Los golpes en la puerta reverberaron en la quietud de mi habitación, un sonido desconcertante en el entorno que creí conocer. La incertidumbre se apoderó de mi corazón mientras me aferraba a mi ropa, el tejido familiar que se convertía en un refugio ante lo desconocido. No sabía quién estaba al otro lado de esa puerta ni si podía confiar en la bienvenida que se avecinaba.
La rápida carrera hacia la cama fue un instinto primitivo, como si las mantas fueran un escudo protector contra los misterios que se desplegaban en el umbral. Mis ojos, llenos de ansiedad, se cerraron con fuerza, evitando el contacto visual con el intruso que se atrevía a perturbar mi privacidad.
Los golpes cesaron, dando paso a un silencio cargado de incógnitas. La puerta, como un eco de la intrusión, comenzó a abrirse. Mi cuerpo se tensó, la respiración se volvió un susurro apenas audible mientras aguardaba en la oscuridad de mis propias dudas.
El silencio se rompió con pequeñas manos que sacudieron mi cuerpo envuelto en mantas. Una voz suave, llena de tranquilidad, resonó en la penumbra. "Mi señora, es momento de levantarse y organizarse. Un nuevo día ha llegado".
Las palabras, aunque amables, eran un eco distante en mi mente. Mis ojos, aún reacios a abrirse, intentaron discernir la identidad de quien irrumpió en mi recinto. La confusión y la cautela se entrelazaban mientras mis pensamientos buscaban respuestas en el manto de oscuridad que me rodeaba.
La mujer, perseverante, continuó sus intentos de despertarme, sus palabras fluyendo con una cadencia que sugería familiaridad. El temor comenzó a ceder paso a la curiosidad, y finalmente, abrí mis ojos al nuevo día que se presentaba ante mí.
La luz tenue de la mañana filtrándose por las cortinas reveló la figura de una mujer, vestida con
un vestido negro largo y un delantal blanco. Su postura denota confianza. Cada gesto suyo parece meticulosamente calculado.
"Muy bien, mi señora, ahora será mejor que nos apresuremos. Hay mucho por hacer", instó la mujer mientras retiraba las mantas que me envolvían. Su voz, aunque gentil, era firme, como si estuviera acostumbrada a liderar las mañanas de otra persona.
Las telas y la decoración evocaban una elegancia y brillantes . La curiosidad de lo que se avecina se reflejaba en mis ojos mientras la mujer continuaba sus cuidados.
Con el cuerpo ahora desentumecido, me incorporé y enfrenté a la mujer que había irrumpido en mi privacidad. La miré con interrogantes en mis ojos, buscando respuestas que ella parecía ansiosa por ofrecer. "Mi señora, lamento el desconcierto, pero no hay tiempo que perder. El día avanza y sus responsabilidades requieren su atención", explicó con respeto, como si la danza del tiempo se hubiera llevado consigo cualquier duda que pudiera surgir.
Mi mente, aún asimilando la complejidad de la situación, se abrió a la posibilidad de aceptar el desafío de este nuevo día. Las palabras de la mujer resonaron con una sensación de deber y propósito.
La sirvienta me despojó de mis ropas con una destreza que revelaba una rutina cuidadosamente ejecutada. Aunque me sentí invadida por la vulnerabilidad de mi desnudez, entendí que este no era el momento de luchar ni resistir. Había un propósito en sus acciones, y me dejé llevar por la corriente de lo desconocido.
Con gracia y eficiencia, me guió hacia una gran tina que ocupaba en otra habitación . Todo a mi alrededor parecía sumamente ordenado, como si cada detalle estuviera diseñado para complacer los sentidos. La tina, rebosante de agua tibia, invitaba a sumergirme en su abrazo con la promesa de tranquilidad.
Al descender en el agua, sentí cómo mi cuerpo se entregaba a la sensación acogedora. La tibieza del líquido abrazó mi piel, y los músculos, antes tensos por la incertidumbre, se relajaron lentamente. Un aroma delicioso se desprendía del agua, envolviéndome en una fragancia que evocaba recuerdos de campos florecientes y días de sol.
La mujer, en silencio, observaba mi reacción mientras yo me sumergía en esta experiencia casi surrealista. Era como si el acto del baño trascendiera lo mundano, convirtiéndose en un ritual de purificación que iba más allá de lo físico.
De repente, entraron más sirvientas en la habitación. Vestían mismas ropas que la sirvienta que irrumpió en mi habitación , como una danza orquestada en armonía. Se acercaron con respeto y comenzaron a limpiar mi cuerpo y mi cabello con sumo cuidado.
Las esponjas, empapadas en aceites perfumados, deslizaban suavemente sobre mi piel, eliminando la huella del polvo y las tensiones del mundo exterior. Mis cabellos, liberados de nudos y enredos, eran acariciados por las manos expertas que se movían con gracia.
Aunque inicialmente me sentí vulnerable, la atención de estas mujeres era tan cuidadosa y respetuosa que pronto me sumergí en la experiencia con una mezcla de gratitud y sorpresa. Cada gesto se convertía en un bálsamo para el alma, como si estuviera siendo acariciada por la mano suave de la compasión.
La comunicación entre nosotras era mínima. Algunas miradas compartidas transmitían complicidad y empatía, pero la mayoría del tiempo transcurría en un silencio que no necesitaba ser llenado con palabras. La conexión entre nosotras era más profunda que la superficie de la piel que acariciaban.
El agua, ahora impregnada con la esencia de los aceites perfumados, adquiría una textura sedosa que acariciaba mi piel con cada movimiento. Cerré los ojos y me dejé llevar por las sensaciones, permitiendo que el estrés y la ansiedad del pasado se disolvieran en las aguas que me envolvían.
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Updated 44 Episodes
Comments
Sandra Aguilera umaña
buena descripción de los elementos wow 😃
2024-03-25
1
G. Pan
Escribes muy bonito.🤗
2024-02-24
2