Trece

Greg escuchó el sonido de la puerta de la habitación abrirse pero nadie le habló.

- ¿Mariana?- intentó saber si era la chica que había regresado.

- No, soy Gabriel- el hombre con una voz de trueno quiso aclararle a su hermano mientras el coraje lo invadía,  esa mujer le había robado y lo había dejado abandonado y todavía la esperaba.

- ¿Hermano?- dijo con un hilo de voz casi imperceptible, como si estuviera usando su último aliento.

- Sí, soy yo.- le respondió parado frente a su cama.- He venido para llevarte a casa.

- A casa- repitió- Aquí es mi casa, aquí quiero morir, no en un lugar donde no le importo a nadie.

- ¿Cómo puedes decir que no le importas a nadie?¿Qué piensas que hago aquí?

- Cumplir órdenes, o vas a negarme que ella te ordenó venir por mi, sí no fuera así nunca habrías venido.

- Que equivocado vives hermano, simplemente te hemos dejado vivir como elegiste, pero lo único que lograste es que una insignificante mujer te robara y te dejara para morir solo.

Las palabras de su hermano menor fueron como puñales, ellos sabían que se había convertido en un tonto y él había venido a reprochárselo.

- Ya estoy arreglando todo, mañana nos iremos a Inglaterra, si vas a morir lo harás junto a tu familia como debe ser.

- Voy a morir antes de eso.- sentenció y cerró los ojos para terminar la conversación.

Ya estaba avanzada la madrugada cuando dejaron a la familia Ferrara entrar a ver a su pequeña hermana.

- Oh Dios, que bebé tan hermoso- Ninete se derretía delante de un niño dormido en una pequeña cuna con el pelo muy rubio y la tes tan blanca como su madre.

- Lo es ¿verdad?- la cansada madre hacía un esfuerzo por mantenerse despierta mientras estaban todos allí, pero se le volvía casi imposible.

- Nana, no sabes todo lo feliz que nos has hecho, te amamos.- un beso de su hermano Fer la hizo sonreír.

- Sí, todos muy felices, pero es momento de irse, Mariana debe descansar y ustedes también, yo me quedo.- Ninete casi los echó, ella sabía muy bien como quedaba una mujer después de dar a luz y el rostro de su cuñada era la muestra de todo el esfuerzo que había hecho.

- Está bien, está bien. - le dijo Luigi a su esposa sin protestar- Ya nos vamos pero en unas horas estaré aquí.

- Nosotros también- dijeron los otros dos y Mariana volvió a sonreír, habría querido llevarle la contraria a su cuñada, pero en verdad necesitaba dormir, viajó en la madrugada, estuvo todo el día con Greg y después el parto, estaba literalmente exhausta, así que simplemente recibió los besos de sus hermanos y les dio las gracias por estar con ella.

- Ninete necesito que hagas algo por mi- le habló a su amiga cuando estuvieron solas con los ojos casi cerrándose.- Ve a la habitación de Greg y dile de Renato, estoy segura que va a estar despierto, dice que ya no duerme aunque lo parezca, simplemente no le quedan fuerzas, dile que es hermoso, que va a ser un padre orgulloso.

- ¿Lo perdonaste de verdad?- le preguntó, con lo del parto no habían podido hablar.

- Lo hice, no quiero recordarlo con rencor, mi hijo no merece que yo guarde un mal recuerdo para él.

- Está bien, iré a verlo, pero jura que no te vas a levantar.

- Lo juro, cuando regreses voy a estar dormida seguramente, ya no puedo más. - ambas sonrieron y la francesa salió de la habitación a su encargo.

Ninete bajó hasta el piso del hospital en el que estaba la habitación de Greg y le pareció raro que a aquella hora de la madrugada hubieran tantos hombres por allí, caminó por el pasillo y llegó hasta la puerta por la que debía entrar y dos murallas de músculos vestidas de negro le cortaron el paso.

- ¿Qué desea?- fue lo único que dijo uno de ellos.

- Vengo a ver a la persona que está en esta habitación.

- Lo sentimos, no puede pasar.

- ¿Como dice?- habló un poco alto y su voz se escuchó dentro del cuarto- Vengo a ver a Greg, soy su amiga.- ella intentó esquivar al hombre por uno de sus costados pero fue en vano.

- Retírese o la sacaremos de aquí a la fuerza.

- ¿Me está amenazando?- el hombre no le contestó, ni siquiera la miró como si ella fuera poca cosa.

La sangre de la francesa comenzó a hervir dentro de sus venas pero se dio cuenta de que estaba a punto de armar un escándalo en el hospital y que eso traería consecuencias, así que decidió respirar y pasar por cobarde para esperar a la llegada del abogado al día siguiente, él se encargaría de estos imbéciles.

- ¿Puede al menos decirle algo por mi?- de nuevo no recibió ni una mirada de el hombre- Da igual, si no se lo dice es su problema, hágale saber que Renato ya nació, que es un niño hermoso y que él va a estar feliz cuando esté con él, haga eso por favor.

Ninete se fue por donde mismo había venido y el rubio que se encontraba sentado dentro de la habitación notó que el sonido de las voces habían cesado, así que se puso de pie para ver que había sucedido, lo que menos quería era tener nada que ver con cualquier gentuza que apareciera en busca de su hermano.

Estuvo un momento hablando con el guardia y volvió a su sillón.

- ¿Qué sucedió?- preguntó Greg cuando lo sintió dentro de la habitación otra vez.

- Pensé que estabas dormido.- el hermano no llegó a sentarse, caminó hasta la cama y se paró junto a él.

- Ya no duermo nunca, solamente guardo las pocas fuerzas que me quedan, hice una promesa que debo cumplir, dime que sucedió afuera.- insistió en saber.

- Nada, una mujer que quería entrar.

- ¿Una mujer?- se intranquilizó en la cama- ¿Qué mujer, cómo era?

- Cálmate hermano.- puso sus manos en los hombros huesudos del hombre tratando de contenerlo.- Dice el guardia que era una mujer rubia.

- Ninete- dijo más relajado y el hombre quitó las manos con temor de haberlo lastimado.

- Dejó un mensaje para ti.

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