Diecinueve

Ya eran las tres de la tarde y Mariana estaba sentada en una plaza que quedaba cerca de la sede principal de las empresas Cesare, desde allí podía ver el edificio en todo su esplendor y pensaba en su vida, en lo que había sido y en lo que será.

- Voy a quejarme con el dueño de una floristería muy reconocida,  una de las dependientas siempre se escapa y deja a mi esposa cargada de trabajo.- la voz de Luigi se escuchó y Mariana lo miró intentando sonreír con su broma.

- Gracias por venir.

El hombre se sentó al lado de su hermana y puso su brazo por sobre los hombros de la chica para acogerla en su pecho.

- ¿Que haces que no estás trabajando o con tu hijo?- le reclamó, Luigi sabía que el bebé y el trabajo eran lo único que mantenían a su hermana sin tener pensamientos de más, dejó un beso sobre la cabellera negra y la apretó más contra él, no olvidaba que su sobrino cumplía en ese día seis meses, por consiguiente también eran seis meses de la muerte de Greg.

- Tuve una cita con un antiguo compañero de estudios.- lo más posible era que Ninete le contara nada más llegar a la casa, así que ella se adelantó- Antes de que preguntes, un desastre y no diré nada más.

Los dos rieron un poco y él volvió a besarla.

Mientras un auto de lujo con un rubio dentro llegaba al semáforo que estaba al otro lado de la plaza para dirigirse a la empresa Cesare.

En lo que esperaba el cambio de luces Gabriel pasó la vista por los alrededores, era un lugar de mucha concurrencia, tiendas de lujo, gente que iba y venía con bolsas en las manos, una plaza con niños corriendo, enamorados haciéndose mimos en una banca.

La vista del hombre se detuvo de pronto y regresó a la banca, no podía creer lo que veían sus ojos, era Mariana junto al hombre que había visto con ella y Ninete una de las noches en que la vigilaba y que hasta el momento creía que era el marido de la francesa.

- Si que estás llena de secretos Mariana- se dijo a si mismo y sin poderlo evitar sostuvo el volante del auto con rabia por la cercanía de la pareja, miró su reloj de pulsera y vio que tenía tiempo todavía,  así que se dio la vuelta y aparcó detrás de ellos en un lugar desde donde los veía perfectamente sin ser notado.

Veinte minutos más y Gabriel volvió a mirar su reloj, al final solamente los vio quedarse allí abrazados pero ya no podía seguir vigilando a aquellos dos, había concretado una cita con el presidente de Cesare para hacer negocios y no podía perder la oportunidad, necesitaba estar dentro del ámbito de la empresa para saber si en verdad aquel hombre se había confabulado con Mariana para quedarse el puesto de su hermano.

Puso en marcha su auto y salió de allí.

Llegó hasta la entrada de los aparcamientos de la empresa y un guardia lo atendió, dio el nombre que había registrado y lo dejaron pasar.

En la recepción fue lo mismo y una amable chica le indicó el piso al que debía dirigirse.

- Señor Hudson, en un momento será atendido, el señor presidente tuvo un imprevisto pero no se preocupe estará aquí en un instante.- la secretaria le daba una disculpa- Si desea algo, un café,  lo que quiera. - le ofreció mientras le mostraba un extenso sofá para que se sentara.

- Agua por favor- le dijo y la mujer asintió.

Un momento después estaba a su lado con una pequeña bandeja de cristal que contenía un vaso a juego y una botella con agua de una marca de las más costosas.

- Muchas gracias- le dijo mientras ella ponía la bandeja en una mesa de centro y se retiraba a su puesto.

Gabriel solamente le dio dos sorbos a aquella agua, no tenía sed, pero tampoco quería café, él es inglés y a los ingleses el café no les va mucho, pero le pareció ridículo esperar simplemente mirando a ningún lado, aunque por suerte la espera no fue larga.

Un ascensor que no era el mismo en el que él había subido se escuchó y vio como la secretaria levantaba la cabeza en alerta.

Un hombre del que Gabriel no pudo ver el rostro llegó hasta ella y la mujer se puso de pie.

- Señor, el empresario que pidió de imprevisto una cita para esta tarde para hablar de algunos negocios ya está aquí.- le informó la mujer de manera discreta.

- Gracias Luisa, en un momento lo pasas a mi oficina, déjame acomodarme.- ella asintió y el hombre siguió su camino.

Gabriel entró al majestuoso despacho cuando se le indicó y a quien vio parado detrás del escritorio lo dejó pasmado, era el mismo hombre que hacía un rato había visto con Mariana,  el que suponía era el marido de Ninete, Anabel no le había dicho mentiras con respecto a que ella había tenido que ver con que su hermano perdiera el trabajo.

- Buenas tardes señor Hudson. - Luigi le extendió la mano derecha.

- Buenas tardes y perdone que insistiera en la cita, pero no se cuanto voy a estar por Italia y quería tratar este negocio personalmente.- Gabriel tomó la mano que le extendió Luigi- Y no me llame por mi apellido, hace que me sienta viejo, además si vamos a ser socios es mejor si me dice Xavier.

- Pues Xavier lo de ser socios no se lo garantizo porque no escucho todavía su propuesta, me imagino que sabrá que yo soy Luigi Ferrara y puede llamarme como todos me llaman, Luigi.

Ferrara, Gabriel escuchó el apellido del hombre frente a él, cuando pidió la cita lo hizo para hablar con el presidente y la secretaria mencionó solamente el nombre, no dijo ningún apellido y ahora se dio cuenta que era el mismo que el de Mariana lo que indicaba que eran familia, y un alivio llegó hasta su mente, al menos no eran amantes.

- Siéntese Xavier y comencemos.

..................

- ¿La señorita Mariana?- un chico con una hermosa caja toda llena de cintas entró en el floristería en la mañana siguiente y las dos mujeres se miraron.

- Soy yo- le contestó la del pelo negro y él extendió la caja dejándola en sus manos.

- Si no le molesta firme el recibo.-  y le puso delante un block de notas electrónico.

- Oh sí,  perdón- ella puso la caja en el mostrador, tomó el lápiz electrónico y firmó en la pantalla- Espere, déjeme darle algo de dinero.

- No se preocupe señorita, ya todo está pagado, incluida la propina.

- Pues gracias entonces.- le dijo sin tener noción de que era aquello y quien lo enviaba.

La conversación con el chico había transcurrido sin que ella se diera cuenta de que a su lado tenía a Ninete con un hermoso ramo de jazmines.

- Toma, esto es la otra parte.

Ya no tuvo ni que buscar una tarjeta para ver quien mandaba la caja, por las flores sabía que era del inglés.

- Ninete te he dicho que no aceptes nada más.

- No protestes, voy a poner el cartel de cerrado y vamos a desayunar, tenemos que hablar de tu cita de ayer.

Mariana sin decir nada más fue con la caja hasta la oficina, la puso en la mesa baja y la abrió para esperar a su amiga.

- Huy, el inglés si que sabe de desayunos. - exclamó la rubia mirando lo que había dentro de la caja y tomando una magdalena- Ahora habla, dime de la cita de ayer.

Ella suspiró y sin tomar nada para comer se dejó caer de espaldas en el sofá donde estaban sentadas.

- Un desastre total, estuve veinte minutos escuchándolo hablar de la espléndida chica a la que le alquila una habitación de su piso y otros veinte de la rutina de ejercicios que hace en el gimnasio para mantener el cuerpo que tiene, y lo mejor no es eso, lo mejor es que quiere repetir la cita porque al fin encontró a alguien con quien hablar, alguien que lo entiende.

Ninete tenía la boca abierta, se había quedado a medio camino cuando iba a morder su magdalena.

- No me dejó decir ni media palabra, yo parecía una loca asintiendo todo el tiempo y termina diciéndome que la conversación conmigo ha sido una de las mejores que ha tenido en años.

- Jajajajajaja, Jajajajajaja, esa sí que es buena- la francesa reía y se aguantaba el estómago con la misma mano que sostenía la magdalena.

- Sí,  a ti te hace mucha gracia, pero a mi me pareció que estaba en el infierno y el diablo lo pinchaba a él con una lanza para que no parara de hablar,  estuve a punto de invitar al camarero a sentarse con nosotros para ver si aunque sea del asombro se callaba.

- Jajajajajaja- siguió riendo la rubia y Mariana al final lo hizo también, era imposible no contagiarse con la risa de su amiga y ahora que veía la situación desde otra perspectiva sí había sido muy gracioso.

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