Capítulo 6: Los Celos

A medida que el tiempo transcurría, Cecilia compartía cada vez más su vida con Oscar. Sin embargo, lo que comenzó como una simple amistad se fue transformando en una obsesión cada vez más perturbadora. Cada día que pasaba, su amor por él crecía y se enredaba con una obsesión enfermiza que no le permitía tolerar que ninguna otra mujer se acercara a él. La relación que había construido con Oscar se había convertido en una cárcel donde ella era la guardiana y él, su rehén emocional.

Cecilia adoptaba el rol de sombra de Oscar, acompañándolo a todas partes y controlando su vida de una manera que resultaba incómoda y asfixiante. Cada interacción que Oscar tenía con otra mujer desencadenaba celos incontrolables en Cecilia. Una simple mirada, un comentario inocente, eran suficientes para desencadenar una reacción fría y amenazante por parte de Cecilia.

En una ocasión, durante una salida al cine, una joven que vendía las entradas comentó sobre la belleza de Oscar. Ese comentario fue suficiente para desencadenar la furia de Cecilia. Su mirada pasó de dulce a helada en cuestión de segundos, y su presencia era tan intensa que la vendedora evitó cruzar su mirada. Cecilia sacó rápidamente los boletos de la máquina y evitó levantar la mirada, temerosa de que sus ojos fueran capaces de causar daño.

Cecilia era una manipuladora consumada. Lograba que Oscar hiciera su voluntad sin cuestionamientos, manteniéndolo bajo su influencia con sutiles manipulaciones. Una vez, convenció a Oscar de unirse a su plan para gastarle una broma a la chica de la boletería, como venganza por su comentario. Oscar, bajo su hechizo, accedió y llevó a cabo la broma sin sospechar las intenciones oscuras detrás de ella.

La broma consistía en que Oscar citara a la chica en las escaleras de emergencia del cine para conversar en secreto. Mientras Oscar ejecutaba la broma, Cecilia se escondió en otro punto de las escaleras de emergencia para sorprender a la chica. La situación se tornó más peligrosa cuando, al encontrarse cara a cara con la chica, Cecilia la empujó por las escaleras con una fuerza inhumana, dejándola inconsciente y herida. Luego, Cecilia cerró la puerta y se retiró como si nada hubiera pasado.

La relación entre Cecilia y Oscar se volvía cada vez más intensa y peligrosa. Los celos de Cecilia crecían exponencialmente, y su obsesión era tan profunda que no se detendría ante nada para mantener a Oscar a su lado. Cuando en la escuela vio a Sandra, la amiga de Karen, coqueteando con Oscar, la furia y los celos la consumieron de una manera devastadora. Un acto de violencia de su parte separó las manos de Sandra y Oscar, aunque ese sería solo el comienzo de sus acciones impulsadas por la envidia.

El día del cumpleaños de Cecilia se acercaba. Un día que para ella no solo representaba celebración, sino la oportunidad de ejecutar su siguiente acto macabro. Invitaciones fueron repartidas para la gran fiesta que sus abuelos estaban organizando. Entre las invitadas se encontraba Sandra, a quien Cecilia deseaba hacer pagar por su supuesta afrenta.

La fiesta de cumpleaños se celebraría en un lugar apartado, y Cecilia estaba ansiosa por llevar a cabo su plan. Sandra recibió una invitación falsa, con la fecha, hora y lugar incorrectos. La casa de los padres de Sandra estaba desocupada, lo que le permitiría a Cecilia llevar a cabo su plan sin obstáculos.

Sandra llegó al lugar indicado en la invitación falsa, encontrándose con un cartel que la dirigía hacia la parte trasera del lugar. A medida que avanzaba, una sensación de temor se apoderaba de ella. Cuando llegó al patio trasero, notó que el césped estaba excesivamente alto y sus pasos comenzaron a retroceder, pero era demasiado tarde. Entre las altas plantas, Cecilia emergió como una sombra siniestra y, con un martillo en la mano, se abalanzó sobre Sandra.

El golpe fue certero y Sandra cayó al suelo, herida y aturdida. Aunque intentó escapar, su mareo la dejó inmovilizada y confundida. Los instintos de supervivencia la llevaron a intentar escapar, pero Cecilia estaba decidida a que su sufrimiento fuera prolongado. Con habilidad maquiavélica, la ató a un poste en el viejo salón y la dejó en completa oscuridad, mientras su mente urdía una tortura impensable.

La venganza de Cecilia alcanzó su clímax en la noche del cumpleaños. Sandra despertó atada a un poste, oliendo a gasolina y rodeada por la oscuridad del viejo salón. Su pánico y súplicas no encontraron respuesta mientras Cecilia emergía de las sombras con una caja de cerillas en la mano. La desesperación de Sandra se reflejaba en sus ojos, mientras Cecilia encendía una cerilla, comenzando un baile macabro que culminaría en su propia destrucción.

El fuego envolvió a Sandra mientras las llamas consumían su cuerpo. Sus gritos de agonía se mezclaban con la risa desquiciada de Cecilia, quien cantaba una melodía retorcida mientras la joven ardía. La oscuridad del salón servía como testigo silencioso de este acto macabro, donde una vida se desvanecía en medio de las llamas mientras Cecilia celebraba su propio cumpleaños en medio de la destrucción.

La fiesta de cumpleaños de Cecilia transcurrió aparentemente normal, con invitados felices y despreocupados que no tenían idea de los horrores que se habían llevado a cabo en ese mismo lugar. Oscar esperaba que Sandra llegara para aclarar los malentendidos, pero ella nunca apareció. La tragedia de la desaparición de Karen había sido seguida por más sufrimiento y horror.

Cecilia, con su aparente inocencia y voz dulce, mantuvo su fachada impecable. Nadie sospechaba de sus oscuras acciones, y ella continuaba tejiendo su red de engaño y manipulación. En su camino hacia la satisfacción personal, no había límites que no estuviera dispuesta a cruzar. La oscuridad en su interior se había convertido en su aliada, y sus deseos retorcidos la guiaban hacia un abismo del cual ya no habría retorno.

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