Capítulo 11: Años de Calma

Después de la macabra ejecución de su plan, Cecilia continuó su vida aparentemente normal, ocultando sus oscuros secretos bajo una fachada de tranquilidad. A pesar de la conmoción que el correo de Valeria había causado en la universidad, Cecilia se encontraba en un estado de autocomplacencia, convencida de que nadie podría arrebatarle la vida que con tanto esfuerzo, manipulación y mentiras había construido hasta ahora.

Los pasillos de la universidad estaban teñidos de murmullos y preguntas sin respuesta. Las luces rojas de la universidad se encendieron al descubrir el espeluznante descubrimiento: el cuerpo sin vida de Valeria rodeado por los animales que habían sido víctimas de los retorcidos juegos de Cecilia. Las autoridades convocaron una reunión y emitieron un discurso a toda la universidad, instando a la prevención de futuros incidentes similares y ofreciendo apoyo psicológico a aquellos que necesitaran enfrentar problemas emocionales o mentales.

En los años que siguieron, Cecilia se encontró forzada a reprimir y encerrar la parte más oscura de su ser. La máscara que había creado para sí misma se volvió su compañera constante, ocultando sus secretos y sus tendencias siniestras. Mientras avanzaba en su carrera de veterinaria, se esforzaba por mantener su apariencia imperturbable, alejando a todos de su verdadera naturaleza.

A pesar de haber logrado su objetivo de graduarse y obtener su título, la celebración no fue tan efusiva como había imaginado en su juventud. Sus abuelos llegaron para felicitarla y acompañarla en ese momento especial, aunque notaron cierta distancia en la mirada de Cecilia. Los amigos que alguna vez había tenido durante sus años universitarios se habían reducido drásticamente debido a los rumores y la reputación que la rodeaban. Se decía que ella traía consigo mala suerte y desgracia, algo que la mantenía en el centro de atención, pero no de la manera que había deseado.

Después de recibir su título, Cecilia regresó a su ciudad natal. Con la ayuda de sus abuelos, estableció su propia clínica veterinaria. La vida continuaba apacible en apariencia, pero el pasado oscuro seguía acechando en las sombras. A pesar de haber dejado la universidad atrás, Cecilia no podía evitar pensar en Oscar, su primer amor y cómplice. Se preguntaba cómo habría sido su vida sin ella en la ecuación. Para su sorpresa, al indagar un poco, se enteró de que Oscar se había casado y tenía una hija a la que había llamado Cecilia.

La noticia llenó a Cecilia de una mezcla de emociones: rabia, celos y un sentido de pérdida. A pesar de las atrocidades que había cometido, no podía evitar sentir una especie de posesión sobre Oscar. Aunque en su interior ardió un fuego destructivo, Cecilia luchó por mantener su apariencia serena y simplemente felicitó a la persona que una vez había amado con obsesión.

Los años siguieron su curso, y la vida aparentemente normal de Cecilia continuó. A simple vista, había logrado cerrar el capítulo oscuro de su pasado, pero la sombra de su propia maldad seguía acechando en las profundidades de su mente. Cada día que pasaba, el control que ejercía sobre su lado oscuro parecía más frágil, y su lucha interna por mantenerlo bajo control se intensificaba. La apariencia de calma y normalidad que había construido se desmoronaba lentamente.

A medida que el tiempo pasaba, su aparente calma externa se volvía cada vez más frágil. A pesar de sus esfuerzos por mantener su oscuro secreto oculto bajo una fachada de normalidad, sus demonios internos comenzaron a acosarla de manera implacable. Cada noche, mientras se sumergía en la oscuridad de su habitación, las sombras de su pasado la acechaban con ferocidad.

Aquellos actos siniestros que había cometido comenzaron a atormentarla de formas inimaginables. Las expresiones de terror en los rostros de sus víctimas se materializaban en sus pesadillas, como si los espectros de sus actos pasados se alzaran para atormentarla. Los gritos de dolor y sufrimiento resonaban en su mente, creando una cacofonía ensordecedora que no podía escapar.

Cada vez que miraba a alguien a los ojos, veía reflejada en ellos la posibilidad de descubrir su oscuro secreto. Cada palabra pronunciada por aquellos a su alrededor parecía llevar consigo la amenaza de ser descubierta, de que su fachada se desmoronara y su doble vida quedara al descubierto. La paranoia la consumía, la sensación de que todos a su alrededor podían ver a través de su máscara y conocer la verdad la dejaba inquieta y temerosa.

La constante batalla entre su insaciable sed de poder y su creciente conciencia la había llevado a un punto de quiebre. Sus impulsos oscuros y su depravación interior ya no podían ser contenidos con facilidad. Cada vez más, sentía una urgencia abrumadora por satisfacer su sed de control y satisfacción a través de actos cada vez más perturbadores. La línea entre la realidad y la fantasía se volvía borrosa, y su mente parecía estar al borde del abismo.

La tensión emocional se reflejaba en su comportamiento. Aunque aún mantenía su fachada manipuladora y encantadora, sus amigos y familiares comenzaron a notar pequeñas grietas en su máscara. Los momentos de desconexión, los arrebatos emocionales inexplicables y las miradas vacías que a veces cruzaban su rostro eran indicios sutiles de que algo no estaba bien. A pesar de sus esfuerzos por mantener todo bajo control, Cecilia se estaba perdiendo a sí misma en su propia oscuridad.

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