Cuatro

Greg la acomodó contra su pecho y besó su largo cabello.

- ¿Quieres hablar de eso ahora? Podemos dejarlo para cuando estés mejor.- le dijo y ella suspiró.

- Cuando tenía cuatro años mis padres murieron en la explosión de su auto justo en frente de la casa en la que vivíamos- siguió contando sin escuchar lo que el joven le propuso- Mis recuerdos de aquello son mínimos, todo el mundo corría y gritaba dentro de la casa y mi niñera se encerró conmigo dentro de uno de los baños del servicio hasta que apareció mi abuelo. Se suponía que yo muriera también pero por cosas del destino no estaba en el auto con ellos.- otro suspiro- Desde ese momento mi abuelo tomó la decisión de desaparecerme para siempre del mundo cruel que casi le quita todo lo verdaderamente importante para él y prefirió guardar su amor por mi para las pocas veces que nos encontrábamos antes de mostrar a algunos que podían someterlo con solo hacerme sufrir.

- Mariana amor, no es necesario que sigas contando.- le pidió al escuchar su cuerpo sollozar contra su pecho.

- La familia Ferrara trabajó para la mía por muchas generaciones, me conocían desde que nací y mi abuelo vio que no había mejores padres que ellos para sustituir a los míos, y no se equivocó, nunca habría pedido cambiar nada de ellos, ellos fueron como una segunda oportunidad que Dios me envió como disculpa por no haber podido salvar a los verdaderos.

Ella se pegó más al hombre como buscando sentirse más arropada.

- Y allí crecí, no rodeada de la riqueza y el lujo que tendría en la mansión del abuelo, pero si rodeada de unos padres y unos hermanos que a día de hoy no me dejan sola bajo ninguna circunstancia, y ahora ya murió la última gota de sangre que compartía con alguien, ahora somos solamente ellos y yo.

El volvió a besar su negra cabellera buscando darle consuelo sin saber que contestar a sus palabras y así en silencio estuvieron por un largo rato.

- ¿Estás dormido?- le preguntó al sentir que el joven no se movía.

- No, solamente te abrazo.- la pegó más a él si es que eso se podía y aspiró el olor a rosas de su cuerpo.

- Tenemos que hablar de la herencia, voy a necesitar tu ayuda, en estos momentos no puedo cargar a Luigi con nada más, no ahora que va a nacer el bebé.- él no se esperó que tuvieran aquella conversación y menos en ese instante, pero no dijo nada que pudiera hacerla sentir peor.

- Dime que estás pensando.

- Alguien se tendrá que encargar de ciertas cosas y yo en estos momentos no puedo, pero muchas personas dependen de que todo siga funcionando para mantener a sus familias, así que no me puedo desentender de todo como quisiera.

Él siguió callado esperando.

- No sé si tú podrás hacerte cargo por un tiempo de lo que Luigi no puede.- le pidió y la vergüenza se sintió en sus palabras, lo que ella le solicitaba llevaba una responsabilidad que no sabía si su novio estaba dispuesto a asumir.

El joven hizo que ella se girara, lo que le estaba diciendo no era algo que se debiera hablar sin verse las caras.

- Mariana, lo que me pides es algo serio, y de mucha confianza.

- Yo confío en ti- le respondió y él la abrazó contra su pecho.

- ¿Y tú?¿Qué harás mientras yo trabajo? No quiero que te quedes sola en la casa pensando en cosas tristes, ven conmigo.

Ella negó con la cabeza.

- Hay algo que ya tenía pensado proponerte para hacer juntos, pero ahora quizás lo haga sola.- lo miró a los ojos y el joven sintió que el cielo se abría para él.

- Y qué se supone que vaya a hacer sola mi novia.- él trató de levantarle el ánimo con pequeños besos por todo el rostro y la sintió sonreír.

- Hay una floristería en la Vía della Conciliazone que está en venta, siempre quise tener algo así y creo que este es un buen momento.

- Me parece perfecto, el olor a rosas en tu cuerpo me encanta, así que cuando llegue a la casa cada tarde cansado de trabajar me voy a relajar.

- Tendrás que pagar, ese será un servicio de la floristería.

- Pagaré con gusto.

Y comenzaron un beso lento y lleno de deseos, un beso que él quería que la ayudara a olvidar el dolor que estaba sintiendo.

En los días que siguieron ya Mariana no pudo seguir en la cama recordando a las personas que amó y que ya no estaban con ella, había mucho que hacer para que según los deseos de su abuelo, el heredero de la fortuna Cesare siguiera siendo un misterio.

El abogado de los Cesare se encargó de redactar un poder que hiciera válida la gestión de Greg en la empresa principal de la familia, la que siempre había llevado su abuelo y de cambiar el anterior poder sobre Luigi pues ya Domenico Cesare no era el dueño y el hermano mayor se encargaba de gestionar todos los otros negocios que poseían.

Se hicieron infinidad de documentos y se firmaron uno por uno dando la chica su consentimiento para que otros se hicieran responsables de su patrimonio.

- Greg- se sentó a su lado en el sofá, el lunes él se presentaría en la empresa como representante de la familia y tomaría el puesto que a ella le correspondía, pero que no quería- Hay otras cosas que debemos hablar.

El hombre la tomó de la cintura y la arrastró hacia él,  hacía varios días que no tenían la tranquilidad de estar así.

- Dime que no hay más empresas ni más nada por ahí,  yo salí huyendo de mi familia y las responsabilidades que querían que asumiera y mira lo que hago por amor.- él intentó bromear con lo que estaban viviendo en esos días.

- Perdón, debí darme cuenta de que no podías con tanto.- bromeó también y recibió unas cosquillas como castigo.

- Ya has pagado tu condena- le dijo cuando al fin dejó de martirizarla hasta dejarla sin aire- Ahora dime que es eso tan serio que me ibas a decir.

- Espera, tengo que tomar agua.- le dijo todavía tratando de calmar su respiración.

- Ya te la traigo, niña.- se burló de ella y se levantó y fue hasta la cocina para regresar con un vaso lleno de agua que ella tomó con desespero.

- Ya- le dijo y volvió a sonreír- Creo que tendremos que mudarnos de aquí. - ahora su tono era serio.

- Yo también lo pensé, se verá raro que el presidente de una empresa como la Cesare viva en un departamento de una sola habitación y rentado.

- El abogado al parecer pensó en eso primero que nosotros, ya me informó de una casa en un buen barrio aunque no muy grande que nos puede servir como algo que podemos mantener con el sueldo de un presidente, solamente tenemos que ir a verla.

- ¿Te parece bien mañana?- le preguntó y ella asintió- Hoy quiero tenerte solamente para mi lo que resta del día, te necesito mi amor.

Y el sofá sintió caer sobre él la espalda de Mariana con el peso de el hombre encima de ella.

Se amaban, de eso estaban seguros y sus cuerpos se reclamaban.

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