Capítulo 14: Centro comercial

...-----Narra Dana-----...

...(Septiembre de 2011)...

Son las 9 de la mañana y todavía estoy acostada en mi cama pensando qué hacer. ¿Será que me levanto o duermo otro ratito más? Este día es muy importante, pero quiero seguir aquí en mi cama. Hoy en la tarde es la graduación en mi secondary Langley y en la noche es la fiesta de graduación.

Estoy tan emocionada. Ya falta poco también para ser mayor de edad, solo 3 meses. Menos mal no vivo en Mississippi, porque si no tendría que esperar hasta los 21 años para ser mayor de edad. 

Vivo en Virginia, en el poblado McLean. Este poblado es muy bonito, en especial en verano. Amo ver todos los árboles llenos de vida. El color verde me encanta. La naturaleza es lo que me llena de paz y tranquilidad, así que no dejo de disfrutar el olor que desprende todo mi entorno. Las personas viven sin preocupaciones, todos son unidos. Aquí me siento muy bien.

Pero no se crean que me he olvidado de mi país. Muchas veces cierro mis ojos y recuerdo mi querida China. Allá vivía en la ciudad de Xiamen. Más que todo, extraño a mi mamá Yuni. Llevo 10 años tratando de comunicarme con ella y no he podido. No he logrado saber nada acerca de ella. Hace poco abrí un Facebook y conseguí ponerme en contacto con la mejor amiga de mi mamá. Tengo varios planes. Muy pronto volveré. Pero como me ha enseñado Mei, mientras más callado uno haga las cosas, mejor te salen.

Solo deseo cumplir la mayoría de edad por una cosa: para irme de esta casa de locos. No aguanto más. El día de mi desaparición hace 9 años, mi padre Jacob decidió separarse de mi madrastra, pero todos viven en la misma casa. Y a mí estos 9 años me ha tocado horrible. Emma me echa la culpa de su separación con Jacob. Se le olvida que solo ella tiene la culpa, por ser tan malintencionada. Fue ella la que me dejó tirada en esa playa, como si yo fuera una simple basura. Gracias a ella casi me muero, así que nunca me sentiré culpable por lo que hizo Jacob. Según lo que he escuchado, la sacó del testamento. Por eso es que ella me odia a muerte. Siempre ha sido una interesada y lo único que desea es el dinero de Jacob.

Y ustedes pensarán que me olvidé de Ángel, pues no, Ángel y yo seguimos siendo buenos amigos, aunque llevo un tiempo sin verlo, porque he estado muy ocupada con tareas, exámenes, exposiciones y, por último, el proyecto. Él sigue siendo la misma persona cariñosa, amable y, sobre todo, respetuosa, siempre dando esos bonitos consejos que me animan a seguir adelante, a pesar de que las cosas no me han salido como quiero y a pesar de no tener a mi madre conmigo. Yo voy para adelante como el elefante.

Y mis hermanitos ya son todos unos hombres. Hace años me molestaban mucho con esa palabra que tenían súper rayada, "bastarda", pero ya que han crecido, ya no me molestan tanto.

Lo más valioso en mi vida son Mei y Huang. Estos 10 años a su lado han sido lo mejor que ha pasado en mi vida. A pesar de que no me han ayudado a encontrar a mi mamá, han sido un gran apoyo para mí. Nunca me han dejado sola. Mei siempre me trata con amor y cariño. Ella me dice que yo soy como su hija, tan bella. Yo la quiero tanto. Me duele ocultarle tantas cosas.

Mei y Huang creen que yo sigo siendo la misma niña tonta. Lo que ellos no saben es que yo sé que entre ellos hay algo más que una simple amistad.

Y yo también encontré el amor de mi vida. Llevo un año con un chico muy guapo, inteligente y muy cariñoso. Se llama James Suárez, tiene 17 años, igual que yo. Dentro de dos meses cumple su mayoría de edad. Él es sobrino de mi madrastra, aunque nadie sabe lo nuestro. Él y yo nos amamos y sueño con hacer una vida junto a James.

—Se puede —pregunta Mei tocando la puerta de mi cuarto.

—Voy —digo con flojera, ya que no deseo levantarme de la cama, pero desde hace días he estado poniéndole el pasador, así que me toca levantarme para abrirle.

Me estiro en la cama y suelto un gran bostezo, pero me da un calambre en la pantorrilla tan fuerte.

—¡Ay no, me duele! ¡Qué horrible! Me duele. —Grito tan fuerte que hasta unas lágrimas se me salen del dolor. Yo sé que soy un poco exagerada, es que eso duele mucho.

— ¡Dana ábreme! ¿Qué te pasa? Ábreme. —Exclama ella toda asustada y desesperada dándole empujones a la puerta.

—Voy — grito dándole golpes a la pantorrilla sé que está mal hacerlo, debería de estirar mi pie o darme suaves masajes en mi pantorrilla, pero es que el dolor me desespera mucho, así, que, lo más fácil para mí, es darme golpes fuertes en la pierna.

Me levanto de la cama todavía con el calambre en el pie, pero no tan fuerte, abro la puerta y salgo de nuevo cojeando para la cama, me tiro en ella nuevamente y continuó dándome golpes.

Mei entra con los ojos como huevos fritos, va a la cama y me revisa. 

—¿Dime qué te pasó? ¿Dónde te lastimaste? ¿Estás bien?

— ¡Sí tranquila!, es solo un calambre. 

— Huang te dijo que no debías darte golpes, ya que es malo para los músculos, déjame darte un masaje ¿sí? 

—Ya se me está pasando, no te preocupes.

Ella busca un poquito de crema y me lo unta en la pierna y empieza a hacer masajes hacia abajo.

—Gracias. —Le digo haciendo un puchero.

—No te voy a preguntar cómo estás ni cómo amaneciste, porque ya veo tu respuesta. Deja la flojera y levántate, dormilona. —Me regaña Mei.

—No, quiero dormir otro ratito más, por favor. —Le pido con cansancio.

—Pareces un oso en hibernación. —Comenta ella con una media sonrisa mientras me quita algunos cabellos que están pegados todavía.

—Sabes, me encantan los osos. Si algún día llego a reencarnar, me gustaría hacerlo en ese animal.

—Deja de hablar tonterías y levántate, hoy es un día muy importante. —Me regaña Mei quitándome la sábana y abriendo las cortinas y las ventanas de par en par.

—No quiero levantarme, tengo flojera. Llevo meses estudiando, merezco descansar, ¿no crees? —Le pregunto con un tono de súplica.

—Entonces tendré que ir yo sola al centro comercial. —Comenta ella haciendo un gesto para irse de mi cuarto.

—No, no te vayas. Yo también quiero ir. ¿Me llevas a comprar mi vestido? Por favor. —Le pido levantándome de la cama y sentándome en ella.

—Sí claro, y me imagino que quieres que te preste dinero, ¿verdad?

—¡Pues sí! —Confieso con una gran sonrisa.

—No te voy a prestar nada —dice ella con una mirada fría. Yo me quedo en silencio, no sé qué decirle. Le debo tanto que, me imagino, primero quiere que le pague—. Tontita, te voy a regalar el vestido para tu fiesta, así que apúrate antes de que me arrepienta —aclara ella, guiñando el ojo.

Salto de la cama y me monto encima de ella como un chimpancé y empiezo a hacerle cosquillas y a darle muchos besos.

—Te quiero mucho, Mei.

—Te han dicho que eres una mujer interesada.

—Sí, sí me lo han dicho y mucho. Desde que era pequeña siempre me lo decían —declara con nostalgia.

—A bañarse, te espero abajo en la sala —murmura saliendo de mi cuarto.

Me meto a la regadera y me baño con agua tibia. Eso me ayuda a relajar mi cuerpo. 

Después de 20 minutos, metida en el baño, salgo con los dedos de las manos un poco arrugados, pero como nueva. 

Me coloco un vestido blanco, corto muy casual, manga larga, cuello en V. Me pongo las sandalias blancas altas, mis accesorios que no pueden faltar. Llevo puesta la cadena que me regaló mi mamá y otra cadenita que me regaló mi novio, también unos zarcillos de oro en forma de argolla. 

Pinto mis labios y mis cejas y trato de estar natural y relajada. Escucho que pegan gritos afuera, abro la puerta y es Mei.

—Perdóname por tardar tanto, es que tenía que salir bella. Tú más que nadie conoces mi dicho: antes muerta que sencilla —digo mientras trato de hacer ondas en mi cabello, lo cual es imposible, es muy liso.

—Sí, está bien, como tú digas, pero para serte sincera, te ves igual que como te vi esta mañana —comenta sacándome la lengua.

Al bajar, nos encontramos con mis dos hermanos. Están vestidos de saco y corbata.

—Hola, Michael, hola Masón. ¿Qué cuentan? ¿Cómo va todo?

—Bien, Dana —responde Michael.

—Felicidades por tu graduación —dice Masón.

—Gracias —respondo con mi mejor sonrisa, aunque me da tristeza saber que no tengo una buena relación con ellos.

Esto es casi todos los días, simplemente dos palabras y ya. Ellos están trabajando en la empresa de mi padre, la cual es dueña de varios hoteles aquí en Virginia, así como en diferentes partes de Estados Unidos. También tienen asociaciones en China. Según dicen, Ana y Sara, son hoteles de lujo.

Llegamos al comedor. En ese momento llega Sara con los platos de comida. Me sirve de entrada una sopa de pollo. Luego pruebo la ensalada de fruta y me tomo la mitad de la merengada de guayaba. La saludo con cortesía. Ella siempre ha sido una persona que me ha tratado con mucho respeto y cariño. No sé si por lástima o por verdadero cariño, pero me da igual.

Nos despedimos y salimos rápidamente de la casa. Nos montamos en el auto. Saludo al señor Gustavo, el cual me da una hermosa sonrisa. Comí tan rápido que me llené de gases y sin querer queriendo boté un gran eructo.

—¡Puerca! Por lo menos te hubieras tapado la boca —dice Mei tapándose la nariz, como si oliera feo.

El señor Gustavo se echa tremenda carcajada y Mei también, pero a mí la vergüenza no me deja tranquila, así que agacho la cabeza y no comento nada, ya que si me hago la loca es porque no pasó y si no pasó no me acuerdo. Jajaja, tremenda teoría la mía.

Entramos al centro comercial Tysons Corner Center. Es súper famoso, grande y muy bonito. En eso me llega un mensaje por Messenger.

*Hola Dana, ¿dónde estás metida? ¿Vamos a ir a comprar el vestido? Responde…

*Amiga, estoy en el centro comercial Tysons Corner Center. Nos vemos en la tienda Zara.

Estoy por mandar el mensaje a mi amiga Isa, pero a la vez voy caminando y choco con una persona. Levanto mi mirada hacia donde está él y es la persona más bella que he visto. Qué ojos tan bellos tiene. Son grises. Su color de piel es como la canela. Cabello negro.

—Disculpa —digo entre dientes, con baba en mi boca. Jajajaja, eso creo. Él solo se limita a mirarme y su sonrisa es resplandeciente. Ahora sí, quedé con ganas, pero ganas de arrancarle esa sonrisa con mis labios.

Lamentablemente, sigue su camino y no dice ni una palabra.

Mei me da un empujón, ya que me imagino que estoy totalmente delatada.

—Por un poquito más, no se te cae la quijada al suelo. Guarda ese teléfono y mira lo que tienes al frente.

Después de tratar de contradecir a Mei y decirle que vio mal, que ese chico no me gustó, llega mi amiga Isabella y las tres entramos a una tienda de ropa, donde están los mejores vestidos más bonitos y costosos.

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