla entretenida con su teléfono esperando y la rubia corrió hasta ella nada más eschucharla- Duele, duele mucho.- se aferró a una de sus manos e intentó mantenerse de pie.

- ¡Ayuda, que alguien me ayude!- comenzó a gritar la francesa y de inmediato tenía una doctora a su lado.

- ¿De cuanto está?- preguntó la mujer tocando su vientre.

- Me faltan cerca de  quince días. - contestó aguantando otra oleada de dolor.

- Creo que le faltaban, este bebé ya viene.- y una enfermera la ayudó a sentar en una silla de ruedas para llevarla hasta una sala de reconocimiento.

Como dijo la doctora el bebé ya luchaba por salir, así que Mariana rápidamente fue llevada a un salón para comenzar a asistirle el parto.

- Luigi, ven pronto al hospital. - la llamada de Ninete agarró por sorpresa a su esposo que se disponía a cenar junto a Cora pues su hermana y su mujer iban a demorar- El bebé va a nacer ahora.

- ¿Ahora?- gritó el hombre.

- Sí, ven pronto, ya Mariana está adentro, no quiero que avisen que ya nació y ustedes no estén aquí para ella y el bebé.

- Estaré allí en un momento, por favor, avisa a Fer y a Rau, no quiero conducir y hablar por teléfono.

- No te preocupes, yo los llamo, conduce con cuidado por favor mi amor.

- Lo haré, te amo.

- Yo te amo también.

Mientras en otro lugar del hospital aparecía un hombre extremadamente alto y con un cuerpo de luchador, su pelo rubio y unos ojos canela eran dignos de admiración, llegaba rodeado de guardias vestidos de negro que lo custodiaban.

- La habitación de Greg Patel- preguntó uno de los guardias mientras que el hombre miraba a todos lados como si él fuera un ser superior.

- ¿Es familiar?- preguntó una enfermera.

- Su hermano- la voz grave del hombre se escuchó.

- En la habitación ciento cuarenta y cinco.- y sin agradecer el rubio se giró y caminó por el pasillo.

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