Capítulo 4: El Comienzo de la Secundaria

Tras los acontecimientos oscuros que habían marcado su pasado, las vacaciones de verano se convirtieron en un interludio de silencio y reflexión para Cecilia. La transición a la escuela secundaria estaba a la vuelta de la esquina, y en la mente de la niña, se formaba un plan retorcido, una nueva forma de ejercer su poder y desafiar a los límites de lo moralmente aceptable.

En el transcurso de los meses antes del inicio de clases en su nueva escuela, el Dr. Bernardo Huysui, Cecilia acompañó a sus abuelos en la búsqueda del uniforme escolar. En una de las tiendas, su camino se cruzó con Oscar, un muchacho mayor que ella por dos años. El chico irradiaba una belleza que rivalizaba con el sol del verano: cabello rubio y ojos azules profundos como el océano. La mera presencia de Oscar aceleró el corazón de Cecilia, y con su usual encanto e inocencia simulada, se acercó a él con la intención de entablar una conversación. Sin embargo, sus intentos fueron ignorados, ya que de una de las tiendas emergió Karen, la novia de Oscar. Karen era un espectáculo de belleza: ojos negros y cabello color chocolate que relucía bajo el sol. La atención de Oscar se centró en ella, y Cecilia se sintió eclipsada y frustrada por su incapacidad de llamar su atención. Esa frustración la acompañó durante el resto del día.

A medida que marzo se acercaba y las clases comenzaban, Cecilia se encontró nuevamente con Oscar en el Dr. Bernardo Huysui. Sin embargo, a su lado estaba Karen, una sombra que no permitía que Cecilia se acercara. El primer día de clases comenzó con una sensación de novedad y ansiedad, pero también con la incomodidad de saber que Oscar estaba presente, inalcanzable para ella.

Durante uno de los recreos, mientras se dirigía al baño, Cecilia se topó con Karen y sus amigas,Sandra y Raquel. Antes de que pudiera reaccionar, la puerta del baño se cerró detrás de ella, y fue arrinconada entre las piletas del baño. Las amenazas de Karen fueron claras: Oscar era suyo y no iba a permitir que Cecilia se interpusiera. La humillación y el miedo inundaron a Cecilia cuando recibió un golpe en el estómago que la dejó doblada de dolor en el suelo. Mientras Karen y sus amigas se retiraban riendo, Cecilia quedó allí, herida y vulnerable, con una sensación de impotencia que crecía en su interior.

A pesar del dolor físico y emocional, algo se quebró dentro de Cecilia en ese momento. Fue como si una puerta a su lado oscuro se hubiera abierto de par en par. Las palabras amenazadoras de Karen resonaban en su mente, pero no como una advertencia, sino como un desafío. En ese momento, algo en Cecilia cambió de manera irrevocable.

La rabia y la sed de venganza comenzaron a arder en su interior, transformándose en una motivación poderosa. Imaginó situaciones macabras y retorcidas que podrían devolverle a Karen el mismo dolor que había sentido en ese baño. Sin embargo, sabía que la paciencia era clave para su venganza, y se prometió a sí misma que el tiempo llegaría.

Pero la ira de Cecilia no se limitó a Karen. En el camino de regreso a casa, un perro cruzó la calle sin intención alguna. Aquel animal inocente fue testigo involuntario de la furia que Cecilia albergaba en su interior. Con una sonrisa llena de dulzura, acarició al perro, haciéndolo confiar en ella. Como si obedeciera una orden invisible, el perro la siguió, arrastrándola hacia un oscuro rincón del bosque. Allí, las acciones más perturbadoras y siniestras de Cecilia se desplegaron en un acto de violencia cruel y macabra que le arrebató la vida al pobre animal.

La oscuridad que se había anidado en el corazón de Cecilia parecía crecer con cada día que pasaba. Su lado oscuro había sido liberado, y los eventos a su alrededor solo avivaban las llamas de su rabia y sed de poder. El comienzo de la secundaria marcó una nueva etapa en su vida, una etapa en la que sus acciones retorcidas la llevarían por un camino inquietante y perturbador. La línea entre la realidad y la fantasía se desdibujaba, y mientras la ciudad y sus habitantes continuaban con sus vidas, una sombra ominosa se cernía sobre ellos, una sombra que solo Cecilia comprendía en su totalidad.

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