Capítulo 2

Me desperté de golpe, envuelta en una bruma de sudor y temor. El eco de un sueño extraño persistía en mi mente, y mi pulso acelerado resonaba en la quietud de la habitación. Mis ojos se abrieron con la incertidumbre de aquellos momentos que solo el subconsciente puede crear.

La habitación en la que me encontraba no era familiar. No resonaban en ella los susurros de nuestro pasado compartido, ni estaba adornada con los toques personales que solían llenar nuestro hogar. En su lugar, un esplendor de oros, rubíes y zafiros decoraba cada rincón, formando una sinfonía de contrastes realmente combinados.

Mis manos, aún temblorosas por la impresión del sueño, exploraron la suavidad de las telas en la cama y la textura lujosa de las cortinas. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a este lugar de opulencia desconocida?

La habitación hablaba de un lujo que, aunque hermoso, se sentía ajeno a mi esencia. Me quedé allí, sumida en la contemplación de aquel entorno que parecía más un sueño que la realidad. La memoria del sueño inquietante se mezclaba con la extrañeza de este nuevo escenario, creando una sensación de desconcierto que no podía sacudir fácilmente.

Al contemplar la habitación con ojos confundidos, una chispa de reconocimiento prendió en mi mente. Aquel lujo desconocido era en realidad un eco del pasado. Esta era mi antigua habitación, el refugio que había abandonado al contraer matrimonio. La nostalgia y los recuerdos danzaron en mi mente, recuperando detalles que el tiempo había intentado borrar.

El espejo, enmarcado con hermosos zafiros, atrajo mi atención. Mi reflejo parecía una figura perdida en el tiempo. Mi mente había olvidado los matices de esta habitación que alguna vez fue mía, pero ahora, como en una nebulosa revelación, los recuerdos emergían con fuerza.

Mis piernas temblorosas me llevaron hacia el espejo mientras la incertidumbre se deslizaba por mi interior. ¿Cómo había regresado a este lugar que una vez dejé atrás? ¿Y por qué estos zafiros, tan familiares, adornaban nuevamente mi antiguo refugio?

Al contemplar mi reflejo, una versión del pasado me miraba con ojos que habían vivido antes del compromiso matrimonial. Los zafiros en el espejo reflejaban la dualidad de mi existencia, un puente entre la mujer que fui y la que me convertí.

Mi reflejo en el espejo se reveló como una mujer morena, con cabello azabache que fluía en ondas hasta rozar mis glúteos. Cada rizo contaba la historia de años en los que la vida tejía sus propios patrones en mi ser. Mis cejas, meticulosamente cuidadas, enmarcaban unos ojos que llevaban la herencia de mi madre, centelleando con la sabiduría de generaciones.

Las pestañas largas y gruesas ofrecían un velo sutil a la mirada, mientras mis labios, herencia de mi padre, se destacaban en un rojo intenso y grueso. En el espejo, las líneas de mi pequeña nariz y la curva de mis labios se convertían en un mosaico que recordaba las raíces de mi linaje.

Mi cuerpo, esculpido por la danza de los años, se mostraba con la gracia de unas piernas sin vello. Mi busto, de tamaño mediano, y un trasero redondo completaban la imagen que el reflejo en el espejo me devolvía. Cada línea, cada curva, era un testimonio de mi regreso al pasado.

Mis ojos, asombrados y llenos de lágrimas, no podían apartarse de la escena ante mí. ¿Acaso los dioses habían escuchado mis ruegos? La realidad se desdibujaba mientras enfrentaba la increíble verdad: había regresado al pasado, a una época antigua que mi corazón recordaba como propia.

Las emociones revolvían mi ser en un espiral tumultuoso. La sorpresa, la incredulidad y la alegría se mezclaban en un torbellino que embargaba mis sentidos. Las lágrimas, testigos de la magia que me envolvía, escapaban sin restricciones, llevando consigo la carga de un tiempo que parecía haberse desvanecido.

¿Era esta una oportunidad para corregir errores o solo un efímero sueño de los dioses? En el corazón de este misterio, las lágrimas continuaban su danza.

La revelación de haber retrocedido en el tiempo dejó mi corazón en un silencio aturdido. Caí al suelo, la frialdad de las piedras antiguas absorbiendo mi incredulidad y asombro.

Mis manos se aferraron al suelo como si buscaran anclarse en una realidad que se deslizaba entre los dedos. Las lágrimas caían, testigos silenciosos de la mezcla tumultuosa de emociones que envolvía mi ser.

Al levantar la vista, el entorno conocido de mi antigua habitación se revelaba ante mí. Los zafiros en el espejo centelleaban como estrellas antiguas, y la belleza opulenta de la estancia revivía en su esplendor. Respiré profundo, sintiendo la familiaridad del aire que una vez inhalé con esperanzas y sueños aún no fragmentados.

Las posibilidades se extendían como senderos sinuosos en mi mente. Podía cambiar decisiones, corregir caminos torcidos y redimir errores que habían dejado cicatrices en mi alma. El pasado, ahora desplegado ante mí como un pergamino esperando ser inscrito, ofrecía una página en blanco para reescribir mi destino.

Mis pensamientos resonaban en el silencio de la habitación mientras me incorporaba lentamente. Mis manos temblorosas limpiaban las lágrimas de mi rostro, como si pudiera borrar con ellas los rastros de un tiempo que ya no me tenía atrapada en sus garras implacables.

El espejo, reflejando mi imagen renovada por la sorpresa y la incertidumbre, parecía ser el portal a un futuro que aún estaba por decidir. Me acerqué a él, con los ojos aún enrojecidos por el llanto, y mi reflejo en el cristal me devolvía la mirada como una invitación a la posibilidad.

El tiempo estaba ahora en mis manos, una joya preciosa que chispeaba en la oscuridad de la incertidumbre. Las lágrimas, aunque producto de la sorpresa y la confusión, llevaban consigo el eco de una liberación, una libertad que no conocía desde hace mucho tiempo.

Mis pensamientos se volvieron hacia las decisiones pasadas que podrían cambiar mi destino. ¿Evitaría el matrimonio que se convirtió en prisión? ¿Guiaría mis pasos hacia un sendero diferente, lejos de las sombras que una vez oscurecieron mi felicidad? La fragilidad de la realidad me abrazaba, y la responsabilidad de forjar mi propio camino se convertía en una carga y un regalo simultáneo.

Con cada respiración, sentía la energía del pasado y el presente entrelazarse, creando una sinfonía única que resonaba en mi corazón. Las lágrimas, ahora secas, habían dejado un rastro en mi rostro, un testimonio de la transformación que había comenzado.

La sensación de ser una persona nueva se arraigó en mi ser como la primera luz del amanecer. Había atravesado un vórtice temporal, emergiendo del otro lado con la certeza de que mi vida se encontraba en un punto diferente, un punto donde la experiencia del pasado y la promesa del futuro se entrelazaban en un delicado equilibrio.

Mi mente, ahora impregnada de otras vivencias, se movía con una agudeza que antes desconocía. Había experimentado los altibajos del amor, las sombras de la traición, y las lágrimas que marcaron mi antiguo rostro ahora eran símbolos de una fuerza interior recién descubierta.

El entorno de mi antigua habitación se revelaba ante mí como un recordatorio tangible de lo lejano que había llegado desde aquellos días de oropel y falsas promesas.

Observé detenidamente mi entorno, buscando pistas que me revelaran en qué momento de mi vida me encontraba. La ausencia del anillo en mi dedo confirmaba que el matrimonio que me ahogó en el pasado no había sucedido. Una oleada de alivio me envolvió al darme cuenta de que, en este instante temporal, tenía la oportunidad de forjar un destino diferente.

La incertidumbre acerca de mi posición exacta en la línea del tiempo no logró opacar mi determinación. Decidí explorar el mundo que se abría ante mí, con los ojos de alguien que había aprendido de las lecciones de un tiempo que ya no me aprisionaba. Cada paso se volvía una danza de posibilidades, y cada elección, un pincel que trazaba la nueva obra maestra de mi vida.

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Comments

Elizabeth Enriquez

Elizabeth Enriquez

Lo repites tanto que lo haces tedioso no lo hagas tan largo

2024-02-23

2

Doris Meza

Doris Meza

das muchas vueltas en el mismo tema

2024-02-11

1

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