Hogar dulce hogar

Al día siguiente, el doctor examina a Laura para saber si califica para el alta y la respuesta es afirmativa, Laura puede dejar el hospital. A las once de la mañana, mamá estaba allí, la ayuda a vestirse mientras que papá firma los papeles. Enrique está con su abogado frente al juez quien se hará cargo del caso Sara Montalván.

Laura va de camino a casa, una sonrisa se le dibuja en el rostro, volver con sus padres es una sensación de paz que ella experimenta en su corazón.

- ¡Bienvenida a casa! – Ana le da un fuerte abrazo.

- Gracias, mamá. – con una gran sonrisa.

El abrazo madre e hija es intenso, como si fuesen años sin verse. Quien estaba algo triste era Ulises, en cualquier momento, el secreto será revelado.

- Bienvenida a casa mi pequeña princesa. – el abrazo era sentido pero breve, tenía sabor a despedida.

Laura lo ha sentido y la deja algo consternada, pero él es el hombre que la ha criado, para ella, él es papá. Rápidamente terminan de acomodar sus cosas, Rodrigo es invitado a almorzar.

- ¡Laura! ¡Que alegría volverte a ver en casa!

- ¡Rodrigo! ¿Cómo estás? ¿Cómo te va con el trabajo de ese cliente importante?

- El trabajo de carpintería está difícil, son sillones Luis XV. Pero están quedando bonito.

A Laura no le gusta para nada ese tipo de muebles.

- Me gustaría tener uno en casa para mí. – Ulises molesta a su hija.

- ¡Ay, no papá!

- En la sociedad de hoy, hay que tener clase.

- ¿Porque no un sofá? – propone Ana – así, yo te hago compañía.

- La reina debe tener su propio sillón.

Laura sigue con su gesto congelado de disgusto.

- Laura, deja de hacer ese gesto. - papá la regaña suavemente.

- No me gustan ese tipo de antigüedades.

- Enrique tiene vejestorios en casa. – reclama Rodrigo.

- Pero son vasijas chinas y europeas, se ven tan delicadas. Hablando de Enrique, para no tener más problemas pienso mudar cuidad.

- ¿Vas a darle el gusto de ganar?

- No me queda de otra, quiero vivir en paz.

- Te pareces a la luciérnaga y a la serpiente.

- Explícate hija, porque no te entiendo. – mamá se interesa más que el propio Rodrigo.

Laura narra una fábula para facilitar el punto de la idea.

- Había una vez una serpiente que estaba buscando comida, en el camino se encuentra con una luciérnaga y la atrapa. Cuando estuvo a punto de matarla la luciérnaga le dijo: ¿Te puedo hacer una pregunta? A lo que la serpiente le responde: normalmente yo no permito hablar a mis víctimas, pero hoy haré una excepción contigo. La pobre luciérnaga le preguntó: ¿Soy parte de tu cadena alimenticia? La serpiente responde: No. Luego la luciérnaga le vuelve a preguntar ¿Te hice daño? La serpiente responde con un no. Y la luciérnaga hizo su última pregunta ¿Por qué me quieres comer? La serpiente responde: Porque odio verte brillar.

Laura hace una sonrisa para dar a entender que terminó con su relato. Los Olguín y Rodrigo procesan la información, entendieron el punto.

- Lo que me has querido decir es que Enrique ladra, pero no muerde. – Rodrigo concluyó.

- Las muestras de odio son infundadas. El problema es que así fue criado.

- Aun así, te casaste con él. – Rodrigo reclama.

- Enrique ha cambiado, era mucho peor. Era iracundo todo el tiempo con mucha gente, no toleraba nada. El demonio está domado en parte, eso me gusta de él, ahora reconoce sus fallas, ya no es jefe gritón, ahora se esmera por ser un líder y no un jefe diabólico, no es fácil para él, aún tiene muchas cosas que cambiar.

- ¿Lo estás defendiendo?

- ¡Ay, Rodrigo! Si supieras cuántas veces quiso matarte. Enrique es buena persona, sus padres no lo supieron criar. Son muy permisivos, para ellos su hijo es intocable, todos le deben.

- Arruinaron al muchacho. – Ulises siente lastima por su yerno.

- Lo bueno es que por amor se deja moldear. - Ana comenta.

- Cuántas peleas hemos tenido, al final él venía como perro arrepentido con el rabo entre las piernas. - Laura lo recuerda.

- ¿Ya sabe lo del bebé? – Rodrigo está preocupado.

- No, que termine el juicio contra Sara y veremos.

Después de la conversación algo tensa, pasaron a comer, pero Rodrigo no pudo quedarse más, tenía que avanzar el trabajo, la ventaja de comer allí, con los Olguín, es que podía comer tranquilo sin tener que soportar la presencia de Alma. Ella lo busca casi a diario, para conversar y mostrar interés en la carpintería y tapicería, hasta que hubo veces en que ella traía comida para ambos, lo pone nervioso, tan dulce como ella le habla, le altera su sistema; por lo tanto, nunca dice cuando los Olguín lo invitan a comer.

Laura se siente bien de estar en casa, después del almuerzo se puso a lavar los platos con mamá.

- Ojalá sea niña, así podré tener tiempo ocupado tejiendo cosas.

- Si nace niño ¿No le vas a tejer nada?

- Sí le haría algo, pero… es que no hay mucho que hacer con los niños, en cambio una niña tienes muchas ideas. Que Enrique no se vaya a incomodar con el nacimiento de una mujercita.

- A Enrique le da igual, con tal que sea de los dos y sano, más que suficiente para que herede los bienes de la familia De Aragón.

- ¿Ya tienes pensado en que nombre le vas a poner?

- No, aún hay tiempo para ello.

- Pronto cumplirás dos meses, el embarazo dura no más de nueve meses. Así que, te quedan siete.

- Tranquila mamá, que termine el pleito con Sara y entre los dos pensaremos en un nombre.

- Aquí en casa no tendrás a nadie que te moleste, podrás gestar en paz a tu bebé.

- Voy a necesitar consejos.

- Al igual que Rodrigo.

- ¿A poco ya tiene con quién?

- No sé quién es, pero lo único seguro es tu padre ve una linda chica que lo acompaña casi a diario, ya van tres veces que ella le trae comida y comen juntos en el taller.

- Bien guardado se lo tiene.

- A él no le gusta, siempre que tu papá va a verlo y ella se va, me dicho que Rodri da suspiros de alivio por ello.

- ¿Ha dicho como se llama la afortunada?

- No. Se hace el loco, el bandido cuenta chistes para desviarnos del tema.

- A pesar de todo tiene un espíritu alegre.

- A eso se le llama tener vida.

Laura está feliz de estar en casa, hogar dulce hogar ¿Por cuánto tiempo?

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